Muchos intercambios y estudios en esta Web sobre la vigencia y aplicación de los dos Testamentos

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Intercambios sobre el Antiguo Testamento y el Nuevo, su vigencia y utilidad.

El contraste en esta imagen fractal entre la parte superior y la inferior ilustra el contraste entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, gráfica que identifica un Intercambio sobre la antigua ley de Moisés y la nueva ley de Cristo, Página en editoriallapaz.org.

El contraste en esta imagen fractal entre la parte superior y la inferior ilustra el contraste entre el Antiguo Testamento y el Nuevo.

 

Rony, Gustavo y Homero discuten varias doctrinas claves

Algunos puntos abordados

-“…estando en gracia no se desecha la ley.”

-La ley “no es un régimen muerto sino un régimen nuevo.”

-“El nuevo pacto ya está en nuestros corazones.”

-“…lástima que gente como usted se dediquen a hablar en contra de la ley de Dios.”

-“…si el Viejo Testamento es quitado, ¿dónde está el fundamento del Nuevo. Cristo es el centro del Viejo y el centro del Nuevo.”

-“Pablo dice a Timoteo: ‘Toda escritura es útil’, y usted sabe que Pablo no estaba pensando en el Nuevo Testamento, pues no existía todavía.”

-“Jesús no vino a quitar el Viejo…, pues hasta que pasen el cielo y la tierra estará con nosotros, y usted lo sabe. Hermano, no se deje engañar de Satanás.”

-“Ok, leí acerca del cambio de sábado a domingo. Leí el catecismo católico, en la Página 476, por ahí, donde dice que la Iglesia Católica cambia el día o lo sustituye. Si la Iglesia Católica lo cambió ¿por qué, entonces, protestantes como usted siguen los pasos de la gran ramera de Apocalipsis 18?"

-Colosenses 2:13-17.

-Hebreos 7:12.

-2 Corintios 3:6-17.

Querido lector, tal vez encuentre usted en estos “Intercambios” algunas explicaciones o enfoques edificantes en torno a la vigencia e utilidad del Antiguo Testamento, al igual que sobre la importancia del Nuevo Testamento para los que vivimos la Era Cristiana. Se abordan numerosos puntos controvertidos. La profusa confusión de doctrinas y prácticas contradictorias que empaña al cristianismo de actualidad proviene, percibimos, mayormente del simple hecho de no distinguir correctamente entre los dos Testamentos, tema sobre el cual el Espíritu Santo abunda muchísimo en el Nuevo Testamento. Desde luego, servir a Dios conforme a leyes espirituales abrogadas acarrearía peligros para el alma. ¿Cuál Testamento divino está en vigor para mí? Determinar la respuesta correcta es absolutamente fundamental para mi entendimiento espiritual, y por ende, mi desenvolvimiento aceptable ante el Creador en las obras y vida de su Reino.

Rony afirma que “estando en la gracia no se desecha la ley”, y que la ley “no es un régimen muerto sino un régimen nuevo”, añadiendo que “el nuevo pacto ya está en nuestros corazones”

Rony escribe: “No hagamos vana la muerte de Cristo. Nosotros no nos podemos salvar a nosotros mismos. Fue él quien nos salvó. O, ¿acaso nos podemos salvar a nosotros mismos? Como dice Gálatas 2:21 –‘No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo’. Hermanos, quiero que sepáis que estando en la gracia no se desecha la ley. Más bien se confirma. No es un régimen muerto sino un régimen nuevo, que es Cristo Jesús. Como lo anuncio Jeremías 33:31-34, el nuevo pacto ya está en nuestros corazones. Amén y Amén.”


Comentarios

Estimado Sr. Rony, sea la paz de Dios con usted. Se agradece su aportación.

Si bien el Nuevo Pacto está en nuestros corazones, no es menos cierto que el Nuevo Testamento, sinónimo de Nuevo Pacto, existe en forma escrita, componiéndolo veintisiete libros y epístolas. Como tal, es un código de leyes divinas –de nuevas normas para la conducta moral, de instrucciones sobre cómo adorar “en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24), de la nueva misión universal para la nueva institución espiritual llamada “iglesia”, con directrices para la debida ejecución de la misión, etcétera- documento que podemos leer, escrutar, asimilar y poner por obra para la gloria de Dios y nuestra salvación. O sea, no se trata de la mera espiritualización de la antigua ley o del decálogo, ni de un mero “acuerdo nuevo” entre Dios y su pueblo sobre el decálogo, sino de nuevos, mejores y más amplios mandamientos (Hebreos 8:8-13; 7:12) escritos para nuestro entendimiento espiritual, los que hemos de acatar si queremos ser redimidos eternamente. No que uno “obre” para salvarse, pues, tal cual indica usted, la salvación no es por obras. Con todo, “la fe sin obras está muerte” (Santiago 2:14-26), la fe misma “obra por amor” (Gálatas 5:6), y nosotros mismos debemos obedecer la verdad para la purificación de nuestras almas (1 Pedro 1:22). En este contexto “obedecer” es obrar, pero no obrar de forma meritoria sino obedecer para acogernos a la gracia hecha poderosa para nuestra santificación por medio de la sangre de Cristo derramada en la cruz.

Usted plantea que “no se desecha la ley” y que la ley es un “régimen nuevo”. En Romanos 7:6, el apóstol Pablo dice todo lo contrario. “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.”¿Qué quiere decir “libres de la ley”? Precisamente, ¡que ya no tenemos que guardarla! Porque Dios nos ha dado “el régimen nuevo del Espíritu”, el cual no es, obviamente, la antigua ley sino el sistema de enseñanzas nuevas que el Espíritu Santo reveló en su totalidad a los apóstoles de Cristo en el Siglo I. “…él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13), y el Espíritu Santo hizo exactamente eso mismo. Interpretar todo uso de las palabras “la ley” en el Nuevo Testamento como referencia invariable a “los diez mandamientos” lo calificamos como el error mayúsculo que prácticamente imposibilita el entendimiento correcto del uso del término en el Nuevo Testamento para identificar la nueva “ley de Cristo” (1 Corintios 9:20-21). No perdamos de vista que “estamos libres de la ley” –toda la antigua ley dada en el monte de Sinaí- más sin embargo, “no sin ley”, como explica Pablo, “sino bajo la ley de Cristo”, la cual es la “doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1; 2 Juan 9-11).

Usted escribe: “Como dice Gálatas 2:21 –‘No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo’. Hermanos, quiero que sepáis que estando en la gracia no se desecha la ley. Más bien se confirma”. Nos fijamos en el uso del verbo “desechar” por Pablo, y el uso del mismo verbo por usted. Pablo dice: “No desecho la gracia de Dios. Usted dice: “…no se desecha la ley”. Pablo aplica el verbo a la “gracia”. En cambio, usted lo aplica a “la ley”. Ahora bien, usted no desecha la ley, pero el apóstol Pablo, por el Espíritu, ¡sí, definitivamente, la deshecha! Pues, diciendo que “…si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”, da a entender que “la justicia” no es “por la ley”, y por consiguiente, se sobreentiende que “la ley” está desechada. En su lugar, Pablo acepta “la gracia”, no desechándola, cosa que usted y yo también debiéramos hacer si queremos ser justificados. Pero, usted, al no desechar “la ley”, ¡desecha la gracia!, pese a que afirme lo contrario. En este contexto, “gracia” abarca todo lo que compone el evangelio de salvación, y el evangelio es el mensaje del Nuevo Testamento. Así que, quien se somete a “la ley”, entiéndase la ley en su totalidad dada a Moisés en el monte de Sinaí exclusivamente para el pueblo elegido de Israel, ¡no puede estar en la “gracia”. Y esto es justamente lo que se enseña en Gálatas 5:4, al escribir Pablo, por el Espíritu: “…los que por la ley os justificáis, de la gracia habéis caído”. En ambos textos se habla de “la ley” y de “la gracia”. En ambos, los términos identifican los mismos elementos. En ambos textos, estos elementos se contrastan, se oponen. Usted los une: ley y gracia. Pablo los separa: ley o gracia. El que escoge “ley”, necesariamente desecha “gracia”. De manera que no puede tener ambos, aunque reclame lo contrario. El hombre puede reclamar “la gracia” y sus beneficios, pero Dios es quien ofrece “la gracia”, otorgando sus beneficios, sin acepción de personas, a todo aquel que cumpla las condiciones divinas establecidas por él. Una de las condiciones es desechar “la ley” como medio para acogerse a “la gracia”.

“A libertad fuisteis llamados”, apunta Pablo en Gálatas 5:13. A ser libre de la antigua ley. Respetuosamente, le animo a acogerse a esta gloriosa “libertad”.

Su servidor en el Señor, Homero

 

Gustavo y Homero discuten varios puntos relacionados con los dos Testamentos.

Gustavo inicia el diálogo, escribiendo:

“Sr. Shappley, qué lástima que gente como usted se dediquen a hablar en contra de la ley de Dios, que es SANTA, JUSTA y BUENA, o ¿no es así? Satanás lo tiene confundido. DESPIÉRTESE. Necesitamos a gente como usted que puedan poner a Dios en alto al proclamarle al mundo que sin ley no hay necesidad de Gracia".

Replica Homero

Estimado Sr. Gustavo, sea la paz de Dios con usted. Aclaración: ¡No hablo en contra de la ley de Dios! Todo lo contrario, ensalzo continuamente “la ley de Cristo” (1 Corintios 9:21), creyendo en todo el Nuevo Testamento, y esforzándome para seguirlo y enseñarlo correctamente. El Antiguo Testamento era santo, justo y bueno para Israel, único pueblo que lo recibió como pacto o ley divina para aquella época de la Era Mosaica. El Nuevo Testamento es santo, justo y bueno para el pueblo de Dios de la Era Cristiana. La “antigua ley”, “antigua” y no nueva, la tengo como de mucho valor en varios aspectos –historia divina de tiempos pasados, fuente de profecías que se cumplen en Cristo y su Reino, etcétera- pero no soy judaizante, es decir, no enseño que aquella “antigua ley” siga vigente para la iglesia del presente. ¿No ha leído usted en Hebreos 7:12 donde se afirma categóricamente que el propio Dios cambió no solo el sacerdocio sino también la ley? “A libertad” Cristo me ha llamado (Gálatas 5:1-11), y no a ponerme el yugo de esclavitud de la “antigua ley”. Le invito muy respetuosamente a quitarse aquel yugo y colocarse bajo el Nuevo Pacto, “la doctrina de Cristo” (Hebreos 6:1; 2 Juan 9-11), para que disfrute de verdadera libertad espiritual. Su servidor en el Señor, Homero Shappley de Álamo

Gustavo pregunta: “Si el Viejo Testamento es quitado, ¿dónde está el fundamento del Nuevo?”

Gustavo escribe: “…si el Viejo Testamento es quitado, ¿dónde está el fundamento del Nuevo. Cristo es el centro del Viejo y el centro del Nuevo. Ser judaizante es tratar de vivir  con los rituales que fueron clavados en la cruz porque el Cordero de Dios los había cumplido, pero eso es muy poco del Viejo Testamento. ¿Cómo puede usted leer el Nuevo Testamento y no ver que todos los escritores usaron el Viejo de referencia? Así que, todos son judaizantes, incluyendo a Pablo, quien es el más claro de todos en contra del judaizante. Pablo dice a Timoteo: ‘Toda escritura es útil’, y usted sabe que Pablo no estaba pensando en el Nuevo Testamento, pues no existía todavía. Jesús no vino a quitar el Viejo tampoco, pues hasta que pasen el cielo y la tierra estará con nosotros, y usted lo sabe. Hermano, no se deje engañar de Satanás. Lea su Biblia sin prejuicio, manantial de verdad. Cuídese. Dios le bendiga.”

Comentarios de Homero

Estimado Sr. Gustavo, saludos en el Señor.

El Nuevo Testamento no está fundamentado en el Antiguo como si dependiera completamente de aquel. ¿No puede un budista o animista ser salvo al escuchar la buena noticia de redención por medio de la sangre de Cristo y obedecer la verdad para la purificación de su alma, sin aprender el Antiguo Testamento? Afirmo que sí, que puede.

¿Con qué justificación aseverar que Cristo sea el “centro” del Viejo Testamento, cuando en realidad solo figura en ciertos pasajes proféticos y algunos tipos de lo que había de venir? Aclarando un poco, la inmensa mayoría de los israelitas que debían vivir bajo aquel Viejo Testamento desde su divulgación en el monte de Sinaí hasta la institución del Nuevo Testamento en Pentecostés del año 29 d. C., hubiese tenido, opinamos, tan sola una idea vaga sobre lo de un Mesías que vendría para redimir a la humanidad. En cambio, el cristiano del presente, bien informado sobre referencias proféticas al Mesías en el Antiguo Testamento, tipologías de él en aquel Pacto y el propósito que tuvo Dios de salvar al mundo mediante la encarnación de su Hijo a través de Israel, pueblo escogido, comprende que aquel Testamento tenía mucho que ver con el Cristo. Con todo, pienso no errar al afirmar que el propósito primordial de aquel Pacto de Sinaí era separar a Israel de los demás pueblos y mantenerlo santificado para la eventual aparición, a su debido tiempo, del Redentor (Gálatas 4:4).

Interesantemente, los escritores del Nuevo Testamento se dirigen mayormente a judíos, en particular, a judíos convertidos a Cristo. ¿Se ha dado cuenta usted? Esto se debe, razonamos, al gran número de judíos convertidos –veintenas de miles- durante las primeras décadas de la iglesia y a la necesidad de explicar convincentemente la transición del Antiguo Testamento al Nuevo. Por ejemplo, el libro de Hebreos fue escrito, efectivamente, para este propósito. También, porciones sustanciales de Romanos, Gálatas en particular, Efesios y Santiago. El apóstol Pedro se dirige específicamente “a los expatriados de la dispersión” (1 Pedro 1:1), tratándose de judíos obedientes al evangelio. De ahí, las tantas referencias en el Nuevo Testamento al Antiguo. Los gentiles deberíamos percatarnos de esta circunstancia, comprendiéndola. Además, deberíamos entender que hacer referencias a otra ley, o leyes, o pactos, o testamentos,  o constituciones –bien sean civiles o religiosas- no significa que estén vigentes.

Claro que las Antiguas Escrituras que componen el Viejo Testamento son útiles de varias formas, y yo, personalmente, las uso a menudo, pero esto no significa que tenga yo que diezmar, guardar el séptimo día, etcétera, pues me rige la “ley de Cristo” (1 Corintios 9:21), la cual no es la “ley de Moisés”, y esto es axiomático.

También tengo presente que cuando Pablo escribió aquellas palabras a Timoteo acerca de la utilidad de las Escrituras, ya hacía unos treinta y dos años que él mismo había estado predicando el Nuevo Testamento, y no solo predicándolo oralmente sino también escribiéndolo, pues 2 Timoteo data desde el año 64 d. C., aproximadamente, y 1 Tesalonicenses, la primera obra literaria de Pablo conservada en el Nuevo Testamento, fue escrita en el año 45. De manera que ya circulaban en la iglesia del Siglo I “Escrituras” nuevas inspiradas por el Espíritu Santo, algunas de las cuales serían incorporadas en el canon del Nuevo Testamento.

Usted dice que este servidor “sabe” que “Jesús no vino a quitar el Viejo tampoco, pues hasta que pasen el cielo y la tierra estará con nosotros, y usted lo sabe”. Interesante. Así que, ¿se atreve usted a hablar por mí? ¿A decirme lo que yo sepa o no sepa? En realidad, de haber usted leído todos los artículos e intercambios en la sección de escritos sobre la “antigua ley” y la nueva “ley de Cristo” disponibles en nuestra Web, hubiera encontrado explicaciones detalladas sobre las palabras de Jesucristo en Mateo 5:17-20. Al citar usted el texto, se le quedaron dos verdades claves, a saber: que Cristo vino a cumplir la ley, y que la ley seguiría vigente solo “hasta que todo se haya cumplido” (los versículos 17 y 18). ¿Pudo Cristo efectuar su misión de cumplir la ley, o fracasó? Mi convicción es que Jesucristo logró exactamente lo que se había determinado para él, cumpliendo perfectamente la ley. Así pues, una vez cumplida perfectamente la ley por Cristo, ¡fue quitada! Y este hecho armoniza maravillosamente con todo lo que enseñan el Espíritu Santo sobre “cambio de ley”.

Agradezco su preocupación por mi espíritu, al efecto de que nadie me engañe, ni me engañe a mí mismo. Amo la verdad, y si usted me puede guiar a recibir más de ella, trataré de prestarle atención, sin prejuicios. Su servidor en el Señor, Homero Shappley de Álamo

Gustavo responde

“Buenos días. Perdóneme, yo no tengo mucho conocimiento bíblico pero me gusta indagar. No entiendo por qué usted saca el diezmo y el sábado como dos instituciones del Viejo Testamento. Ok, leí acerca del cambio de sábado a domingo. Leí el catecismo católico, en la Página 476, por ahí, donde dice que la Iglesia Católica cambia  el día o lo sustituye. Yo estoy sorprendido de eso, pues usted me ha dado información que yo no sabía. Si la Iglesia Católica lo cambió ¿por qué, entonces, protestantes como usted siguen los pasos de la gran ramera de Apocalipsis 18? Gracias por contestarme, pues me abrió la mente y ahora voy a estudiar más de estos tópicos y de la Iglesia Adventista, pues ellos son los únicos en el área que guardan el sábado y yo no entendía por qué. Ahora comienzo a entender y me intriga bastante. ¡Whao! Gracias.”

Comentarios de Homero

Querido amigo Gustavo, se me concede la dicha de saludarle de nuevo en el nombre del Señor, esperando que se encuentre bien.

Pese a que la Iglesia Católica Romana reclame haber cambiado el antiguo sábado al domingo, o primer día de la semana, la realidad es que, históricamente, el cambio del sábado al domingo fue hecho por el Espíritu Santo en el Siglo I, dirigiendo él a los apóstoles, y a través de ellos, a las congregaciones por ellos establecidas, a reunirse el primer día de la semana para “partir el pan”, sinónimo de la cena del Señor (Hechos 20:1-7), apartar ofrendas voluntarias (1 Corintios 16:1-3), cantar alabanzas y predicar la Palabra (1 Corintios 14:15-40, y otros textos). Aunque la jerarquía católica insista en lo contrario, la Iglesia Católica ni aún existía en el Siglo 1. Se atribuye la autoridad de legislar doctrinas y prácticas para los cristianos, pero nunca la ha recibido de parte de Dios. El emperador Constantino no cambió el sábado al domingo sino que meramente aceptó y legalizó una doctrina y práctica vigentes entre los cristianos desde el establecimiento de la iglesia. Todo esto es verificable mediante muchas fuentes de información, comenzando con el Nuevo Testamento y abarcando los escritos de los llamados “padres de la iglesia”. Así pues, los que nos congregamos el primer día de la semana para adorar y cumplir otros deberes espirituales en nada seguimos a la “gran ramera”.

Sobre lo de “protestantes”, a decir la verdad, no nos identificamos como tal, pues lo único que queremos ser es “cristianos”, y por consiguiente, no nos damos a conocer como pentecostales, evangélicos o protestantes, ya que tales categorías de creyentes no existían en la iglesia del Silgo I. Nuestra meta es ser la continuación legítima de aquella iglesia establecida por Cristo y los apóstoles, meta no fácil de alcanzar, más sin embargo, nuestro empeño sincero es hacerla realidad hasta la medida máxima posible conforme a nuestras humildes habilidades. Al decir “nosotros”, me refiero a los cristianos que nos regimos por el Nuevo Testamento, no tratando de justificar las muchas divisiones del cristianismo de actualidad sino predicando la “la unidad de la fe en el vínculo de la paz” (Efesios 4:1-6).

Quizás haya alguna congregación de nuestra hermandad cerca de usted. Si le interesa verificar, posiblemente encuentre datos en www.editoriallapaz.org/directorio_desglose.htm, donde se halla un “Directorio” para cada país de habla hispana.

Para servirle en el amor de Cristo, Homero

 

Más planteamientos de Gustavo

“…he estudiado muuuuucho en estas semanas y ahora veo lo que no podía ver, y le voy a hacer a usted la pregunta que yo me hice. En toda conciencia, sabiendo la historia eclesiástica y la historia secular y conociendo lo que la Biblia dice, ¿puede usted encontrar una cita donde diga que Dios cambió el sábado de la ley moral o diez mandamientos que él escribió con su propio dedo, por el domingo? No estoy hablando de la ley de Moisés que estaba fuera del arca sino de la ley de Dios que estaba dentro del arca. Éxodo 20, etcétera.”

 

Más respuestas y explicaciones de Homero

Sí, amado Gustavo, en definitiva, encuentro al menos tres textos bíblicos donde se enseña que el sábado de la “antigua ley” fue abolido. Luego, encuentro también textos donde congregaciones fueron instruidas por el Espíritu Santo a adorar el primer día de la semana (domingo). Primero, los textos sobre la abrogación de la ley sobre el sábado.

1. Gálatas 2:13-17. 13Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. 16 Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, 17 todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo.”

-“…nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo. Esta frase “días de reposo” abarca el sábado, o día de reposo, de cada semana. Según Levítico 23:1-3, el sábado semanal figura entre “las fiestas solemnes de Jehová”. “Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Las fiestas solemnes de Jehová, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas: Seis días se trabajará, mas el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de reposo es de Jehová en dondequiera que habitéis.” Incuestionablemente, el reposo del séptimo día Jehová Dios lo categoriza entre “las fiestas solemnes”.

-Ahora bien, el sentido de la frase “nadie os juzgue” es, efectivamente, que ninguno debería imponer al cristiano los días de reposo, incluso el día de reposo semanal, como tampoco leyes del Antiguo Pacto sobre comidas, bebidas o luna nueva. Añade el Espíritu que todo aquello era “sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”. Aquello, incluso el sábado semanal, era “sombra”. La realidad de la Era Cristiana es “el cuerpo de Cristo”, el cual es “la iglesia” (Efesios 1:22-23). Esta iglesia recibe “toda la verdad” (Juan 16:13) revelada por el Espíritu Santo, incluso instrucciones sobre adorar el primer día de la semana (Hechos 20:7). Ha de ser obvio que “toda la verdad” traída por el Espíritu no es la misma verdad que Dios había dado a Israel en el monte de Sinaí mil quinientos años antes de Cristo, pues ¿por qué revelar de nuevo lo ya revelado?

-Orientación. Los pastores y maestros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día suelen hacer toda suerte de maniobra con terminologías y distinciones de días para evitar la llana enseñanza de Colosenses 2:13-17 y Números 23:1-3. De mi parte, afirmo que el sentido natural y la sencillez de estos textos hacen añicos de su teología enredada en defensa del sábado y diezmos para la iglesia.

2. Hebreos 7:12. Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;...” Pues bien, “ley” en este versículo es el mismito vocablo que los defensores de “sábado para la iglesia, y eternamente” aplican a los diez mandamientos. ¿Quién cambió la “ley”, y por ende, “el sacerdocio”? ¡Dios mismo lo hizo! Suponiendo que “ley” sea sinónimo de “los diez mandamientos”, entonces, por inferencia necesaria “ley” incluye el cuarto mandamiento de guardar el sábado. Cambiada, pues, la “ley”, el cambio es aplicado también al cuarto mandamiento sobre el sábado semanal, cambio que se destaca claramente en el Nuevo Testamento, enseñando el Espíritu Santo a la iglesia a reunirse en el primer día de la semana (Hechos 20:7). Estimado Gustavo, usted pide un texto que diga algo como “Dios cambió el sábado”, o “Dios abolió el sábado”, o “Dios cambió el domingo por el sábado”. Todo estudioso de estos temas sabe semejante expresión exacta no se halla en el Nuevo Testamento. Más sin embargo, el equivalente se encuentra en Hebreos 7:12, y por consiguiente, la “doctrina de Cristo” en el Nuevo Testamento es que el sábado semanal fue abolido. Y ya hemos establecido que Colosenses 2:13-17 enseña con igual claridad la misma doctrina.

3. 2 Corintios 3:6-17. En este texto repleto de argumentaciones y comparaciones desarrolladas con lógica irreprochable por el Espíritu a través del apóstol Pablo, se enseña que los diez mandamientos eran un “ministerio de muerte” abrogado, quitado, anulado, que iba a desaparecer y que fue reemplazado por el “ministerio del Espíritu”, el cual contiene un nuevo código moral (Mateo 5 – 7), al igual que nuevas leyes para adorar “en espíritu y en verdad” (Juan 4:23-24), y no según la “antigua ley”. Se nos explica que aquel “ministerio de muerte… fue con gloria… tuvo gloria”, y refiriéndose a él se habla del “fin de aquello que había de ser abolido”. Le ruego lea con oración y espíritu de imparcialidad todo el texto. Aquel “ministerio de muerte” era el que estaba “grabado con letras en piedras”, el mismo que Moisés sostenía en sus manos cuando su propio “rostro” se llenó de “gloria” mientras bajaba de Sinaí con las dos tablas grabadas “con letras en piedras” en sus manos. Indisputablemente, se trata de los diez mandamientos. Algunos defensores de “sábado para la iglesia, y eternamente” han intentado probar, sin éxito alguno, lo contrario. No volveré a analizar para usted todo el pasaje y los argumentos y porfías traídas por sabatistas, pues ya varios estudios e intercambios extensos al respecto están disponibles en www.editoriallapaz.org/leyes_compilacion2.htm. Llegando a su “fin” aquel “ministerio de muerte”, y “abolido” en la cruz del Calvario, dejó de estar vigente. Figurando el sábado semanal entre los mandamientos de aquel “ministerio de muerte”, ¡también fue abolido! Y a menos que se establezca su restauración en el Nuevo Testamento, ¡permanece abolido! ¿Dice Dios que el sábado semanal fue abolido? ¡Claro que sí! Pues, diciendo que “el ministerio de muerte grabado con letras en piedras” fue “abolido”, por inferencia lógica e irrefutable dice que el sábado semanal fue abolido. Exigir que él dijera textualmente “El sábado semanal fue abolido” como evidencia necesaria para creerlo, habría que calificarlo como una porfía sin peso o sentido. Qué mi franqueza no haga tropezar.

Lo de hacer una distinción entre “la ley moral” del Antiguo Pacto y “la ley ritual” es pura invención humana, afirmación también sostenida en artículos e intercambios disponibles en la fuente arriba indicada. Llamo su atención al hecho de que el cuarto mandamiento de la llamada “ley moral”, sinónima para sabatistas de “los diez mandamientos, era, por naturaleza, una ley ritual. Prueba bíblica la tenemos en Levíticos 23:1-3, donde el sábado semanal Dios lo cataloga entre “las fiestas solemnes”. Además, si usted estudia analíticamente 2 Corintios 3:6-17 verá que leer el “antiguo pacto” es sinónimo que leer “a Moisés”(versículos 14 y 15), y que ambos términos son sinónimos de “ministerio de muerte”. Sabrá usted que las dos tablas grabadas con letras fueron colocadas en el “arca del testimonio”y que se identifican como “las dos tablas del testimonio” (Éxodo 31:18). ¿Testimonio de qué? Respetado Gustavo, evidenciaban que Dios era el autor de todo el pacto dado en Sinaí. No solo de los diez mandamientos sino de todo aquel pacto. Atribuir otro propósito diferente a la creación las dos tablas sería obviar la explicación de su propósito dado a entender por el vocablo “testimonio”.

En cuanto al primer día de la semana (domingo), ya indicado que el Espíritu Santo instruyó a la iglesia primitiva a reunirse en referido día, dándonos el ejemplo de la congregación en Troas (Hechos 20:7). También instruye a las iglesias de Galacia y a la de Corinto a apartar sus ofrendas el primer día de la semana (1 Corintios 16:1-3). Se encuentran estudios profundos sobre esta verdad comenzando en www.editoriallapaz.org/debate-primer-dia-afirmativa-Porter-1.html

Para servirle en el Señor, Homero Shappley de Álamo

 

 

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