Isaías 65:17-25
La fecha para estas profecías:
entre los años 750 y 700 antes de Cristo.
Autor de las profecías: El profeta Isaías.
Su nombre significa “Jehová ha salvado”. “Profeta de Judá bajo los reinos de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías (Isaías 1:1; cfr. 6:1; 7:3; 14:28; 20:1, 2; 36:39). El reinado de Ezequías fue de 29 años (2 Crónicas 29:1), por lo que la actividad de Isaías debió de ser ejercida durante alrededor de 60 años, desde la muerte de Uzías, en el año 758 a. C, hasta el inicio del reinado de Manasés, en el año 698 a. C. Si se supone que el profeta tenía solamente 20 años cuando fue llamado, su vida se prolongó alrededor de 80 años, y la fecha de su libro puede situarse entre los años 750 y 700 a. C.” (Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado. Editorial CLIE. CD-ROM.)
Trasfondo histórico para las profecías
Samaria (Israel –las diez tribus del norte)
Conquistada por los asirios en el año 722 a. C.
Gran cantidad de los habitantes llevados a cautiverio.
El rey de Asiria, “Tiglat-pileser (2 R. 16:8-10)… liberó a Judá de los invasores, saqueó Israel, batió a los filisteos, puso sitio a Damasco, de la que se apoderó, y dio muerte a Rezín. El rey de Asiria deportó a los habitantes de Neftalí y a los israelitas establecidos al este del Jordán; participó en el asesinato de Peka, o lo ordenó, poniendo a Oseas en el trono del reino de Israel, hacia el año 730 a.C. Después de la muerte de Tiglat-pileser, Oseas se rebeló contra Asiria. Los ejércitos asirios volvieron a invadir el reino de Israel. En el año 722 a. C. cayó Samaria, y una gran cantidad de sus habitantes fueron llevados al cautiverio a Asiria. Vinieron colonos de cinco distritos asirios a habitar en los lugares que los israelitas deportados se habían visto obligados a abandonar. Estos extranjeros, que se mezclaron con aquellos israelitas de la Palestina central que habían escapado a la deportación, dieron lugar al pueblo samaritano”.(Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado. Editorial CLIE. CD-ROM)
Judea
Librada de tener que sujetarse a los asirios,
pero en esta provincia hay muchos rebeldes
contra Jehová, quien amenaza con destruirlos.
“Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos; pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira, sacrificando en huertos, y quemando incienso sobre ladrillos; que se quedan en los sepulcros, y en lugares escondidos pasan la noche; que comen carne de cerdo, y en sus ollas hay caldo de cosas inmundas; que dicen: Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú; éstos son humo en mi furor, fuego que arde todo el día” (Isaías 65.2-5).
“Pero vosotros los que dejáis a Jehová, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna, y suministráis libaciones para el Destino; yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada.”
Promesas divinas de días mejores para Israel,
Judea y Jerusalén: “nuevos cielos y
nueva tierra” (Isaías 65:17-25).
-“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17).
A. Rasgos de esta “nueva tierra”. Se resaltan las diferencias entre la “nueva tierra” de Isaías 65 y la “tierra nueva” de Apocalipsis 21.
1. La “muerte” sigue asechando a los seres humanos en la “nueva tierra” de Isaías.
a) “No habrá más allí niño que muera de pocos días… porque el niño morirá de cien años” (65:20). Las condiciones óptimas de paz y prosperidad en la “nueva tierra” que Jehová proyecta para los judíos hacen posible una vida normal muy bendecida. El niño no muere prematuramente. Llega a viejo, pero ¡siempre muere! “…en niño morirá de cien años.” En cambio, en la “tierra nueva” de Apocalipsis 21:1-7, “ya no habrá más muerte”, ¡para ningún ser humano salvo eternamente!
b) “No habrá más allí… viejo que sus días no cumpla” (65:20). Sin embargo, por inferencia, los cumpliría, y esto significa que moriría.
c) “Según los días de los árboles serán los días de mi pueblo” (65:22). A pesar de vivir algunos árboles largos años, siempre mueren. Asimismo le sucedería a las personas que habitaran la “nueva tierra” que Jehová promete a su pueblo electo Israel.
d) Los judíos que habitarían la “nueva tierra” prometida en Isaías 65 serían seres humanos con cuerpos físicos sujetos al envejecimiento y la muerte. Contrasta marcadamente la naturaleza de los seres que habitarán la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, pues estos, resucitados y glorificados, tendrán cuerpo espiritual, poderoso e inmortal (1 Corintios 15:42-44).
2. El “pecado” sigue en la “nueva tierra” de Isaías 65.
a) “Y el pecador de cien años será maldito” (65:20). Sin pecado, no hay pecador; por lo tanto, el pecado seguiría haciendo estragos en la “nueva tierra” que Dios proyecta para su pueblo. Además, maldiciones para el pecador, aunque también viviera cien años, beneficiado, al igual que el justo, por las circunstancias favorables de la época.
b) La “tierra nueva” de Apocalipsis 21, con su “nueva Jerusalén” (Apocalipsis 21:2), ¡cuán diferente es! “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27). “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segundo” (Apocalipsis 21:8). No habrá pecado en esta “tierra nueva”.
3. Satanás sigue en la “nueva tierra” de Isaías 65.
a) “Y el polvo será el alimento de la serpiente” (65:25). En el lenguaje retórico de la Biblia, el gran enemigo de Dios, los ángeles y la humanidad no es solo “el gran dragón”, sino también “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (Apocalipsis 12.9). Habiendo pecado y pecadores en la “nueva tierra” de Isaías 65, ¿es cosa extraña que Satanás esté presente, haciendo lo suyo de siempre, aunque trabado en buena medida por Dios?
b) Una vez consumado el plan maestro de Dios para su creación, llegando el fin del tiempo (Apocalipsis 10:7), Satanás será arrojado al lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10), vetada para siempre su entrada a la “tierra nueva” que aparecerá como morada eterna para los santos glorificados después de la Segunda Venida de Cristo.
4. En la “nueva tierra” de Isaías 65, siguen comiendo, bebiendo, sembrando y construyendo.
a) “Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas” (65:21-23).
b) ¿Se verán los justos que ocuparán la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 en la necesidad de fabricar sus propias casas y alimentarse con productos de campos que ellos mismos tengan que cultivar año tras año por toda la eternidad? Obviamente, aquel nuevo mundo venidero será muy diferente a la “nueva tierra” de Isaías 65. Cristo mismo está preparando las mansiones que habitaremos (Juan 14:1-3), y el Padre mismo es el que edifica la “nueva Jerusalén”, “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Edificar casas, plantar viñas y comer su fruto evidencian que la “nueva tierra” de Isaías 65 es material; pertenece a este universo visible y temporal. En cambio, la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 pertenece a esfera diferente, a saber, la celestial, la espiritual. Ahora bien, de la manera que no sabemos la forma o sustancia exacta del cuerpo resucitado (1 Juan 3:2), tampoco sabemos la forma o sustancia exacta de los “los cielos nuevos y tierra nueva” que esperamos (2 Pedro 3:13). Pero, esto sí sabemos: que en ella no tendremos que preocuparnos por viviendas, cultivar campos para proveernos de alimentos materiales, sudar, gastarnos físicamente en tareas duras, etcétera. Glorificados los redimidos, “ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” ( Apocalipsis 7:16-17 ). En definitiva, la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 y 2 Pedro 3 será muy distinta a la de Isaías 65.
5. Sembrar y cosechar en la “nueva tierra” de Isaías 65 implica la continuación de circunstancias materiales normales: el sol sigue su función normal, la lluvia sigue regando los campos y las estaciones del año siguen su ciclo. Por lo contrario, la ciudad celestial, la nueva Jerusalén de la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, “no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21:23).
6. En la “nueva tierra” de Isaías 65, las mujeres siguen engendrando hijos. Por implicación, los hombres y mujeres siguen casándose. “No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos” (Isaías 65:23). Los fieles y obedientes de la nación terrenal de Israel eran el “linaje de los benditos de Jehová” para aquellos tiempos antes de Cristo. Y “sus descendientes” eran sus hijos carnales. Pero, en la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, los redimidos resucitados y glorificados no se casan ni engendran hijos. “Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertes, ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles” (Lucas 20:34-36).
7. En la “nueva tierra” de Isaías 65, se encuentran tanto lobos y leones como corderos y bueyes. “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey” (65:25).
a) Por una parte, el lobo y el león simbolizan a personas agresivas, de recia voluntad egoísta, capaces de violencia. Por otra, el cordero y el buey simbolizan a personas mansas, dóciles, pacíficas. La ley, la disciplina y la justicia de Dios, impuestas en cualquier sociedad, refrenan y controlan a los “lobos” y “leones” de manera tal que no pocas personas de este género conviven pacíficamente con los “corderos” y “bueyes”, no haciéndoles daño. Trabajan lado a lado, comen juntos, conversan, ocupan viviendas o propiedades que colindan. Tal “sociedad” Dios la proyecta para la “nueva tierra” que ofrece a Israel. Desde luego, en una sociedad de esta índole siempre hay sus excepciones, pero estas no cambian sustancialmente las circunstancias generales.
(1) Esta interpretación armoniza con el hecho de que habría pecado, pecadores y maldiciones en la “nueva tierra” de Isaías 65, según señalado en la partida “2” arriba.
(2) Y también sostiene esta Interpretación la última oración del versículo 25: “No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová”. El contexto indica que “afligir” y “hacer mal” deben entenderse como acciones propias de seres humanos. El lobo, el león y la serpiente no afligirían ni harían mal, es decir, las personas o seres espirituales representados por estas criaturas no afligirían ni harían mal, quedándose trabados, restringidos, atados, aunque no del todo, pues seguiría el pecado, pero muy limitado en términos de sus repercusiones entre la gente.
b) Desde luego, no habrá “lobos” ni “leones” en la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, ni simbólicos ni tampoco literales.
c) Apoyándose en Isaías 65:25, los testigos de Jehová y los adventistas del séptimo día pintan escenas idílicas de un reino milenario terrenal donde los animales tales como el lobo y el león se apacientan pacíficamente con el cordero y el buey, conviviendo todos en perfecta armonía, juntamente con hombres, mujeres y niños, en campos verdosos de belleza encantadora. Venden esta visión de una futura tierra material, nueva y paradisíaca, a los ingenuos que poco o nada saben de Biblia. Toman para sí una profecía hecha exclusivamente para el Israel terrenal antes de Cristo. Interpretan y aplican literalmente detalles de la profecía, tales como este de lobos y corderos, que han de ser entendidos simbólicamente conforme indica el contexto. Confunden la “nueva tierra” de Isaías 65 con la de 2 Pedro 3 y Apocalipsis 21, no percatándose de las diferencias que las distinguen. Sus errores los lleva a confeccionar para después de la Segunda Venida de Cristo un mundo ficticio que jamás se hará realidad. Tal cual los falsos profetas de Israel, “alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová” (Jeremías 23:16).
B. Conclusiones.
1. Las numerosas diferencias notables entre la “nueva tierra” de Isaías 65 y la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 nos obligan a concluir que la primera definitivamente no es la segunda. Las dos no son la misma.
2. Ya que las condiciones físicas (sol, siembra, cosecha; hambre, sed; matrimonio, procreación de hijos; envejecimiento, muerte) en la “nueva tierra” de Isaías 65 son las mismas que imperan normalmente en nuestro globo terráqueo, “nueva tierra” ha de interpretarse como una expresión retórica. No se trata de la creación de un mundo totalmente diferente, incluso con lobos o leones literales de una naturaleza contraria a los que conocemos, sino de la creación de ámbitos placenteros de paz, prosperidad, salud, sosiego y gozo.
a) Para entender y apreciar esta promesa en su contexto, es preciso ubicarse allá en Judea en el tiempo del Siglo VIII a. C. cuando fue hecha. Las diez tribus de Israel que ocupaban terrenos al norte de Judea se habían apartado de Dios, sufriendo castigos fuertes a consecuencia de su garrafal error, aun el destierro efectuado en gran escala por los poderosos asirios. En Judea se multiplicaban los rebeldes contra Jehová, proclamándose inminentes azotes duros para el pueblo. En medio de convulsiones tan grandes, en una tierra, a saber, Canaán, la prometida, profanada por idolatría e inmoralidad, llena de violencia, Jehová Dios, después de haber pronunciado retribuciones catastróficas tanto para Judea como para sus vecinos, inyecta esta promesa hermosa de “nueva tierra”. El Dios de Israel no acabará totalmente con su pueblo; un remanente será conservado, y vendrán mejores días para su pueblo electo. Esta promesa Dios se la hizo al Israel terrenal, y no a la iglesia. Incuestionablemente, era para Israel; no es para nosotros los cristianos del presente.
b) ¿Cumplió Dios su promesa de “nueva tierra” para Israel? Sin duda, aunque fuera en parte. Las promesas de Dios suelen ser condicionadas. Así pues, para que Israel recibiera y disfrutara a plenitud aquella “nueva tierra” prometida, debía poner de su parte, retornando a su Dios, humillándose y purificándose. Después del cautiverio babilónico, gran número de judíos fue restaurado a su tierra, donde reconstruyeron el templo, la ciudad de Jerusalén y otras ciudades, comenzaron de nuevo a cultivar sus campos y restablecieron su economía, como también sus instituciones religiosas, sociales y culturales. Comparativamente, poco se sabe acerca de aquel pueblo después de la restauración del templo y las obras hechas por Zorobabel y Esdras. Durante los dos siglos después de la restauración, fue conquistado primero por los egipcios, luego, en repetidas ocasiones, por los sirios. En el Siglo II antes de Cristo fue librado por los Macabeos, expandiendo sus territorios y alcanzando cierto poderío, quizás haciéndose realidad en alguna medida lo de “nueva tierra”.
C. Algunas dificultades interpretativas abordadas.
1. “De lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17). Estas observaciones no significan que la primera tierra, o sea, este planeta Tierra, dejara de existir al introducirse la “nueva tierra” de Isaías 65. “Lo primero”, neutro, engloba las condiciones sumamente malas que imperan antes de la etapa de “nueva tierra”. Librado el pueblo israelita de aquellas aflicciones destructivas, y restaurado a su tierra, ¡se olvida prontamente de todo aquello, sumergiéndose en las bendiciones de actualidad! ¿No demostramos con frecuencia tener nosotros casi todos los seres humanos esta maravillosa capacidad? Nos sobreviene lo malo, aun lo muy malo –desastres de distintas categorías, incluso guerras, terremotos, penuria, hambre, depresión- y sufrimos muchísimo. Pero lo malo pasa, se mejoran las circunstancias de nuestra vida, y pronto echamos al olvido aun los recuerdos de los días peores, rara vez volviendo a traerlos a memoria. Pues, ¡asimismo le sucedería a Israel!
2. “Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo” (Isaías 65:18).
a) En las Escrituras, “…para siempre” no siempre quiere decir, valga la redundancia, “por toda la eternidad, sin límite de tiempo”. Su alcance lo determina el contexto.
(1) El vocablo “perpetuo” pertenece a la misma categoría. Por ejemplo, quemar “incienso aromático” los levitas debían tenerlo como “rito perpetuo delante de Jehová”, pero el alcance de “perpetuo” no es “por las edades de las edades, eternamente”, sino “por vuestras generaciones” (Éxodo 30:8). “Rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones.” Pues bien, estas generaciones llegaron a su fin al morir Cristo en la cruz, y por ende, lo “perpetuo” del rito duró solo hasta la cruz.
(2) Asimismo, los hijos de Israel debían guardar el séptimo día, “celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo” (Éxodo 31:12-17). “…perpetuo”, pero ¿hasta cuándo? Qué conste: solo “…por sus generaciones.” Terminadas sus generaciones en la cruz, ya no hay que guardar el día de reposo ni judíos ni gentiles convertidos al Señor.
b) “Os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado”, es decir, en el plano terrenal, hasta el tiempo que estén disponibles conforme al plan trazado desde antes de la fundación del mundo para la redención de la humanidad. Pero, en el plano espiritual, aun hasta la eternidad, por las edades de las edades.
(1) “Las cosas que yo he creado”, ¿qué abarcan? ¿Solo los “nuevos cielos y nueva tierra” que describe Dios para Jerusalén e Israel? Posiblemente, pero también es posible que abarquen mucho más, aun “los cielos nuevos y tierra nueva” de Apocalipsis 21 y 2 Pedro 3.
(2) Los israelitas que acataran la voluntad de Dios recibirían y disfrutarían muchas bendiciones terrenales. Fieles hasta la muerte, serían tenidos por dignos de la resurrección de los justos, y consiguientemente, acreedores a grandiosas bendiciones espirituales por toda la eternidad. Efectivamente, la alegría que experimentarían primero en la tierra, se extendería “para siempre”, ampliándose y perfeccionándose al ser trasladados ellos al cielo.
3. “Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (Isaías 65:19).
a) “…nunca más…” A pesar de sonar como un absoluto esta expresión, opinamos que quizás apliquen las observaciones hechas anteriormente sobre “para siempre” y “perpetuo”. “…nunca más”, claro, condicionado en el debido y cabal cumplimiento de la ley divina.
b) En cuanto a la ciudad terrenal de Jerusalén, el que se escuchara, o no, en ella “voz de lloro” o “voz de clamor” lo determinarían sus habitantes, bien fuera mediante someterse a la voluntad de Dios o rebelarse.
(1) Lastimosamente, durante casi toda la historia de aquella ciudad se ha escuchado en ella “voz de lloro… voz de clamor”. Por la inconformidad e idolatría de sus habitantes. Por su fanatismo tradicionalista. Por tergiversar la ley de Dios, invalidándola mediante mandamientos de hombres (Mateo 15:1-9). Por su flagrante soberbia e hipocresía (Mateo 23). Por su obstinación y rebeldía tanto contra autoridades terrenales como celestiales. Una y otra vez, trajeron el castigo divino sobre sus propias cabezas. Luego, lloraban su desgracia, clamando algunos a Dios mientras otros le blasfemaban.
(2) A la ciudad terrenal de Jerusalén Dios no la predestinó a tanto lloro y clamor. De haber sido más sumiso Israel, el relato de su historia traería mucho más gozo. Pero, desde tiempos antiguos el pueblo se puso “duro de cerviz” ante Dios, carácter que le ha causado sufrimiento más de la cuenta. En la Jerusalén terrenal se escucha hasta el día de hoy “voz de lloro… voz de clamor”.
c) Pero, también hay una Jerusalén celestial, “la ciudad del Dios vivo” (Hebreos 12:22), “la santa ciudad, la nueva Jerusalén”, que desciende del cielo de Dios, no, por cierto, al planeta Tierra, sino a la “tierra nueva”. Al decir Dios “me alegraré con Jerusalén… nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor”, ¿contemplaba solo a la Jerusalén terrenal, o solo a la celestial, o acaso a ambas? Pensamos que tal vez a ambas. A la terrenal, cuando ella andaba en sus caminos. Pero quizás mucho más a la celestial –gloriosa, perfecta, santa, grandísima- cuyos habitantes le sirvieron en la tierra hasta la muerte, granjeándose la corona de inmortalidad y el privilegio de andar por las calles de oro y morar en las mansiones celestiales.
Basta un solo versículo llave (clave) para entender que…
El planeta Tierra, con todo el universo material, no seguirán existiendo eternamente.
“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que
no se ven; pues las cosas que se ven son temporales,
pero las que no se ven son eternas.”
2 Corintios 4:18
Ya que el planeta Tierra y el universo se ven, “son temporales”, y siendo temporales, ¡no son eternos!
Consiguientemente, “el conocimiento de su voluntad [la del Dios Creador] en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9), exige que se clasifique de “equivocada” en gran manera cualquier religión o filosofía que asegure la permanencia eterna de ellos. Por ejemplo, la de los testigos de Jehová. Ante el texto llave, tan sencillo y claro, se desploman todos sus argumentos. Todos los demás textos bíblicos relevantes es preciso interpretarlos a la luz de este texto llave.
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Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Comentario ilustrado equivalente a 1,100 páginas tamaño carta..
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