Argumentos de ateos contra

Dios, la Biblia e iglesias

Número 5

Escaramuza entre el Imperio de Ateos y el Reino de Dios

Ateo apunta a una aparente contradicción
entre 2 Samuel 24:1 y 1 Crónicas 21:1.

¿Jehová o Satanás?

Otras discrepancias, reales o aparentes,
en los relatos del censo de Israel en
2 Samuel 24 y 1 Crónicas

 


El rey David instruye al general Joab y los capitanes del ejército a tomar un censo del pueblo de Israel.  

Alegación de un ateo

Paráfrasis. Se contradicen 2 Samuel 24:1 y 1 Crónicas 21:1, confundiéndose a Dios con Satanás, o viceversa, en los dos textos. En el primero se dice que Jehová incitó a David a hacer un censo de Israel y de Judá, mientras en el segundo Satanás es identificado como el ente que incitara a David a hacer el censo. A continuación, los dos textos.

-2 Samuel 24:1 "Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá."

-1 Crónicas 21:1 "Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel."

Aclaraciones por un cristiano

A.  Airado Jehová Dios, el Diseñador-Creador, contra Israel, o el pueblo que sea, por su rebeldía, presunción u orgullo agresivo, en ocasiones permite a Lucifer-Satanás ser el instrumento de probarlos, confundirlos, humillarlos o castigarlos. Entendemos que esto mismo ocurre en lo concerniente al “censo de Israel y de Judá”. Es decir, Dios permite a Lucifer-Satanás levantarse “contra Israel”, incitando a David a realizar un “censo de Israel”. Siguiendo esta línea de análisis, se concluye que la idea de probar a David la concebiría el propio Jehová Dios, y el instrumento de implementar la prueba lo sería Lucifer-Satanás.

1.  Ahora bien, “incitar” no es sinónimo de “obligar”. Se desprende, pues, que Jehová no obligó a David a hacer el censo, ni tampoco podía obligarle Lucifer-Satanás. Incitado, o sea, tentado a hacer un censo, el rey David pudiera haber rechazado la idea. De hecho, Joab, general del ejército” de Israel (2 Samuel 24:2), intentó disuadir a David de la idea, “pero la palabra del rey prevaleció sobre Joab y sobre los capitanes del ejército” (2 Samuel 24:4). “…la palabra del rey prevaleció…” porque David accedió a la incitación, no obligándole nadie, recalcamos, a ceder ante ella.  

2.  ¿Por qué empeñarse David en efectuar un censo, pese a las fuertes objeciones del general Joab y los capitanes del ejército? Intuimos que para reforzar un orgullo, aunque latente, en grandes números, lo cual implicaría confianza en sí mismo y la fuerza de las multitudes que le seguían como rey, y no, explícitamente, en el poder de Jehová para proteger a su pueblo escogido, bien fueran pocos o muchos los hombres israelitas fuertes que pudieran sacar espada en defensa del pueblo. Asumiendo correcta esta conclusión, no es de sorprenderse que Jehová expusiera a David a una prueba de carácter y lealtad, fallando desastrosamente aquel rey la prueba a la que fue sometido. No tardó David en reconocer su tremendo error. “Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente (2 Samuel 24:10). No pasemos de alto el que este remordimiento y arrepentimiento embargaron al alma de David antes del castigo que el rey mismo escogió más adelante.

a)  Respecto a lo de confiar en “grandes números”, el censo, efectuado “al cabo de nueve meses y veinte días” (2 Samuel 24:9), arrojó que el rey David contaba con hasta un millón quinientos setenta mil “hombres que sacaban espada” (1 Crónicas 21:5). Partiendo de este gran número, sumamos hombres que no sacaban espada, mujeres, niños, jóvenes y ancianos, estimando en unos diez millones la población de Israel en los días del rey David. Por cierto, un número comparativamente elevado para aquellos tiempos diez siglos antes de Jesucristo. Pero, ¿no había prometido Jehová a Abraham que su descendencia sería tan numerosa “como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar”? (Génesis 22:15-18; 12:1-2; 17:4-5)

b)  Mucho antes del tiempo de David, Jehová Dios había demostrado a Israel que no le hacía falta un gran ejército para derrotar a los enemigos del pueblo. Se trata de la época de los jueces sobre Israel, y de Gedeón en particular. Treinta y dos mil israelitas acudieron para pelear contra los madianitas, pero “…Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Redujo aquel ejército grande a tan solo tres cientos, diciendo: “Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar”. Y con estos tres cientos aplastó a las hordas de madianitas (Jueces 7). ¿Acaso albergara David en algún rincón de su mente un pensamiento parecido a él de “Mi mano me ha salvado”? Por ejemplo: “Ya cuento con cientos de miles de hombres fuertes que sacan espada. Con ellos venceremos a todo enemigo. Quisiera verificar cuántos son de verdad. Hagamos, pues, un censo del pueblo”. Fatal decisión, como pronto admitió el propio David, arrepentido y avergonzado.

3.  Pero, si Jehová Dios nunca estaba a favor del censo de Israel, plantearle a David, a través de Lucifer-Satanás, una idea que él mismo desaprobaba se interpretaría como un proceder tramposo, engañoso, deshonesto, inconsecuente. Equivaldría a decir: “Yo no quiero que se haga un censo del pueblo, pero voy a hacer, usando a Lucifer-Satanás, que David piense en tal censo, probando así su carácter, su fe en mí, su lealtad a mí; a ver cómo reaccione, qué cosa haga”. Pregunto: ¿Qué de “tramposo, engañoso, deshonesto, inconsecuente” hay en semejante proceder? A mi entender, se trata sencilla y llanamente de un mecanismo práctico y razonable utilizado para poner al descubierto el verdadero estado de la mente y el espíritu de David en aquella hora de su vida. Mecanismo que se compone de una idea, de un pensamiento. Una idea, un pensamiento, no fundado en los atributos de Dios. Una idea, un pensamiento, que si David hubiese querido verificar la voluntad de Dios al respecto, pudiera haber consultado “al profeta Gad, vidente de David” (2 Samuel 24:11), pero, obviamente, no lo hizo. A propósito, durante todo el drama del “censo del pueblo” y sus consecuencia letales, el rey David nunca culpa a Jehová Dios de haberle tendido trampa, de haberle engañado, de haber sido deshonesto. Más bien, acepta toda responsabilidad por lo hecho. “Y dijo David a Dios: ¿No soy yo el que hizo contar el pueblo? Yo mismo soy el que pequé, y ciertamente he hecho mal…” (1 Crónicas 21:17). De la manera que Job no “atribuyó a Dios despropósito alguno” pese a la severa prueba a la que fue sometido (Job 1:22), tampoco culpa David a Jehová de modo alguno. Esto lo haría solo el incrédulo, el hombre animal, el hombre natural, que no estudia lo suficiente para alcanzar entendimiento correcto del carácter y las ejecutorias del verdadero Dios revelado en la Biblia, como también en la creación material.

4.  Vemos, pues, que la aparente “contradicción” en los dos textos se vuelve una aparición irreal, a la que dispara el ateo, pensando haber dado muerte a otro “débil enemigo religioso”, pero lo que hace en realidad es descubrir su falta de preparación adecuada para la batalla contra el “Reino de Dios”.

 B.  Estimado amigo ateo, tenemos a bien presentarle otros ejemplos y textos en la Biblia que enseñan cómo Dios utiliza a Lucifer-Satanás en su trato con distintas categorías de seres humanos.

1.  Por favor, no deje usted de leer esta porción de mis “Aclaraciones” al indicarle este servidor que voy a citar el libro de Apocalipsis, en el Nuevo Testamento de la Biblia. Lo cito, pese a que lo tenga usted como una fantasía absurda, con el propósito de llamar atención al proceder uniforme de Dios a través de los siglos y siglos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, referente a su trato y uso del ser Lucifer-Satanás en lo concerniente a intervenciones con la raza humana.

-Dicho sea de paso que esta “uniformidad” característica de Dios figura entre las razones que sostienen mi fe en su existencia. Uniformidad mantenida época tras época –por miles y miles de años. Pero, suponiendo que usted, como ateo, no aprecie esta uniformidad, por quizás ni siquiera discernirla, he de observar que semejante falta de conocimiento y apreciación contribuiría, deducimos, a  una percepción raquítica y distorsionada del verdadero Dios de la Biblia –percepción que despista a no pocos ateos y escépticos, induciéndoles a pelear contra un “dios” de su propia creación.

Abordando de nuevo el libro de Apocalipsis, se nos informa en el Capítulo 13 que Dios permite a Lucifer-Satanás efectuar varias obras entre las gentes de la tierra.

-Hago hincapié en el verbo “permitir”. Todo cuanto haga Lucifer-Satanás, lo puede hacer solo porque Dios se lo permite. ¿Puede Dios denegar a Lucifer-Satanás permiso? ¡Claro! En cualquier circunstancia y en cualquier momento. Pero, en los casos relevantes dados a conocer en la Biblia no lo hace porque los blancos de intervención son seres humanos rebeldes a su voluntad, los que requieren corrección o merecen ser castigados. Efectivamente, Dios autoriza a Lucifer-Satanás a engañar, trastornar, revolcar, ser el instrumento de pruebas o castigos, para enderezar al desviado, hundir más al obstinado impenitente burlador-blasfemador o purificar aún más al bueno de corazón que ama, sobre toda cosa, la verdad, lo recto y la justicia. Y si usted, respetado lector, no entiende nada de esto en este momento por ser hombre o mujer puramente natural-animal, lo entenderá sí al abrir su mente y procurar, con sinceridad, llegar a comprenderlo, ocupándose diligentemente en los estudios analíticos necesarios para adquirir el conocimiento y las perspectivas imprescindibles.

-¿Qué, pues, culparemos a Dios por lo que haga Lucifer-Satanás entre los seres humanos? Negativo. Culparle no, estimado ateo, sino (1) reconocer su autoridad y poder para usar a Lucifer-Satanás de la manera que él determine, y (2) analizar, racional y objetivamente, las circunstancias que le provocan a usarlo así. Aunque usted discrepe, Dios no es culpable de las “circunstancias provocativas” aludidas. Se lo aseguramos confiadamente porque Dios no ha obligado nunca a ningún ser humano a comenzar a violar los designios que él, como Diseñador-Creador, estableció para nuestra raza. Consiguientemente, los culpables primordiales de “circunstancias provocativas” contra Dios son los humanos que desechan los designios de su Creador, y no Dios mismo, como tampoco Lucifer-Satanás.

Veamos los ejemplos en Apocalipsis 13 de cómo Dios permite a Lucifer-Satanás interaccionar con los humanos, rogándole, estimado lector, no permitir usted que el fuerte simbolismo del texto le haga desistir del análisis.

a)  Al “gran dragón” de Apocalipsis se le permite dar “su poder y su trono, y grande autoridad” a la primera “bestia” de Apocalipsis 13. El “gran dragón” es “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (Apocalipsis 12:9). Estudiando textos, contextos e historia, identificamos a la primera “bestia” como la representación simbólica del Imperio Romano, aquel poder secular-político-idolátrico que dominó, en sus distintas manifestaciones, a Europa, y aún más allá de Europa, durante quince siglos de la época que seculares irreligiosos suelen denominar la “Época Común”, aún conocida en gran parte de Europa, el Cercano Oriente y el Hemisferio Occidental como la “Época Cristiana” –“d. C. –“después de Cristo”. A esta “bestia” “se le permitió hacer guerra contra los santos y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (Apocalipsis 13:17). Así, fue probada, en el crisol de la fiera persecución, la fe, la convicción, de “los santos”. Igualmente, a las gentes que amaban sus engaños, supersticiones y pasiones innaturales más que la verdad de su Creador, se les concedió el deseo perverso de sus corazones entenebrecidos: ¡el gran dragón-Satanás tomó autoridad sobre ellas!

b)  La segunda “bestia” de Apocalipsis “tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón” (Apocalipsis 13:11). Ella es contemporánea con la primera bestia, pues “ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella” (Apocalipsis 13:12). Escudriñando la historia en busca de entidades coetáneas con el Imperio Romano, encontramos a dos imperios religiosos que responden asombrosamente a las proyecciones de Apocalipsis 13:11-18 sobre la segunda bestia, a saber, la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Griega Ortodoxa, efectivamente, “dos cuernos” de la misma “bestia”, la que simboliza religiones idolátricas. Bien que estos cuernos religiosos se parecen a los de “un cordero”, la “bestia” a la cual pertenecen “hablaba como dragón”. Religiones, pues, infiltradas y dominadas por el gran dragón-Satanás. A esta segunda bestia religiosa-idolátrica-secularizada-politizada “se le permitió” hacer “grandes señales” engañosas e “infundir aliento a la imagen de la bestia” que había mandado a crear. He aquí la prueba en Apocalipsis 13:13-15.

13 “También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. 14 Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. 15 Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.”

¿Quién le permitió a la segunda bestia hacer “grandes señales” engañosas e “infundir aliento a la imagen de la bestia”? Dios mismo, el único que tiene tal autoridad y poder. ¿Por qué haría él semejante cosa? Las razones no se exponen en Apocalipsis 13. Pero, las encontramos sí claramente expresadas en otros textos bíblicos tales como Romanos 1:18-32 y 2 Tesalonicenses 2:1-12.

(1)  Romanos 1:18-32. Se recomienda leer y releer detenidamente todo el pasaje. Resaltamos lo siguiente.

-A “los hombres que detienen con injusticia la verdad Dios los entregó “a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira”. Los entregó “… a pasiones vergonzosas…”

-28“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen, 29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.” (Romanos 1:28-32).

-¿Las razones tras permitir Dios que las dos bestias de Apocalipsis 13 –el poder secular-político engañado y el poder religioso-politizado-materializado engañado- incitadas por el gran dragón-Lucifer-Satanás, hagan barbaridades? Helas aquí: Que seres humanos degenerados cambien “la verdad de Dios por la mentira”. Que aprueben no “tener en cuenta a Dios”. Que, soberbios y altivos, envaneciéndose “en sus pensamientos” y “profesando ser sabios” (Romanos 1:21-22), aborrezcan a Dios. ¿Qué hacer con los tales sino entregarles “a una mente reprobada”, permitiendo a Lucifer-Satanás obrar todo lo suyo en ellos?

(2)  2 Tesalonicenses 2:1-12.

-Personificando a la apostasía religiosa-filosófica, Dios la llama “hombre de pecado”, “hijo de perdición” e inicuo”.

-Advierte que su “…advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad…”. ¿Engaño para quiénes? Específicamente, “…para los que se pierden”. ¿Y por qué “se pierden”? Justamente, “…por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Tesalonicenses 2:11-12).

-Así que, Dios permite al “hombre de pecado” venir “por obra de Satanás, con gran poder… prodigios mentirosos… y… todo engaño”. Pero, ¿quiénes son sus víctimas humanas? No, por cierto, los humanos que aman “la verdad de Dios” sino los que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos”. ¿Por qué les envía Dios “un poder engañoso”? He aquí la razón: “…por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto…”, reiteramos y subrayamos, “Por esto Dios les envía un poder engañoso…”. No porque no los ame, pues su deseo es “que todos los hombres sean salvos, y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4), sino porque ellos no aman a él. No reciprocan su amor (Juan 3:16). No reciben “el amor de la verdad”, no porque no pudieran recibirlo, ya que todo ser humano en sus cabales, con mente abierta y corazón dispuesto, puede recibirlo, sino simplemente porque no aprueban “tener en cuenta a Dios”.

2.  Consideremos el caso de Job, hombre riquísimo de tiempos antiguos que el propio Dios califica de “varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8), “…y era aquel varón más grande que todos los orientales” (Job 1:3). Pues, Dios permitió a Lucifer-Satanás hacer a aquel varón perder toda su hacienda “…siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados” (Job 1:3), y como si fuera poco, también sus diez hijos. “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22). Para colmo, Dios permitió a Lucifer-Satanás enfermar gravemente a Job “con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza”, pero ni aún así perdió Job su “integridad” (Job 2:7-9).

a)  Ahora bien, claramente se relata en Job 1 y 2 que Dios concedió a Lucifer-Satanás traer sobre Job aquellas terribles pruebas, más sin embargo, en Job 42:11, ¡“…todo aquel mal” se atribuye a Jehová! “…todo aquel mal que Jehová había traído sobre él.” Pero, qué conste: no hay contradicción. Al permitir Jehová Dios a Lucifer-Satanás herir tan despiadadamente a Job, siendo el propósito único el de probar la fidelidad de Job a Dios, efectivamente, Jehová Dios se hacía primordialmente responsable de lo que pasó. Teóricamente, pudiera haber hecho caso omiso a los planteamientos de Lucifer-Satanás acerca de Job, pero retado osadamente a comprobar la integridad de aquel varón, accedió a que se hiciera la prueba, y no fue defraudado.

b)  ¿“Culpable” Jehová de algún “pecado contra Job”? ¿Cuál? De la manera que el Diseñador-Creador tenía derecho de probar a los ángeles por él creados, luego a Adán y Eva en el huerto de Edén, también tenía el mismo derecho de probar a Job. Este sabio, sufriendo la durísima prueba, no “atribuyó a Dios despropósito alguno”, ni perdió en ningún momento su “integridad”. Ejemplo sumamente admirable de “varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa”, testifica Dios mismo acerca de Job al acusador entremetido Lucifer-Satanás (Job 1:3).

c)  Vemos, pues, que tanto en el caso de David como en el de Job, Jehová Dios permite a Lucifer-Satanás ser el instrumento de pruebas. Los dos casos tienen desenlaces muy distintos, ya que David no pasa la prueba, sufriendo grandes pérdidas, mientras Job sale airoso, recibiendo doble lo que había perdido (Job 42).

C.  Sr. Ateo, Sra. Atea, habiendo usted leído hasta aquí, pensamos que tal vez ya haya discernido el gran peligro que le amenaza, pero por si acaso que no, permítame identificarlo, a saber: Oponerse tan fiera y ciegamente al concepto de “Dios” que su mente deje de funcionar racionalmente, imposibilitándole ver la verdad, y por ende, exponiéndose a ser consumido por engaños poderosos. Ojala tome los pasos para evitar tan grande peligro, estando siempre abierto al diálogo, a no ser que termine su corta existencia en el planeta Tierra peleando por un “Imperio Ateísta” que no resista, a la larga, las fuerzas de la verdad real, eterna y absoluta. De mi parte, sigo dispuesto al diálogo. Le escucho.

 

Otras discrepancias, reales o aparentes, en los relatos del censo de Israel en 2 Samuel 24 y 1 Crónicas

A.  Diferentes nombres para el jebuseo a quien el rey David compró un terreno para edificar un altar. En 2 Samuel 24:16-18, aquel jebuseo es identificado como Arauna, mientras en 1 Crónicas 21:15-21 su nombra se anota como Ornán. ¿Contradicción? Ninguna. Muchos personajes de la Biblia tenían más de un nombre. Abram (Génesis 11:17-22) se llama también Abraham (Génesis 17:5). Los dos nombres del apóstol Pedro eran Simón Pedro. El apóstol Pablo primero se conoce como Saulo, y así como estos ejemplos, se encuentran muchísimos.

B.  Diferentes sumas reportadas para el censo del pueblo de Israel. Según 2 Samuel 24:9, “…Joab dio el censo del pueblo al rey; y fueron los de Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada, y los de Judá quinientos mil hombres. Pero, según 1 Crónicas 21:5, “…había en todo Israel un millón cien mil que sacaban espada, y de Judá cuatrocientos setenta mil hombres que sacaban espada”. Las discrepancias son notables. ¿A qué se deben? Posiblemente, a distintas fuentes de información histórica consultadas por los autores de los dos libros distintos, 2 Samuel y 1 Crónicas. De todos modos, Jehová Dios no autorizó aquel censo, hecho que el propio rey David reconoce al comprender que había actuado “muy locamente” (1 Crónicas 21:8), “muy neciamente”, confesando que había “pecado gravemente” (2 Samuel 24:10), y tomando toda responsabilidad por aquel acto osado (1 Crónicas 21:17). También “…la orden del rey era abominable a Joab. Asimismo esto desagradó a Dios, e hirió a Israel.” (1 Crónicas 21:6-7) Pese a que el general Joab y sus capitanes aconsejaran contra el censo, fueron encargados de realizarlo, tomando la ardua tarea “nueve meses y veinte días” (1 Samuel 24:8). Pero, “no fueron contados los levitas, ni los hijos de Benjamín, porque la orden del rey era abominable a Joab (1 Crónicas 21:6). Este dato implica, deduzco, cierto desacato de parte del general Joab y sus capitanes respecto a la implementación del censo, y se intuyen elementos de confusión en lo concerniente al conteo. Imagínese: militares andando, durante “nueve meses y veinte días”, por los territorios que ocupaban los israelitas tratando, sin ánimo, abominando la idea y el proceso, de efectuar un censo del pueblo, y ¡no contando siquiera con computadoras en las que registrar sus hallazgos! ¿Es, pues, de extrañarse que los resultados finales no armonizaran perfectamente?

-“4Salió, pues, Joab, con los capitanes del ejército, de delante del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel. 5 Y pasando el Jordán acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que está en medio del valle de Gad y junto a Jazer. 6 Después fueron a Galaad y a la tierra baja de Hodsi; y de allí a Danjaán y a los alrededores de Sidón. 7 Fueron luego a la fortaleza de Tiro, y a todas las ciudades de los heveos y de los cananeos, y salieron al Neguev de Judá en Beerseba. 8 Después que hubieron recorrido toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días. 6 Entre éstos no fueron contados los levitas, ni los hijos de Benjamín, porque la orden del rey era abominable a Joab. 7 Asimismo esto desagradó a Dios, e hirió a Israel.” (1 Crónicas 6:4-7)

C.  ¿“Siete años de hambre” o “tres años de hambre”? La primera opción de castigo presentada a David, según 2 Samuel 24:13, es la de “siete años de hambre”, mientras en 1 Crónicas 21:1 el número para la misma opción es “tres años de hambre”. De nuevo, atribuiríamos tal discrepancia a distintas fuentes de información histórica, no descartando historia oral, usadas por los distintos autores de los libros en cuestión. ¿Acaso reclamaran ellos inspiración sobrenatural absoluta para sus creaciones literarias, hasta para el detalle más mínima? O, posiblemente algún copista fallara en su labor. Comoquiera que fuera, la discrepancia la clasificamos como sin trascendencia, rendida insignificante por los eventos realmente impactantes y aleccionadores relacionados con aquel censo de Israel.

 

 


 

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