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Meditaciones espirituales ilustradas

Reflexiones breves para ministros muy ocupados

Esta gráfica, la cual ilustra el tema ‘Reflexiones para ministros muy ocupados’, proyecta expansiones a distintos niveles de percepción y entendimiento al concentrarse la mente del ministro de Dios en verdades y realidades relacionadas con sus deberes y ejecutorias.
Esta gráfica, la cual ilustra el tema ‘Reflexiones para ministros muy ocupados’, proyecta expansiones a distintos niveles de percepción y entendimiento al concentrarse la mente del ministro de Dios en verdades y realidades relacionadas con sus deberes y ejecutorias.

Ministerio de Enseñanza Nuevo Pacto
Por Ramón Oliveros Ochoa

1. Siervo fiel

Jesús anhela que sus siervos sean fieles, para darles premios (Mateo 24.45-47) y no azotes (Lucas 12.47). Los siervos fieles obran con obediencia completa tomando en cuenta no solamente el “qué” de lo que su Señor ha mandado, sino también el “cómo”, y más allá todavía, “quién”, “con qué” y “para qué”. Quienes se dan por satisfechos haciendo el “qué” y nada más, no son siervos fieles, y es muy probable que con el “qué” estén ellos obteniendo algunos beneficios para sí mismos, porque el “cómo” requiere una mayor obediencia del que aspira a ser Su siervo. “Quién”, “con qué” y “para qué” expresan la voluntad verdadera y pura de agradar al Señor, eliminando todo riesgo de que sea para sus propios vientres o para recibir gloria de los hombres.

Algunos ministros deberán decidir si le siguen siendo fieles al hombre y a la denominación, o se deciden para ser fieles al Señor. Los ministros que no entienden la palabra, no podrán ser siervos fieles aunque lo anhelen, porque se equivocarán ya sea en el qué, en el cómo, el quién, el con qué o para qué.

 

2. VERDAD PRESENTE

Si existe una verdad presente, eso implica que hubo una verdad pasada. La verdad pasada fue la ley de Moisés, y el propósito temporal de Dios (Gálatas 3.19) para ella fue crear el judaísmo como una religión de esclavitud que todo lo encierra bajo pecado, para que cuando viniera la simiente prometida, anheláramos la libertad (Gálatas 3.22-23 y 4.24-25). La verdad presente es el evangelio de Cristo, y el nuevo pacto nace por las promesas dadas a Abraham desde antes de aquella ley, de manera que el cristianismo nada tiene que ver con el judaísmo, porque con Jesús en la cruz, Dios nos brinda la oportunidad de que vivamos en libertad (Gálatas 5.1). Todo ministro cristiano debiera estar confirmado en la verdad presente (2ª. de Pedro 1.12) y haber sido perfeccionado para hacer esa obra, antes de que se le otorgara el ministerio (Efesios 4.12).

3. Defectos

Los defectos no impiden la entrada al reino de los cielos, el pecado sí. Cuando alguien se equivoca como consecuencia de un defecto, no pierde su salvación. Hay ministros que no soportan los defectos de sus esclavos –perdón, de sus ayudantes- y se enojan. El enojo es un pecado por el cual un ministro puede perder su salvación personal (Mateo 5.22), y no hay favoritismos, no hay excusas, no hay justificaciones. Quien quiera ser discípulo de Jesucristo, necesita aprender a tolerar los defectos de los demás (Efesios 4.2, Colosenses 3.13); y a ser intolerante con el pecado propio. Se supone que los ministros nunca debieran dejar de ser discípulos.

El enojo es una obra de la carne que debiéramos quitar de nosotros (Efesios 4.31 y Colosenses 3.8). En quienes ha florecido el fruto del Espíritu, está el amor (Gálatas 5.22), y el amor no les permite irritarse porque es benigno (1ª. a Corintios 13.4-5). Los enojos hacen perder la paz, lo cual es una derrota espiritual que al parecer no hemos identificado (Efesios 6.15, Mateo 5.9, Romanos 14.17, Hebreos 12.14).

 

 

4. BUENA TIERRA

Por lo general todos los ministros creen que son buena tierra, y así lo enseñan en su iglesia para promover las ofrendas y los diezmos. Y hacia el exterior, muchos grandes ministros afirman que su ministerio, iglesia o lo que sea, es buena tierra en donde a todo mundo le conviene sembrar, inclusive a los no creyentes. Sin embargo, de acuerdo con lo que dijo Jesús, buena tierra es aquel que escuchando la palabra, primeramente la entiende. Existen muchos ministros que no cumplen esta condición, por lo tanto no son buena tierra, y los frutos que dan, en consecuencia tampoco son buenos, pero se conforman con la cantidad sin tomar en cuenta la calidad. Y esos frutos no buenos son aceptados en las congregaciones porque tampoco ellas son buena tierra. Los pobres nunca exigen calidad, lo que llegue es bueno para el hambriento.

 

5. Tierra prometida

En Éxodo 33.14 vemos que Dios le había dado dos promesas a Moisés, y sin embargo, la segunda no se la cumplió, pues el descanso era entrar en la tierra prometida. Esa no fue infidelidad de Dios, sino de Moisés porque pecó contra Dios en Meriba (Deut. 32.50-52). En el viejo pacto tenían la promesa de Dios de entrar en la tierra de Canaán, descansar en ella al asentarse allí y ya no andar vagando por el desierto. El nuevo pacto contiene mejores promesas que el viejo, y una de ellas es el descanso en el Paraíso (Hebreos 4.8-9), mismo que algunos no alcanzarán (Hebreos 4.1).

Más bien dicho: Muchos ministros no podrán entrar por la puerta estrecha a descansar, aunque quieran, por no esforzarse (Lucas 13.23-24), porque aun cuando hayan tenido fe como para obrar milagros y prodigios (Marcos 16.17), nunca dejaron de hacer maldad (Mateo 7.21-23). No es lo mismo ser perdonados de los pecados anteriores, pero seguir bajo el dominio del pecado (Romanos 6.12) que ser limpiados de toda maldad (1a. de Juan 1.9), para ya no pecar (1a. de Juan 3.6).

6. ABORTOS

El aborto involuntario es una de las maldiciones de la ley dada por Dios a Moisés, y es resultado de la visita que Dios le hace a una mujer por la maldad de ella y sus generaciones anteriores. Es evidente que un feto, un embrión, un bebé, no muere por sus propios pecados; luego entonces muere por los heredados, cuya carga y deuda de muerte se le acumulan a él (Éxodo 20.5). Por lo tanto, el aborto involuntario en una mujer “cristiana”, es consecuencia de que ella no ha sido liberada por Jesucristo (Juan 8.36), no ha sido redimida por Cristo de las maldiciones de la ley (Gálatas 3.10 y 13), porque si ya hubiera sido redimida, no habría para ella ninguna condenación (Romanos 8.1ss); pero como la ley es carne, quienes se someten a alguna de sus ordenanzas no pueden andar en el Espíritu, y siguen sujetas al poder del pecado y de la muerte (1ª. a Corintios 15.56).

En vez de protestar en contra de la legalización del aborto –y de otros extravíos del mundo-, los ministros y las congregaciones redimirían mejor el tiempo (Colosenses 4.5), si se ocuparan en escapar ellos mismos de las maldiciones de la ley dada por Dios a Moisés, y en librar estas batallas en el terreno espiritual, no en la carne.

 

7. LOTERÍA

Si usted tuviera un sueño, una visión, una revelación o una palabra profética referente a que comprara cierto número para el sorteo de la lotería nacional, porque Dios le quiere bendecir con 1 millón de pesos, ¿Qué haría usted? Lo compraría por supuesto, aunque no mediara un castigo por no hacerlo.

En la gran mayoría de las iglesias “cristianas” se practican ritos, tradiciones y costumbres a las que se les concede mucho valor, pero de las cuales Jesús nunca dijo que habría premio por hacerlas, ni tampoco que habría castigo por no hacerlas. Por el lado contrario, muy poco se predica, no se le concede importancia ni se estimulan unos a otros a hacer ciertas buenas obras (Efesios 2.10), que a quienes las hayan practicado en esta vida mientras estaban en el cuerpo (2ª. a Corintios 5.10), en aquel día Jesús los llamará “benditos” y les dará el reino por herencia; pero a quienes no las hayan hecho, los llamará “malditos” y los enviará al fuego eterno (Mateo 25.31-45).

Se supone que lo más valioso para los ministros, es entrar al reino de los cielos (Lucas 13.24), ganar a Cristo para sí mismos (Filipenses 3.8), alcanzar el premio del supremo llamamiento, que es su salvación (3.14), no ser eliminados habiendo sido heraldos para otros (1ª. a Corintios 9.27). A nadie le valdrá decir: “Señor, no las hice porque yo era tu siervo y estaba muy ocupado haciendo la obra del ministerio, tú sabes bien que . . . . . . . . . . .” (Stgo. 2.14-16).

 

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