Dos rollos encima de un manuscrito antiguo representan los documentos inspirados que componen el Nuevo Testamento sellado con la sangre de Jesucristo. El gran Tesoro de enseñanzas divinas halladas en el Nuevo Testamento predata dogmas del catolicisomo, como también, muchas doctrinas y prácticas del protestantismo y pentecostalismo.
Una reunión de la junta de directores del
Banco del Vaticano perteneciente a la Iglesia Católica Romana. Tantas riquezas materiales. Tantos tesoros acumulados en la tierra. Tanta pompa. Más sin embargo, Jesucristo dijo:
"Mi reino no es de este mundo... Mi reino no es de aquí". A quien lee y entiende los documentos más antiguos de la iglesia verdadera de Jesucristo se le hace imposible pensar que Cristo y sus apóstoles estuvieran de pláceme en semejante reunión, aprobando y apoyando con entusiasmo la existencia y las ejecutorias de semejante organizacion.
A propósito, amado, ¿controla la Iglesia Católica
Romana vastas riquezas materiales? De hecho, se considera la entidad más
rica, en términos de bienes poseídos, sobre la faz de la tierra. No es de
extrañarse, pues, que tanta riqueza material la corrompa. Considere, por ejemplo,
el escándalo del fracasado Banco Ambrosiano (de Italia) y el enlace que
tenía con el Banco del Vaticano (U. S. News and World Report ,
Página 10, 9 de marzo de 1987). Le pregunto: ¿Fundaba bancos
la iglesia apostólica y primitiva? ¿Comerciaba para enriquecerse
materialmente? Le digo que usted puede leer todos los documentos más antiguos del cristianismo sin encontrar siquiera un ejemplo, ni por insinuación. No solo Jesucristo sino también los santos apóstoles denunciaban
repetidas veces la mercadería religiosa, advirtiendo el mismo apóstol Pedro: “Por avaricia harán
mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 3:1-3). ¡Qué diferente su postura a la de los Papas que alegan ser sus sucesores! Estos se ocuparon en formar un imperio religioso-material-político, empleando todo tipo de mercadería, incluso la venta de indulgencias y simonía rampante, o sea, la venta de puestos eclesiásticos, para lograrlo. Y si duda usted de ello, puedo citarle infinidad de datos históricos plenamente verificables. Fíjese: el propio Espíritu Santo señalaba a "...hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia", exhortando:"apártate de los tales" (1 Timoteo 6:3-10). Sin duda,
el cristianismo original, el más antiguo, el auténtico presentado en los
documentos espirituales más viejos y fidedignos, es muy superior al
catolicismo romano. Un "Especial Tesoro Espiritual" auténtico. ¿Le parece que sí?
Pues bien, el “Tesoro espiritual” que
encontré y que le estoy enseñando es muy superior al “tesoro” del
catolicismo romano. Para mí, no cabe duda. La Iglesia Católica Romana cuenta con muchos tesoros
materiales tales como elegantes catedrales, antiguas esculturas, pinturas de
artesanos famosos, altares recubiertos de oro y plata, más cuantiosas
inversiones en bolsas de valores en distintos países. Pero, el "Tesoro” que este servidor
presenta a usted es espiritual y no material. Se trata del muy antiguo "Tesoro de la
pura verdad divina" que predata al protestantismo, pentecostalismo y catolicismo. Le animo
a seguir examinándola. Tómelo en sus manos; lea, escudriñe. Verá que los
cristianos que vivían antes de la introducción del catolicismo romano al mundo,
tenían, todos y cada uno, el privilegio y la dicha de acercarse directa y
personalmente a Dios. Lo hacían mediante oraciones sinceras y sencillas,
hechas en el nombre de Cristo, el único mediador nombrado y autorizado
específicamente por Dios, según los documentos originales.. Se presentaban ante Dios sin temores
supersticiosos, con mucha confianza, y con la seguridad de que fueran
escuchados. No imploraban a María, suplicándole que intercediera por ellos.
No imploraban a los santos que habían pasado de esta vida a la otra. Tampoco
acudían a sacerdotes constituidos por hombres, pues los apóstoles
inspirados les habían enseñado que todo cristiano fiel es sacerdote,
reconocido como tal por Dios, con todos los privilegios y honores que
atañen bíblicamente a dicha condición extraordinaria espiritual. Las
Escrituras antiguas que documentan esta verdad son las siguientes: 1 Pedro
2: 4-10; Hebreos 5:1-4; 10:1-25; 13:10-16; Apocalipsis 1:6; 1 Timoteo 2:5. Están disponibles para usted, tan cerca como su Biblia, digo, suponiendo que posea una Biblia.
¿Qué le parece hacer suyo este “Tesoro espiritual
verdadero”? Si lo hace, será usted el recipiente de grandes bendiciones, tales
como:
(a) El derecho de
recibir el perdón de todos sus pecados, sin tener que confesárselos a
intermediarios humanos, por ejemplo, al párroco. De ser purificado espiritualmente, en su alma, y
reconciliado completamente para con Dios, sin la intercesión supuestamente obligatoria de oficiales
eclesiásticos, los que también son pecadores. De ser limpiado de sus
inmundicias, sin tener que cumplir penitencias arbitrarias impuestas por
religiosos, pagar misas o hacer donativos a la iglesia.
(b) Además, será suya la
bendición de presentar al amoroso, comprensivo y compasivo Padre Celestial,
en el nombre de su Hijo Amado crucificado, resucitado y glorificado, los asuntos más sensitivos e íntimos de su vida, sin tener que divulgárselos a otros mortales. Según los más
antiguos documentos espirituales del cristianismo que predata al
catolicismo romano, Cristo no es “un sumo sacerdote que no pueda compadecerse
de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Jesucristo, amado, el único; ningún otro. Solo él es "sumo sacerdote", constituido tal por el propio Dios Padre, y lo puede confirmar usted leyendo Hebreos 5:1-10 y 7:1-28. Entonces, ¿con qué razón
o lógica apelar a María o a los personajes religiosos que los católicos romanos llaman “santos”? Ningún documento de los más antiguos confiere a ellos poderes de sumo sacerdote, no exceptuándose María, la madre terrenal de Jesús, y el apóstol Pedro. Siendo, pues, Jesucristo el único sumo sacerdote y solo mediador entre el hombre y Dios, como dice el documento 1 Timoteo 2:5, ¿con qué justificación humillarse
ante un eclesiástico cuyos pecados acaso sean más grandes que los de usted, confesándole cosas muy íntimas, aun secretas, las que no le convendría a humano alguno escuchar?
El Cristo que “fue tentado en todo según nuestra semejanza”, no
pecó. Los sacerdotes católicos también son tentados, pero, a diferencia
de Cristo, suelen ceder, con raras excepciones, a variadas tentaciones, pecando -sexo ilícito, bebidas embraigantes, apuestas, etcétera. Con
todo, pretenden interponerse entre nosotros y Dios como intermediarios espirituales a través de quienes sea necesario, según dogmatizan, alcanzar perdón de pecados. A la verdad, no cualifican para tan
elevado y exigente ministerio. El único que cualifica es Cristo. Pues, ¡qué se
quiten de en medio! Amigo, ¡quítelos usted de en medio! Haga
suyo el verdadero “Tesoro espiritual” y podrá comunicarse, en cualquier
momento, en cualquier lugar, con Dios, sabiendo que él está presto a
escuchar a todos los que le obedecen, que no hace acepción de personas, que
los títulos y puestos eclesiásticos no le impresionan, sino corazones
contritos y humillados. ¿No le parece muy superior este “Tesoro verdadero”
al tesoro del catolicismo romano?
El cristianismo primitivo,
original y puro que predata el catolicismo es un “Tesoro espiritual muy
superior en valor” al tesoro espiritual católico romano porque autoriza para el
ministerio espiritual solo a hombres espirituales, santificados y
debidamente cualificados. Sus obispos, nombrados en cada
congregación, es “necesario” (vocablo que dictó el Espíritu de
Dios) que sean casados, serios, juiciosos, responsables, aptos para
enseñar, no borrachos ni amigos de peleas, sino bondadosos, pacíficos y
desinteresados en cuanto al dinero y los demás bienes materiales. El obispo
elegido según las directrices de los documentos más antiguos del
cristianismo debe “saber gobernar bien su casa y hacer que sus hijos
sean obedientes y respetuosos; porque si uno no sabe gobernar su propia
casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios”? Los ministros de
Dios han de ser “competentes”, sirviendo conforme al Nuevo Testamento, y no
al Antiguo Testamento, ya que este "antiguo pacto" fue anulado, quitado de en medio y clavado en la cruz. Además,
imparciales en el trato, y puros en sus relaciones para con las doncellas y
las damas. Entre los documentos antiguos inspirados que legislan estas
sanas doctrinas se encuentran los siguientes: 1 Timoteo 3; Tito 1; 1 Timoteo
5:21; 5:2; 2 Corintios 3:6-17. Recalco: están disponibles para usted. Ya los escudriñé y sé lo que dicen. En términos de liderato, la iglesia que sigue
estas doctrinas cuenta con guías espirituales de fina formación moral,
carácter íntegro y conducta intachable, quienes traen mucha honra y gloria,
tanto al Rey Cristo, como a su Iglesia, la iglesia de Cristo. Cuenta con
hábiles administradores de la gracia de Dios que se granjean, mediante una
vida ejemplar y eficiencia en el trabajo, la confianza de los feligreses y
el respeto de la comunidad. Cuenta con pastores amorosos que cuidan de la grey, apacentando las ovejas con el rico
alimento espiritual que Dios provee, y no con la paja seca de ritos y
ceremonias humanas.
Amigo, invitemos a cualquier sacerdote católico que se pare al lado del obispo o del
ministro ideal que presentan las Sagradas Escrituras. Las diferencias
entre los dos asombran. Obligado al celibato por exigencias eclesiásticas
que quebrantan la ley de Dios (1 Timoteo 3:1-13; 4:1-5), el sacerdote
católico promedio, incapaz de castrar sus deseos naturales, demuestra ser
muy propenso a caer en adulterios, fornicaciones, homosexualismo, pederastia. Según El Reportero
Católico Nacional, citado en U. S. News and World Report, 9
de marzo de 1987, hasta un cincuenta por ciento de los sacerdotes católicos
son homosexuales. En el tiempo presente (segunda década del Siglo XXI), se está divulgando por todos
los medios noticiosos el enorme escándalo vergonzoso causado por gran número
de sacerdotes que abusan sexualmente a niños y adolescentes. (Ver, por
ejemplo, el extenso reportaje compilado por Yahoo en su sección de noticias en el Internet.) ¿No es cierto que muchos
sacerdotes fuman, fiestean y se embriagan al igual que los hombres sin Dios
en el corazón? ¿Seguirlos? ¿Por qué? Obviamente, no tienen el precioso
“Tesoro de la verdad divina”. El tesoro que nos ofrecen brilla con el lustre
de oro, pero su oro es de embuste. No nos engaña. Se presentan delante de
nosotros con pompa ostentosa, pero sus caras vestimentas ocultan inmundicias
indecibles. Preferimos a los ministros competentes y puros constituidos
conforme al Nuevo Testamento, la ley espiritual que predata el catolicismo .
A un plano de iluminación
espiritual tal que ya no hace falta apoyar la fe en lo que se ve o se toca.
Aquel cristianismo puro del Siglo I, aquel que fue dado a
conocer antes de que apareciera el catolicismo romano en el escenario del
mundo, superaba toda religión que conducía al adorador a la veneración de
objetos materiales y personajes investidos de poderes místicos alegadamente
sobrenaturales. Llevaba al que lo aceptaba lejos del animismo, del
fetichismo, del espiritismo, de la santería, del paganismo, de la idolatría
y de las supersticiones de toda clase, a un plano de iluminación espiritual
tal que ya no le hacía falta apoyar su fe en lo que pudieran ver sus ojos o
palpar sus manos. Su poder extraordinario para transformar, su diáfana
belleza celestial y su fuerte atracción moral se debían a que llamaba y
persuadía al ser humano a conocer espiritualmente a Dios, el que es, en su esencia
inefable, "Espíritu", adorándole “en espíritu y en verdad”. "Dios es espíritu" (Juan 4:24). Los
documentos más antiguos sostienen estas afirmaciones, por ejemplo: Juan
4:23-24; Romanos 1:16-32; 1 Juan 5:21; 1 Corintios 8; Apocalipsis 21:8; Hechos
19; 17:16-33.
Sublime y muy valioso “Tesoro
espiritual” aquel cristianismo puro del Siglo I. “Tesoro incomparable”
que, a la larga, perdió aquella porción abrumadora de la iglesia del Siglo IV al apartarse de la sana enseñanza apostólica. “Tesoro”
despreciado, abandonado y olvidado en la “Cueva Oscura de la Apostasía” por los eclesiásticos que optaron por unir sus congregaciones al poder secular-político cuando el emperador romano Constantino, convertido a su manera a Cristo, comenzó a intervenir en la iglesia. Por eclesiásticos que prefirieron sus propias tradiciones y teología
idolátrica a a la sublime doctrina espiritual del evangelio original. “Tesoro” redescubierto por este servidor, como también
por gran número de almas sinceras que lo buscaron hasta encontrarlo. “Tesoro espiritual” que revela la única religión verdadera, a saber: la
que apela a la mente y al espíritu del ser humano, y no a su carne; que
insta a la contemplación intelectual e inteligente del Creador, su creación
y sus nobles propósitos para la raza humana; que combate la tendencia
marcada en el hombre y la mujer de sustituir supersticiones por la Verdad, e
imágenes de su propia hechura por el Dios verdadero; que echa al piso toda
barrera material que fuera puesta entre el hombre y su Dios; que hace a un
lado todos los personajes, bien sean míticos o reales, que se interpusieran
entre el ser humano y Dios; que rescata al alma del paganismo, ofreciéndole
un camino mucho más excelente.
Le pregunto, querido compañero: ¿Qué cosas ofrece el catolicismo
romano? Ya sé: imágenes
talladas por artesanos humanos, crucifijos, rosarios, velas, agua bendita,
la hostia, incienso, reliquias, cenizas, palmitas benditas, música de
instrumentos, apariciones, señales, vestimentas espléndidas para la
jerarquía, catedrales adornadas de riquezas materiales. O sea, ofrece,
tal cual las religiones babilónicas, griegas, egipcias y romanas del pasado, el mismo tipo de religión que fomenta y fortalece las inclinaciones
supersticiosas y materialistas del ser humano, vistiéndola de “cristiano”. Estoy orando que mi franqueza no le aleje sino que le lleve a ver con claridad cuán diferente es lo ofrecido por el catolicismo romano comparado con el "Inigualable Tesoro verdadero espiritual" obsequio de Dios para todo aquel que quisiera hacerlo suyo.
El cristianismo que antecede el
catolicismo obraba verdaderos cambios en el ser humano. Dejaba de fornicar el fornicario; el borracho, de
tomar; el ladrón, de hurtar; el mentiroso, de mentir. El espiritista quemaba
sus libros; el idólatra se deshacía de sus imágenes. Tan completa era la
transformación efectuada que se decía de los que la experimentaron que habían muerto al pecado, que habían sepultado al viejo hombre viciado en las
aguas bautismales y que habían nacido de nuevo “del agua y del espíritu”,
siendo trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Cristo. El poder
glorioso que obraba semejante nuevo nacimiento, formando la "nueva criatura", el "nuevo hombre",
era el evangelio puro tal y como proclamado al principio de la Era
Cristiana. Se trata de la revelación divina, entera y perfecta, que aún no
había sido diluida con tradiciones humanas o tergiversado mediante los dogmas de
eclesiásticos. Le instamos a consultar los documentos más antiguos del
cristianismo para que compruebe el increíble poder transformador del
evangelio original, por ejemplo: Romanos 1:16; 12:1-2; Juan 3:1-5; Romanos
6:1-7; Colosenses 3:5-15 y Santiago 1:18.
Este notable “Tesoro espiritual,
vivo y no muerto”, hace bien a todo aquel que lo abraza, pues fluyen de él
electrizantes corrientes espirituales cargadas de suficiente poder para
convertir al pecador más empedernido en “nueva criatura”,
santificándolo para una vida de santidad. Mediante sus enseñanzas claras y
prácticas, provee una defensa fuerte contra las tentaciones más
ardientes y las pruebas más severas, instando, motivando y advirtiendo a que
no se vuelva atrás. El que tiene este “Tesoro verdadero” no puede andar en
el pecado. El que lo conserva, aprovechándolo al máximo, se hace ciudadano
ejemplar, padre o madre por excelencia, hijo o hija que trae gozo, cristiano
auténtico. Todo esto, y mucho más, logra el
cristianismo que predata el catolicismo romano. Al respecto, le recomendamos la lectura de más
documentos espirituales, por ejemplo: Hechos 2; 8:4-40; 16:25-40; 19:18-20;
1 Corintios 6:15-20; Santiago 1:18; Efesios 4:17-31; 1 Pedro 4:1-5; Romanos
6:3-8; Colosenses 1:13; 2 Corintios 5:17.
Ya no
dirá: “Yo soy católico”, sino “¡Yo soy cristiano!”
Querido amigo, gracias por acompañarme hasta aquí. Enseñarle pausada y
completamente todos los valores superiores de este “Tesoro redescubierto” me
tomaría mucho más tiempo. ¿No es suficiente lo presentado ya para
persuadirle a cambiar de católico a cristiano? No desea este servidor
persuadirle a ser “protestante”, “evangélico”, “pentecostal”,
“testigo de Jehová”, “mormón” o “masón”, sino ¡“CRISTIANO”! Sencillamente, “cristiano”. Usted lo puede lograr pronto, si así lo desea.
Ya cree usted en Dios y su Hijo, suponemos. Pues, necesita bautizarse conforme al
ejemplo de Cristo y las instrucciones apostólicas: sumergirse (zambullirse)
en las aguas del bautismo. El bautismo por aspersión no es bautismo. Durante
los primeros siglos de la Era Cristiana no se practicaba la aspersión. Si
duda de ello, pregunte a cualquier sacerdote instruido, pues los teólogos e
historiadores católicos saben que el bautismo practicado por los apóstoles
era por inmersión. ¿Se atreve usted a presentarse ante Dios sin el bautismo
que él mismo ordenó? Al bautizarse bíblicamente, Cristo le añadirá a su
propia iglesia, y no a la católica, la pentecostal, la protestante, la evangélica o
cualquier otra de origen humano. Añadido y unido a las demás
almas de la misma fe pura, aprenderá a adorar correctamente, como también a
vivir y disfrutar a plenitud la vida en Cristo. Ya no dirá: “Yo soy
católico”, sino “Yo soy cristiano”. Entonces, acabada su carrera
gloriosa, tendrá amplia entrada a las regiones celestes de Dios, sin tener
que pasar por lugares míticos tales como el purgatorio.
Estamos en las mejores
disposiciones de brindarle nuestro apoyo espiritual. Queremos compartir con
usted este gran “Tesoro auténtico del cristianismo original”.
Escribe Homero Shappley de Álamo .
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