Erráis, ignorando las Escrituras

y el poder de Dios

 


 

 Por Rafael López Abreu   

“Entonces respondiendo Jesús, les dijo:

Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.” 

Mateo 22:29

Jesucristo dijo estas palabras respondiendo a los saduceos respecto de la resurrección, la cual, dicen ellos, no la hay (Mateo 22:23-28).

Yo utilizo el tiempo presente con relación a tan importante tema por la razón de que hoy día existen “saduceos”, refiriéndome a que todavía hay muchos que no creen en la resurrección, es decir, que el principio del saduceísmo está vigente en nuestros tiempos.

Teniendo un argumento sobre este tema con un amigo mío, me mostró la razón por la cual él no creía en la resurrección.

Su razón derivaba de una enseñanza de un escritor del cual él me leyó parte en un libro supuestamente “inspirado” para dicho tema.

Desde luego, que hubo la confrontación de lo que él creía por el mencionado libro y los textos a los que estoy haciendo referencia.

Concluí con él que yo tenía que aceptar lo que me leyó en el libro, o creer lo que enseñan las Sagradas Escrituras sobre la resurrección. Por lógica, no tengo que exponer cuál es mi convicción al respecto, ya que este tratado gira prácticamente sobre el tema aludido.

Este asunto de llenarse de tanta doctrina por medio de libros tiene a media humanidad confusa con relación a las Escrituras, y son muchos los que yerran al tratar de anteponer los libros por encima de lo que Dios ya ha revelado.

Y no solamente refiriéndose a la resurrección sino a que recomiendan libros doctrinales, producto de mentes humanas, para prácticamente todo tema de la Biblia, pero yerran los tales, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.

Yo personalmente, si quiero ilustrarme con relación a la historia mundial, pues, leo libros que se relacionen a ella. Así, si quiero saber algo de ciencia, hago lo propio, etcétera.

Pero con relación a lo espiritual, no yerro porque poseo todo lo suficiente en las Escrituras (2 Timoteo 3:16-17). 

Me sentiría un ofensor al Espíritu Santo si busco auxilio en libros doctrinales con respecto a lo que Dios ya ha revelado. (Nota aclaratoria: se trata de libros para cuyo contenido se reclama “inspiración divina”. HSdeÁ. Ver el último párrafo.)

Los que se aferran a los libros para entender los asuntos del cielo, yerran, pues Dios, aparte de los santos hombres de él, según 2 Pedro 1:19-21, no inspira a nadie en absoluto, tratándose de sus doctrinas de fe para el hombre, como lo registra Judas 3.

Además, como le hice saber a mi amigo con relación al libro que me mostró, Dios tenía muchísimo que inspirar relacionado a su Hijo y no lo hizo (Juan 20:30-31).

¿Por qué se empeñan hoy día los hombres, con el producto de su propia mente, escribir y poner a la par sus escritos con lo que Dios ya reveló? Si Dios omitió tantas señales referentes a su Hijo, no tenemos necesidad alguna de leer libros doctrinales que se refieran a las cosas espirituales, que es muy obvia en la Biblia la enseñanza al respecto.

Mi amigo, en su empeño por ganarme para su iglesia sectaria, ya que ejercía funciones de “evangelista” para aquella secta, me recomendó leer un comentario sobre Apocalipsis.

Yo le contesté que no lo haría ya que en mis comienzos en la iglesia había leído cuatro comentarios acerca del libro de Apocalipsis y todos ellos diferían entre sí, pero lo más absurdo de todo esto fue que en el prólogo de esos libros sus autores alegaban que lo allí enseñado era porque Dios así se lo había manifestado.

Tremenda ofensa la de los tales. El libro de Apocalipsis es, en sí, una revelación, la cual no necesita que ningún hombre la moldee a su propio estilo. La Biblia misma, en sí, es ya una revelación de Dios para el hombre y no hay que quitarle ni añadirle nada en absoluto. Para más, ya está establecida una paga para los de tal proceder (Apocalipsis 22:18-19).

La insistencia de mi amigo de la iglesia sectaria continuaba. En cierta ocasión, me hizo alusión a que el apóstol Pablo poseía libros y los anhelaba muchísimo, esto para tratar de confundirme con relación a la convicción que yo poseo tocante a libros doctrinales (de alegada “inspiración divina”).

Me instó a que leyere 2 Timoteo 4:13 para que así lo observara. Qué errado estaba respecto al texto citado.

Al parecer, no entendía él que el apóstol Pablo era un servidor fiel de Dios, y que no necesitaba libro doctrinal alguno, pues él recibía la inspiración del Espíritu Santo para el conocimiento de lo espiritual, y no de algún libro en particular.

Cuando se escudriña el versículo citado, no puede uno llegar a otra conclusión que no sea que los libros aludidos eran referentes a otras materias.

Yerran quienes opinen tal como el “evangelista” al cual estoy haciendo referencia. Lo grande del asunto es que mientras más trataba de inculcarme las doctrinas por medio de libros, mayor era mi insistencia para que escudriñara las Escrituras, para que dejara de errar al respecto, pero mayor era su oposición a ellas.

Tenía que saber él, como tienen que aprenderlo muchos hoy día, que, al resistir hoy a lo revelado en las Sagradas Escrituras por el Espíritu Santo de Dios, se prepara el camino para la segunda oposición a la luz cuando venga esta con mayor poder.

Así, va el tal de oposición en oposición, hasta que la luz no lo conmueve más, y no responde ya de ninguna manera al Espíritu Santo de Dios y sus Escrituras.

Entonces, la luz que haya en él, si alguna, se va convirtiendo en tinieblas.

La verdad misma que conocía, si alguna, se pervierte de tal manera que se intensifica la ceguera del alma. Quien se oponga a la autoridad de Dios yerra e ignora el poder de Dios, y se hace partícipe de aquellos que no se someten a la autoridad divina, y cae en el núcleo de los que menciona el apóstol Pablo en Romanos 13:2.

Los saduceos erraron en cuanto a la resurrección. Las Escrituras poseen abundancia de doctrinas en torno a este tema.

En cuanto a la resurrección, hay un momento en que ocurrirá. Lea 1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:20-28, 52; Juan 6:39-44 y Juan 11:23-24.

Nos indica también quiénes resucitarán, en Juan 5:28-29; 1 Tesalonicenses 4:13-18 y Lucas 14:14.

Las Escrituras no yerran y dan la seguridad sobre la resurrección en 1 Corintios 15:20-22; Colosenses 1:18; 1 Corintios 6:14 y 2 Corintios 4:14.

Revelan las Sagradas Escrituras que Jesucristo resucitó, cumpliéndose la profecía del Salmo 16:10-11, según Hechos 13:34-35.

El Señor profetizó acerca de su resurrección en Marcos 9:9-10 y Juan 2:19-22.

Los apóstoles predicaron la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, siendo ella complemento del evangelio, según Hechos 2:32 y 1 Corintios, el Capítulo 15.

Yerran sobre los dones espirituales.

Mi amigo erró en cuanto a los libros doctrinales. Hoy día, se yerra sobre toda doctrina de la Palabra de Dios. Los predicadores de las diferentes sectas religiosas, mayormente de avivamiento, yerran a diario con relación a lo que predican sobre los dones espirituales. Se esmeran en no creer lo que enseña la Biblia sobre dicho tema. Los dones ya cumplieron su propósito y hoy día no son necesarios. Para más, no existen. Cumplieron su misión.

Se escucha casi a diario de estos predicadores, que aun ellos son poseedores de esos dones. Yerran, ignorando las Escrituras.

Hoy día, lo que permanece es la fe, la esperanza y el amor, estos tres, pero el mayor de ellos es el amor (1 Corintios 13:13).

No cumplen con el mayor mandamiento, pues si amaran a Dios sobre todas las cosas no inculcarían la falsa doctrina de dones que ellos dicen ser dueños.

Pregunto a los que creen en tales dones milagrosos para hoy en día que si en realidad ellos saben lo que es un milagro.

Se cuestiona si existen los dones porque si existen, ¿por qué no se observa milagro alguno? 

Una mera coincidencia es llamada, a veces, “un milagro”.

Un milagro es algo que ocurre fuera del campo de las leyes establecidas. Es algo más allá de lo común, el resultado de una intervención divina.

Según Juan 20:30-31, los milagros de Cristo quedaron en forma escrita para que nosotros creamos. La fe viene por el oír (Romanos 10:17), no por observar nada que acontezca en nuestro globo terráqueo.

Cristo prometió el Consolador (Juan, los apítulos 14, 15 y 16). A los apóstoles les dijo que esperaran la llegada de este poder (Lucas 24:48-49). El Espíritu había de guiarlos a toda verdad y había de capacitarlos con poderes milagrosos para confirmar la Palabra. Se cumplió en el día de Pentecostés (Hechos 2).

Yerran hoy día los que embaucan diciendo que poseen dones milagrosos. ¿Cuándo fueron capacitados, dotados, investidos para ello, tal como los apóstoles?

El libro de los Hechos revela la historia de la iglesia primaria. Los apóstoles inspirados salieron a predicar el mensaje con las señales que la seguían. Tenían autoridad para hacer milagros.

Dios tiene el mismo poder que tuvo hace dos mil años. Pero, no está haciendo mujeres de las costillas de los hombres.

Jesucristo no tiene que volver a la tierra con su nacimiento virginal, caminar sobre el agua, multiplicar panes y peces, morir crucificado y resucitar para demostrar que es el mismo siempre.

Hoy día, no hay poderes milagrosos. Todo terminó cuando el último apóstol murió. No hacen falta. Ya tenemos lo perfecto, la completa revelación divina, la que no nos hace errar.

Las Escrituras claramente nos ilustran que hacia fines de la época apostólicaestaban comenzando a extinguirse los dones. Si uno lee detenidamente el Nuevo Pacto de nuestro Señor Jesucristo, puede así observarlo. Veamos algunos ejemplos bíblicos.

El apóstol Pablo consideraba a Timoteo como hijo suyo por el amor que le tenía (1 Timoteo 1:1-2; 2 Timoteo 1:1-2). Para entender la relación de padre e hijo, lea Mateo 7:9-11. Ahora bien, Timoteo padecía frecuentes enfermedades (1 Timoteo 5:23). Sin embargo, no pidió ni a Pablo ni a nadie que ejerciera el don de sanidad para sus enfermedades, y esto, siendo un verdadero hijo en la fe, según revelan las cartas a Timoteo. Alguna razón de peso hubo que Pablo no exhorta a que ejercieran el don de sanidad sobre Timoteo.

El apóstol dejó a su amado hermano Trófimo enfermo en Mileto (2 Timoteo 4:20). ¿Por qué antes de dejarlo en Mileto el apóstol Pablo no puso las manos sobre Trófimo para que sanara, poseyendo Pablo el don para ello?

El apóstol Pablo mismo estaba enfermo, según Gálatas 4:13-15. Además, Pablo hace alusión a que había estado enfermo o podría estarlo (2 Corintios 11:29).

Yerran los que se autoproclaman poseedores de dones milagrosos hoy día. Quien lo haga se va por encima de las Escrituras y el poder de Dios.

Hoy día, Dios nos habla por su Hijo.

El comienzo del libro a los Hebreos no nos hace errar al indicar la manera que Dios utiliza para hablarnos hoy día, tal como empezó a hacerlo para los días de la aún existencia de los apóstoles. Esto indica, estimados lectores, que ya para aquel entonces estaba llegando a su fin el don de inspiración.

Es obvio, según el texto al cual voy a hacer referencia, que hoy día Dios habla por medio de su Hijo a través de las Escrituras, y eso enseña que el don de profecía no es para nuestros tiempos.

El texto clave es Hebreos 1:1-2. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… .

Dios habló con Moisés, bien lejos de Egipto, en una llanura solitaria en el desierto. Habló con Elías mientras este se escondía entre las montañas para proteger su vida. Habló con Eliseo en un campo de cereales.

Por medio de su Hijo, Jesús, habló a Pedro y Andrés a orillas de lago. Habló al pequeño cobrador de tributos, Zaqueo, que se había subido a un árbol. Habló a Pablo en un camino atestado de gente. Lo hizo con Juan mientras él estaba solo en la isla de Patmos.

Sin duda alguna, él hizo esto para probar que él habla con la gente dondequiera que esta esté atenta a escucharlo. 

Hoy día, si queremos escucharlo, nos habla por medio de su Hijo, a través de su Palabra, y en nuestro caso particular, por medio del Nuevo Testamento. Así que, no erremos, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.

Sucedió que cuando Sir Walter Scout adquirió los servicios de un nuevo sirviente, estando reposando en su habitación, envió al nuevo empleado a su biblioteca, diciéndole: “Vé, y tráeme el libro“¿Cuál libro?”, preguntó el servidor. Scott le repitió lo antes expresado: “Vé, y tráeme el libro.

El sirviente fue a la biblioteca y para sorpresa suya, siendo esta tan amplia y con tantos escaparates, allí solo había un libro, el Nuevo Testamento de nuestro Señor Jesucristo. Para Sir Walter Scott, estoy seguro, que en ese momento de solemnidad espiritual y contemplación de Dios y su Hijo Jesucristo, le era suficiente “El Libro”.

Para nosotros, si queremos saber todo que Dios inspiró acerca de su Hijo, lo tenemos en el Nuevo Testamento. El evangelio completo, sin que le falte ni le sobre nada en absoluto, lo tenemos en nuestros medios. Todo lo referente a lo que deseamos saber del futuro lo poseemos ahí, y no hay necesidad alguna de estar presentándose para escuchar a los tantos falsos profetas que proliferan en nuestros alrededores.

El futuro del hombre de acuerdo al Nuevo Testamento es, según lo expresado por el Maestro: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado (Marcos 16:15-16).

No yerre usted, escuchando falsas promesas, mediante falsas profecías y falsas predicciones de los llamados profetas, adivinos, agoreros, astrólogos, mentalistas, etcétera. El futuro es salvación o condenación, como lo revelan las Escrituras.

El mensaje de Dios no cambia; es el mismo de siempre. El apóstol Pablo, haciendo alusión al respecto, dijo: 

“Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro” (Filipenses 3:1).

A los corintios les dice: 

“Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí, y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendan a no pensar más de lo que está escrito …” (1 Corintios 4:6).

Se fue más lejos y más profundo aún el apóstol al exhortar a ni siquiera pensar más de lo que está escrito.

No puede variar lo que Dios quiere que sepamos de su evangelio.

Hubo un predicador que predicaba domingo tras domingo el mismo mensaje. Por tal motivo se le fue toda la membresía. Permaneció un solo feligrés, el cual le preguntó al anciano predicador el por qué del mismo mensaje siempre.

El ministro le contestó que hasta que la membresía comenzara a llevar a cabo lo enseñado en su predicación, él no predicaría otro.

El solitario miembro que quedó de aquella congregación comenzó a ejercer lo que el ministro predicaba, y así, el anciano predicador empezó a predicar otros mensajes, y esto llegó a los oídos de los que habían abandonado la congregación.

Comprendieron ellos que el predicador no predica por simplemente predicar y llenar esa función dentro de su ministerio, como hay muchos hoy día, exhibiéndose y ensanchando su vocablo para ser adulados, según se observa a diario.

Los que abandonaron la congregación regresaron, y la iglesia creció, fortalecida por el mensaje de la Palabra, porque comenzaron a poner en práctica lo exhortado en los mensajes del predicador.

Pienso yo que el hermano predicador extrajera la enseñanza del apóstol Pablo de que no le era molesto hablar sobre lo mismo si era para la seguridad de los que componían la congregación. El evangelio es el poder de Dios para salvación para todos (Romanos 1:16).

Volviendo al libro en el que mi amigo confiaba.

Deseo dejarles saber que la parte del libro que mi amigo me leyó para probar la teoría del autor, decía que era imposible que Dios pudiera resucitar a personas que han sido enterradas en ciertos lugares y que esas tierras han sido removidas y llevadas a otros países para construcciones, y demás, que ¿cómo haría Dios para unir tales muertos en la resurrección?

Mi contestación se la di, haciéndole una pregunta: ¿qué si él sabía lo que era un experto relojero? Le dijo que un experto relojero, para hacer una reparación de un reloj, pone unas piezas en un lugar, sitúa las manecillas en otro sitio, así los alambres y todo el contenido de dicho reloj. Cuando hace la reparación, él sabe dónde está ubicada cada piezecita y las une hasta formar exactamente el reloj como estaba antes.

Si un ser humano imperfecto puede hacer tal obra con un artefacto porque lo conoce a perfección, ¿cuánto más Dios quien nos creó a su imagen y semejanza? ¿No cree usted, estimado lector, que Dios tenga el poder para unir de nuevo su creación? Si mi amigo no lo creyó, erró.

Aclaración sobre libros doctrinales

Concluyo haciendo la salvedad de que los libros a los que me refiero son libros con enseñanzas doctrinales sin base, u opuestos a las Sagradas Escrituras.

La iglesia de Cristo tiene a su disposición muchísima literatura relacionada al evangelio y su sana doctrina, la cual le recomendamos que considere y examine a la luz de las Escrituras. Las mismas pueden auxiliarle a llegar al conocimiento de la verdad para obtener la salvación.

Escribe Rafael A. López Abreu

Iglesia de Cristo

Caguas, Puerto Rico

 

A continuación, notas añadidas por Homero Shappley de Álamo

El “nuevo nacimiento” ocurre en toda persona que oye con entendimiento el evangelio puro del Señor (Romanos 10:17), cree que Cristo es el Hijo de Dios (Juan 3:16), se arrepiente de sus pecados (Hechos 17:30), confiesa con sus labios fe en Cristo (Hechos 8:35-40), y es bautizada (sumergida en agua) “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38; 22:16; Marcos 16:15-16; 1 Pedro 3:21). ´

¿Ha nacido usted del agua y del Espíritu? ¿Por qué se detiene? Si necesita ayuda, le rogamos contactarnos con toda confianza.

Los predicadores, evangelistas y maestros de las iglesias de Cristo no reclamamos tener el don sobrenatural de “inspiración divina” para nuestras ponencias o escritos, siendo la Biblia nuestro único credo divinamente inspirado. El Espíritu Santo exhorta:

“Examinadlo todo; retened lo buenos”.

Esto mismo es lo que deseamos que cada lector, lectora u oyente haga: examinar todo lo que enseñamos, comparándolo con lo revelado en el Nuevo Testamento y reteniendo lo correcto. Quien no lea este Testamento sellado con la sangre del Señor, ¿cómo podrá examinar inteligente y acertadamente lo que otros enseñan, cualquiera sea la afiliación o identidad espiritual del que enseña? 

 


 

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