Mente y espíritu. Salud mental y espiritual. Más de sesenta y cinco artículos, mensajes e intercambios en esta Web.

Sermones en esta Web. Más de ciento diez. De texto completo. Audio. Video. Para PowerPoint.

Profesional chileno nos recrimina duramente. Eleva a "las personas" por encima de cualquier otra consideración. Dice no ser ateo, pero su mensaje destila puro humanismo.

Amor definido por evolucionistas darwinianos. Análisis a fondo de sus afirmaciones y argumentos.

¿Me puedes decir lo que es el amor? Réplica de evolucionistas darwinianos. Réplicas del clero católico romano. Réplicas de pentecostales y demás practicantes del evangelio de prosperidad. En adición a Réplicas de jóvenes. Amores en el siglo XXI.

 

Lo que más aman los latinoamericanos. En general, ¿todo menos la verdad? Gira en busca de la Verdad en los países de la América Latina.

 

Amar a la familia y a los vecinos

Amar a todas las personas

 

 

Amar a DIOS

Amar a la VERDAD

Amar y OBEDECER

Amar, pero DESOBEDECER

 

   

 

¿Confusión sobre distintos amores y prioridades espirituales?  

 

A.  ¿Cuál amor es más importante? ¿El amor por las personas o el amor por la verdad divina? Al considerar seriamente todo lo que hace la verdad de Dios, según los textos citados a continuación, tendríamos que responder que el amor por la verdad revelada por Espíritu Santo es, definitivamente, más importante que el amor por las personas.

1. “Las personas” no pueden salvarnos del castigo eterno ni otorgarnos inmortalidad en el nuevo mundo venidero. En cambio, "toda la verdad" de Dios revelada por el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento (Juan 16:13) tiene poder para:

a)  Santificar. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17).

b)  Librar de engaños, mentiras, falsedades, ritos estériles, tradiciones vanas (Mateo 15:1-9) y el yugo del Antiguo Testamento (Gálatas 5:1-4). “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

c)  Hacernos nacer de nuevo. “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad” (Santiago 1:18).

d)  Purificarnos a través del sacrificio de Cristo. “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad (1 Pedro 1:22).

e)  Salvar. Es preciso recibir “el amor a la verdad para ser salvos” (2 Tesalonicenses 2:10).

f)  Llevarnos a la luz. “Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3:21).

g)  Producir gozo. “El amor… se goza de la verdad” (1 Corintios 13:4-6).

h)  Lograr que escapemos de la ira y el enojo de Dios. “Pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad” (Romanos 2:8). “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” (Gálatas 5:7; 3:1).

i)  Hacer crecer. “Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:15).

2. El propio Jesucristo amaba a la verdad más que a las personas. Lo entendieron aun sus enemigos quienes dijeron: “Maestro, sabemos que eres AMANTE de la VERDAD, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras las apariencias” (Mateo 22:16). Estimado lector, ¿es usted “amante de la verdad”, enseñando “con verdad el camino de Dios”? ¿O acaso esté más pendiente a las personas que a la verdad? Desde luego, equivocarnos de prioridades espirituales puede que resulte fatal para el alma.

B. ¿Hay quienes aman más a las personas que a la verdad? Sin duda, ¡gran número!

1. ¿Cuántos seres humanos aman a sus padres, hijos, abuelos y demás familiares, sin preocuparse, en absoluto, por la verdad de Dios en la Biblia? ¿Los salvará su “amor por familia” en el Juicio de las almas? No leen la Biblia, ni oyen “la palabra de verdad, el evangelio de… salvación” (Efesios 1:18). El “amor por familia”, sin aprender y obedecer la voluntad de Dios el Padre, no es suficiente para alcanzar salvación eterna.

¿Amaba Cristo a su familia terrenal? Sin lugar a dudas. Sin embargo, ordenando distintas clases de amor y prioridades espirituales, pregunta: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?”, contestando él mismo: “Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 12:46-50). ¿Dónde se divulga “la voluntad de mi Padre”? En el Nuevo Testamento. ¿Conoce usted y está obedeciendo “la palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvación” en el Nuevo Testamento?

2. ¿Cuántos seres humanos aman a amigos, compatriotas y aun a toda la humanidad, sin que les importe en nada la verdad de Dios en la Biblia? ¡Elevado número!, al juzgar por las muchas profesiones al respecto. No leen la Biblia; desprecian a iglesias, predicadores, pastores y sacerdotes. Su criterio se recoge en la siguiente expresión: “Las personas primero; la “verdad” es relativa, y, por consiguiente, secundaria”. La filosofía de los tales es de índole humanista, o sea, “el bien y la felicidad de los humanos, de la humanidad, por encima de todo, sin incomodar a ninguno con supuestas verdades absolutas”. Entre los humanistas no faltan quienes confiesan “creer en Dios”, pero está en tela de juicio su “fe”, pues no aman la verdad de Dios revelada en la Biblia. De no amarla, ¿en qué “dios” creen?

3. ¿Cuántos creyentes en Dios aman más a las personas que a la verdad? Un porcentaje muy alto, conforme al comportamiento y las actitudes observadas. Creen en el Dios de la creación y de la Biblia, pero aman más a sus líderes espirituales, a sus compañeros de la misma fe o a su iglesia que a la verdad revelada en el Nuevo Testamento. No toleran que se analice críticamente su doctrina, práctica, iglesia, pastor, evangelista, predicador, profeta, sacerdote, etcétera. Se enojan. Rehúsan someterse al escrutinio espiritual objetivo. Al señalárseles alguna verdad de la Biblia que están contradiciendo o que no están practicando, se les nublan los ojos, se muda el semblante y terminan rechazando, aun con coraje, la verdad presentada, porque aman más su propio ego que no admite corrección, o aman más a “mi iglesia”, “a mis hermanos y hermanas”, que la pura verdad de Dios. 

“Amo a mi pastor. Él es un verdadero siervo de Dios, tan humilde, amoroso, bueno. Él sí que sabe Biblia y no me va a engañar.” ¡Ojala que no lo haga! Con todo, el Espíritu Santo exhorta, mediante la pluma de Juan, el apóstol de amor: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4:1).

C. ¿Se puede amar a Dios, sin conocer, amar u obedecer la Biblia, en particular, el Nuevo Testamento de Cristo?

1. De cierto, existen personas que afirman tener tal “amor”. “Yo no sé casi nada de Biblia. La leo de vez en cuando, sin entender gran cosa. Pero, veo a Dios en la naturaleza y en los seres humanos, y le amo mucho.” Las personas de este género no suelen preocuparse por la verdad revelada en el Nuevo Testamento; no la buscan, no la aman, pero “aman a Dios”, según afirman confiadamente.

2. Semejante “amor a Dios”, ¿cómo clasificarlo? Quizás como mal informado, incompleto, sentimental. ¿Podrá salvar? Pues, no nos toca emitir juicios sobre destinos eternos. Sin embargo, nos convendría a todos saber, entender y aplicar a nosotros mismos los siguientes textos bíblicos.

a) “Pues ESTE ES EL AMOR A DIOS, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).

b) “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

c) “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Juan 14:21).

d) “El que me ama, mi palabra guardará… El que no me ama, no guarda mis palabras” (Juan 14:23-2 ).

e) Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:10).

A todo aquel que ama la verdad divina por encima de todo, no hay por qué seguir dando vueltas al asunto, pues para el tal es del todo evidente el eslabón inquebrantable entre, por un lado, el “amor a Dios” que salva, y, por el otro, conocer y guardar los mandamientos de Cristo. ¿Amar a Dios sin aprender y obedecer su palabra? Será posible, pero es obvio que ese tipo de amor no satisface a Dios, y por ende, no salva. Por mucho que satisfaga o llene al que lo siente, no es el amor que nos enseña Cristo. Reiteramos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos.”

“¡Ah!, pero Señor, yo te amo sin conocer tus mandamientos. ¡Tan grande amor siento por ti! ¿Qué tienen que ver los mandamientos con mi amor, Señor? Tú sabes que no me gusta leer mucho; todavía menos estudiar doctrina. Pero, te amo, y eso es lo que cuenta, ¿verdad?” ¿Pensamientos y expresiones de espíritu chiquillo? “Papito, me mandaste a limpiar mi cuarto. No lo hice, ("ni pienso hacerlo", cruce, acaso, por su mente). Pero, ¡te amo tanto, papito! Estás contento conmigo, ¿sí?”

¿Amor infantil? De cierto, no se trata de un amor maduro, inteligente o bíblico.

Ese amor sentimental de “Papito Dios, ¡bendito!, tú eres tan bueno para con todos nosotros los seres humanos”,más nos vale no sustituirlo por “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37).  ¡Qué conste: no solo con el corazón y el alma sino también con la “mente”! O sea, también con el intelecto, el entendimiento y la razón, facultades que nos capacitan para aprender los mandamientos de Dios, la verdad de Dios.

D. ¿Es más importante socorrer a los afligidos que enseñar la verdad de Dios en el Nuevo Testamento? Ambas obras son extremadamente importantes, pero enseñar la verdad de Dios es la más importante.

1. Supongamos que aliviáramos los sufrimientos de todos los desventurados en todo el mundo, ¿nos salvaría Dios, eternamente, aunque no aprendiéramos ni obedeciéramos su “palabra de verdad… el evangelio de salvación”? Desde luego, él es quien tiene la última palabra. Sin embargo, nos ha instruido ampliamente sobre la importancia para él de “la verdad”, conforme a sus designios, para nuestra reconciliación y eterna salvación. ¿Suprimirá él sus condiciones para perdón en virtud de nuestras buenas obras? Personalmente, no pienso arriesgarlo. Seguiré, con el favor del Señor, enseñando “palabra de verdad” (2 Corintios 6:7), sin dejar de hacer “bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10).

2. Sustituir obras de caridad por la proclamación de “la verdad del evangelio” (Gálatas 2:5) es frustrar el propósito de Dios de “salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Corintios 1:21). Las obras, por importantes e indispensables que sean, no salvan. El “evangelio… es poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16), pero ¿lo callaremos, optando por hacer “obras de caridad”? Esto es precisamente lo que muchos “cristianos” e “iglesias” están haciendo últimamente: ya no proclaman ni sufren la “sana doctrina”, teniéndola por demasiado “controversial”. Prefieren dar prioridad a “obras”. En realidad, invierten prioridades espirituales.

3. Nuestras "buenas obras" se validan ante Dios al obedecer nosotros la verdad de Dios.

a) Muchos pecadores impenitentes, incluso mafiosos de todo tipo, hacen obras de caridad. Algunos escépticos, ateos y paganos tienen misericordia de personas que sufren. ¿Aseguran sus obras salvación en el Juicio de las almas?

b) Gran número de religiosos de toda categoría moviliza proyectos y misiones a favor de las masas carentes de lo más básico. ¿Recibirán todos y cada uno la corona de vida, no siendo determinantes en nada sus creencias o prácticas religiosas, bien que sean idólatras, herejes, judaizantes, falsos apóstoles, falsos profetas o falsos maestros; usurpadores, dictadores eclesiásticos o de cualquier otro grupo condenado por Dios? Bien se sabe que no. Aun lo bueno que tienen les será quitado si no obedecen la verdad de Dios para salvación. "Y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera" (Mateo 25:29-30).

c) Recitar sus buenas obras ante el Juez Cristo en aquel día de arreglar cuentas, ¿de qué le aprovechará si no obedeció los demás mandamientos del Señor? No le salvarán sus obras sino el haber obedecido el evangelio de salvación: creer, arrepentirse, confesar el nombre de Cristo, bautizarse para perdón de pecados, perseverar en la doctrina de los apóstoles, vivir en santidad (Marcos 16:15-16; Hechos 2:37-47; Romanos 6:3-7), etcétera, etcétera. En fin, reconciliarse para con Dios por medio de obedecer su verdad, luego hacer buenas obras. Prioridad a la obediencia, y no a las obras. Pero, al obedecer, no olvidarse de las obras, "porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras" (Efesios 2:10).

E. ¿Es más importante meternos los predicadores y maestros del evangelio de Jesucristo en barras, prostíbulos, pubs, discotecas, puntos de droga, clubes nocturnos, pistas de baile, cines, negocios de materias pornográficas, playas donde pululan bañistas casi desnudas o desnudos, etcétera, proclamando arrepentimiento, que “enseñar… redargüir… corregir… e instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16-17) a multitudes de seres humanos más serios, sobrios, inteligentes y deseosos de conocer a Dios; de llegar al “conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4) de Dios y salvarse eternamente?

1. Sin duda, los viciados, chiflados, burladores, hedonistas, humanistas y ateos del mundo necesitan urgentemente de la verdad de Dios. Con todo, ¿cuántos de ellos caen en la categoría de “perros” “cerdos” que jamás aprueban “tener en cuenta a Dios” (Romanos 1:28)? Aconseja el propio Señor: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6). Algunos atrevidos “siervos del Señor” han sufrido en carne viva las consecuencias dañinas de hacer caso omiso a este consejo divino.

2. En contraste con las personas más depravadas, violentas y lejos de Dios, identificamos a una gran multitud más decente, tranquila y ordenada, consciente de Dios, más cerca de él, más propensa a buscar de él, más interesada en su mensaje, aun deseosa de complacerlo en su vida cotidiana, reconciliarse y salvarse eternamente. ¿Con qué lógica desatender a estas almas más nobles, dándo prioridad a los más malos? De mi parte, daré prioridad a quienes tienen “sed de Dios”, sed de la verdad, de justicia; a quienes “buscan gloria y honra e inmortalidad” (Romanos 2:7).

a) Una parte sustancial de los estudios espirituales que ofrecemos se preparó y se presenta para estas almas nobles que aman la verdad de Dios.

b) Los recursos para investigaciones religiosas disponibles en este sitio de Internet se desarrollan para estas almas nobles, amantes de la verdad, que no temen profundizar en doctrinas, credos, prácticas, etcétera, precisamente, porque su propia prioridad es descubrir la pura y completa verdad de Dios.

c) “¡Malgastan energías y dinero!”, exclaman algunos que nos visitan, escandalizados por ciertos temas no a su gusto, añadiendo: “¿Por qué no dedicarse más bien a rescatar a alcohólicos y drogadictos, o a brindarles socorro a los menesterosos?” Pues, querido lector, respetada lectora, esto lo hacemos, pero no es nuestra prioridad número uno por las razones expuestas desde el principio de este estudio. La predicación y la exposición de “toda la verdad” revelada por el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento (Juan 16:7-15es nuestra misión prioritaria, misión que entienden y respaldan quienes aman la verdad de Dios por encima de todo, pero que no entienden y censuran quienes aún no hayan aprendido a amar la verdad divina más que cualquier otra cosa.

F. Prioridades espirituales. Sobre todo, ¡amar la verdad de Dios!

1. Amar la verdad es amar a Cristo, pues él es “el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

2. Amar la verdad es amar al Espíritu Santo “porque el Espíritu es la verdad” (1 Juan 5:6).

3. Amar la verdad es amar a Dios, el Padre de la verdad. “Todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15). Porque yo no he hablado de mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me la ha dicho” (Juan 12:49-50).

4. Enseñar al prójimo toda la verdad de Dios evidencia amor por el prójimo. Denegarle la verdad “por no lastimarlo” es hacerle una gran injusticia.

5. Enseñar al prójimo menesteroso la verdad de Dios, pero no atender a sus necesidades materiales, pudiendo hacerlo, sería fallar gravemente en la plena aplicación práctica de la ley del amor divino.

G. Conclusión. Ordenemos nuestras prioridades espirituales conforme a las instrucciones de la Deidad para poder cumplir cabalmente su voluntad en la tierra, evitando malgastar palabras, mensajes, energías, talentos o tiempo.

Escribe Homero Shappley de Álamo

 


 

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