Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

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Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

Hechos de Apóstoles

Por Lucas, el médico amado

 

El apóstol Pablo presentó, ante Justo, Agripa y su esposa Bernice, una explicación tan convincente acerca de Cristo y su propia conversión al Señor, que “…Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano”.

El apóstol Pablo presentó, ante Justo, Agripa y su esposa Bernice, una explicación tan convincente
acerca de Cristo y su propia conversión al Señor, que “…
Agripa dijo a Pablo:
Por poco me persuades a ser cristiano”
.

 

Comentario por J. W. McGarvey, M. A.

Predicador y escritor de la Iglesia de Cristo

Adaptación del Prof. E. J. Westrup 

Parte Cuarta

Prisión de Pablo por Cinco Años 
Hechos 21:17 - 28:31

Sección II

Prisión de Pablo en Cesarea 
Hechos 24:1 – 26:32  

9.   Defensa de Pablo ante Agripa. Hechos 26:1-29

PDF de este estudio

 

a)  Introducción.

Hechos 26:1-3

     Versículos 1 - 3. Al tomar su asiento Festo, Agripa asumió control del proceso. (1) “Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano comenzó a responder de si, diciendo: (2) Acerca de todas las cosas de que soy acusado por los judíos, oh Rey Agripa, me tengo por dichoso de que haya hoy de defenderme delante de ti; (3) mayormente sabiendo tú todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual, te ruego que me oigas con paciencia.” Fue expresión sincera de su dicha en aquella ocasión, y esto era por una razón que no habría sido cuerdo para él expresarla —la esperanza de ganar para Jesús al joven rey: y también por la razón especial de tener oportunidad de hablar ahora ante alguien que, distinto de Lisias, Félix y Festo, estaba familiarizado con las cuestiones y costumbres judías y podía entender el caso. Había sido criado Agripa en la fe judía, y por esta razón el emperador le había confiado la supervisión de los asuntos religiosos en Jerusalén, mientras Judea se hallara bajo procuradores romanos.

b. Su posición hacia los partidos judíos.

Hechos 26:4-9

     Versículos 4 - 8. Tras el exordio procedió a declarar que había sido criado como fariseo y que todavía se adhería a la esperanza peculiar de ese partido. (4) “Mi vida pues desde la mocedad, la cual desde el principio fue en mi nación, en Jerusalén, todos los judíos la saben: (5) los cuales tienen ya conocido que yo desde el principio, si quieren testificar, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión he vivido fariseo. (6) Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres, soy llamado en juicio; (7) a la cual promesa nuestras doce tribus, sirviendo constantemente de día y noche, esperan que han de llegar. Por lo cual, oh Rey Agripa, soy acusado de los judíos, (8) iQué! ¿Júzgase cosa increíble entre vosotros que Dios resucite los muertos?” No era defenderse de ningún cargo el objeto que llevaba con estas declaraciones, pues ninguno de los cargos que se habían proferido se contestó. Fue despertar en el corazón del rey una fibra de simpatía para con él, y así abrir camino para impresiones más serias que deseaba hacer. Con este objeto también dio énfasis al hecho de haber pasado su juventud entre su propia nación en Jerusalén, pues, si entre extraños la hubiera empleado habría sido indiferente a las esperanzas e intereses judaicos. La afirmación de ser llamado a juicio por la esperanza de la resurrección se ha de entender principalmente por predicar él la resurrección, y predicarla por Jesús resucitado. Al demandar: "¿Júzgase cosa increíble entre vosotros que Dios resucite los muertos?” se vuelve de Agripa, a quien se dirigía antes exclusivamente, como lo muestra el pronombre plural "vosotros" al resto de la asamblea. Festo inclusive, no creyente en la resurrección. El objeto de tal demanda fue retarlos a que produjeran de la mente una razón para la incredulidad. Calculaba afianzar el influjo que hubiera logrado sobre Agripa por sus dos observaciones anteriores.

c.  Su posición anterior respecto del Cristo.

Hechos 26:9-11

     Versículos 9 - 11. En la siguiente división del discurso, Pablo hace otra tentativa más evidente para ganarse la simpatía del rey. (9) “Yo ciertamente había pensado deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús; (10) lo cual también hice en Jerusalén, y yo encerré en cárceles a muchos de los santos, recibida potestad de los príncipes de los sacerdotes; y cuando eran matados, yo di mi voto. (11) Y muchas veces castigándolos por todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extrañas.” Este breve repaso de su carrera de perseguidor, el que breve como es, añade nuevos datos de información a los que Lucas da (Hechos 8:1-3; 9:1-2), debe haber hecho que Agripa se dijese a sí mismo: "iVaya! este hombre en un tiempo estuvo del mismo lado que mi familia, y mostró el mismo celo por suprimir a la causa del Nazareno que mi padre, mi tío y mi abuelo". Tal era el efecto que quería que hiciera, y también en el asombrado joven suscitara la pregunta: "¿Cómo es posible que este perseguidor experimentara tan grande cambio?"

d.  Su entrevista con Jesús.

Hechos 26:12-18

     Versículos 12 - 18. Como si contestara la interrogación que se había agitado en la mente de Agripa, Pablo da enseguida la causa del cambio de sanguinario perseguidor en ardiente abogado de la causa de Jesús. (12) “En lo cual ocupado, yendo a Damasco, con potestad y comisión de los príncipes de los sacerdotes, (13) en mitad del día, oh Rey, vi en el camino una luz del cielo que sobrepujaba el resplandor del sol, la cual me rodeó y a los que iban conmigo. (14) Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba y decía en lengua hebraica: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra los aguijones. (15) Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor me dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. (16) Mas levántate y ponte sobre tus pies, porque para esto te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquéllas en que te apareceré a ti; (17) librándote del pueblo y de los gentiles, a los cuales ahora te envío, (18) para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban por la fe que es en mí, remisión de pecados y suerte entre los santificados.” Si supuso que Pablo hablaba la verdad, Agripa debe haber visto en estos asertos suficiente evidencia de la resurrección y glorificación de Jesús para convencerlo como Pablo era convencido, y probable es que le fuera evidencia nueva, pues aunque tiempo atrás debe haber oído algo del testimonio original de quienes vieron la resurrección, quizá jamás había oído de Pablo. La evidencia también llevaba en sí prueba de que Pablo había sido como un buey bronco, que pateaba contra la garrocha que le lastimaba, con lo que aumentaría su propio dolor mientras perseguía a la iglesia. Y no hay duda que así también había sido la experiencia de los ancestros de Agripa, pues nadie puede perseguir a muerte a quienes no ofrecen resistencia, hombres o mujeres, sin sentir dolores de compunción, aunque crea como creía Pablo, que estaba dando servicio a Dios (Véase el versículo 9.). Aun más, supo Agripa, por esta porción del discurso, que Pablo tenía comisión del cielo, del mismo Jesús glorificado, para proseguir el mero curso de vida que ahora llevaba.

e.  Por qué estaba entre cadenas.

Hechos 26:19-27

     Versículos 19 y 20. Ya que el orador recibió su comisión, le dice luego al rey cómo la cumplió. (19) “Por lo cual, oh Rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, (20) antes anuncié primeramente a los que están en Damasco y Jerusalén y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios haciendo obras dignas de arrepentimiento.” ¿No respondería el rey en su interior? "Tienes razón, Pablo; si viste lo que dices, te asiste la razón en obedecer a la célica visión".

     Versículos 21 - 23. Para probar aún más que sus enemigos iban errados, procede a decir en qué modo obraban. (21) “Por causa de esto los judíos, tomándome en el templo, tentaron matarme. (22) Mas ayudado del auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testi­monio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de venir: (23) que Cristo había de padecer y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.” Si Pablo no era insincero en estos asertos de lo que había hecho y enseñado, no tenía más alternativa Agripa que reconocer que los judíos lo habían tratado con injusticia; y por cierto no podía ver fundamento alguno para dudar de la sinceridad de Pablo. En añadidura, afirmando que nada enseñaba contrario a la ley y a los profetas, Pablo con mucho ingenio entretejió en su argumento el aserto de que el rasgo esencial de su predicación, a saber, la resurrección del Cristo de entre los muertos, era asunto de predicación inspirada. Por cierto muestra que conforme a la profecía, con su resurrección el Cristo habría de arrojar un fanal de luz clara inequívoca sobre la esperanza misma de resurrección que había sido la gloria de Israel, especialmente de los fariseos. Todo esto dijo con el fin de impresionar hondo la mente del rey.

f.  Interrupción y conclusión.

Hechos 26:24-29

     Versículo 24. En este punto del discurso, Pablo se vio interrumpido por Festo. A los oídos de este descarriado pagano, el discurso era cosa muy extraña. Le presentaba a uno que desde su juventud había vivido en una fe cuyo artículo principal era la resurrección de los muertos; que en un tiempo persiguió a muerte a sus amigos de hoy, pero que había recibido una visión del cielo; y que desde el momento de ese cambio había soportado azotes, cárceles y riesgo constante de muerte en sus esfuerzos por inspirar a otros con su propia esperanza de resurrección. No podía reconciliar carrera tal, de parte de un hombre de grande erudición y talento, con aquellas máximas de holgura o de ambición que él consideraba la suprema regla de la vida. En añadidura, veía que este hombre extraño, al pedírsele que contestara las acusaciones de sus enemigos, parecía olvidarse de sí mismo en su celo por convertir a sus jueces. Tanto el pasado como el presente de su carrera había sido una magnanimidad que se elevaba muy por encima de la comprensión. (24) “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.”

     Versículo 25. Por el tono de la voz y la manera de Festo, así como por la admisión de su gran erudición, Pablo vio que su cargo de estar loco no era por insultarlo, sino más bien era la explosión repentina de un cerebro excitado y perplejo; así su respuesta fue respetuosa y hasta cortes. (25) “Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de templanza.” Tal respuesta es la única observación de todo el discurso que se dirigió expresamente a Festo. Ya sabía Pablo de antemano, y el cargo de locura fue prueba adicional de ello, que Festo se hallaba fuera del alcance del evangelio; por esto parece que Pablo nunca pensara en él mientras trató de alcan­zar al rey Agripa.

     Versículos 26 y 27. En Agripa tenía Pablo un oyente muy distinto. Su educación judaica lo capacitaba para apreciar los argumentos de Pablo, y para ver repetido en aquella vida noble de auto sacrificio, que para Festo era todo un enigma, el heroísmo de los profetas antiguos. Al volver la vista de con Festo y fijarla de nuevo en el rey, Pablo vio la ventaja que había ganado con esto e hizo empuje para lograrla a lo sumo. (26) “Pues el rey sabe estas cosas, delante del cual hablo también confiadamente. Pues no pienso que ignora nada de esto; pues no ha sido esto hecho en algún rincón. (27) ¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.” Con esta confianza podía hablar del conocimiento y de la creencia de Agripa, porque sabía su historia. Sabía que el nombre de Jesús y los de sus apóstoles eran palabras caseras en la familia de Agripa por generaciones, y que las cuestiones entre ellos y los judíos descreídos se habían discutido en su presencia de cuando niño, aunque siempre desde el punto de vista de los enemigos de la fe. La expresión: "…no ha sido hecho en algún rincón", iba dirigida a Festo, para hacerle saber que su ignoran­cia del asunto no era prueba de que hubiese sucedido en lo oscuro.

     Versículo 28. Con pericia sin igual había hecho el apóstol que sus evidencias fuesen al blanco de su principal oyente, y con la osadía que solo los oradores que van resueltos al triunfo pueden sentir, hizo presión tan inesperadamente que tanto el rey como Festo lo sorprendieron dando libre expresión a su pensar. (28) “Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.” Este dicho "con poca persuasión" prueba que Agripa se dio cuenta clara de la mira del apóstol. A su crédito hay que no se haya ofendido por tentativa tan evidente de esa clase. Claro que lo metió en un compromiso, pero aunque se le haya volteado en forma tan fría, es evidente que tuvo para Pablo un respeto muy superior al que ninguno de sus ancestros tuviera para un apóstol. Para la causa del evangelio esto fue un gran triunfo, pues mostró que por el paciente aguante en la perse­cución y la presión continuada de lo que el evangelio reclama de los hombres, las últimas generaciones de sus más enconados enemigos se han visto dispuestos a prestarle oídos con respeto.

     Versículo 29. Jamás hubo réplica que superase a la de Pablo en la propiedad de su dicción ni en la magnanimidad de su sentir. (29) “Y Pablo dijo: iPluguíese a Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, mas también todos los que me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas prisiones!” No antes de haber expresado un buen deseo para sus oyentes y sus carceleros, deseo de que tuvieran la bienandanza que él gozaba en Cristo, fue cuando parece haber pensado en sí, haberse acordado de que estaba entre cadenas.

10.  Resultado inmediato de su discurso.

Hechos 26:30-32

     Versículos 30 - 32. El corazón que late bajo un manto real va profundamente absorto en cuidados mundanales para poder con frecuencia o seriamente ocuparse en lo que le exige la religión de Jesús. Un cristianismo corrupto, que zafa sus demandas para plegarse al rango de sus oyentes, es acepto a los grandes de las naciones, ayuda a calmar una conciencia dolorida, y con frecuencia es útil para controlar a las masas ignaras; pero los de rango y poder rara vez se disponen a ser por completo lo que el apóstol Pablo era. Vuelven la espalda a la estrecha presión de la verdad, como lo hizo aquel regio oidor de Pablo. (30) “Y como hubo dicho estas cosas, se levantó el rey y el presidente y Bernice, y los que se habían sentado con ellos; (31) y como se retiraron aparte, hablaban los unos a los otros, diciendo: Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión hace este hombre. (32) Y Agripa dijo a Festo: Podría este hombre ser suelto, si no hubiera apelado a César.” La decisión de los que no habían visto a Pablo antes, de que no era digno de muerte ni de prisión, se basó no más que en el discurso que habían oído, pero en ése no hubo tentativa de hacer cargos ni de dar contestación formal a ellos. Luego la decisión fue evidentemente resultado del tono de la honradez y sinceridad que alentó al discurso entero, y no se habría podido fingir para engañar a hombres de experiencia mundana. Al coincidir Agripa con los demás, Festo se vio obligado a lamentar no haber suelto a Pablo antes de que éste hubiera apelado a César, pues ahora se hallaba precisamente en el mismo predicamento que cuando primero expuso el caso a la audiencia. Se vio en la penosa necesidad de enviar al emperador un preso de quien no podía explicar por escrito los cargos que le hacían, y que se veía estrechado a decir que nada había hecho para merecer que se le enviara. El hecho de haber enviado tal escrito ("elogeum" se llamaba oficialmente) debe haber tenido mucho que ver con lo leve de la prisión de Pablo una vez que le llegó a Roma (Hechos 28:16, 30-31), y la libertad que después obtuvo.

 

Proceder al comentario sobre Hechos 27:1 al final del libro.

 


 

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