Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

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Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

 

Hechos de Apóstoles

Por Lucas, el médico amado

 

Judíos de Asia acusan al apóstol Pablo de haber metido a gentiles en el templo en Jerusalén, provocando un alboroto masivo en la ciudad. Los amotinados hirieron a Pablo, queriendo matarle. Dado aviso al tribuno romano, este, con sus soldados, rescata a Pablo. Entonces, pidiendo Pablo permiso para dirigirse a la multitud, se le concede su petición y él se dirige, en hebreos, a los judíos.

Judíos de Asia acusan al apóstol Pablo de haber metido a gentiles en el templo en Jerusalén, provocando un alboroto masivo en la ciudad. Los amotinados hirieron a Pablo, queriendo matarle. Dado aviso al tribuno romano, este, con sus soldados, rescata a Pablo. Entonces, pidiendo Pablo permiso para dirigirse a la multitud, se le concede su petición y él se dirige, en hebreos, a los judíos.

 

Comentario por J. W. McGarvey, M. A.

Predicador y escritor de la Iglesia de Cristo

Adaptación del Prof. E. J. Westrup 

Parte Cuarta

Prisión de Pablo por Cinco Años 
Hechos 21:17 - 28:31

Sección I

Encarcelado en Jerusalén
Hechos 21:17 - 23:30.  

 

PDF de este estudio

 

1.  Recibido por los ancianos y el consejo de ellos. 

Hechos 21:17-25

     Versículo 17. Ya había llegado la hora que por meses esperó con ansiedad en plegaria, y Pablo iba a saber si el servicio que traía para Jerusalén era acepto a los santos (Romanos 15:31). El historiador pudo decir: (17) “Y cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.” Si Lucas hubiera dicho algo de la contribución que Pablo traía, habríamos esperado que expresara cosa más definida acerca de su recepción de lo que comprende tal observación. Pero, ya que vio propio omitir toda mención de la empresa, tenemos libertad de colegir de la alegre recepción dada a los mensajeros, la grata recepción de su dádiva. Estaba cumplido ya el propósito principal de la visita de Pablo, y de sus oraciones. Habrá hecho con gozo esta parte de la carrera de su ministerio, y que el Señor lo librara de los desobedientes en Jerusalén era para él un asunto de importancia menor.

     Versículos 18 - 26. Tras la expresión general de que fue recibido con gusto por los hermanos, Lucas habla más en detalle como sigue: (18) “Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a Jacobo, y todos los ancianos se juntaron; (19) a los cuales como los hubo saludado, contó por menudo lo que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio. (20) Y ellos como lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celadores de la ley: (21) mas fueron informados acerca de ti, que enseñas a apartarse de Moisés a todos los judíos que están entre los gentiles, diciéndoles que no han de circuncidar a los hijos, ni andar según la costumbre. (22) ¿Qué hay pues? La multitud se reunirá de cierto: porque oirán que has venido. (23) Haz pues esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen voto sobre sí: (24) Tomando a éstos contigo, purifícate con ellos, y gasta con ellos, para que rasuren sus cabezas, y todos entiendan que no hay nada de lo que fueron informados acerca de ti; sino que tú también andas guardando la ley. (25) Empero, cuanto a los que de los gentiles han creído, nosotros hemos escrito haberse acordado que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo que fuere sacrificado a los ídolos, y de sangre, y de ahogado, y de fornicación. (26) Entonces Pablo tomó consigo aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, hasta ser ofrecida ofrenda por cada uno de ellos.”

     En el Versículo 18 se hace distinción entre Jacobo y los ancianos, lo que indica que él no llevaba ese título. En edad posterior, cuando se hubo cambiado la organización de la iglesia por hombres no inspirados, fue costumbre, y aun lo es entre los episcopales, llamarlo obispo de la iglesia en Jerusalén, porque parece haber tenido la precedencia sobre los ancianos. Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento mete el relato inspirado un concepto sumamente impropio y desautorizado que pertenece a siglo posterior. Ya hemos visto (hablando al final del comentario sobre Hechos 9:26,27), que Jacobo tenía rango como apóstol de orden secundario, y esto explica plenamente su puesto encabezando a la iglesia en Jerusalén cuando nadie de los doce se hallaba presente. El relato minucioso, "por menudo", que Pablo hizo de las cosas que Dios había obrado mediante su ministerio, muy probable es que no llegue más atrás que el tiempo de la conferencia descrita en el Capítulo 15, pues entonces había referido a Jacobo y a los demás todo lo que precedió a esa fecha (Capítulo 15:4). El hecho de que "glorificaron a Dios" cuando lo oyeron es prueba patente de haberse hallado en pleno acuerdo con Pablo en su enseñanza y en su práctica, lo que contradice llanamente lo que los racionalistas modernos asumen, a saber, que hubo antagonismo entre Pablo y los directores de la Iglesia en Jerusalén.

     Las observaciones que hicieron a Pablo estos hermanos, sin duda por Jacobo como portavoz, muestran muy clara la posición de la iglesia de Jerusalén en cuanto a la ley y la circuncisión, y también el monto exacto de prejuicio que contra Pablo tenían los miembros influenciados por informes falsos referentes a él. En primer lugar, (1) muestran que estos hermanos eran "celadores de la ley" (Versículo 20); (2) segundo, que seguían circuncidando a sus hijos (Versículo 21); (3) tercero, que, aunque las purificaciones de la ley abarcaran en algunos casos sacrificios que se ofrecían, todavía se tenían por cosa apropiada para los cristianos (Versículos 23-24); y (4) cuarto, que no imponían nada de tales observancias a los hermanos gentiles, pero aún se adherían a la decisión que se había dado a nombre de la iglesia entera en la ocasión de la conferencia (Versículo 24).

-Se manifiesta con igual claridad el origen del prejuicio contra Pablo de parte de la multitud. Era que se decía enseñaba a los judíos dispersos entre gentiles que abandonaran a Moisés; y bajo tal cargo general, había dos especificaciones: primera, les enseñaba que no circuncidaran a sus hijos; segunda, que no debían "andar según la costumbre", expresión que abarca las observancias que habían llegado a fuerza de ley en la conciencia judía, aunque no se especificaban en la ley misma (Versículo 21).

     El consejo que en esta plática le dieron, como tenía la mira específica de probar a la multitud que nada había de verdad en ese rumor, y que Pablo andaba conforme al orden y sumiso a la ley (Versículo 24), muestra que Jacobo y los ancianos entendían ser falsos tales informes; así como el convenio de Pablo de hacer lo que le aconsejaban muestra que en efecto eran falsos. No había enseñado a los judíos no circuncidaran a sus hijos; al contrario, de propia mano haba circuncidado a Timoteo que no era más que mitad judío. No les había enseñado que no anduvieran según la costumbre; al contrario, más de año hacía que había escrito a los corintios que él se había hecho a los judíos como judío, por ganar a los judíos; y en cuanto a la ley, se había hecho "como sujeto a la ley", por ganar a los que se consideraban aún sujetos a la ley (1 Corintios 9:20-21). Para reconciliar tal posición con las enseñanzas de Pablo en las epístolas escritas antes de ese tiempo, solo tenemos que observar la distinción que él nunca perdía de vista, entre lo que tenemos libertad de hacer por amor de otros y lo que estamos obligados a hacer en obediencia a Dios. Había enseñado que la ley era "nuestro ayo para llevarnos a Cristo", y que desde que la fe vino, “ya no estamos bajo ayo" (Gálatas 3:34,25); que los judíos estaban "muertos a la ley por el cuerpo de Cristo" (Romanos 7:4); y que en Cristo ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión (GáIatas 5:6; 1 Corintios 7:19). Pero si tal enseñaba, no había hallado falta en los judíos que seguían las observancias de la ley; solamente había tratado de convencerlos de que tales observancias ya no eran cosa que atara sus conciencias. La única diferencia entre él y los más extremados judaizantes, de los que sin duda había algunos entre la multitud de creyentes a quienes Jacobo se refería, era que éstos sostenían que dichas observancias eran cuestión del deber, mientras él las tenía como cuestiones de indiferencia.

     La estratagema de unirse a los cuatro discípulos que tenían voto, a fin de convencer a la multitud de que los habían informado mal, coloca en una luz aun más fuerte toda esta cuestión de la relación de Pablo a la ley. Comparando lo de estos cuatro con lo que se dice de la ley del Nazareato, vemos que habían tomado el voto nazarita, y que por contacto de un muerto, se habían vuelto inmundos antes que terminara el lapso de tiempo que el voto abarcaba (Compárense los Versículos 13-26 con Números 6:2-12). Esto hacía necesaria su purificación, que requería siete días para completarse, rasurándose la cabeza junto al altar, ofreciendo sacrificios por el pecado y holocausto por cada uno, además de la pérdida de tiempo hasta cumplir con el voto. La parte de Pablo entre ellos era, primero, "gastar con ellos", lo que comprendía pagar parte de todos los gastos por las víctimas que habían de ofrecer; y segundo, entrar al templo y notificar a los sacerdotes cuándo se cumpliría la purificación, para que el sacerdote pudiera prepararse a ofrecer los sacrificios (Versículos 23 y 26). Esto último no podían hacer ellos mismos, pues la ley les vedaba paso al atrio judío mientras durase su contaminación; pero como Pablo no estaba inmundo por contacto con un muerto, sino por otra causa de las muchas que se mencionan en la ley, podía purificarse en un solo día lavando sus ropas y bañando su cuerpo, con lo que quedaba inmundo hasta la tarde.

-Lo que hace tal proceder una exhibición aun más notable de la actitud actual de Pablo para con la ley, es el hecho de que en ella participó en ofrecer sacrificios, lo que parece inconsecuencia con su declaración repetida de la total suficiencia de la sangre de Cristo como expiación por el pecado. Creo que debe admitirse que, después de haber escrito la epístola a los Efesios, y más especialmente Hebreos, no era conse­cuente hacer esto, pues en estas epístolas se enseña que la muerte de Cristo ha roto y abolido "la ley de los mandamientos en orden a ritos", los que él llama "pared intermedia de separación" (Efesios 2:13-15); que el sacerdocio aarónico había sido abolido (Hebreos 7, 8); y que el sacrificio de Cristo ha reemplazado del todo el de animales mudos (Hebreos 9, 10). Pero aunque en las epístolas primeras de Pablo hay cosas que, llevadas a su conclusión lógica, com­prendían todo esto, tales puntos no habían llegado todavía a lo claro en su mente, mucho menos en las de otros discípulos, pues plugo a Dios hacer de Pablo el instrumento principal para esta parte de la revelación de su voluntad. La mente de Pablo y la de todos los hermanos estaban aún en casi la misma condición sobre todo esto que las de los primeros discípulos antes de la conversión de Cornelio, con referencia a la salvación de los gentiles. Si Pedro, por la revelación que se le hizo en conexión con lo de Cornelio, pudo llegar a entender mejor sus propias palabras expresadas en el Pentecostés (Hechos 2:39), no hay que sorprenderse que Pablo en sus primeros escritos diera expresión a sentimientos cuyo valor pleno él no llegó a percibir sino hasta que revelaciones posteriores se lo hicieron claro. Que así fue no es más que otra ilustración del hecho de que el Espíritu Santo guía a los apóstoles a toda verdad, no de un salto, sino paso a paso. Por la sabiduría de Dios, la epístola a los Hebreos, cuyo valor especial reside en sus revelaciones claras sobre la distinción entre los sacrificios y el sacerdocio según Moisés, y lo que Cristo ordena, se escribió muy pocos años antes de la destrucción del templo judaico y la abrogación obligatoria de todo sacrificio según la ley; y para que así todo judío cristiano cuya reverencia natural para toda costumbre ancestral y ordenada divinamente pudiera estorbarle en ver la luz sobre este asunto, llegara a abrir sus ojos a pesar de sí mismo. 

2.  Pablo asaltado por la chusma y arrestado por el tribuno en jefe. 

Hechos 21:27-36

     Versículos 27 - 30. Hasta aquí la recepción que Pablo halló en Jerusalén fue grata, y según toda previsión humana, era buena la perspectiva que se le presentaba de escapar de la violencia personal, y así siguió por varios días. (27) “Y cuando estaban por acabarse los siete días, unos judíos de Asia, como lo vieron en el templo, alborotaron todo el pueblo y le echaron mano, (28) dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo y la ley, y este lugar; y además de esto ha metido gentiles en el templo y ha contaminado este lugar santo! (29) Porque antes habían visto a Trófimo efesio, el cual pensaban que Pablo había metido en el templo. (30) Así que toda la ciudad se alborotó, y agolpóse el pueblo; y tomando a Pablo, hiciéronle salir fuera del templo, y luego las puertas fueron cerradas.” Los "judíos de Asia" que levantaron tal gritería eran participes de aquellos complots en que Pablo había padecido tanto en Éfeso (Hechos 19). Su acusación falsa referente a lo que había enseñado por todas partes era eso, el informe que había excitado los prejuicios de sus propios hermanos judíos, como lo dijo Jacobo (Versículo 21). No les asistía razón alguna para creer que Pablo hubiera metido a Trófimo en el templo, pero como reconocieron a Trófimo en su compañía en la ciudad, se les ocurrió levantar tal acusación como el medio más rápido de excitar el furor de la multitud. Quizás el éxito que tuvo Demetrio en alborotar la población pagana, con la grita concerniente al templo de Diana, les sugiriera este artificio (Hechos 19:23-28). La parte del templo que le acusaban estaba violando era el atrio de los judíos, pues los gentiles eran admitidos al atrio más exterior; así, al decirse que lo sacaron fuera del templo, significa que se lo llevaron al atrio de los gentiles. Fuera de este patio, recinto que abarcaba las catorce hectáreas de terreno, no había lugar en las estrechas calles para que tamaño populacho se moviera.

     Versículos 31 - 34. Por segunda vez en su vida Pablo se vio rescatado de manos de sus paisanos por un oficial romano. La primera fue en Corinto. (31) “Y procurando ellos matarle fue dado aviso al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada; (32) el cual tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y ellos como vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de herir a Pablo. (33) Entonces llegando el tribuno, le prendió, y le mandó atar con dos cadenas; y preguntó quién era y qué había hecho. (34) Y entre la multitud unos gritaban una cosa, y otros otra: y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza.” La expresión "tribuno de la compañía", debería ser el quiliarca de la cohorte, pues tal es el significado exacto del original. La legión romana estaba dividida en cohortes de mil hombres cada una, y el comandante de una cohorte se llamaba quiliarca, jefe de mil, así como el que mandaba cien se le denominaba centurión, es decir, jefe de cien soldados.

-Llevó centuriones, en plural, por supuesto, cada uno acompañado de los soldados de su mando, lo cual prueba que venía a la cabeza de varios cientos de hombres. Un número menor podría ser dominado por una chusma furiosa. La expresión "corrió a ellos" es lenguaje de un testigo ocular, pues la torre Antonia, fortaleza en que se acuartelaba la guarnición romana, estaba en la esquina noroeste del patio del templo. Sus cimientos se pusieron en la roca maciza que se yergue como siete metros encima del nivel del atrio. Un tramo de escalera bajaba del patio que era aquí la roca natural. De una ojeada vio el quiliarca que el que golpeaban era en cierto modo la ocasión del disturbio, y precipitóse sacando por conclusión que era algún criminal al que los judíos infligían venganza sumaria, lo encadenó por seguridad, y preguntó quién era y lo que había hecho, para saber cómo había de tratarlo. Pero la mayoría de la chusma no sabía quién era ni qué había hecho, y las respuestas confusas de sus gritos pusieron en claro al quiliarca que tendría que esperar y buscar información de alguna otra manera; por lo que dio orden de llevarlo a la fortaleza.

     Versículos 35 y 36. Puntualmente y con vigor obedecieron los soldados la orden de su jefe. (35) “Y como llegó a las gradas, aconteció que fue llevado de los soldados a causa de la violencia del pueblo; (36) porque la multitud del pueblo venia gritando: Mátalo.” Pablo se ha­llaba o demasiado aturdido por los golpes, o tan renuente a huir del enemigo, que no se movía con la rapidez que querían los soldados, así es que dos de ellos lo levantaron en brazos, o se lo echaron en hombros, y así lo llevaban de prisa. Como sus perseguidores no pudieron echarle mano, fingieron que aprobaban lo que se le hacía, gritando: "Mátale"

3.  Pablo obtiene permiso de hablar a la chusma. 

Hechos 21:37-40

     Aunque Pablo sufría por tantas contusiones, que juntas con su angustia mental, hubieran impedido a otros en el deseo de declamar, al ver las puertas de la cárcel listas a separarlo de sus iracundos compatriotas, dejándolos presa de cólera excitada por una mentira, concibió idea de tratar de apaciguarlos desde luego. (37) “Y como comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dice al tribuno: ¿Me será lícito hablarte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego? (38) ¿No eres tú aquel egipcio que levantaste una sedición antes de estos días, y sacaste al desierto cuatro mil hombres salteadores? (39) Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío, ciudadano de Tarso, ciudad no oscura de Cilicia: empero ruégote que me permitas que hable al pueblo. (40) Y como él se lo permitió, Pablo, estando en pié en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho grande silencio, habló en lengua hebrea, diciendo…” Esta conversación breve muestra cuánto se había equivocado el quiliarca, en la excitación del momento, con respecto a su preso. El egipcio por quien lo tomó era sin duda el que Josefo menciona, pero lo representa al frente de 30,000 hombres en vez de 4,000. Fue el único en quien pudo pensar el quiliarca por lo pronto para quien pudieran los judíos sentir tan violento odio. Cuando supo que Pablo era judío y ciudadano de un lugar como Tarso, aumentó mucho su asombro por la causa de la agitación, e inmediatamente resolvió que, al permitirle hablar como lo pedía, podría llegar a saber por lo que dijera cuáles eran los verdaderos cargos que traían contra él, pues por supuesto esperaba que Pablo les hablara explícitamente. Al darle el permiso, los soldados lo pusieron de pie, y parece que le dejaron libertad de cadenas, cuando menos en uno de sus brazos, pues "hizo señal con la mano al pueblo", gesto habitual que usaba, para obtener silencio. Era la misma señal que en vano había hecho Alejandro en el desorden de Éfeso (Hechos 19:23). Probable es que el silencio que se siguió se llame "grande" por lo difícil que era obtenerlo de un concurso tal. Fue mayor cuando lo oyeron hablar en su lengua nativa (Hechos 22:2).

 

Proceder al comentario sobre Hechos 22:1-30 - 23:1-35.

 


 

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