El pentecostalismo en Puerto Rico. Varios documentos.

En Puerto Rico, ¿temor al pastor?

Muchos pentecostales puertorriqueños saben en su corazón que serios errores doctrinales, manipulación emotiva-psíquica masiva, mercadería rampante y pecados sexuales se están proliferando rápidamente en las múltiples ramas del pentecostalismo en la isla. Algunos hasta expresan abiertamente su preocupación y desacuerdo. Pero, ¿cuántos toman acciones para corregir, o simplemente abandonan al pentecostalismo en busca de alguna iglesia más bíblica? ¿Cuántos temen tanto a su “pastor, pastora, reverendo, apóstol” que no se atreven a decir ni una palabra, quedándose callados, sojuzgados, bloqueados? ¿Por qué tanto temor al pastor?

Amado, ningún pastor pentecostal puertorriqueño habla de parte de Dios. Ninguno de ellos habla por inspiración sobrenatural divina.

Porque Dios reveló, mediante el Espíritu Santo, “toda la verdad” a los apóstoles de Jesucristo en el Siglo I. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad…” (Juan 16:13). Esta promesa Cristo se la hizo a sus apóstoles, no haciéndosela extensiva a otros portavoces después de ellos. Así que, los apóstoles del Siglo I recibieron “toda la verdad”, y la tenemos toda en el Nuevo Testamento.

Revelando el Espíritu Santo “toda la verdad” a los apóstoles, y “confirmando” el Señor “la palabra con las señales que la seguían” (Marcos 16:20), no dejó pendiente la revelación de verdades adicionales que trajera mensajero alguno después del Siglo I. El apóstol Juan escribió Apocalipsis en el año 95 d. C., y con este libro el Espíritu de Dios completó la revelación de “toda la verdad”, incluso toda profecía inspirada. Dado, pues, que todo el “nuevo pacto” de Cristo fue revelado en el Siglo I, este “nuevo pacto”, “…una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade” (Gálatas 3:15), so pena de sufrir plagas apocalípticas, quitándose “su parte del libro de la vida” (Apocalipsis 22:18-19).

Preciosa alma, reclamar inspiración divina sobrenatural es reclamar tener el mismo poder y autoridad que tenían los apóstoles del Siglo I. Suponiendo que alguien recibiera de Dios hoy día tal poder y autoridad, sus ponencias o escritos tendrían la misma validez, valor y autoridad que los escritos del Nuevo Testamento. Por consiguiente, podrían añadirse al Nuevo Testamento, y de ahí haría falta imprimir una nueva edición de la Biblia que incluyera supuestas nuevas revelaciones divinas sobrenaturales. Pero, ningún pastor de Puerto Rico, o de cualquier otro país, que reclame semejante inspiración para sus exhortaciones, profecías o sueños ha mandado a imprimir tal Biblia. Ni tampoco sus seguidores. ¿Por qué? Simple y llanamente, porque no se atreven a añadir sus mensajes al Nuevo Testamento impreso. Verbalmente, públicamente, añaden, efectivamente, al Nuevo Testamento, pues reclaman inspiración sobrenatural para sus mensajes, pero ningún pastor dice, hasta dónde sepa este servidor: “Dios me habla, Dios me revela, Dios me ha dicho en sueño... [tal o cual cosa] y con esto estoy ampliando el Nuevo Testamento, añadiendo nuevo material a lo ya revelado, nuevas verdades, nuevas directrices, nuevas profecías para el mundo y la iglesia. Mi palabra es tan autoritativa como la de los apóstoles Pablo, Juan y Pedro.

Distinguido lector, vuelvo a recalcar que ningún pastor pentecostal puertorriqueño recibe revelaciones inspiradas sobrenaturalmente de parte de Dios. No puede. La revelación de “toda la verdad” fue efectuada, terminada y sellada antes de la muerte del último apóstol en el Siglo I. No temo confrontar a todo pastor pentecostal con esta verdad. Lo hago amigablemente, sin ánimo de despreciar, ofender o lastimar. No se trata de críticas o juicios injustos, mucho menos malintencionados, sino de la simple declaración de una realidad que estimo irrebatible.

Comprendida y aceptada esta realidad, “temor al pastor” se desvanece, como el calor y la luz del sol hacen desaparecer neblinas y tinieblas. Sus amenazas de “blasfemia contra el Espíritu” para cualquiera que cuestione su autoridad y poder ya no amedrantan. Sus fulminaciones airadas contra “apóstatas, rebeldes, desobedientes al pastor” se desinflan tal cual un gran globo lleno de aire caliente perforado por algún instrumento afilado, siendo el “instrumento afilado” en este caso la verdad puesta de relieve en este artículo, a saber, ¡ningún pastor del presente es la voz inspirada de Dios en el planeta Tierra!

Así que, por mucho que grite cualquier pastor “Dios me ha dicho… Dios acaba de revelarme… Dios me ha hablado en sueños… el Espíritu Santo me ha dado este mensaje para la iglesia, para el mundo, para fulano, para mengana”, se equivoca. De la mismita manera que se equivocaron los falsos pastores y profetas de Israel en el tiempo de Jeremías y Ezequiel. Aquellos hablaban “visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová”, alimentando con “vanas esperanzas”. Acerca de ellos Jehová dijo: “No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban”. Profetizaban “mentira en mi nombre, diciendo: Soñé, soñé”; profetizaban “el engaño de su corazón”. “¿No piensan cómo hacen que mi pueblo se olvide de mi nombre con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero…?” “He aquí que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho… …yo no los envié ni los mandé” (Jeremías 23:16, 21, 25-27, 31-32; Ezequiel 13). El paralelo entre aquellos y los del presente es asombroso, dramático, totalmente acertado, y todavía más cuando se leen los textos completos de Jeremías 13 y Ezequiel 13.

Le ruego encarecidamente, querido lector, tolerarme un poco, pues no quiero hacer daño a ningún alma que ame a Dios, procurando salvarse. Me incumbe decir lo que pudiera resultar bien lastimoso, pero lo que deseo es que abra el entendimiento, acabando con temores dañinos y contraproducentes. Los pastores y autonombrados profetas de actualidad que endulzan sus lenguas diciendo Él ha dicho, o se las afilan con expresiones similares, aprendieron su forma de hablar, sus gestos, sus mensajes, sus actitudes, su arrogancia (en el caso de no pocos), su hábil manejo psicológico de sentimientos y emociones, sus lenguas jerigonzas, etcétera, etcétera, de generaciones pasadas de pentecostales. A su vez, aquellas generaciones habían aprendido todo lo típico del pentecostalismo, de William J. Seymour y su séquito de simpatizantes, fundadores del pentecostalismo, teniendo esta religión su origen en Los Ángeles, California durante las primeras dos décadas del Siglo XX. Ninguno lo aprendió leyendo el Nuevo Testamento, pues no se encuentra en este “nuevo pacto” de Cristo absolutamente nada parecido al pentecostalismo. Y lo que no se halle autorizado en el Nuevo Testamento no es de Dios.

Resulta, pues, de vital importancia sobreponerse a ese debilitante, desorientador y subyugante “temor al pastor”; deshacerse de semejante “temor”. Despejar su mente y espíritu de tal “temor al pastor”, para así poder discernir y apreciar sabiamente realidades espiritualidades que impactan su vida y alma. Aunque el pastor pentecostal típico resista con todo su ser aceptarlo, él mismo necesita urgentemente ayuda espiritual. Quizás la suya, perspicaz lector. ¿Quién es él? Se cree instrumento especialmente escogido por Dios, con poderes sobrenaturales de Dios y autoridad para hablar de parte de Dios. “Dios me habla… Dios me da el mensaje… Dios me revela en visiones y sueños… Tengo dones sobrenaturales… Profetizo… Hecho fuera demonios.” Fluyendo tumultuosamente estas corrientes de doctrinas y proyecciones pentecostales a través de su mente, a manera de vientos huracanados incesantes, se alinean sus pensamientos, creencias y convicciones en conformidad a la dirección del flujo, de tal modo que se le hace sumamente difícil analizar objetivamente su identidad. Lo veo como el árbol Divi Divi de Aruba. Sujetos día y noche a fuertes vientos alisios, todos los ganchos de este árbol crecen horizontalmente en una sola dirección. ¿Y quién los enderezará si el viento no cesa de soplar tan duro? En cuanto a la verdadera identidad espiritual del pastor pentecostal medio de Puerto Rico, percibo dos posibilidades: (1)  O será víctima más o menos inocente de poderosas fuerzas religiosas que él mismo no supiera evaluar por carecer de suficiente conocimiento bíblico, (2) o se habrá convertido en líder religioso mal motivado, propulsado por deseos carnales –enriquecerse mediante diezmos, “evangelio de prosperidad” y otras mercaderías; ser alabado, ensalzado, glorificado; enseñorearse de mentes y almas, sentirse poderoso, hacer el papel de un “dios” en la tierra. Comoquiera que sea, le urge rehabilitación espiritual. ¿Quién se la proporcionará? Tal vez usted, respetado lector, con tal de perder “temor al pastor”. ¿O acaso seguirá sosteniendo sus manos en alto, entregándole su alma, como también diezmos, ofrendas especiales y otras dádivas?

El árbol Divi Divi, de Aruba. ¿Así alineados los pensamientos, creencias y convicciones del pastor pentecostal típico de Puerto Rico? En la dirección de fuertes corrientes del pentecostalismo fundado en Los Ángeles, California, a principio del Siglo XX. ¿Quién será capaz de enderezar los ganchos de tal árbol?

A propósito, ¿se siente usted preocupado al observar tanto materialismo arrollador en el pentecostalismo moderno? Como que casi todo gira sobre dinero, riquezas, prosperidad material, contratos con Dios, salud física, superación personal, entretenimiento, espectáculos religiosos, aun dominio en renglones políticos. Los propulsores de este materialismo vestido de religiosidad buscan diligentemente textos y ejemplos bíblicos para sostener sus mensajes llenos de egoísmo y vanidad, tergiversando los que piensan encontrar y añadiendo a lo que dice la Biblia. Pero, se supone que todo cristiano, aun neófitos en la fe, tengan al menos conocimiento elemental de lo que enseñan Dios, Cristo y el Espíritu Santo en torno al afán por lo terrenal, el amor al dinero, el peligro de las riquezas.

-Por ejemplo, “…gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento… Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6:6-8). Pero, los pastores en general no están “contentos” de modo alguno con lo que tienen. Quieren más y más. Como aquel que tenía su buena casa en Levittown, pero no contento con aquella, seguía haciendo mercaderías en el nombre de Dios hasta poder comprar una casa lujosa en una urbanización de ricos. ¿Qué pasa? Creyéndose inspirados por Dios, ¿ya no leen la Biblia? ¿Desconocen lo más fundamental de la vida en Cristo: fuerte énfasis sobre lo espiritual, acumular tesoros en el cielo, no enredarse “en los negocios de la vida” mundana (2 Timoteo 2:4)? Aman diezmos, ofrendas para el pastor, prosperidad material, aun lujos. ¿Se les olvida que “raíz de todos los males es el amor al dinero”? “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6:9-10). Efectivamente, los pastores amantes del dinero se extravían “de la fe” de mil maneras, arrastrando tras sí a sus simpatizantes, los que les mantienen en sus puestos, no teniendo estos puestos de “un solo pastor sobre una congregación, reverendo, pastora, apóstol varón, apóstol hembra”, etcétera, precedente o autorización bíblica alguna.

-“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24; Lucas 16:13). Más sin embargo, un porcentaje alto de los pastores en Puerto Rico van tras riquezas, especialmente los proponentes del “evangelio de prosperidad”, y del “evangelio de células”.

-Instruyó el Señor Jesucristo: “31No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:31-33). Pero, tantos pastores se afanan no solo por lo esencial sino también por riquezas y lujos, explotando al máximo a sus seguidores ingenuos, mal instruidos, también avaros muchos de ellos, dispuestos a diezmar para recibir de vuelto diez veces más, según sus proyecciones y esperanzas puramente materialistas.

Pese a estas normas tan claras y múltiples advertencias muy explícitas acerca de mercaderes religiosos “…por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas…” (2 Pedro 2:1-3; 1 Timoteo 6:3-5)- en Puerto Rico cientos y cientos de pastores pentecostales, hasta miles, siguen sacando, cada año, millones y largos millones de dólares de bolsillos puertorriqueños. No se exagera. Debiendo pagar impuestos como “persona empleada por cuenta propia”, ¿cuántos de ellos esquivan la ley, arreglándoselas para no pagar nada? Templos, casas, vehículos, cuentas bancarias y otros haberes a nombre de alguna organización religiosa, todo exento de contribuciones, más sin embargo, pertenecientes en realidad al pastor y su familia. Se trata, pues, de engaños, subterfugios, incumplimiento de leyes, y por ende, de serios pecados cometidos por infinidad de pastores puertorriqueños. Sus “ministerios independientes”, concilios e iglesias pueden clasificarse, con raras excepciones, como empresas de fachada religiosa que mercadean con lo material, cuyos dueños cazan “las almas… para mantener así” su “propia vida” (Ezequiel 13:18-20). En la actualidad, estos dueños de negocios religiosos presionan al gobierno de Puerto Rico, tratando también de librarse de pagar el IVU. Todo esto, y muchísimo más, evidencia cómo el pentecostalismo en Puerto Rico ha sucumbido al materialismo. Respetado lector, ¿esto le ofende? Pues, yo, personalmente, me siento indignado por el magno daño que todo esto está causando a la verdadera causa de Dios en Puerto Rico.

Un número creciente de pentecostales ya sabe que los diezmos fueron abolidos en la cruz cuando el sacerdocio levítico, juntamente con las demás “ordenanzas de culto” de aquel “primer pacto” (Hebreos 9:1-10), fue terminado. “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7.12). Estos tienen más conocimiento bíblico que casi todos los pastores. Pero, ¿qué hacen? No pocos de esta categoría siguen sujetos a la tiranía espiritual de su pastor, mientras otros optan por irse al mundo y una pequeñísima minoría intenta encontrar una iglesia más bíblica.

-Ahora bien, el sentido común dicta que si el pastor no sabe la verdad de la Biblia sobre la abolición de diezmos, ni comprende que la antigua ley de Moisés caducó en la cruz, doctrina absolutamente fundamental del Nuevo Testamento (2 Corintios 3:5-17; Hebreos 8:6-13), entonces el Espíritu de Dios no obra en él, pese a sus reclamos. No cuenta con inspiración divina sobrenatural. ¿Por qué tenerle temor? Él mismo necesita instrucción, porque en ignorancia bíblica está sumido. Disculpe, culto lector, la dureza de la expresión. Recurro adrede a esta forma de expresarme en el humilde esfuerzo de llamar atención a una realidad a su vez durísima, a saber, que los pastores pentecostales puertorriqueños se niegan, generalmente, a confrontar su profundo desconocimiento de la “sana doctrina” de Cristo (Hebreos 6:1-3; 2 Juan 9-11; 1 Timoteo 4:6, 16). Esta ignorancia se torna peligrosísima para las almas que los escuchan en sus mensajes evangelísticos, pues referidos pastores demuestran ser incapaces de siquiera predicar correctamente las condiciones para perdón de pecados establecidas por Cristo en la Gran Comisión. Creer y arrepentirse predican sí, pero eliminan bautizarse “para perdón de los pecados” (Marcos 16:15-16; Mateo 28:18-20; Hechos 2:37-47), cosa que nunca hicieron los apóstoles y evangelistas del Siglo I, ya que dondequiera que fueran predicaban el bautismo “para perdón”, no postergando el bautismo para ninguno, ni relegándolo a segundo plano como mero “símbolo” (Hechos 8:26-40; 16:26-40; 22:16, y otros).

-¡Ah!, claro, el pastor medio se cree señor y dueño de la verdad divina, y de ahí la reverencia que sus ovejas le rinden servilmente, temiéndole. Pero, “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” (Jeremías 17:5).

Bueno, al menos algunos están perdiendo ese infundado “temor al pastor”. Entre ellos, no faltan los que quisieran encontrar a una iglesia más bíblica. Me parece percibir una problemática que bien pudiera entorpecer o frustrar su búsqueda. Se trata del concepto de “iglesia fría, iglesia muerta”. Los pastores pentecostales acostumbran tildar de “iglesia fría, muerta” a la iglesia ordenada, y esta idea está impregnada tanto en la psiquis del pentecostal medio que se le hace difícil proyectarse como feligrés de una iglesia que no esté “avivada” al estilo pentecostal. Pienso que de nuevo haría falta más conocimiento bíblico con el fin de sustituir por aquel cuadro mental no bíblico de “iglesia avivada” el cuadro auténticamente divino de “iglesia ordenada, pero no muerta”. “Hágase todo decentemente y con orden”, exhorta el Espíritu Santo en 1 Corintios 14:40, habiendo dicho anteriormente “Hágase todo para edificación” (1 Corintios 14:26), y también “Dios no es Dios de confusión…” (1 Corintios 14:33). Luego, encontramos que el apóstol Pablo alaba a la iglesia en Colosos por su “buen orden”. “…gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo” (Colosenses 2:5). Iglesia ordenada, bien organizada, plenamente viva en el Señor, sin griterías, alborotos, confusión de voces, desórdenes. He aquí, el cuadro correcto de la iglesia bíblica. “Quítense de vosotros toda… gritería…” (Efesios 4:31). Así que, las iglesias cuyos feligreses gritan, hablan todos a la vez, participan en desórdenes y provocan confusión son realmente las “iglesias muertas”. Una vez más, escribo palabras fuertes, pero no para lastimar sino con el propósito de poner las cosas en perspectiva correcta. He citado varios textos de la Biblia, meramente haciendo una deducción obvia, sin ánimo de ofender. ¿Y qué? Se le aplaude al pastor pentecostal que dice, a todo pulmón, “muerta” a la iglesia ordenada, contradiciendo los textos bíblicos sobre “buen orden”. ¿Es esto justo, recto, una reacción objetiva, informada?

-Respetado pentecostal que va en busca de una iglesia más bíblica, permítame animarle a llevar en su mente el cuadro de una iglesia ordenada, según las directrices del Espíritu Santo. La tal iglesia no será “fría” ni “muerta” según parámetros bíblicos sino dedicada a adorar “en Espíritu y en verdad”, entregada a la vida de santidad y hacedora de abundantes obras tanto evangelísticas como benévolas. Regida por el Nuevo Testamento de Jesucristo, y no por la antigua ley de Moisés, no impone el yugo de esclavitud de aquella ley de Sinaí abrogada en la cruz sino se regocija “en la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gálatas 5:1-15). Cordialmente, le invitamos a conocer y disfrutar esta gloriosa “libertad” en Cristo.

 

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