Don Israel Salas pregunta:

"¿Cómo debemos interpretar 'y todo el que invocare
el nombre del Señor será salvo'...”?

Observa que “los evangélicos presentan este texto
para sostener su teoría de que hay que hacer
‘la oración del pecador’ para obtener
la gracia del perdón”.

 


 

¿Perdonará Dios a este varón todos sus pecados solo al escuchar su "oración del pecador por perdón"?
¿O debe bautizarse "para perdón de los pecados", conforme al mandamiento
del Espíritu Santo en Hechos 2:38; 22:16 y otros textos bíblicos?

 

Intercambio

"Hola, Estimado Homero.

¿Cómo debemos interpretar "y todo el que invocare el nombre del Señor será salvo"?

En el plan de salvación que ustedes muestran, encuentro seis pasos. ¿Invocar el nombre del Señor es un paso más? ¿Invocar es confesar en este pasaje? Los evangélicos presentan este texto para sostener su teoría de que hay que orar para pedir perdón por los pecados, hay que hacer "la oración del pecador" para obtener la gracia del perdón. Por favor, que alguien me ayude.”

Respuestas y aclaraciones

Aislar cualquier expresión o enseñanza bíblica de su contexto particular, o del contexto de todo el Nuevo Testamento, suele resultar en interpretaciones desacertadas. Ciertamente, este es el caso de “todo el que invocare el nombre del Señor será salvo”, palabras de Romanos 10:13.

Leyendo atentamente desde el versículo 9 hasta el 13, la conexión entre invocar el nombre del Señor, por un lado, y por el otro, confesar con la boca que Jesús es el Señor, es obvia e inexpugnable.

a) “Si confesaras con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).

b) “Con la boca se confiesa para salvación”(Romanos 10:10).

c) “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Romanos 10:13).

La similitud, o el paralelismo, de estas expresiones, ¿qué estudiante serio de las Sagradas Escrituras lo cuestiona? Confesar con la boca que Jesús es el Señor es sinónimo de invocar el nombre del Señor, y viceversa.

Invocar el nombre del Señor no es lo mismo que orar al Señor.

Invocar el nombre del Señor es pronunciar con reverencia su nombre, profesando con la boca fe en su nombre como el único “nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”(Hechos 4:12).

Invocar el nombre del Señor lo hizo el eunuco de Etiopía al decir: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”, bautizándolo Felipe enseguida, y no meses o años después (Hechos 8:36-39).

Saulo de Tarso debía invocar el nombre del Señor de la misma manera. Ananías le dice: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre(Hechos 22:16).

Romanos 10:9-13 no enseña el orar para pedir perdón por los pecados sino el invocar o confesar el nombre del Señor como condición para ser salvo.

“Si confesaras con tu boca… serás salvo.” La conjunción “Si” “denota condición o suposición en virtud de la cual un concepto depende de otro u otros. Si llegas el lunes, llegarás a tiempo. Estudia, si quieres ser docto”.

Diccionario de la Real Academia Española. Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos

La salvación depende de la condición “Si confesaras con tu boca que Jesús es el Señor”.

Confesar, recalcamos, es sinónimo de invocar. Confesar es una acción distinta a la de orar, y, por ende, igualmente lo es la acción de invocar.

La famosa, mas muy engañosa, “oración del pecador para perdón” no se encuentra ni por inferencia en Romanos 10:9-13, como tampoco en ninguna otra porción del Nuevo Testamento.

¿Por qué el fuerte énfasis en Romanos 10:9-13 sobre confesar con la boca que Jesús es el Señor, o invocar su nombre?

El contexto nos ayuda a entender la razón. Leemos desde el versículo 1 de Romanos 10 y pronto comprendemos que el apóstol Pablo tiene en la mirilla a los judíos inconversos.

“Mi oración a Dios por Israel, es para salvación.” Subrayamos: “por ISRAEL”. Los judíos inconversos descreían en Jesús, no recibiéndolo “como el Señor”. Para ser salvos, debían confesar su nombre, es decir, invocarlo.

¿Por qué no se menciona el bautismo en Romanos 10:9-13?

Por la misma razón que no se menciona el arrepentimiento, a saber: el apóstol Pablo concentra su enseñanza para el Israel incrédulo en la necesidad primordial de creer en Jesús, confesándolo “como el Señor”.

Una vez convencidos de la divinidad de Jesús y dispuestos a invocar su nombre como el único “dado a los hombres, en el que podamos ser salvos”, debían, lógicamente, obedecer el resto del evangelio (Romanos 10:16), en el que figuran, definitiva e irrefutablemente, el arrepentimiento y el bautismo (inmersión en agua) como condiciones “para perdón de los pecados”(Hechos 2:38; 22:16; Marcos 16:16; 1 Pedro 3:21).

Invocar el nombre del Señor para ser salvo es una acción que acompaña el bautismo, acto también necesario para ser salvo.

Esto se ve claramente en la conversión de Saulo de Tarso, pues Ananías le instruye: “Levántate y BAUTÍZATE, y lava tus pecados, INVOCANDO su nombre” (Hechos 22:16).

¿Cómo invocar el nombre de Jesús en asociación con la acción de ser bautizado?

Claro, de la misma manera que lo hizo el eunuco de Etiopía, quien confesó: “Creo que Jesucristo es el Hijo de dios”, bautizándose sin demora alguna.

Invocar el nombre del Señor, ¿es necesario para ser salvo? En definitiva. Romanos 10:9-13 lo enseña.

Bautizarse, ¿es necesario para ser salvo? ¡Absolutamente!

Saulo de Tarso debía bautizarse, lavando sus pecados. Contrario a la creencia popular, él no fue salvo en el instante de ver a Cristo en visión cuando iba camino a Damasco.

Años después, dando defensa ante el rey Agripa, Pablo dijo: “No fui rebelde a la visión celestial”(Hechos 26:19). Esta expresión deja ver con diáfana claridad que Cristo no suprimió el libre albedrío de Saulo cuando se le pareció por el camino.

Saulo (Pablo) pudiera haber sido “rebelde a la visión celestial”, pero no lo fue.

Tampoco enseñó Cristo a Saulo lo que este debía hacer para ser salvo, sino que le dijo: “Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas” (Hechos 22:10).

Ananías es el elegido por Dios como instrumento para comunicar a Saulo, ya creyente y arrepentido, pero aún con sus pecados encima, lo que estaba ordenado que él hiciera, y las condiciones para perdón que Ananías le plantea son exactamente las mismas que todo ser humano ha de cumplir: “Bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.

¿Con qué propósito bautizarse? ¡Para lavar sus pecados!

Por cierto, el bautismo es “el lavamiento de la regeneración”(Tito 3:5).

Esta enseñanza divina es elemental, armonizando perfectamente con todo texto bíblico sobre el designio del bautismo ordenado por Dios (Hechos 2:38; Marcos 16:16; 1 Pedro 3:21 y otros).

¿Por qué dar coces contra ella? Pero, esto mismo lo hace casi todo ministro o pastor, bien sea pentecostal, evangélico o protestante, retorciéndose, refunfuñando, porfiando y haciendo pueriles piruetas exegéticas en su oposición a la clara enseñanza de Dios de que el bautismo es “para perdón de los pecados”(Hechos 2:38).

Desde luego, el agua misma del bautismo no lava los pecados, sino que lo hace la sangre de Cristo, mas, sin embargo, la sangre del Señor se hace efectiva solo mediante la obediencia al evangelio, figurando el bautismo entre las ordenanzas incondicionales del evangelio para alcanzar perdón.

Lógicamente, oír el evangelio (Romanos 10:17), creer y arrepentirse preceden las acciones de bautizarse e invocar el nombre del Señor.

Estimado don Ismael Salas, si aún quedan dudas o aspectos de estos temas no bien esclarecidos, le invitamos a hacérnoslos saber, pues estamos en las mejores disposiciones de seguir estudiando.

Para servirle en el amor del Señor, Homero S. de Álamo

 


 

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