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Editorial La Paz

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Aplausos en la adoración a Dios. ¿Bilicos o no?

Aplausos en la adoración a Dios

Por Dave Miller, Ph. D.

Publicado originalmente, en inglés, por…

Apologetics Press
230 Landmark Drive
Montgomery, Alabama 36117, U.S.A

(334) 272-8558

http://www.apologeticspress.org  

 

Gran cantidad de recursos en español en Apologetics Press

 

Fotografía de miembros de una iglesia en San Germán, Puerto Rico, que aplaudieron por dos horas y cinco minutos.

Fotografía y capciones añadidas por el traductor.

Miembros de una iglesia en San Germán, Puerto Rico aplauden por dos horas y cinco minutos.

Por Ixander Berríos | Prensa Cristiana

Aunque la Iglesia Familias Unidas en Jesucristo en San Germán no se adjudica el récord todavía hasta que la agencia Guinness haga los trámites pertinentes, su pastor Rafael Nazario y su esposa Lisa Nazario están más que seguros de “haber seguido todos los parámetros solicitados para que el nuevo récord sea aceptado y publicado” puesto que el tiempo que estuvieron aplaudiendo fue de 2:5:9.212 (2 horas y 5 minutos).

 

Texto del estudio

A medida de que las iglesias de Cristo continúan experimentando conflicto transicional, mengua el compromiso fundamental en lo concerniente a la autoridad bíblica, y tanto gustos personales como la creatividad emotiva se sobreponen. Nuestro ámbito social de actualidad, al igual que el entorno cultural, exacerban y refuerzan esta dependencia creciente sobre sí mismo de cada uno, y su opinión personal, como los estándares legítimos de autoridad. El cristiano fiel es el que permanece inconmovible ante los vientos de cambio (Mateo11:7; Efesios 4:14), pese a la desmandada desenfrenada hacia la izquierda en términos de política, religión y moralidad. Mientras los agentes del cambio orquestan, orgullosa y desafiantemente, la reestructuración de valores y principios fundamentales, el fiel seguidor de Jesucristo reafirma, constantemente, las antiguas verdades básicas y sólidas de la religión bíblica. El promotor del cambio se hace más conspicuo que nunca mediante su asalto sin cuartel contra la adoración pura, una estratagema típica y perene de Satanás (por ejemplo, en Génesis 4:3-5; 1 Juan 3:12; Éxodo 32:8; Levítico 10:1-3; 1 Samuel 13:9-13; 1 Reyes 12:28-30; 18:4; 2 Reyes 22:17; 2 Crónicas 26:16-18 y Salmo 78:58). Dado que cambios en la adoración no están, por inferencia, arraigados en las Sagradas Escrituras, ni aprobados en ellas, ¿de dónde, pues, salen tales innovaciones? Obviamente, si estas cosas no tienen origen en el Cielo, necesariamente han de originarlas los hombres (Mateo 21:23-25). El corazón humano, no restringido ni alumbrado por orientación divina, persigue, inevitablemente, conductas y prácticas que sacian apetitos carnales.

La cultura actual ha canalizado y condicionado a la persona media a ser entretenida. La televisión y el cine han alcanzado en su desarrollo una sofisticación tal que son capaces de estimularnos y retener nuestra atención, con poco o ningún esfuerzo de parte nuestra. Neil Postman, en su éxito de ventas Amusing Ourselves to Death [Entreteniéndonos a nosotros mismos tanto como para acabar con la vida], describe cómo nos hemos permitido a nosotros mismos desligarnos de la evaluación racional de la verdad a cambio de estimulación emotiva sin sustancia (1985, Páginas 49-63). Referente a la práctica religiosa, los adoradores dan la apariencia de estar coaccionados por lo de “sentirlo es mejor que expresarlo”.

Aplaudir (batir las palmas de las manos)

La acción de batir las palmas de las manos es uno de los cambios que se han introducido en las asambleas de adoración.

Esta acción se está practicando de dos formas, a saber: como aplauso, y como el acompañamiento rítmico de cantar. Claramente, esta última práctica es inaceptable por la razón bíblica de que batir las palmas de las manos es paralelo al uso de cualquier otro miembro del cuerpo o aparato mecánico que podía utilizarse para suplementar la música vocal, o la verbal. Batir las palmas de las manos, chasquear los dedos o golpear rítmicamente el banco son, lógicamente, el equivalente de tocar un instrumento de música –careciendo de autoridad divina en el Nuevo Testamento todas estas acciones. Dios autoriza y encomienda a todo adorador a cantar palabras revestidas de significado y a hacer música en/con el corazón humano (Efesios 5:19; Colosenses 3:16).  Simplemente, a los adoradores les falta aprobación bíblica para otras formas de acompañamiento/expresión musical. Favor de estudiar cuidadosamente el siguiente esquema, observando que batir las palmas de las manos pertenece a la categoría de música “No vocal” mediante instrumentos de música, y, como tal, no es una acción bíblicamente aprobada. Solo la columna a la izquierda extrema coincide con especificaciones bíblicas tal cual expresadas por Dios en Efesios 5:19 y Colosenses 3:16.

 

Esta imagen (diapositiva) es un esquema que ilustra los distintos tipos de música, con énfasis sobre la música cristiana a capela, tema de Aplausos en la adoración a Dios.
 
 

Batir las palmas de las manos con el propósito de aplaudir

Batir las palmas de las manos también ha sido introducido en las asambleas de adoración como una forma de aplaudir [Nota (del autor): ver la defensa de aplaudir en Norton, 1992]. A la congregación se le insta a aplaudir después de bautismos, predicaciones y otros eventos de naturaleza similar. Probablemente, la mayoría de los proponentes (al igual que de los oponentes) de aplaudir en nuestras asambleas de adoración fundamenten su opinión sobre bases no bíblicas. Aquellos que están a favor de aplaudir dicen: “¿Qué hay de malo en ello? ¡A mí me gusta! Solo se trata de una forma corriente, moderna, de decir ‘Amén’”.Los que se oponen a aplaudir dicen: “Nunca lo hemos hecho anteriormente. Me hace sentirme incómodo. Degrada la solemnidad”. Seguramente, hace falta un análisis más arraigado en lo bíblico de la acción de batir las palmas de las manos durante la adoración.

¿Qué es el significado de batir las palmas de las manos en la cultura americana? [Nota del traductor: el lector de cultura latina se haría la misma pregunta, respondiendo de acuerdo con su cultura particular.] La función principal de aplaudir [con las manos] es indicar aprobación personal. El diccionario Webster define “clap” [verbo inglés. Traducción: batir las palmas de las manos] como “manifestar placer por, o aprobación de…” (1965, Página 333).

[Definiciones en español.

aplaudir v. tr./intr.   Golpear repetidamente una con otra las palmas de las manos, generalmente 
en señal de alegría o aprobación: al final del concierto, todos aplaudieron; 
aplaudir a un actor.

 v. tr.

 

  Demostrar aprobación mediante palabras o gestos: los representantes 
políticos aplaudieron la decisión de la alcaldesa de celebrar un pleno 
extraordinario.

Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.]

“Aplaudir” quiere decir “alabar o manifestar aprobación de; elogiar” (Página 89). Aplaudimos [batimos las palmas de las manos] a los jugadores en los juegos de balompié, pelota y baloncesto. En los conciertos, aplaudimos a los músicos. Aplaudimos a actores y actrices por sus ejecutorias teatrales. En tales ocasiones batimos las palmas de las manos porque nos agrada lo que vemos o escuchamos. Gozamos y aprobamos personalmente lo que presenciamos. Batir las palmas de las manos es un medio para validar y afirmar abiertamente nuestra opinión de una interpretación, cual sea.

La función de indicar reconocimiento está vinculada estrechamente a la de manifestar aprobación. Al aplaudir a aquellos que desempeñan papeles, expresamos nuestra apreciación por su destreza, competencia y talento. Estamos diciendo: “¡Congratulaciones! ¡Usted se ha destacado! Lo ha hecho muy bien. Reconozco su talento”.

La tercera función de aplaudir es expresar excitación. En ocasiones, irrumpimos en aplausos espontáneos porque nos sentimos excitados personalmente, conmovidos o emocionados por una representación [interpretación, ejecutoria]. En tal caso, batir las palmas de las manos es una forma de desahogo, un medio de catarsis, una acción para lograr desencadenar emociones y una manera de expresar alegría.

La cuarta función de aplaudir es manifestar cortesía. Por ejemplo, académicos baten las palmas de las manos una vez concluida la lectura de un documento erudito –no necesariamente para mostrar o implicar solidaridad o aprobación sino más bien como un gesto de rigor o de cortesía. En el congreso, los políticos de ambos lados aplauden al presidente mientras pronuncia él su mensaje sobre el Estado de la Unión. Obviamente, estos aplausos constituyen una demostración de ética, y no que estén de acuerdo en todo.

En cuanto a la cultura americana [aplicar a cualquier cultura latina], ¿qué correlación habría entre aplaudir y la actividad de adorar bíblicamente? A fin de responder a esta pregunta, es necesario contestar dos preguntas adicionales, a saber: (1) Batir las palmas de las manos, ¿sería una sustitución legítima de pronunciar el “Amén”, o una alternativa legítima? Y (2), aparte de parecer paralelo, o no, el batir las palmas de las manos al “Amén”, ¿aprueba Dios el acto de aplaudir en la adoración?

El uso de “Amén” en la Biblia

Nuestra palabra en inglés “amen” es una transliteración del vocablo hebreo que significa “firme” [Nota del traductor: También el “Amén” en español] (Ver Thayer, 1901, Página 32; Dana y Mantey, 1927, Página 259). La raíz madre quería decir “manifestarse uno a sí mismo firme y confiable; saber uno a ciencia cierta estar seguro, tener fe”. Así que, el término quiere decir “cierto y verdadero”. El israelita diría “Amén” con el propósito de confirmarse a sí mismo, o identificarse a sí mismo, [en concordancia] con una declaración verbal particular (Brown, 1975, 1:97). El “Amén” servía para afirmar una declaración como cierta, válida y obligatoria. Se puede resumir el uso del término en el Antiguo Testamento como “el reconocimiento al efecto de que la palabra divina es una fuerza activa: [o sea] qué suceda justamente de esta manera” (Botterweck y Ringgren, 1974, 1:321). Similarmente, “amén” se refiere a palabras y hechos de Dios a los que el orador se somete (1:321). Frecuentemente, en la Septuaginta [el Antiguo Testamento en griego], la palabra hebrea para “amén” se traduce como “genoito” (“así sea”), el cual “significa lo que perdura o es verdadero; la Palabra verbal de Dios en el sentido de que permanece fija” (Kittel, 1964, 1:336). El Sr. H. B. Hackett comentó que “amén”, en el Antiguo Testamento, era “una palabra usada en aseveraciones fuertes, como fijando el sello de la verdad sobre la aserción que cualificaba, y haciéndola tan obligatoria como un juramento" (1896, 1:82).

Así pues, esencialmente, “amén” tenía dos usos en el Antiguo Testamento. Primero: significó la aceptación por un individuo (equivalente a una declaración jurada) de una afirmación (por ejemplo, Números 5:22). En Deuteronomio 27, la gente asintió a las condiciones conforme a las que una serie de maldiciones sería infligida sobre ellos por desobediencia. Segundo: “amén” connotó fidelidad (1 Reyes 1:36). Jesús usó el término de esta manera como preludio a sus afirmaciones, siendo “De cierto, de cierto…” la traducción en la Reina Valera (Juan 3.3, 5 y 11).

Interesantemente, en unas pocas instancias, se refiere en el Antiguo Testamento a batir las palmas de las manos. [Nota (esta nota es de autor de este estudio): tenga presente el que la autoridad para aplaudir en la adoración hoy día no puede ser validada citando el Antiguo Testamento, como tampoco la autoridad para otras prácticas tales como bailar, tocar instrumentos de música y quemar incienso. Sin embargo, los que están buscando desesperadamente justificación para sus innovaciones utilizan el mismo argumento para aplaudir que hacen también a favor de música instrumental. Ver el argumento fundamental de J. Carroll Stark en su debate con Joe Warlick, en 1903, en Henderson, Tennessee, en la obra Standing for Their Faith –Haciendo defensa de su fe (Henderson, TN: J. y W. Publicaciones, Página 90.] En el Antiguo Testamento, batir las palmas de las manos ocurrió, a veces, como una expresión cultural de alegría, y no religiosa. Por ejemplo, hubo aplausos en la ocasión de una coronación (2 Reyes 11:12), y por una victoria militar lograda por Dios para la nación (Salmo 47:1) –no brindando ni el primer ejemplo ni el segundo apoyo para [aplaudir] en la adoración cristiana. Figurativamente, aun ríos y árboles baten sus manos (Salmo 98:8; Isaías 55:12). Pero, el uso más prominente de batir las palmas de las manos en el Antiguo Testamento fue como manifestación de desdén, repudiación y mala voluntad (Job 27:23; 34:37; Lamentaciones 2:15; Ezequiel 25:6; Nahúm 3:19). Los proponentes de aplaudir en la asamblea dedicada a la adoración, ¿también animarán al uso de aplausos, acompañados por abucheos, siseos y silbidos? (Comparar a Orr, 1939, 1:665).

“Amén” se encuentra ciento veintiséis veces en el Nuevo Testamento. Se utilizan tres términos griegos adicionales para representar el mismo concepto. Las tres se traducen “así sea, verdaderamente y amén” (Arndt y Gingrich, 1957, Página 45). A menudo, Jesús introducía sus enunciaciones con un doble “amén”, traducido: “De cierto, de cierto…” o “verdaderamente”. Haciéndolo, afirmaba, efectivamente, que sus enseñanzas eran confiables y verdaderas, válidas y ciertas (Kittel, Página 338; comparar Brown, 1975, Página 99). Resumiendo la evidencia del Nuevo Testamento, “amén” fue un medio vocal por vía del cual un individuo afirmaba la certeza, veracidad y confiabilidad de la Palabra de Dios. Decir “amén” fue confirmar la naturaleza atadora de aquellas verdades. En menor grado, el que hablaba expresaba asentimiento y endoso, juntamente con la intención de someterse a sí mismo a la verdad de Dios.

Observaciones y comparaciones

Tome nota de que, en la cultura americana [aplicar a culturas latinas] las funciones de aplaudir no coinciden con las bíblicas asociadas con decir el “Amén”. En nuestra cultura, aplaudir conlleva más bagaje del que el “Amén” llevaba en la Biblia. Generalmente, aplaudir en nuestra sociedad es una reacción a una representación [interpretación, ejecutoria] entretenida. Nuestro aplauso enfoca al ejecutante [actor, representante, cómico, jugador, etcétera]. Estamos manifestando aprobación y reconocimiento del talento del que ejecuta [un rol, un juego], mientras también expresamos nuestra propia excitación y placer. Considere los comentarios del obispo William Grove de la iglesia Metodista Unida, de Charleston, West Virginia, quien considera inapropiado el aplaudir durante la adoración porque convierte a la iglesia en un teatro y confunde a la gente en lo concerniente al propósito de adorar (Clarion-Ledger, 1992, Página 3).

En marcado contraste con este énfasis, el uso de “Amén” en la Biblia enfoca el mensaje, y no a la persona que presenta el mensaje. El adorador hace uso del “Amén” para afirmar públicamente la veracidad de la Palabra hablada. El propósito del “Amén” no es, de modo alguno, ensalzar al orador, elevándole así a la posición de un actor. De hecho, no deberíamos alabar el talento vanidoso del predicador, llamar atención a su habilidad ni elogiar su “desempeño” experto. Dios quiere que centremos nuestra atención en el significado del mensaje. Él quiere que nos concentremos en el hecho de que se está declarando la Palabra de Dios, en contra distinción a la palabra del hombre, que la misma es notable y única en lo referente a su veracidad, certeza y rectitud.

Tome nota también de que el “Amén” no tiene, esencialmente, el propósito de comunicar la idea de que “Estoy de acuerdo con eso”, o “A mí me gusta eso”. En el contexto estrictamente bíblico, no importa, en realidad, que esté yo de acuerdo, o no, con la Palabra de Dios. Es decir, la Palabra de Dios es verdadera, cierta, autoritativa y atadora –y merece ser afirmada como tal, bien que haya bien que no haya quien esté de acuerdo con ella. Consiguientemente, en la cultura americana, aplaudir no es paralelo a decir “Amén” en la Biblia. Por lo tanto, aplaudir no es una alternativa justificable para el “Amén”, ni un reemplazo para el “Amén”.

¿Por qué aplaudir cuando se efectúa un bautismo?

Sin duda, deberíamos preguntar: ¿con qué razón desearíamos aplaudir cuando se efectúa un bautismo? Haciéndolo, ¿estamos implicando que el que está sometiéndose al bautismo merezca aplausos? ¿Merece cualquier persona aplausos por obedecer a Cristo –por hacer lo que toda persona responsable sobre el planeta está obligada a hacer? Nos hace falta una dosis grande de la evaluación que hace el propio Jesús en lo referente a nuestra obediencia: "Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:10). Adicionalmente, aplaudir en la ocasión de un bautismo implica que dispongamos de la libertad de expresarnos comoquiera que quisiéramos, sin tomar en cuenta que si Dios se agrade, o no, de nuestro comportamiento. Si una persona en particular puede, sin el permiso de Dios, aplaudir a la persona que se bautiza, entonces, otra puede sentirse en la perfecta libertad de brincar de su asiento, poniéndose de pie de un salto, y, levantando su puño al aire, exclamar: “¡Sí! ¡Yes! ¡Muy bien hecho! ¡Así se hace!” Todavía otra pudiera salir al pasillo y bailar una giga. La congregación entera podía optar por hacer una “onda santa”, a la manera de las ondas de los espectadores en los juegos, empezando por un lado del auditorio y extendiéndose a través de la asamblea hasta el otro lado extremo. ¿Enseña la Biblia que expresar los humanos sus sentimientos comoquiera que quisieran agrade a Dios? Negativo (por ejemplo, Jeremías 10:23; Salmo 50:21). Tome nota de la falta de consecuencia cuando se piensa o se actúa de manera suelta [desordenadamente], acciones que surgen de inclinaciones y sentimientos humanos en lugar de una consideración bien pensada y respetuosa por la Palabra de Dios. Si aplaudimos al que es bautizado, entonces, lógicamente, deberíamos aplaudir también al dirigente de los cánticos espirituales. Al fin y al cabo, también él está obedeciendo a Cristo por medio de servir a través del rol importante de dirigente de alabanzas. Pero, si vamos a aplaudir al dirigente de los cánticos espirituales, entonces, lo indicado sería aplaudir también al que dirige en oración o lee las Sagradas Escrituras, al igual que a los varones que sirven a la mesa del Señor, y, además, al predicador. Observe que hemos llegado al punto, siguiendo nuestro criterio, de crear un ámbito de adoración equivalente a una sociedad de admiración mutua, mediante la que estaríamos aplaudiéndonos los unos a los otros. En medio de semejantes manifestaciones mundanas y egoístas, atención a Dios –el verdadero foco de adoración- se ha quedado en aguas de borraja. El meollo del asunto es que aplaudir es una respuesta/reacción secular a ejecutorias humanas. Descubre hasta cuánto hemos sido influenciados por el mundo. Se trata de una práctica mundana, falta de espiritualidad.

 

Esta imagen (diapositiva) es enfoca el asunto de aplaudir cuando una persona se bautiza, tema de Aplausos en la adoración a Dios.

 

¿Es preciso que la adoración sea autorizada?

Yendo más al grano en esta discusión, quizás lo fundamental real sería: ¿tenemos la libertad de hacer en la adoración cualquier cosa que nos venga en gana? Desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios ha insistido en que todas nuestras acciones hayan de ser autorizadas, aprobadas y sancionadas por Él. Aplaudir durante la adoración bautismos o comentarios del predicador no es nada más que nuestra expresión cultural corriente de emoción. Aplaudir es nuestra manera de decir: “¡Estoy muy emocionado, excitado, por eso!” Las Iglesias de Cristo se destacan, como en alto relieve, en medio del maremoto carismático que ha inundado al cristianismo, al insistir en que la cabeza (guiada por las Sagradas Escrituras) debe controlar al corazón. En nuestras manifestaciones religiosas, no debemos ocuparnos en la exhibición descabellada de sentimientos (comparar 1 Reyes 18:25-29; Mateo 6:7). Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (Colosenses 2:23). Al contrario, debemos someternos al control del Espíritu, pues Él nos dice, específica y precisamente, cómo conducirnos. [Nota (del autor): para un análisis detallado del principio de autoridad tal cual expuesta en la Biblia, ver Miller, 2012.]

Debemos sentirnos avergonzados por siquiera intentar defender exclamaciones emotivas humanas como si fueran originadas o aprobadas por Dios. Si tenemos la libertad de batir las palmas de las manos en adoración cuando nos sentimos excitados, entonces, tenemos la libertad de vociferar, gritar o chillar a todo pulmón; tenemos la libertad de dar volteretas por el pasillo; libertad para treparnos a los bancos y dar pisoteadas con los pies; y tenemos libertad para ponernos de pie de salto y batir manos con otros, a la manera de atletas en su gestión de “hi-five” [mano abierta contra mano abierta]. Por la misma línea, tenemos libertad de abuchear, hacer siseos o tirar tomates si no nos gusta lo que hacen los que dirigen las alabanzas. Bien que estos comportamientos sean aceptables en el contexto secular de entretenimiento, en la religión constituyen mezcolanzas sin autorización, las que proceden de mentes de meros hombres, mentes desenfrenadas y descontroladas. No respetan, honran o santifican a Dios de acuerdo con sus instrucciones (comparar Levítico 10:3). Descubren nuestra inclinación humana de formular comportamientos para la adoración conforme a nuestros propios deseos.

Conclusión

Batir las palmas de las manos se conocía en el mundo greco-romano. Constituía un rito, entre unos cuantos más (por ejemplo, chasquear el dedo y el pulgar, hacer ondular la solapa de la toga o un pañuelo, etcétera), por medio de los cuales se expresaban distintos grados de aprobación. Considere el efecto de esta costumbre cultural sobre el cristianismo a la luz de la siguiente observación:

Cuando el cristianismo llegó a ser popular, las costumbres de los teatros fueron transferidas a las iglesias. Pablo de Samosata animó a su congregación a aplaudir sus predicas mediante hacer ondular paños de lino. Aplausos por la retórica de predicadores populares llegó a ser una costumbre establecida, destinada a desaparecer a consecuencia de la influencia de un espíritu más reverente (“Applause”, 1957, 2:138. Énfasis añadido).

Pablo de Samosata fue un anciano de la iglesia en Antioquía alrededor de 260 d. C. Eventualmente censurado por su práctica, él hizo por la iglesia de su tiempo lo que los agentes de cambio están haciendo por la iglesia de nuestros tiempos. Introdujo en la adoración una acción no bíblica, no autorizada –una acción que carece de valor espiritual genuino, pero que, en realidad, promueve un estilo secular y carnal de alabanza. La historia se repite: Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Juan 12:43). “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?” (Juan 5:44).

Qué aprendamos a hallar, en los caminos sencillos de Dios articulados en su Palabra, contentamiento y satisfacción. Qué nos sintamos compelidos a decidir comportamientos en la adoración, al igual que rituales religiosas, en cumplimiento estricto con su instrucción. Qué le amemos tanto como para echar a un lado preferencias personales, y sojuzgar inclinaciones emotivas, a cambio de las directrices preciosas, excitantes y estimulantes delineadas en las Sagradas Escrituras. Qué sus palabras las tengamos siempre en nuestro corazón y en nuestra lengua. Amén.

Traducción por Homero Shappley de Álamo

Referencias

“Applause” (1957), Encyclopedia Britannica (Chicago, IL: Encyclopedia Britannica).

Arndt, W.F. and F.W. Gingrich (1957), A Greek-English Lexicon of the New Testament (Chicago, IL: University of Chicago Press).

Botterweck, G. Johannes and Helmer Ringgren, eds. (1974), Theological Dictionary of the Old Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Brown, Colin, ed. (1975), Dictionary of New Testament Theology (Grand Rapids, MI: Zondervan.

Clarion-Ledger (1992), Jackson, MS, May 30, D1, as quoted in Preacher Talk, 8[6]:3, June.

Dana, H.E. and Julius R. Mantey (1927), A Manual Grammar of the Greek New Testament(Toronto: Macmillan).

Hackett, H.B., ed. (1896), Smith’s Dictionary of the Bible (Boston, MA: Houghton and Mifflin).

Kittel, Gerhard, ed. (1964), Theological Dictionary of the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Miller, Dave (2012), Surrendering to His Lordship (Montgomery, AL: Apologetics Press).

Norton, Howard (1992), “Extremists Tend to Blur Biblical Boundaries,” The Christian Chronicle, 49[6], June.

Orr, James, ed. (1939), International Standard Bible Encyclopedia (Grand Rapids, MI: Eerdmans).

Postman, Neil (1985), Amusing Ourselves to Death (New York, NY: Penguin Books).

Thayer, Joseph H. (1901), A Greek-English Lexicon of the New Testament (Grand Rapids, MI: Baker, 1977 reprint).

Webster’s New Twentieth Century Dictionary (1965), (New York, NY: World Publishing), second edition.

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