Bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo

¿Espurios Mateo 28:19 y 1 Juan 5:7?

Esta fotografía de una porción de un manuscrito antiguo del Didaché, escrito cristiano Siglo I de la Era Cristiana ilustra el tema ¿Espurios Mateo 28:19 y 1 Juan 5:7?, en editoriallapaz.

Porción de un manuscrito antiguo del Didaché, escrito de 50 a 70 d. C.,
según expertos en la datación de documentos antiguos.

 

Información amplia en www.wikipedia.org/Didaché.

 

Una referencia a Mateo 28:19 dice: “…bautice en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo”
.

 

 

Escribe cierto lector…

 

“No es mi intención… discutir acerca de la legitimidad de la Santa Palabra, pero sí tener cuidado de apuntar cuando algo está escrito con error o aun con mala intención. Específicamente en este punto del bautismo, me inquieta saber que hay quien afirma que precisamente Mateo 28:19 es un versículo añadido posteriormente en su contenido y que fue adulterado de su original, y que no por coincidencia también 1 Juan 5:7 fue añadido al texto original mucho tiempo después. En alguna literatura católica –de fácil acceso en internet- una autoridad de esta organización declara y no niega, que Mateo 28:19 fue modificado por ellos y aun se pueden encontrar fechas y comentarios que refuerzan” [estos cambios].

Si esto es verdad y sabiendo que también 1 Juan 5:7 también es añadido… Creo que es causa suficiente para retractarnos (me incluyo) en mucho en cuanto a la doctrina de la “trinidad” y del “bautismo en  el nombre (autoridad) del Padre, del Hijo  y del Espíritu Santo”. También si esto es verdad –y sigo con duda- veo claramente que hay un intento directo en demeritar el nombre de Jesús el Mesías, nuestro Salvador y único Redentor.”

Comentarios al respecto

Este servidor tiene, desde hace tiempo, conocimiento de que algunos ponen en tela de juicio la inspiración de los dos textos mencionados. Además, la de Marcos 16:15-20. No siendo erudito en asuntos de manuscritos antiguos, no cuento con credenciales de primera para emitir opiniones al respecto. Más sin embargo, obviamente, muchos expertos consideran que las evidencias a favor de la inspiración de los tres pasajes ameritan que se incluyan en el Nuevo Testamento de Cristo, ya que aparecen sí en algunas traducciones principales, incluso en la Reina Valera. Si la evidencia en su contra fuera sobremanera preponderante, pienso que no se incluyeran en ninguna traducción tenida por legítima.

Circunscribiéndonos a Mateo 29:19, hallamos la siguiente información en www.hermeneutics.stackexchange.com, por Frank Luke.

“Los críticos de textos no se limitan a mirar solo los manuscritos del texto. También examinan citas de pasajes por los escritores antiguos. Todas las citas de Mateo 28:19 que contienen la fórmula del nombre tienen la versión larga, y no la corta. [La versión larga es la de “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, y la corta es “en mi nombre”.]

-Didaché 7:1. (De 50 a 70 d. C., más antiguo que algunos libros del Nuevo Testamento) Dice: “En lo concerniente al bautismo, usted debería bautizar de la manera siguiente. Después de explicar primero todas las cosas, bautice en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua fluyente.”

-Tertuliano. (200 d. C.) Sobre el bautismo. Párrafo 13. “Id, dice él, haced discípulos de las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”

-Tertuliano. Contra Praxeas. Capítulo 2. Dice: “Después de su resurrección, él los manda a bautizar en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.”

-Expresiones similares se encuentran en escritos por Gregorio (205 – 265 d. C. –Confesión de fe, XIII), Hipólito (170 – 236 d. C., en Contra las herejías de Noetus), y Cipriano (200 – 258 d. C., en el contexto del Séptimo Concilio de Cartago), y otros.

En resumen, buscando solo en los escritos de los Padres antes del Concilio de Nicea (325 d. C.), hallé veinticuatro citas de Mateo 28:19 donde se usa la fórmula larga. La versión corta no la había en las citas de estos escritores.”

Con todo, supongamos que los tres textos se eliminaran del auténtico “nuevo pacto” del Señor, pregunto: ¿En qué aspectos cambiaría semejante circunstancia la enseñanza de este Nuevo Testamento sobre la Deidad o sobre su mandato acerca del bautismo? A manera de réplica personal a esta pregunta, tengo a bien llamar atención a unos hechos que me parecen absolutamente claves, a saber:

-Jesucristo revela la voluntad de su Padre, no hablando por sí mismo, sino lo que recibió del Padre. Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo (Juan 8:28).

-El Espíritu Santo tampoco habla por sí mismo sino que revela lo que recibió de Cristo. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.  Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:13-15).

-Pues bien, tratándose primero del bautismo, al enseñar el Espíritu Santo que el bautismo es por inmersión y “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38), se deduce de los hechos resaltados en Juan 8:28 y Juan 16:13-15 que esta doctrina viene originalmente de Dios el Padre, a través del Hijo, quien se la transmite al Espíritu Santo. Porque lo que tiene Cristo lo ha recibido del Padre, y lo que revela el Espíritu Santo lo recibió de Cristo. Ahora bien, dado que los tres enseñan lo mismo, originando la enseñanza el propio Dios y Padre, ¿tendría sentido bautizar solo en el nombre de Jesús como si este fuera el único miembro de la Deidad? Más lógico sería, opino, bautizar solo en el nombre del Padre ya que tanto la idea del bautismo, como también el mandamiento de bautizar, salieron en el principio de él. Pero, ni eso luciría completamente justificado, vuelvo a opinar, pues el propio Jesucristo mandaba a bautizar durante su ministerio terrenal (Juan 4:1-2), también enseñando que nacer del agua, sinónimo del bautismo, es necesario para nacer de nuevo y ser recibido en el Reino de Dios (Juan 3:1-7), y el Espíritu Santo hacía otro tanto desde Pentecostés en adelante. Así que, recalco, tanto el Padre, como el Hijo y el Espíritu Santo autorizan el bautismo. Entonces, pregunto: ¿en qué error pudiéramos incurrir al bautizar en el nombre de los tres, dado que los tres autorizan el acto, estableciéndolo como requisito “para perdón”? Lo hacen en numerosos textos del “nuevo pacto”, aparte de los tres textos que algunos catalogan de “espurios”.

-Los mismos hechos anotados arriba también ponen de relieve la naturaleza de la Deidad. Si el Hijo, Jesucristo, no habla por sí mismo sino lo que recibe del Padre, entonces, lógicamente, Jesús no es Dios el Padre, ni viceversa. Y si el Espíritu Santo tampoco habla por sí mismo sino lo que recibe de Jesús, entonces, lógicamente, él es un Ser distinto a Jesús, como también distinto al Padre. Aquí no tenemos el cuadro de tres Seres divinos que se fundan en uno, iguales en atributos y funciones –tesis de los trinitarios- sino tres Seres de la misma sustancia espiritual con roles distintos en lo relacionado al proceso de la revelación de la verdad divina a la humanidad. Tampoco ocupan los tres Seres posiciones iguales sino que el Hijo está sujeto al Padre y el Espíritu Santo está sujeto al Hijo. Estos roles y posiciones no son meras apariencias sino realidades claramente comunicadas tanto por el Padre como por el Hijo y el Espíritu Santo.

-El hombre, con sus suposiciones y teologías, es quien dificulta una concepción clara de la Deidad. Este es mi parecer personal. Sin ser dogmático. Sin ninguna ilusión de entender perfectamente todo lo relacionado con la Deidad. Pero, esto sí, me atrevo, humildemente, a pensar que lo entienda, a saber: que el Hijo, Jesucristo, no solo estaba sujeto a su Padre durante su ministerio terrenal sino que sigue sujeto a él durante la presente Era Cristiana, no obstante haber recibido “toda potestad en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas (1 Corintios 15:27). Dios el Padre es quien sujeta a su Hijo Jesucristo “todas las cosas”, “claramente” exceptuándose el Padre mismo. De manera que existe uno, Dios el Padre, que nunca ha estado sujeto a Jesucristo, no lo está en la actualidad, ni lo será, pues el apóstol Pablo sigue explicando: “Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15:28). ¿Es esto tan difícil, hasta imposible, de entender?

A resumida cuenta, si descontamos los tres textos que algunos no reciben como inspirados, aun así encontramos en el resto del Nuevo Testamento a Dios el Padre, a Jesucristo el Hijo y al Espíritu Santo, cada uno con existencia independiente y roles distintos, enseñando lo mismo tanto sobre el bautismo como sobre los demás preceptos del evangelio, y ejerciendo los mismos ministerios, que en los tres textos que algunos quisieran eliminar del Nuevo Testamento. Entre los que ponen en tela de juicio la inspiración de estos tres pasajes no faltan los que se oponen a la necesidad del bautismo para recibir el perdón “de los pecados”, ni los que defienden el concepto de “Jesús solo”, ni tampoco quienes se oponen a un “Dios trino”.

Aquello de haber católicos romanos que reclamen haber modificado Mateo 28:18-20 y otros textos donde aparece la Deidad, o “Trinidad” según la terminología de su dogma, no me sorprende ni me impacta, pues tengo presente que la jerarquía de la Iglesia Católica Romana asegura haber dado al mundo no solo el texto en cuestión sino toda la Biblia, cosa muy lejos de la verdad. En realidad, el Espíritu Santo dio a la iglesia el Nuevo Testamento, habiendo recibido de Cristo “toda la verdad”, entregándosela a los apóstoles del Siglo I. Ningún ser humano originó el “nuevo pacto”, sinónimo de “la ley de Cristo” (Corintios 9:21). Más bien, la iglesia verdadera es el fruto de esta nueva “ley”, la cual es “la doctrina de Cristo” (2 Juan 9-11), y no de hombre alguno.

 


 

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