El ALMA

Evidencias de la creencia en la supervivencia
del ser humano desde tiempos remotos

“…una gran ciudad de la que no se podía retornar”

 

Ruinas de la ciudad de Ur de los Caldeos, fotografía que ilustra el tema El alma según creencias de los sumerios, acadios y otros pueblos de tiempos remotos.

En esta escena, ruinas de la antigua ciudad de Ur de los Caldeos,
ciudad de donde salió Abraham para la Tierra prometida.

 

“La idea de la supervivencia de la persona en un más allá, habitando en una gran ciudad de la que no se podía retornar –una especie de infierno, llamado en sumerio Trigal y en acadio Irkallu- idea perceptible desde las épocas más lejanas, motivó la construcción de tumbas y la ejecución de determinados ritos funerarios. Después de las primeras tumbas de simple fosa, ya en época arcaica los sumerios procedieron a construir enterramientos de cierta categoría, como los hallados en los cementerios de Kish y sobre todo en él de Ur. En este último caso con un total de 1.850 tumbas, pertenecientes tanto al pueblo como a la realeza” 

Historia de la humanidad. Mesopotamia. Página 43.

Federico Lara Peinado

Arlanza Ediciones, S.A. Madrid

 

Esta obra  fue hallada en una tumba de la ciudad de Ur de los Caldeos, fotografía que ilustra el tema El alma según creencias de los sumerios, acadios y otros pueblos de tiempos remotos.

Esta obra fue hallada en una tumba de la ciudad de Ur de los Caldeos.

Observaciones. La calificación que hace el escritor Federico Lara Peinado de la “gran ciudad” que esperaran los sumerios y acadios después de la muerte como “una especie de infierno” parecería ser una interpretación suya, pues el concepto de “infierno” no armoniza con él de “gran ciudad”. De todos modos, lo que queremos resaltar es la creencia en la supervivencia de la persona en un más allá” que tenían no solo los sumerios y acadios sino otras gentes desde tiempos muy remotos.

Esta creencia y el concepto de una “gran ciudad” futura como morada del alma-espíritu se encuentran a través de la Biblia. A continuación, unos textos como ejemplos.

 

Hebreos 11:8-10 y 13-16

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.

Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;

10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

 

13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;

15 pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.

16 Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

 

Hebreos 11:22

“…os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles.”

 

Apocalipsis 21:2, 11-14, 22-25

“Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

10 Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,

11 teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.

12 Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel;

13 al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas.

14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.

 

22 Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.

24 Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.

 


 

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