Lugar: Jerusalén.

Fecha: Pentecostés del año 30 d.C.

Rubén y Noemí piden ser bautizados

Un dibujo en blanco y negro de una fila de israelitas en Jerusalén en Pentecostés del año 30 que acuden para bautizarse, y frente a los candidatos uno de los apóstoles.

¿Escrutaría uno de los apóstoles el historial sexual de esta pareja antes de permitir que fuesen bautizados? 

Su historial

Rubén nació de padres israelitas en el año 28 antes de Cristo, en Alejandría, Egipto, donde existía una gran colonia de judíos desde hacía muchos años. Conforme a la costumbre de los judíos, recibió intensa instrucción en una sinagoga local, aprendiendo hasta el más mínimo detalle de la Ley Mosaica, como además las interpretaciones y tradiciones de los fariseos, secta a la que pertenecía su familia.

Teniendo Rubén veinte años de edad, contrajo matrimonio con Ester. Los padres y los suegros de Rubén hicieron ciertos trámites financieros para que el recién casado abriera una nueva tienda donde vendía joyas y telas de alta calidad. Prosperando el negocio, Rubén le dedicaba cada vez más tiempo, optando por hacer él mismo viajes a lugares distantes en busca de mercancía que atrajera a más clientes. Conforme Ester al principio, al andar el tiempo comenzó a reconvenir a su esposo por, según ella, descuidar él a ella y su hogar, insinuando que él tuviera una amante allá en el sur de Arabia, área de donde traía la mayor parte de lo que vendía. Distanciándose la pareja poco a poco, se enfrió su amor. A los ocho años de casados, Rubén dio a Ester una “carta de divorcio” , según permitía la Ley Mosaica. Habían procreado dos hijas y un hijo. En el mismo año de su separación, nació en Belén de Judea un niño, llamándolo sus padres “Jesús” , porque él salvaría “a su pueblo de pecados” .

Incómodo entre familiares en Alejandría por la disolución de su matrimonio, Rubén vendió su negocio, trasladándose a la ciudad de Pafos, en la isla de Chipre, estableciéndose pronto como hábil empresario respetado y exitoso. Pasado un año, conoció en la colonia judía de Chipre a una bella dama llamada Pérsida. Catorce meses más tarde, se casaron. Incompatibles en varios aspectos de carácter, después de unos meses de felicidad comenzaron las riñas en serio. Rubén devengaba ganancias sustanciales, pero doña Pérsida las gastaba con gusto, no solo en su propia persona sino en sus tres hermanas y demás familia, lo cual ponía a su marido de muy mal humor. Soportaba Rubén, y seguía sobrellevando esta situación año tras año, motivado mayormente por el propósito de no abandonar al hijo y a la hija que la pareja despareja había engendrado. Una vez criados, educados y casados sus hijos, Rubén escribió otra “carta de divorcio” , esta vez para la mujer que primero llenó de alegría y satisfacción un vació en su vida, pero que luego se volvió altanera y chismosa, cayendo además en “muchas codicias necias y dañinas” . Triste, deprimido y harto de sufrir, Rubén la despidió. Vendió su negocio en Chipre y, teniendo ya cincuenta y tres años de edad, viajó a la ciudad de Tiatira, en la provincia de Asia del Imperio Romano. El calendario marcaba el año 25 después del nacimiento de Cristo.

En Tiatira, el empresario Rubén, aliándose con los demás mercantes judíos de la ciudad, logra abrir otra tienda. Un buen día, entró en el negocio, juntamente con sus padres, Noemí, viuda desde hacía cinco años. De inmediato, su mirada serena, dignidad innata y voz templada impresionaron grandemente a Rubén. Tenía treinta y cinco años de edad. Por su parte, Rubén había determinado no unirse jamás a otra mujer alguna, pero sus defensas comenzaron a desmoronarse desde aquel primer día cuando conoció a Noemí. Pese a la diferencia en sus edades, poco a poco crecieron entre los dos sentimientos mutuos de respeto, admiración y amor, gratamente sorprendido Rubén de que esta recatada dama mucho más joven que él correspondiera positivamente a su persona, y su asombro se colmó cuando ella asintió casarse con él. A los tres meses de contraer matrimonio, Noemí salió embarazada. Prosperó el matrimonio en todo aspecto importante, disfrutando tanto Noemí como Rubén las múltiples bendiciones del amor sincero y la mutua comprensión.

-Rubén y Noemí se casaron en el año 27 después del nacimiento de Cristo.

-Su único hijo nació en el año 28 d. C.

-En el año 33 d. C., la pareja, dejando a su hijo de cinco años de edad al cuidado de los ancianos padres de Noemí, viajaron desde Tiatira hasta Jerusalén para celebrar allá la Pascua, en cumplimiento del mandamiento de la Ley Mosaica. Juntamente con multitudes de judíos llegados de las tierras de Israel, como además de todo el mundo romano, estaban en la ciudad cuando crucificaron a Jesús de Nazaret. Pasada la Pascua, permanecieron en la ciudad con el propósito de celebrar también la “Fiesta de la cosecha”, llamada además la “Fiesta de semanas”, o, en griego, “Pentecostés”, vocablo que significaba “quincuagésimo”, aludiéndose a los cincuenta días que transcurrieron entre el último día de la Pascua y el día de Pentecostés, el que caía siempre el primer día de la semana.

-Así sucedió que Rubén y Noemí se encontraban en Jerusalén cuando amaneció el día de Pentecostés del año 33 d. C. A eso de las seis de la madrugada, oyeron, espantados en gran manera, “del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba” (Hechos 2:2), juntándose apresuradamente a la multitud de judíos y prosélitos “de todas las naciones bajo el cielo” (Hechos 2:5) que acudía para saber el significado de tan insólito acontecimiento. Escucharon la explicación de Pedro y los demás apóstoles y, persuadidos de la autenticidad divina de su mensaje, se unieron a “como tres mil personas” (Hechos 2:41) dispuestas a bautizarse aquel mismo día (Hechos 2:41) “en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38).

-Rubén y Noemí se acercan al apóstol Bartolomé, expresando a este su deseo de ser bautizados.

1.  ¿Qué responde Bartolomé? Interesantemente, no se registra en el relato del Capítulo 2 de Hechos ninguna conversación entre los apóstoles y las personas que pidieron ser bautizadas. Pero, suponiendo real el caso de Rubén y Noemí, ¿qué les hubiese respondido Bartolomé?

a)  ¿Acaso dijera Bartolomé a la pareja más o menos las palabras de Felipe para el eunuco de Etiopía? “Si creen de todo corazón que Jesucristo es el Hijo de Dios, bien pueden bautizarse.” (Hechos 8:37). Lo pensamos muy probable que el apóstol respondiera a la petición de la pareja con palabras parecidas.

b)  ¿Habrá ido más lejos el apóstol, entrevistando a la pareja con miras a descubrir y evaluar su historial social, matrimonial o moral antes de consentir en bautizarlos?

2,  Supongamos que Rubén informara a Bartolomé lo de sus tres matrimonios, ¿qué le hubiera dicho el apóstol? A continuación, un intercambio imaginario entre los dos.

a)  Bartolomé: “Lo siento, Rubén, pero usted está viviendo en adulterio, y esta mujer Noemí también. No pueden ser bautizados hasta no disolver su relación adúltera.”

b)  Rubén: “¿Qué cosa me dice? Discrepo con usted. ¿No conoce usted la enseñanza de Deuteronomio 24:1-4? Yo tenía derecho ante Dios de divorciar a Ester, casarme con Pérsida, divorciarme de Pérsida y casarme con esta dama Noemí, todo conforme a la Ley de Dios dada a Moisés. ¡Nunca he vivido en adulterio! No vivo en adulterio con esta dama a mi lado. Noemí es mi legítima esposa. Le voy a recordar la enseñanza de nuestra Ley. ‘Si un hombre se casa con una mujer, pero luego deja de quererla por haber encontrado en ella algo indecoroso, sólo podrá despedirla si le entrega un certificado de divorcio. Una vez que ella salga de la casa, podrá casarse con otro hombre. Si ocurre que el segundo esposo le toma aversión, y también le extiende un certificado de divorcio y la despide de su casa, o si el segundo esposo muere, el primer esposo no podrá casarse con ella de nuevo, pues habrá quedado impura. Eso sería.” (Deuteronomio 24:1-4. Nueva Versión Internacional. 1999)

c)  Bartolomé: “¡Aguántese! ¡Tranquilo! Hace como tres años, nuestro Maestro Jesucristo enseñó que ‘cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera’.”

d)  Rubén: “Pues bien, si usted lo afirma, yo se lo creo, pero en este instante lo escucho por primera vez en mi vida. Tenga presente que vivimos lejos, en Tiatira, de la provincia de Asia. Solo oímos rumores de que posiblemente hubiese aparecido el Mesías en Galilea y Judea, pero casi todo nuestro pueblo sabe cuántos falsos hombres se han levantado reclamando ser el Mesías. ¿Quiere decirnos que en el preciso momento de pronunciar Jesús las palabras que usted ha citado, todo matrimonio como el nuestro quedara clasificado como ilegítimo y adúltero, pese a que el 99% de nuestro pueblo no escuchara su pronunciamiento, ni tenga conocimiento de semejante proclamación siquiera en esta hora? ¡Inconcebible! ¡Totalmente inconcebible! Eso no suena a justicia divina. Fíjese bien usted: en cuanto a mis tres matrimonios y dos divorcios, todos fueron efectuados antes de que su Maestro Jesús trajera esta nueva enseñanza, ¿cierto? Entonces, su enseñanza no es aplicable a mi situación. ¿O acaso están ustedes sus apóstoles aplicándola retroactivamente a toda pareja judía de la presente generación? Y si lo están haciendo, ¿con qué autoridad? ¿Acaso hayan recibido alguna directriz al respecto directamente del Espíritu que obra en ustedes?”

e)  Bartolomé: “Mire, varón, aunque le parezca injusto y hasta cruel, lo que usted tiene que hacer para bautizarse y salvarse es separarse de esta mujer que le acompaña, volver a Alejandría, y tomar de nuevo a su única legítima esposa, Ester, la primera.”

f)   Rubén, un tanto molesto: “¿Así? ¡Mire usted!, señor, pues, aunque sea apóstol del Mesías, ¡no sabe la Ley! Supe que Ester se casó con otro hombre. Este falleció, pero la Ley me prohíbe tomar de nuevo a Ester por esposa, diciendo que tal acción sería ‘abominable a los ojos del Señor’. ¿No escuchó usted esta frase cuando cité el texto? Comoquiera, mi única felicidad matrimonial duradera ha sido con esta mujer a mi lado, Noemí, mi legítima esposa, según la misma ley mosacia, no conociendo yo otra ley hasta el día de hoy. Nuestro hijo de tan solo cinco años de edad está en Tiatira con sus abuelos. Romper mi matrimonio legítimo y feliz, exponiendo a mi muy amada mujer y nuestro pequeño hijo, como también a mí mismo, a indecible sufrimiento emocional, además a graves dilemas sociales y económicos, pues, no pienso hacerlo, a menos que sea por edicto directo e inspirado por Dios. El Espíritu Santo que, conforme reclaman ustedes, los está guiando en este día, ¿acaso haya emitido tal edicto el Espíritu Santo que reclama usted tener?”

h)  Bartolomé, perplejo, se calla.

g)  Rubén sigue abundando: “¿Tiene usted idea de cuántos matrimonios judíos hay como el nuestro? Veintenas, quizá hasta cientos de miles, pues el censo recién realizado arroja que somos como siete millones de judíos dispersados por todo el Imperio Romano, y bien se sabe que eso de ‘certificado de divorcio’ lo hemos practicado en gran escala. Si ustedes los apóstoles de Jesús califican a todo matrimonio como el nuestro de ‘ilegítimo y adúltero’, seguramente el pueblo entero se levantará contra ustedes, pese a las señales vistas en el día de hoy, tildándoles de ‘locos fanáticos’. ¿Ha contemplado usted el caos social que resultaría si todo matrimonio como el nuestro fuese disuelto? Si el Espíritu a quien apelan ha dictado que todo matrimonio como el nuestro ha de ser disuelto, le incumbe a usted y a los demás apóstoles declarárselo a toda esta enorme multitud. ¿Con qué justificación no proclamar públicamente exigencia tal como condición para el bautismo que están predicando? No habiendo semejante dictamen preciso y claro dado por el Espíritu en este día, sostengo que mi esposa y yo hemos llegado a este lugar y a este momento como matrimonio legal y legítimo ante Dios. Ahora bien, siendo así, ¿qué impide que seamos bautizados para perdón de pecados?”

3.  Estimado estudioso del evangelio de Cristo, ¿qué opina usted? La Nueva Ley de Cristo, ¿demandaba que Rubén y Noemí disolvieran su matrimonio como condición para ser bautizados? ¿O tenía Rubén razón en sus argumentos y planteamientos?

4.  De tener Rubén razón, se deduce que en aquel día de Pentecostés ningún matrimonio judío legítimo según la Ley Mosaica tuviera que disolverse como condición indispensable para el bautismo de las partes, pese a matrimonios y divorcios legítimos anteriores. ¿Correcto o incorrecto? Quien califique de “incorrecta” esta conclusión está en el deber de explicar por qué.

5.  Si esto fue así en Pentecostés, en Jerusalén, entonces tuvo que ser así también para todos los demás matrimonios judíos en el resto del mundo, no solo en aquel día de Pentecostés sino también en los tiempos subsiguientes, siendo igualmente aplicable a las parejas judías de actualidad, sosteniendo esta tesis una razón poderosa, a saber, Dios no hace acepción de personas. ¿Cierto, o no?

6.  Si esto fue así para los matrimonios judíos, también habría de ser así para los matrimonios gentiles, apoyando esta tesis la misma razón poderosa: Dios no hace acepción de personas, no teniendo una ley particular para los judíos y otra distinta para los gentiles. O sea, cualquier matrimonio gentil, legalmente constituido según las leyes del país donde se casaran, al escuchar el evangelio y pedir ser bautizados, no tenían que disolver su matrimonio como condición para recibir el bautismo, pese a matrimonios y divorcios legales anteriores efectuados en conformidad con leyes vigentes del estado. Esta conclusión, ¿es correcta o incorrecta? Suponiendo correcta esta conclusión, la misma estaría válida en el tiempo presente por la razón de que Dios no hace acepción de personas. O sea, en el presente, la pareja casada legalmente que llega a las aguas bautismales, no tendría que disolver su matrimonio como condición para bautizarse, pese a previos matrimonios o divorcios. Enfatizamos “legalmente”, pues las parejas que no se sujetan a la ley civil, o que conviven sin formalizar o legalizar su relación, no sostienen una relación aprobada por Dios por estar en desobediencia a la ley civil.

 

Estimado lector, su análisis imparcial y conciso de este tema, bien pensado, organizado y redactado, lo recibiremos con beneplácito, gustosamente estudiándolo. Cualquier comunicación escrita toda en letra mayúscula es posible que ni siquiera la leamos. NO CONVIENE ESCRIBIR TODA PALABRA EN LETRA MAYÚSCULA, COMO EN ESTA ORACIÓN, YA QUE ESTO DIFICULTA LA LECTURA.

 


 

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