Declaramos...

Parámetros de nuestra posición

doctrinal-moral-espiritual



 

Ante un cristianismo fraccionado en miles

de iglesias y sectas, guiadas

por doctrinas encontradas. 

 

1. “Declaramos” “nuestra” indican pluralidad, mas, sin embargo, aunque entiendo que gran número de creyentes se solidariza con la posición que ocupo, estos dos vocablos se utilizan retóricamente, no pretendiendo el que escribe ser “voz oficial” de ellos o de iglesia alguna.

2. Fuerte énfasis sobre doctrinas relacionadas con el plan de salvación, la naturaleza de la iglesia edificada por Cristo, la adoración y el Espíritu Santo, es muy evidente en muchos estudios y mensajes que presentamos al público en general.

Sin embargo, este enfoque no significa que hayamos relegado a plano inferior la buena conducta moral, las buenas obras, la salud mental, los sentimientos sanos y nobles o la consagración espiritual. Tanto en el Internet, como en otros medios de comunicación, existe infinidad de recursos sobre estas categorías de enseñanza en particular. Desde luego, también sobre “doctrina”, “dogma” o “teología”. Pero, precisamente, en el área de “doctrina” es donde encontramos la causa principal de tanto fraccionamiento y diversidad asombrosa de interpretaciones contradictorias.

A este hecho obedece el “fuerte énfasis” nuestro sobre “doctrina”, pues tenemos por cierto que la “sana doctrina”, seguida fielmente como “una misma regla” (Filipenses 3:16) de fe y práctica por cristianos que hablan “una misma cosa” (1 Corintios 1:10), obra en contra del fraccionamiento del cuerpo espiritual del Señor, asegurando la altamente deseable “unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3).

Además, la buena conducta, las buenas obras, etcétera, no son suficientes para salvación en el creyente que no obedezca los “mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37; Juan 14:21-24) englobados en la “sana doctrina”“la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1).

¿Cuántos adeptos de religiones orientales, o de religiones autóctonas, hacen buenas obras, tienen buenos sentimientos y viven sanamente? ¿Qué les falta para salvación? ¡Claro! Conocer y obedecer el plan de salvación establecido por Dios, para que él los añada a la iglesia de su Hijo, donde no solo deberían vivir piamente sino también adorar “en espíritu y en verdad” y desenvolverse en la obra de Dios conforme a sus directrices.

3. Nuestra firme convicción es que “la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1; 2 Juan 9), sinónima de “la ley de Cristo” (1 Corintios 9:21), “el evangelio de… salvación” (Efesios 1:13), no contiene enseñanzas contradictorias, sino que constituye un solo “nuevo pacto”, debidamente sellado con la sangre del Señor (Mateo 26:28), dado, en su totalidad, a la iglesia de Cristo, “una vez” (Juan 16:13; Judas 3), en el siglo I, siendo perfectamente armonioso en sus partes y quedándose ratificado para siempre“Una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade” (Gálatas 3:15). Nuestro empeño es sostener esta convicción, y los estudios, mensajes, comentarios y demás aportaciones por nosotros dados a conocer, son el fruto de ello. Su valor el estudioso lo determina conforme al nivel de su propio conocimiento y entendimiento.

4. La “sana doctrina” (Tito 2:1) es indispensable, tanto para la salvación como, además, para la unidad de los santos en Cristo.

a) “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrinapersiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:16).

b) “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1).

c) “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Juan 9-11).

Numerosas afirmaciones parecidas se hallan en todo el Nuevo Testamento, más advertencias a granel contra “seguir un evangelio diferente” (Gálatas 1:6-10), medrar “falsificando la palabra de Dios” (2 Corintios 2:17), invalidar “el mandamiento de Dios por vuestra tradición… enseñando como doctrinasmandamientos de hombres” (Mateo 15:5-9), apostatar “escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1-5), (no sufrir “la sana doctrina” sino amontonar “maestros conforme a sus propias concupiscencias, apartando “de la verdad el oído” (2 Timtoeo 4:1-4), etcétera.

Por lo tanto, a nuestro entender, con sobrada justificación nos sentimos indignados ante la incontable multitud de pastores, pastoras, predicadores, evangelistas y otros eclesiásticos cuya posición, tan reprochable como insostenible, es que “la doctrina no importa”

Esto lo dicen, no dudamos, en el vano y ridículo intento de “santificar” sus tantas contradicciones mayúsculas y minúsculas.

Y las masas de creyentes les dicen “¡Amén!”, porque es muchísimo más fácil y ameno creer que “la doctrina no importa” que afirmar lo contrario, ya que creer que “la doctrina sí importa” obliga a la búsqueda de la “sana doctrina”, como, también, a distinguir entre la “sana doctrina” y las “doctrinas de demonios”, tareas vistas por muchos como arduas y poco gratas.

5. La “sana doctrina” ha de tomar prioridad sobre el sentimentalismo religioso espiritual

“El conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosenses 1:9) ha de tener supremacía sobre el “Yo siento que el Espíritu me habla… Yo siento la presencia de Dios… Siento su gran amor… Siento que le pertenezco… Soñé, soñé, y Jesús me dijo en sueños… Sentí un fuego en mi interior… Un escalofrío del Espíritu… Una éxtasis de euforia inexplicable…”.

Estos “sentires” son el semillero fértil donde nacen una plétora de creencias y prácticas contradictorias entre sí, y que también contradicen la sana “doctrina de Cristo”.

Todo sentimiento religioso ha de ser escrutado bajo la lupa de la “sana doctrina”.

Mi convicción en lo concerniente a sentimientos religiosos espirituales es que los debemos tener y cultivar asiduamente, disfrutándolos y beneficiándonos de ellos, siempre y cuando armonicen con “la sana doctrina” de nuestro Señor Jesucristo. 

¡Mucho amor, entusiasmo, fogosidad, dinamismo, gozo, alegría, confianza! Tanto en el servicio y culto a Dios como en la vida cotidiana.

Con esta salvedadí: ¡todos estos sentimientos han de ser sometidos al control del Espíritu de Dios! No excediendo ninguno las normas de la “sana doctrina”, como tampoco las que dicta el sentido común de lo correcto, de lo cuerdo, de lo racional.

Los sentimientos religiosos o espirituales no canalizados bíblicamente suelen desembocar en desórdenes, confusión, arrebatos de locura y, peor aún, pecados sexuales

“Dios no es Dios de confusión, apunta el apóstol Pablo (1 Corintios 14:33), ordenando: “Hágase todo para edificación” (1 Corintios 14:26); “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40).

La “sana doctrina”, acompañada por sentimientos espirituales sanos y puros: he aquí la combinación perfecta para la vida en Cristo y la salvación eterna. ¿Tengo razón?

6. Abogo por “un cuerpo, y un Espíritu… una misma esperanza… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos…” (Efesios 4:4-6). Abogo por “una misma regla” (Filipenses 3:16), y que sintamos “lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:2).

No soy religioso pluralista.

No soy justificador o defensor de un enorme mercado de “muchas iglesias diferentes, con distintos productos y distintas ofertas”, donde se supone que “el que busca de Dios” encuentre una iglesia “a su gusto”. Nada ni remotamente parecido a este concepto veo en el Nuevo Testamento. Al contrario, Dios nos llama a la reconciliación “en un solo cuerpo” (Efesios 2:14-16), el cual es “la iglesia” (Efesios 1:22-23), inherentemente indivisible.

Las “divisiones” entre los seguidores de Cristo son denunciadas severamente (1 Corintios 1:10-17; 3:1-5), advirtiendo el Espíritu Santo que nos fijemos “en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17-18).

7. “Que seáis llenos del CONOCIMIENTO de su voluntad en toda SABIDURÍA e INTELIGENCIA espiritual” (Colosenses 1:9) lo logra solo quien estudia asiduamente las Sagradas Escrituras

“Ocúpate en la lectura ” (1 Timoteo 4:13). 

“Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). 

“Usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Pero, ¿cómo usarla “bien” si no la sabemos a fondo?

“Los indoctos e inconstantes tuercen” las epístolas de Pablo, “como también las otras Escrituras, para su propia perdición”, observa el apóstol Pedro (2 Pedro 3:15-16).

Mi posición personal es que vagos de mente y voluntad no deberían predicar ni enseñar. Y los hay por montones en las iglesias. Y en los púlpitos. Varones y damas que minimizan el “conocimiento” obtenido mediante el mucho estudio, que desprecian la “sana doctrina”, que se burlan de quienes se dediquen al análisis, al escrutinio, al escudriñamiento cuidadoso, valiéndose de la razón, de la sana lógica, del intelecto, para alcanzar “inteligencia espiritual”.

Su analfabetismo doctrinal es la causa principal de tanta confusión y división en el cristianismo de actualidad; de excesos, abusos, fanatismo e impurezas.

En cambio, el “buen ministro de Jesucristo” es “nutrido con las palabras de la fe y de la BUENA DOCTRINA” (1 Timoteo 4:6).

8. El “obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”, siendo “aprobado” por Dios (2 Timoteo 2:15), establece y organiza congregaciones bíblicas, fieles al Señor. 

“Haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:5).

En su rol de “evangelista”, el obrero aprobado por Dios está sujeto a Cristo, a quien ha de dar cuenta de su “ministerio”, y no está sujeto a “concilio religioso” alguno, ni a “ministerios internacionales”, como tampoco a individuos auto elegidos como “evangelistas independientes” que montan su propia organización, siguiendo su propia agenda.

El “obrero”, o “evangelista”, que comenzara mal su “ministerio” en alguna iglesia u organización eclesiástica humana, al alcanzar el conocimiento de la “sana doctrina”, ¿qué opción lógica tendría sino la de romper ligaduras sectarias y comenzar a usar “bien la palabra de verdad”?

Frente a un cristianismo pluralista, frente a la arrolladora conglomeración de iglesias, sectas y movimientos que mercadean con lo espiritual, a manera de los mercaderes que Cristo echó del templo judío (Juan 2:13-17), frente a las masas de creyentes complacidos por el superficial “entretenimiento religioso” pero resistentes a “doctrina”, tomo la posición delineada. Si usted ocupa la misma posición, o desea tomarla, le animamos a darse a conocer. Unamos fuerzas.

Homero Shappley de Álamo    

 

 


 

Pasos bíblicos, o “pasos en falso”.

Enseñanzas básicas del Nuevo Testamento sobre el plan divino de salvación y la iglesia fundada por Cristo

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