Vida en el cuerpo de Cristo

Por Jerry Humphries, evangelista

Lección 9

“Las relaciones de unos a otros

Introducción

La esencia de ser cristiano estriba en relaciones. Se trata tanto de relaciones tanto verticales como horizontales. El cristiano fiel disfruta de una relación buena con Dios, Cristo y el Espíritu Santo. Los cristianos están estrechamente relacionados los unos con los otros, pues el Señor nos ha colocado juntos en la iglesia, el cuerpo de Cristo (Hechos 2:47; 1 Corintios 12:12-13; Romanos 12:4-5).

I.  La importancia de las relaciones “unos con otros”.

Desafortunadamente, las actitudes malas y dañosas que permean la sociedad también infectan el pensar de cristianos. La actitud de “Yo” (el “yoísmo”) está llevando a muchos de nosotros a estar privados de mucho gozo y crecimiento espiritual. Al parecer, lo único que les interesa a algunos es ser salvo, o sea, estar en una relación correcta con Dios. Dan la impresión de que no sean importantes para ellos las buenas relaciones con otros cristianos. Algunos cristianos dan a entender claramente que no desean envolverse íntimamente con otros miembros de la iglesia.

Ciertos cambios sociológicos de nuestros tiempos están dificultando el establecimiento de relaciones. Entre ellos figura el incremento en movilidad. Es decir, la gente cambia de residencia con mucho más frecuencia que en el pasado. Además, las residencias de los miembros están separadas, geográficamente, mucho más que en el pasado.

Un porciento grande de cristianos tiene poco y ningún contacto con otros miembros de su congregación, aparte de un breve “Hola. ¿Cómo está usted?”, bien sea antes o después de los servicios de la iglesia. En gran medida, muchas congregaciones se componen de grupos de adoradores desconocidos entre sí. Tristemente, está faltando algo absolutamente esencial para el desarrollo espiritual, a saber, los cristianos necesitan, desesperadamente, los unos a los otros. ¿Ha encendido usted alguna vez una fogata usando carbón? ¿Qué le pasa a la tiza separada de las demás? Asimismo les sucede a los cristianos separados los unos de los otros.

Uno de los factores principales que contribuyeron al crecimiento asombroso de la iglesia primitiva fue el compañerismo entre miembros y la preocupación que sentían unos por otros (Hechos 2:42-46; 4:32). Las personas que tenían hambre de comunión, amor y atención genuina hallaron satisfacción para sus necesidades en el compañerismo de la iglesia. Tal cual en el Siglo I, hoy día multitudes de personas que tienen hambre de relaciones positivas. Continúan en aumento la soledad y la despersonalización. La mayoría de los que responden a encuestas de alcance abarcador apuntan en primer lugar en su listado de necesidades la de tener amigos.

De no hallar las personas satisfacción para sus necesidades y deseos relacionales en el hogar y la iglesia, muchas recurren a los sustitutos que Satanás provee: grupos religiosos que no sean la iglesia del Señor, organizaciones ocultas, gangas, relaciones sexuales ilícitas, tabernas, etcétera.

La iglesia de Cristo que funciona conforme a las intenciones del Señor puede llenar las necesidades relacionales de la gente mejor que cualquier otro grupo. En el Nuevo Testamento, se encuentra mucha instrucción acerca de las relaciones “unos con otros”. De hecho, la frase “unos a otros” aparece en muchos pasajes que contienen esta enseñanza. Se enfocan algunos en la próxima sección de esta lección.

II.  Algunas instrucciones sobre las relaciones “unos a otros”.

Amarse los unos a los otros (Juan 13:34-35). Jesús llamó esto su “mandamiento nuevo”. El mandamiento de amar no era nuevo. El pueblo de Dios sujeto al Antiguo Pacto fue comandado a amar a otros, aun a los extranjeros en medio suyo (Levítico 19:18, 34). La novedad del mandamiento de Jesús a amar estriba en la naturaleza y el alcance que lo distinguen –“como yo os he amado”. Su amor no está fundamentado en nuestra hermosura física o nuestro propio mérito. Nos ama incondicionalmente. Su amor le motivó a hacer el sacrificio supremo por nosotros. Nuestro Señor ejemplificó el tipo de amor que él quiere que tengamos los unos por los otros (1 Juan 3:16).

El amor cristiano genuino no descansa en que nos guste los unos a los otros. El que una persona guste a otra se basa a menudo en factores tales como: formación social, edad, personalidad, intereses en común, apariencia personal, conducta, etcétera. En cambio, los cristianos aprendemos a gustarnos los unos a los otros porque nos amamos incondicionalmente y sin egoísmo, tal como Jesús nos amó. El comportamiento de aquel que posee amor cristiano se describe en 1 Corintios 13:4-6. De no amarnos los unos a los otros, resultaría falsa nuestra afirmación de ser cristianos fieles (Juan 13:35; 1 Juan 3:10, 14, 15). El amor es el requisito más importante en lo concerniente a nuestra relación con Dios y con los otros. Todo lo demás necesario para relaciones saludables brota del amor (Mateo 22:34-40).

Someterse los unos a los otros (Efesios 5:21). Somos sumisos unos a otros cuando somos humildes, mansos, pacientes y tolerantes en nuestra relación unos con otros (Efesios 4:2). Someterse significa tomar en consideración los intereses de otros, en vez de estar siempre ocupados con nuestras propias preocupaciones egoístas. Jesús demostró lo que quiere decir “sumisión”, y nosotros estamos en el deber de imitar su ejemplo (Filipenses 2:1-8).

Servir los unos a los otros (Gálatas 5:13; 1 Pedro 4:10). La mera idea de ser “siervo” violenta al orgullo humano. Contradice completamente el concepto común y corriente de lo que significa sobresalir. El pensar convencional es que la persona realmente sobresaliente es aquella que haya alcanzado prominencia y poder. Esto mismo es lo que motiva a algunos a codiciar autoridad y poder. Los tales quieren “administrar el espectáculo”, “determinar los pasos”, “estar al mando”, etcétera. Este preciso problema afligía a los apóstoles de Jesús antes de convertirse ellos en líderes cristianos maduros. Aún albergaban el concepto mundano y falto de espiritualidad acerca de “grandeza”. Jesús dijo enfáticamente que su pueblo no debería tener semejante actitud. Más bien, deberíamos seguir su ejemplo, tomando el rol de siervos (Mateo 20:20-28). Al lavar los pies de sus discípulos, Jesús demostró, gráfica y poderosamente, lo que significa ser siervo (Juan 13:1-17). ¿Es usted capaz de visualizar aquel acontecimiento? ¡Jesús, el gran Hijo de Dios, arrodillado, y lavando los pies sucios de sus discípulos! Refiriéndose a codiciar puestos y títulos, dijo: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:26-27).

“Sobrellevad los unos las cargas de los otros” (Gálatas 6.2). “Cargas” es la traducción del vocablo griego “baros (“baros”), el cual denota “peso”, o sea, algo que haga presión sobre uno. El contexto de Gálatas 6:2 es que se trata de problemas espirituales. Otros tipos de problemas y pesares se mencionan en otros pasajes del Nuevo Testamento. Los cristianos han de preocuparse profundamente los unos por los otros. No hay nada que indique esto más fuertemente que el hecho de que somos todos miembros de un mismo cuerpo, el cuerpo de Cristo (Romanos 12:5). Si un miembro sufre, todos los demás deberían sentir pesar y motivarse a brindar socorro (1 Corintios 12:26).

Todos nosotros tenemos cargas pesadas de vez en cuando. Nos es preciso que las sobrecarguemos, cada uno por su cuenta, sin ayuda. Dios nos ayudará a llevar nuestras cargas (Salmo 55:22; 1 Pedro 5:7). Uno de los medios de los que se vale él para ayudarnos es el de proporcionarnos a hermanos y hermanas en Cristo dispuestos a compartir nuestras cargas. A menudo, nos privamos de aliento y ayuda porque ocultamos de otros nuestros dolores. Nos saludamos, preguntando: “¿Cómo se encuentra usted?” Y solemos responder: “¡Muy bien! ¡Fantástico!” De cierto, conviene ser positivo. No deberíamos ser quejumbrosos o lloriquear frecuentemente. Por otro lado, no nos conviene ir al extremo de poner la máscara de “cara feliz” y pretender que todo ande bien, cuando en realidad estamos llevando cargas demasiado pesadas para nosotros. Necesitamos permitir que otros nos brinden su ayuda.

Perdonarse los unos a los otros (Efesios 4:32). El mandato de ser bondadoso, compasivo y perdonarnos mutuamente se fundamenta en el perdón de pecados que Dios nos concede a través de Jesucristo. ¿Acaso ha pensando usted alguna vez: “Simplemente, no puedo perdonar a aquella persona el agravio que me ha hecho”? En tal caso, ¿cómo estaría tratando usted a Dios? ¿Le habría ofendido, pecando contra él? Tendríamos que ser iguales a él para poder comprender cuánto odia nuestros pecados. No obstante, nos ama tanto que Jesús tomó nuestro lugar en la cruz, pagando la penalidad por nuestros pecados, para que Dios pudiera perdonarnos. Sabiendo, pues, cuánto sacrificaron Dios y Cristo para perdonarnos, deberíamos sentirnos motivados a perdonarnos los unos a los otros.

Buenas relaciones con otras personas no son posibles si no sabemos perdonar. Tampoco es posible tener una relación buena con Dios si rehusamos perdonar a otros. Siendo pecadores, nuestra única esperanza descansa en el perdón de Dios. De manera que los que no perdonan, no serán perdonados (Mateo 6:14-15).

Conclusión

Estar juntos, los unos con los otros, en el cuerpo de Cristo figura entre las provisiones más maravillosas de Dios para los cristianos. Necesitamos los unos de los otros. Somos una minoría en medio de un mundo malvado. Así que, hagamos todo lo posible para ayudarnos los unos a los otros a sobrevivir, a la vez prosperando espiritual y emocionalmente.

 

Preguntas para reflexionar y discutir

1.  Para ser salvos, ¿es una buena relación con Dios todo lo que necesitamos? Si no, ¿qué más necesitamos?

2.  Según sus observaciones, ¿tiene la mayoría de los miembros de la iglesia relaciones estrechas con otros cristianos?

3.  ¿Qué podemos hacer para llegar a conocernos mejor los unos a los otros?

4.  ¿Por qué fueron atraídas a la iglesia primitiva tantas personas?

5.  ¿En qué lugar, o lugares, debería la gente poder satisfacer sus necesidades o deseos relacionales?

6.  ¿Qué hay de nuevo en el mandamiento de Cristo de amarnos los unos a los otros?

7.  ¿Qué quiere decir someternos los unos a los otros?

8.  Respecto a servirnos los unos a los otros, ¿quién es nuestro ejemplo? Identificar y discutir eventos en la vida de él que nos enseñen a servirnos los unos a los otros.

9.  ¿Cuáles son ejemplos de algunas “cargas” que podemos ayudarnos los unos a los otros a sobrellevar?

10.  Explicar el significado de la admonición “Confesaos vuestras ofensas unos a otros”.

11.  ¿Qué es lo que debería motivarnos a perdonarnos los unos a los otros?

 

 

Cristianos, en comunión grata los unos con los otros, disfrutan de un almuerzo fraternal.

 


 

Lección 10

 

  

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