Curso de capacitación ministerial

 

Cómo planificar, preparar

y presentar mensajes (sermones),

conferencias y clases bíblicas

 

Lección 5

 

El predicador incompetente Presentao Confiado comete treinta y siete errores en un mensaje corto de tan solo seis minutos.

 

¡Treinta y siete errores en un mensaje
de tan solo seis minutos!

 

Reacciones negativas y positivas del predicador
o maestro a sus propios errores e imperfecciones

 

En la siguiente dramatización de un mensaje, se hallan al menos treinta y siete errores y malas prácticas que dañarían cualquier intervención. ¿Cuántos podrá usted detectar? Qué ningún ministro del Señor se ofenda por lo presentado, pues la mayoría de nosotros cometemos algunos de estos errores de vez en cuando, si bien no a menudo.

[Nota para el maestro. Antes de pronunciar usted este mensaje ante una clase, se recomienda informar a los alumnos lo siguiente: que para identificar todos los errores, cada cual debería escuchar muy atentamente, anotando rápidamente los errores. La duración del mensaje es de unos cinco o seis minutos.]

Mensaje, con al menos treinta y siete errores o malos hábitos, traído por el hermano Presentao Confiado

"Hermanos y amigos, buenas noches.

"Me han asignado el tema: Los demonios que empe… -digo- empequeñecen a predicadores, maestros y maestras de la iglesia.

"Sinceramente, yo no me siento apto para presentar este tema. No he podido estudiarlo mucho.

 [El orador se suena duro la nariz.] "Disculpen, hermanos, no me siento bien.

"Este… pues, bien. Pero, espero que sepan soportarme, hermanos, ¿verdad?, porque todo lo que hablemos en el nombre del Señor está bueno, ¿verdad?, hermanos.

"Eeeeeeh… eeeeeh…  Hermanos, yo creo que uno de los demonios que empequeñecen a predicadores y maestros de la iglesia, hermanos, ¿verdad?, es el demonio llamado ‘Vagancia’, ¿verdad? Sí, muchos hermanos y hermanas son tan vagos que ni siquiera leen con frecuencia la Biblia. Son tan malos y vagos que no se preparan bien para sus mensajes y clases. Gracias a Dios, yo no soy como ellos, hermanos.

"Eeeeeeh… eeeeeh. [Leyendo el bosquejo y moviendo los labios silenciosamente, susurra las palabras Torpe de labios.] Así, dice… Yo creo que otro de los demonios que se arremeten contra los predicadores y maestros es el que se llama ´Torpe de labios´. Sí, hermanos, porque muchos hermanos y hermanas son como Noé cuando predicaba antes del delubio: ´Torpes de labios´. Por eso, pudo convencer a tan solo ocho personas a entrar en el arca con él. Gracias a Dios, ¡este servidor no es tor...tor...torpe de lavios!, hermanos, ¿verdad?

"Este......... [Mueve las hojas del bosquejo, mostrándose nervioso e inseguro.] Yo creo que otro de esos demonios se puede llamar ‘Rebeldía’. ¿Por qué, hermanos? Hermanos, porque algunos predicadores y maestros se rebelan contra la Palabra. Solo quieren complacer a los que tienen ´comason de oír´, como dice 1 Timoteo 4:3. Sí, son rebeldes. Vuelvo a decir que son rebeldes a la Palabra. Se oponen a la Palabra. Son rebeldes a la Palabra. No me explico porque son tan rebeldes a la Palabra, hermanos. Yo no soy rebelde a la Palabra, hermanos, ¡créanme!

"Eeeeeeeh… yo creo, yo creo que otro de esos demonios se llama ´Lucido´. Me refiero a esos predicadores, maestros y maestras que visten ropa de boutique, esa ropa moderna de muchos colores. Hermanos, ¡a mí no me gusta! Se ven tan pamposos. Yo soy tan franco como feo. ¡A mí no me importa lo que piensan ustedes o los demás! A mí no me gusta. Hay que decirle al pan, pan; y al vino, vino. Son lucidos. Les digo que son lucidos, y Dios no acepta a los lucidos. Dios no aprueba a los lucidos. Dios va a echar en el infierno a los lucidos. El hermano que predica y enseña debe usar siempre camisa blanca, pantalón oscuro y corbata de colores suaves. El que no lo haga, ¡peca! Sí, ¡peca! La mujer que enseña debe usar siempre traje de colores apagados. ¡Nada de boutique! ¡Nada llamativo! Si no lo hace, ¡peca!

"Bueno, hermanos, este....  se me acabaron las notas. Así que no tengo nada más que decir sobre este tema."

 

Errores y malos hábitos que dañan el mensaje de Presentao Confiado

1. "Hermanos y amigos, buenas noches." Saludo un tanto seco, al estilo de algunos oradores seculares, carente de espiritualidad.

2. "No me siento apto…". Presentao se desprestigia a sí mismo ante el público. Bien que esta expresión, y otras parecidas, se utilicen para comunicar humildad, no es menos cierto que comunican falta de confianza del orador en sí mismo, implicándose, además, que no debería haber aceptado predicar el mensaje al no sentirse capacitado para cumplir eficazmente la encomienda. Más sabio no aceptar una invitación de exponer algún tema particular que hacer el rol de un incompetente, perdiendo toda credibilidad como mensajero de Dios.

3. "No he podido estudiarlo mucho." Excusa pobre para justificar la falta de preparación. ¿Qué le impidió efectuar la preparación necesaria? ¿Acaso no le asignaran el tema con suficiente antelación para analizarlo él afondo y preparar un bosquejo completo, con ilustraciones apropiadas, aplicaciones prácticas y un vocabulario que infundiera vida a lo expuesto?

4. Tres de las primeras cinco oraciones contribuyen a la creación, desde el inicio, de un ámbito negativo en derredor del orador, usándose el negativo "no"tres veces al principio del mensaje.

-"No me siento apto…"

-"No he podido estudiar…"

-"No me siento bien."

Un aura de positivismo alrededor de su persona proyecta el predicador o maestro diestro y maduro, especialmente durante los primeros minutos de su intervención.

5. "Sonarse la nariz" debería evitarse de ser posible, particularmente, sonarla de forma ruidosa o sorberse la nariz repetidamente, pasando el pañuelo una y otra vez sobre ella. No pudiendo evitarlo, al orador o maestro le convendría pedir perdón a la audiencia y luego virar la cabeza antes de sonarse la nariz, toser o estornudar. Hacer cualquier de estas acciones con boca y nariz casi pegadas al micrófono demuestra una falta inexcusable de modales.

6. "Este..." es una muletilla que se escucha tres veces durante el mensaje. El buen orador no descansa sobre “muletillas” de ninguna clase.

7. "…soportarme…" es, precisamente, lo que los oyentes no deberían tener que hacer. No acuden a la reunión de la iglesia para "soportar" al predicador o maestro, “sobrellevarlo” o “tolerarlo” sino para ser instruidos y edificados.

8. Error grande: "Todo lo que hablemos en el nombre del Señor está bueno". ¡Negativo! ¡De modo alguno! Este mismo orador ya ha hecho unas cuantas afirmaciones que no están buenas. Por ejemplo, los tres negativos: "No me siento apto…", etcétera. Invocar el nombre del Señor en el intento de suavizar y justificar nuestros errores y fallas es faltarle el respeto tanto a él como a la audiencia. ¿Implicar a Dios en nuestra falta de preparación y consecuentes torpezas? Tal desfachatez la comete solo el ministro falto de gravedad (gravitas) y espiritualidad.

9. "¿Verdad?" Muletilla que se usa cinco veces en el mensaje. Bello e importantísimo vocablo, pero usado una y otra vez como pregunta-muletilla, comienza a irritar al oído sensible. En algunos contextos, la pregunta "¿Verdad?" puede usarse retóricamente con el propósito de motivar una respuesta de parte del auditorio. Pero, se vuelve una mera muletilla fatigosa cuando es usada con mucha frecuencia para llenar espacios en la intervención o suscitar reacciones vagas del oyente.

10. "Hermanos", palabra usada no menos de trece veces durante este corto mensaje. Suponiendo que se use escuetamente como término de cariño y solidaridad espirituales, tristemente, se convierte en una muletilla onerosa que consume tiempo y molesta por la frecuencia con que se escucha.

11. "Eeeeeeeeh..." Otra muletilla escuchada cinco veces en este mensaje tan breve. Irritante, ya en su forma corta de “Eh” o en la larga, como en este mensaje. ¡Mejor una pausa silenciosa que esta muletilla fastidiosa!

12. "Yo creo..." es la frase de la cual Presentao se vale invariablemente para introducir cada punto principal del mensaje. “Yo creo… Yo creo… Yo creo…”  Indica un alto grado de egocentrismo y/o falta de preparación en lo concerniente a la selección de frases variadas para la presentación de los puntos.

13. "Son tan malos y vagos…" es una censura demasiada dura y generalizada, haciéndose el orador juez de la condición espiritual en que, según él, se encuentran los acusados. Irónicamente, al expresarse Presentao de esta manera, ¡se condena a sí mismo, quedando como "hipócrita" ante sus oyentes, pues ha confesado con sus propios labios no haberse preparado adecuadamente! Ciertamente, le aplica Mateo 7:1-5. "Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano."

14. "…Yo no soy como ellos." ¿A qué no? Semejante expresión demuestra un espíritu jactancioso y faraséico (Lucas 18:9-14). Espíritu que aflora de nuevo cuando Presentao dice: "Este servidor no es torpe de labios".

15. Torpeza. El hermano Presentao se detiene para leer su bosquejo, moviendo los labios y susurrando para sí las palabras Torpe de labios. Lee el bosquejo, pero no en voz alta. Ningún orador bien preparado y competente cometería semejantes torpezas.

16. Titubea, dando la impresión de estar perdido en cuanto a la secuencia de puntos que haya propuesto presentar. ¿Perdido en medio de su propio mensaje? Pues, muy probablemente pierda también la atención de no pocos en la audiencia.

17. Error craso. Se equivoca al decir que Noé fue "torpe de labios". Confunde a Moisés (Éxodo 6:30) con Noé. Esto evidencia su ignorancia de eventos y personajes importantes del Antiguo Testamento, quedándose Presentao desacreditado ante los presentes que sí los conocen.

18. Pronuncia mal la palabra "diluvio", diciendo "delubio".

19. Al decir: "Por eso, pudo convencer a solo ocho personas a entrar con él en el arca", comete dos errores adicionales, siendo el primero el siguiente: Supone que la generación del tiempo de Noé no entrara en el arca por ser aquel predicador “torpe de labios”, no habiendo en la narración bíblica ni pizca de evidencia para semejante postulación.  Por cierto, las suposiciones infundadas restan del mensaje y de la credibilidad de cualquier orador o maestro culpable de pronunciarlas.

20. El segundo error en la oración "Por eso, pudo convencer a solo ocho personas a entrar con él en el arca" consiste en que solo siete personas entraron con Noé en el arca, y no ocho, para un total de ocho, y no nueve.  Pequeños errores de esta naturaleza estropean sermones o clases. 

21. "¡Este servidor no es tor...tor...torpe de lavios!" Un espíritu jactancioso presagia la caída, conduciendo a ella. Con un espíritu de jactancia encima, ¡el orador se manifiesta él mismo "torpe de labios" en el acto al gaguear la palabra "tor...  tor... torpe"!

22. La palabra correcta no es "lavios", con "v de vaca", sino "labios", con "b de bueno".

23. Traquetea las hojas del bosquejo, mostrándose nervioso e inseguro.

24. La palabra correcta no es "comason" sino "comezón".

25. La cita correcta para la frase "comezón de oír" no es 1 Timoteo 4:3 sino 2 Timoteo 4:3.

26. "Vuelvo a decir… Son rebeldes… No me explico porque son tan rebeldes." El error cometido es el de la repetición innecesaria. Bien que la "repetición" puede ser una herramienta útil cuando se quiere enfatizar algún punto, se vuelve estéril, contraproducente y aburrida cuando utilizada excesivamente. Para llenar tiempo. Que el orador recurra a ella porque no está preparado y tiene que seguir diciendo algo hasta que se le ocurra un nuevo pensamiento. O que abuse de ella en su empeño de llamar atención a un punto, sobreabundando demasiado.

27. "A mí no me gusta." Así, Presentao emite una opinión puramente personal sin explicaciones basadas en argumentos desarrollados con lógica irreprochable. Las opiniones de esta categoría no tienen peso. Revelan, a menudo, prejuicios puramente subjetivos. Esta categoría de opinión tiende a producir resentimiento en la persona que acostumbra analizar objetivamente asuntos controvertidos. Hace que el orador pierda credibilidad, ya que si él no es capaz de distinguir entre cuestiones opinables, hechos indisputables y sus propios prejuicios, con razón concluiría el oyente perspicaz: "¿Por qué hacerle caso? Si no sabe razonar lógicamente, ¿por qué hacerle caso?"

28. La palabra no es "pamposos" sino "pomposos".

29. "Yo soy tan franco como feo" se cataloga como un dicho de mal gusto. Usándolo, el orador estaría diciendo, efectivamente: "Soy una persona ruda y sin tacto". Desde luego, ningún orador debe ser "rudo y sin tacto", mucho menos el que proclama la Palabra de Dios. La "franqueza" es efectiva solo cuando usada dentro del marco del amor y respeto, o solo cuando se apoya en verdades y argumentos irrefutables, como, por ejemplo, en 2 Corintios 3:12, donde el apóstol Pablo escribe: “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza…”. El amor sincero, el respeto no fingido, el tacto, la inteligencia de los argumentos, el contenido edificante del mensaje y el lenguaje fino adornan al orador, haciendo que el auditorio pase por alto cualquier defecto físico o falta de atractivo que haya en él. La regla divina es: "El siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija" (2 Timoteo 2:24-25).

30. "¡A mí no me importa lo que piensan!" Una exclamación sin tacto y de mal gusto. Demuestra falta de sensibilidad hacia otros seres humanos, y desprecio por sus sentimientos, opiniones o convicciones. No sorprendería que evocara una réplica parecida del oyente ofendido. Por ejemplo: "¡Pues, a mí no me importa lo que usted, don predicador, piense!"

31. Según las reglas de gramática, en la exclamación “¡A mí no me importa lo que piensan!”, el verbo correcto sería "piensen", y no "piensan".

32. "Dios no acepta a los lucidos. Dios va a echar en el infierno a los lucidos." Ningún orador sabio y espiritual comete el grave error de poner palabras o juicios en la boca de Jehová Dios, táctica demasiado común en predicadores. El mensajero sabio y espiritual se cuida de atribuir a Dios sus propias opiniones personales y de emitir juicios que no le corresponden.

33. "Debe usar camisa blanca, pantalón oscuro y corbata de colores suaves." Aquí encontramos ejemplo clásico de un error tan común como serio, a saber, el de convertir prejuicios y opiniones personales en leyes espirituales para otros. Demás es preguntar: ¿Dónde estipula el Espíritu Santo la vestimenta de “camisa blanca, pantalón oscuro y corbata de colores suaves” para el predicador?

34. “El que no lo haga, ¡peca! Sí, ¡peca!” Predicadores que se inventan pecados basados en sus propios prejuicios u opiniones personales abundan como la paja. Pontifican sobre tales “pecados” como si fueran portavoces de edictos divinos enviados del cielo. Pero, Dios es quien identifica pecados, y a nosotros que predicamos y enseñamos la Palabra nos conviene tener cuidado de llamar “pecado” lo que lo sería solo conforme a apreciaciones incorrectas nuestras.

35. “La mujer que enseña debe usar siempre traje de colores apagados. ¡Nada de boutique! ¡Nada llamativo! Si no lo hace, ¡peca!” Son igualmente aplicables las observaciones hechas en el 33 y el 34.

36. Presentao no explica el uso retórico de “demonios” en este mensaje.

37. "Bueno, hermanos, este....  se me acabaron las notas. Así que no tengo nada más que decir."  Esta conclusión la encontramos tan fría e incompleta como el saludo.

Posibles reacciones negativas del candidato a los ministerios al darse cuenta de los tantos errores que pueden cometerse en cualquier ponencia

1. Acomplejarse y llenarse de temor al extremo de desistir de la idea de predicar y/o enseñar.  Quien tiene el fuerte deseo de ejercer estos ministerios espirituales tan valiosos, talentos que pueden pulirse y buen testimonio ante los cristianos no debería  permitir que semejante reacción se adueñe de su mente y espíritu, rindiendo nulo su noble deseo de colaborar con Dios en las gloriosas obras del Reino espiritual.

a) El candidato dotado de atributos positivos para el ejercicio de ministerios espirituales ha de vencer el temor a cometer errores, avanzando en su preparación multifacética, confiado en la ayuda oportuna del Señor. Resignarse a su propia imperfección y determinar proseguir pese a ella constituye un gran paso hacia la madurez. No tolerarla o dar escusas, sino luchar constantemente para mejorarse.

b) Qué tal candidato nunca pierda de vista un hecho importante, a saber: que el contenido de un mensaje o estudio concebido y desarrollado sabiamente, apoyado firmemente en textos bíblicos, puede calificarse de muchísimo más importante que unas pocas imperfecciones o errores sin gravedad. Bien que estos resten un poco de la calidad de la intervención, de modo alguno anularían su valor intrínseco espiritual.

2. Volverse demasiado nervioso en las presentaciones por el temor de cometer algún desliz, ¿con qué razón hacerlo? Una confianza fuerte, que descansa en una preparación exhaustiva, y además, en la seguridad del acompañamiento providencial de Dios, se supone que elimine semejante temor. Por otro lado, quien piense que los oyentes estén más pendientes a equivocaciones o imperfecciones que al contenido del mensaje más le vale reordenar sus percepciones, convenciéndose de lo opuesto. El oyente inteligente que escucha para aprender la verdad divina y crecer en espíritu da prioridad al contenido del mensaje, perdonando o pasando por alto pequeños desperfectos. Ahora bien, consabido es que el nerviosismo excesivo conlleva a la comisión de más y todavía más faltas. Controlarlo es, pues, vital para alcanzar nuestro potencial máximo.

3. He aquí una realidad: los que más se fijan en cualquiera imperfección o error, por pequeñito que sea, ¡son los demás predicadores o maestros! Así que, de estar presente algún siervo de estos para cualquier ponencia nuestra, deberíamos obviarlo a cierta medida, pues ya está abastecido, se supone, de verdades bíblicas, y predicar o enseñar para los hermanos y amigos presentes que tienen verdadera necesidad de buena instrucción espiritual. Estos nos escuchan no para criticar sino para recibir edificación. Así pues, un pequeño consejo: Durante su intervención, concentrarse en tales almas hambrientas del pan de vida, sedientas del agua de vida, y no en cualquier predicar o maestro que esté presente.

Reacciones positivas ante la problemática de los errores

1. Aceptar valientemente el reto de eliminar el número máximo de los errores y pulirse cada vez más en los ministerios espirituales.

2. Acondicionarse y fortalecerse psicológicamente para recibir, soportar y sobrellevar señalamientos en torno a errores que cometa.

a) Tener presente que tarde o temprano cometerá errores de distintos tipos. Que ningún ser humano es perfecto, no exceptuándose usted.

b) Dar por sentado que no faltará quién se los señale, y que tal vez figure entre los menos cualificados para hacerlo.

c) Anticipadamente, ¡prepararse emocional y mentalmente para ambas acciones!, pues son, realísticamente, inevitables.

3. Agradecer los señalamientos y beneficiarse de ellos, corrigiendo lo deficiente en sus intervenciones.

4. No afligirse o deprimirse desmedidamente al cometer errores o cuando se los señalen.

5. No acomplejarse por los errores sino procurar en oración tener confianza en su Maestro Jesucristo, y por ende, en sí mismo, siguiendo adelante en los ministerios de la predicación y enseñanza.

6. Reconocer, y no olvidarlo, que la preparación adecuada es la medida clave para evitar o eliminar la gran mayoría de los equivocaciones e imperfecciones.

7. Determinar lograr que el contenido de su presentación sea tan importante e interesante que los oyentes den poca o ninguna importancia a cualquier desliz insignificante, imperfección o error que no anule enseñanzas divinas.

Asignaciones

A. Analizar cuidadosamente el mensaje que será predicado en su congregación el próximo domingo, apuntando todas las muletillas, equivocaciones y demás errores cometidos por el orador.

B. Para la próxima ponencia suya, pedir a un hermano de confianza que apunte todos los errores que cometa usted mismo en su mensaje.

C. Aprender de memoria 2 Timoteo 2:24-25, la "regla de oro" para el obrero del Señor.

Preguntas y ejercicios para la Lección 5

1. ¿Qué hacen algunos oradores para suavizar y justificar los errores cometidos en sus ponencias?

2. ¿Cómo implican a Dios en sus fracasos?

3. ¿Qué significa "muletilla" en el contexto de esta lección?

4. Definir un "orador hipócrita", dando ejemplos (sin nombrar a persona alguna).

5. Definir un "orador jactancioso", dando ejemplos (sin nombrar a persona alguna).

6. ¿Qué es una "suposición infundada" y cuáles son las consecuencias de usarla?

7. Definir la "credibilidad del orador" y explicar cómo cualquier ministro puede perderla.

8. ¿En cuáles circunstancias tiene valor la "repetición"?

9. Definir y dar ejemplos de repeticiones "estériles, contraproducentes y aburridas".

10. ¿Qué es el significado de "prejuicios puramente subjetivos"?

11. ¿Cómo reaccionan algunos oyentes a predicadores y maestros que exteriorizan verbalmente esta clase de prejuicio?

12. ¿Qué significa "pomposo"?

13. ¿Cuándo es efectiva la franqueza?

14. ¿Qué significa "tacto"?

15. ¿Cómo se demuestra el tacto en un mensaje?

16. ¿Cuáles son los adornos espirituales del orador maduro y pulido?

17. Dar un ejemplo del "respeto fingido".

18. ¿Cómo suelen no pocos oradores poner palabras en la boca de Dios?

19. Explicar lo que significa "convertir los prejuicios y las opiniones personales en leyes espirituales o en edictos divinos".

20. Dar ejemplos que ilustren referido error.

21. ¿Cuáles son los "complejos" que pueden afectar al ministro o al candidato para los ministerios que se preocupara desmedidamente por los tantos errores que potencialmente pueden cometerse en cualquier ponencia?

22. ¿Cuáles medidas pueden ser tomadas para vencer tales complejos?

23. ¿Cómo podemos vencer el nerviosismo?

24. Al presentar cualquier estudio bíblico, ¿en quiénes debemos concentrarnos?

25. Tratándose de equivocaciones, imperfecciones y hábitos malos, ¿cuál debe ser el reto para todo orador?

26. Dar ejemplos de buenas expresiones verbales que podemos usar para agradecer a quienes nos señalaran errores.

27. ¿Cuáles son las consecuencias de afligirse o deprimirse demasiado por causa de imperfecciones, deslices, errores?

28. ¿Qué enseña 2 Corintios 3:4-5 sobre nuestra confianza y nuestra competencia?

29. ¿Cuál es la clave para eliminar la gran mayoría de los errores cometidos en la presentación de sermones o clases?

30. En cuanto al contenido de nuestros mensajes, ¿cuál debe ser nuestra meta?

 


 

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