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English version of Nuestra cultura está experimentando una adquisición hostil

 

Nuestra cultura está experimentando una adquisición hostil.

Si queremos poner fin a ella alguna vez, es preciso que dejemos de repudiar a Dios.

 

Gráfica para la película cinematográfica ¡Qué sea la luz!, sobre la adquisición hostil de la cultura, la moral, la ética judío-cristiana, el principio de valor de la vida, la creencia en Dios y la verdad por fuerzas de maldad batallando agresivamente para sustituir por ellos la religión del YO, la creencia que dice Tú solo vives una vez.

 

Por Sam Sorbo | Fox News | Octubre, 2017

 

Kevin y Sam Sorbo comentan sobre la inspiración tras la creación de la película cinematográfica ¡Qué sea la LUZ para los que están en las tinieblas! – Let There Be LIGHT for Those in Darkness!

 

No son alentadores los filmes que están saliendo de Hollywood.

 

El tiroteo reciente en una iglesia de Texas, el terrorista que embistió con un camión a una muchedumbre de gente en la Ciudad de Nueva york, y la masacre en Las Vegas::puede que sean chocantes, pero no deberían serlo para cualquiera que haya estado prestando atención.

Nuestra cultura está experimentando una adquisición hostil. Antes, la cultura americana estaba gobernada por la norma moral judío-cristiana: “Tratar a otros como usted quisiera ser tratado”. Pero, nos hemos dejado ir a la deriva (en realidad, hemos sido empujados) hacia un “TSVUV” (“Tú Solo Vives Una Vez”), o sea, hacia un pantano cultural. A resultado de esto hay una falta notable de respeto por la vida humana en general, al igual que una insidiosa obsesión generalizada con el “YO”.

Esta es la “Generación del YO”, la “Cultura de la Selfie”, la mentalidad de “Tengo derecho a ello; me lo merezco”. ¿Y qué es esto de “Tengo derecho a ello; me lo merezco” sino la presunción narcisista de merecer y demandar lo que no ha sido ganado?

Nuestra crisis cultural la exhibe los multimillonarios egoístas que se manifiestan en los campos de futbol americano en contra de la policía en lugar de procurar soluciones para la violencia rampante interurbana. Además, jóvenes consentidos que exigen control gratuito de natalidad y también el cuidado de salud socializado.

Por el imperativo moral de hacer “lo que es correcto” hemos sustituido la obsesión personal de “¿Qué hay en ello para MÍ?”

Pero, ninguna cuantía de amor propio puede llenar el hoyo en el corazón donde Dios debería estar. Hemos sido creados y llamados a amarnos los unos a los otros, y ningún tiempo ensimismado en el spa, ni Instagram alguno enviado, puede suplantar nuestra ansia innata por el amor de Dios.

El espíritu de nuestro tiempo está destapando en nuestra cultura un subversivo, resoluto y creciente odio hacia Dios y el cristianismo, más también una tentación irresistible de seguir la maldad, la que descubre en el hombre el deseo innato del poder, un “anhelo de ser Dios”.

Los Harvey Weinsteins del mundo (y son una miríada, tanto en Hollywood como fuera de allí) buscan forzar a otros a someterse a su voluntad, comportándose de acuerdo con su visión de un Dios caprichoso. Así lo conciben de siquiera creer en él.

Es mucho más fácil denegar a Dios que reconocerlo. Dios, siendo bueno, condena a los hacedores de maldad. Así que, tal cual un niño que coge una rabieta en una tienda de juguetes, algunas personas se empeñan [belicosamente] en denegar la existencia de Dios y su bondad inherente, procediendo a imponer su propia voluntad sobre las personas más débiles. “Puedo sí obligarte a mirarme ducharme.”

La Sociedad, aun mientras continúa canjeando nuestra capital moral heredada, quizás condene verbalmente tal comportamiento. Pero, solo lo diría de los dientes para afuera, pues hemos sucumbido al TSVUV (“Tú solo vives una vez”) del relativismo moral, olvidando nuestro sistema métrico del bien y del mal.

“¡Te prohíbo mirarme como un objeto sexual!”, grita la muchacha del gorro rosado. Y aquellas que aseguran haber querido denunciar al abusador -y últimamente todas dicen eso- confiesan haber temido demasiado alguna retribución. Traducido: “Mi dinero y posición significan más para mí que cualquier creencia mía en el bien y el mal”. En los entornos del TSVUV, los “Seguidores” en los medios sociales ganan a los “Moralistas” todos y cada uno de los días de la semana.

Cuando un padre honrado deseaba exponer a un poderoso elitista que se acostaba con menores de edad, los izquierdistas y ateos de Hollywood se abanderizaron con el pedófilo más bien que con el conservador. En los entornos del TSVUV, el estatus es más importante que la virtud.

La creciente cultura del TSVUV procura silenciar el disentimiento robusto basado en hechos. En los campos del TSVUV, los sentimientos son más importantes que la verdad.

La gritería triunfa sobre la lógica cuando esta es impugnada por desacuerdos y privilegios [de personas irracionales]. La cultura del TSVUV busca la igualdad de desenlace, y no la solidez de carácter. Odiar es mucho más fácil que perdonar.

Tanto el odio a sí mismo como la envidia nacen de la hipocresía sembrada en kindergarten, cuando a los niños se les enseña: “Tú eres un accidente de la naturaleza, y la sobrevivencia de los más fuertes es la ley del universo. Ahora bien, no vayas por ahí a intimidar con violencia”. Y así, desconfían en el abismo oscuro de la irreligión, aun mientras se introducen en él.

Los ataques contra el Único que predicaba perdón y gracia, bondad y amor -y contra cualquiera que lo respalde- incrementarán. Él desafía la visión mundial del TSVUV (“Tú solo vives una vez”) enseñada en las escuelas públicas.

A medida que resulte ser más y todavía más costoso ser adherente del cristianismo, con noticias de primera plana en los periódicos todos los días sobre la persecución de panaderos, floristas, maestros y fabricantes de camisetas, la verdad granjea a más defensores.

Pese a que estas noticias tengan como propósito intimidarnos, lo contrario es lo que hacen. Galvanizan a los cristianos a pararse firmes en la luz del entendimiento, y la paz que lo sobrepasa.

Las gentes que aún confían en la ética judío-cristiana de “amarse los unos a los otros” y “la vida tiene valor” son llamadas no solo a defender su posición sino a luchar en pro de ella, antes de que la marea arrolladora del TSVUV de egoísmo nos inunde con la intolerancia integral de la religión del “YO”.

La cultura TSVUV pone a las personas las unas contras las otras.

Para sobrevivir y prosperar como nación, hemos de reafirmar nuestra herencia judío-cristiana indivisible, bajo Dios. Porque de ser cierto que “Tú solo vives una vez, rige la ley de la supervivencia de los más fuertes y todo gira en derredor tuyo”, entonces las leyes serían vacías.

Escribe Sam Sorbo

Traduce Homero Shappley de Álamo

 


 

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