Jesús en el estrado… de nuevo

 

Por Brad Harrub

 

Traducción del artículo completo Jesus on Trial… Again - Jesús en el estrado… de nuevo, por Brad Harrub, Ph.D., publicado en la revista Think [Pensad], edición de mayo del 2006, Páginas 10 y 11.

 

 

Esta imagen es un collage de representaciones gráficas de antiguo testigos a la existencia de Jesucristo en la tierra, entre ellos: Clemente de Roma, Policarpo, Ignacio, Ireneo, Justino Mártir, Flavio Josefo, Cornelio Tácito y Gaius Suetonius Tranquilllus.

 

Simplemente, imagínelo desde su punto de vista de ellos. Tres adolescentes cristianos deciden escaparse del aburrimiento de los días cálidos y ociosos del verano, yendo al cine. No tienen idea de lo que se esté ofreciendo, pero poco les importa. Solo les interesa alejarse de mamá y papá, como también refugiarse del calor sofocante. Prontamente, se acomodan en sus asientos tipo estadio, disfrutando las brisas frescas del aire acondicionador. Comparten un cubo de palomitas de maíz mientras responden a las preguntas sobre trivialidades cinematográficas, en espera del largometraje. Después de ver unos cuantos preestrenos, finalmente atenúan las luces –y eso es cuando se inicia algo importante. ¿Cuál, pues, es el largometraje? En esta ocasión, sucede que es la película The Beast [La bestia], lanzada el 06 del 06 del 2006 (666). Mediante tan solo las primeras escenas de introducción, las semillas de dudas son plantadas mientras ven estos tres jóvenes ingenuos una película cuya argumentación es que Jesucristo nunca existió.

Amigos, pudiera ser que estos tres jóvenes fueran individuos de su propia congregación. O bien pudiera ser que fueran sus propios hijos o nietos. Durante este verano, están siendo lanzados dos largometrajes que lleven a muchos jóvenes cristianos a cuestionar su fe, como además los fundamentos de sus creencias religiosas: La bestia y El código Da Vinci. Dado el trato que Hollywood suele dar a Dios o cualquier cosa religiosa, creo que no arriesgo equivocarme al decir que ambos largometrajes recibirán tremenda atención de parte de los medios noticiosos. La bestia, dirigida por Brian Flemming, a quien describen como “una vez fundamentalista cristiano”, intenta probar lo que llaman “el secreto mejor ocultado del cristianismo –que Jesucristo no existió”. (Este es el mismo Brian Flemming quien dijo, en una entrevista con WBAI New York 99.5 FM, el 3 de abril de 2005: “Pienso que probablemente es correcto que Jesús, de hecho, nunca existió”. Prosiguió a notar: “Al comenzar yo a mirar la evidencia… me sentí fascinado por la idea que Jesucristo nunca existiera… un hecho que mucha gente jamás ha escuchado de modo alguno”.)

El sitio de Internet que promueve esta película describe el complot de la siguiente manera:

“Cuando su padre, un erudito en Biblia, desaparece misteriosamente, una estudiante cristiana de escuela secundaria llamada Danielle, investiga. Descubre que él había tropezado con un encubrimiento del secreto mejor ocultado del cristianismo: que Jesucristo nunca existió.”

Ahora que prosee ella evidencia de este hecho peligroso, Danielle ha de confrontar dos fuerzas recias: por un lado, una banda de fundamentalistas cristianos dispuestos a utilizar cualquier medio necesario para suprimir la verdad, y, por el otro, su propio deseo de que Cristo sea real. Adentrándose en territorio factual bien explorado por eruditos, pero en gran parte oculto de la vista del público, La bestia es un cuento épico de inocencia perdida, fe en crisis y el poder asombroso que tiene la verdad de sobrevivir (Palabras ennegrecidas por Brad Harrub).

La pista fílmica para La bestia en el sitio de Web enseña una imagen de Jesús con la siguiente propaganda, la cual llena la pantalla: “Hace siglos, una leyenda fue inventada… falsificación… fraude… coerción… riqueza… avaricia… tortura… homicidio… guerra… le revistieron del poder para dominar al mundo”. Prosigue este sitio de Web a reclamar: “Los autores de los Evangelios, escribiendo desde cuarenta hasta noventa años después de la supuesta vida de Cristo, nunca tuvieron la intención de que sus obras fuesen leídas como biografías. Durante este período en el que, supuestamente, viviera Cristo, no se encuentran para él referencias verosímiles de procedencia no cristiana”. ¡Y allí están sentados, tanto jóvenes como adultos, absorbiendo esta basura!

Probablemente, muchos de ustedes estén al tanto de que una corte italiana está para considerar el asunto de que si Jesucristo realmente existía. Más temprano en este año, el ateísta Luigi Cascioli acusó a Enrico Righi, sacerdote católico, de despistar al público al presentar este a Jesús como un personaje histórico. Así pues, el caso será llevado a juicio ante un juez, determinando él si cree, o no, que Jesús fuera una figura auténtica de la historia. Pues bien, ¿podríamos nosotros probar que Jesucristo existió? ¿Tienen los autores de La bestia razón al sugerir ellos que para Cristo no hay referencias verosímiles de procedencia no cristiana? ¿A quién podríamos “poner en el estrado” para que dieran testimonio a la existencia de Cristo?

En primer lugar, podríamos tomar el testimonio de antiguos predicadores no inspirados cuyos escritos testifican de Cristo –hombres tales como Clemente de Roma (cerca de 30 – 100 d. C.), Ignacio (70 – 110 d. C.), Policarpo (70 – 156 d. C.), Justino Mártir (100-165 d. C.), e Ireneo (130 -202 d. C.).

Adicionalmente, podríamos procurar a un testigo “hostil” a Cristo, a saber, el historiador judío Flavio Josefo. Pese a su incredulidad, este judío reconoció que un hombre llamado Cristo existió. Apuntó:

“Y alrededor de este tiempo, se levantó Jesús, un hombre sabio, si, de veras, debiéramos identificarlo como hombre, pues era hacedor de obras maravillosas, un maestro de hombres que reciben con beneplácito la verdad. Arrastró tras sí a muchos judíos, como también griegos. Él fue el Cristo. Y cuando Pilato lo condenó a la cruz, habiéndolo encausado los hombres principales entre nosotros, los que lo habían amado al principio no cesaron de amarlo, ya que al tercer día él les apareció vivo de nuevo, habiendo los profetas divinos hablado estas maravillosas cosas acerca de él, como miles más; y aun ahora la tribu de cristianos, así designados por su nombre, todavía no se ha extinguido” (Antigüedades de los judíos. 18:3:3).

Otro testigo “hostil” a quien pudiéramos llamar al estrado sería el historiador romano Cornelio Tácito (c. 55 – 117 d. C.). En su recuento histórico, Tácito notó cómo Nerón utilizó a los cristianos como chivos expiatorios, culpándolos del incendio de Roma. Observó:

“Consecuentemente, para contrarrestar el reporte [Nota del traductor HSA. Según el que Nerón mismo había incendiado a Roma.], Nerón fijó la culpa, infligiendo las torturas más exquisitas, a una clase odiada por sus abominaciones, llamada cristianos por el populacho. Christus, en quien el nombre tuvo su origen, sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio, a manos de uno de nuestros procuradores, Pontio Pilato, y una superstición muy maliciosa, así detenida por el momento, volvió a irrumpir no solo en Judea, la primera sede del mal, sino también aun en Roma, donde todas las cosas horrendas y vergonzosas desde toda parte del mundo hallan cabida y se vuelven populares. En conformidad, primero se realizó el arresto de todos los que se declaraban culpables [de ser cristianos. HSA]; entonces, habiendo estos divulgado información, una multitud inmensa fue convicta, no tanto del crimen de haber incendiado la ciudad como por odiar a la humanidad. Burlas de todo tipo acompañaron sus muertes. Cubiertos con pieles de animales, fueron desgarrados por perros y perecieron, o fueron clavados en cruces, o fueron condenados a las llamas y, ya extinguida la luz diurna, quemados para iluminar la noche. Nerón ofreció sus huertos para este espectáculo” (Anales. 15:44).

O podríamos llamar al estrado a otro historiador romano, a Gaius Suetonius Tranquilllus (llamado comúnmente Suetonio). Suetonio escribió:

“También, castigos fueron infligidos sobre los cristianos, una secta que profesaba una nueva y maliciosa creencia religiosa” (Nerón. 16.2), facilitándonos esta referencia evidencia de la existencia de cristianos en aquel tiempo. En su obra famosa sobre La vida de Claudio, observó: “Por causar los judíos en Roma, instigados por Chrestus, disturbios constantes, él (Claudio) los expulsó de la ciudad” (25:4). (Suetonio usó, simplemente, una variación del deletreo de Cristo, siendo virtualmente lo mismo como el deletreo latino “Christus”.)

[Gaius Suetonious Tranquillus, conocido comúnmente como Suetonius, nacido alrededor de 69 d. C., fallecido después de 122 d. C.]

[El emperador Claudio César. Claudius Caesar Augustus Germanicus. Emperador romano de 41 a 54 d. C.]

Así pues, ¿quién era este Jesús?

Sin duda alguna, un hombre llamado Jesús caminó sobre este planeta Tierra, y fue crucificado. Aunque Hollywood intente denegar su existencia, es fácil probarla. Pero, estas semillas de Verdad, ¿acaso serán plantadas antes de que Hollywood haga tambalear la fe de su hijo? Permítame animarle a traer este tópico en clases bíblicas, predicar sobre él, enseñar sobre él y discutirlo con sus hijos.

La única cuestión pendiente es: ¿quién fue este hombre? ¿Era un Incitador, o un Transformador? En su famoso libro Mero cristianismo, C. S. Lewis escribió:

“Aquí, estoy tratando de prevenir que alguien diga la cosa realmente necia que la gente suele decir acerca de él [de Cristo. HSA]: ‘Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro de la moral, pero no acepto su reclamación de ser Dios’. Esa es, precisamente, la cosa que no debiéramos decir. Un hombre que fuese meramente hombre, y dijese el tipo de cosas que Jesús dijo, no sería un gran maestro de la moral. O sería un lunático –a la par del hombre quien dice que él mismo es un huevo salcochado- o sería el diablo del infierno. Usted tiene que escoger. O este hombre era, y es, el Hijo de Dios; o es un maniático, o algo peor. Usted puede callarlo por necio, esculpirle y matarlo como demonio; o usted puede echarse a sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero, no traigamos ningún disparate condescendiente al efecto de ser él un gran maestro humano. Él no ha dejado abierta esta opción. No tuvo intención alguna de hacerlo(1952, Páginas 40-41. Palabras ennegrecidas por Brad Harrub.)

El punto de Lewis está bien formulado. O Jesús era quien dijo ser –el Hijo de Hombre. O fue un mentiroso, un hombre loco. Josh McDowell lo expresó aptamente: Cristo es un mentiroso, un lunático o el Señor.

Damas y caballeros, ¿se han convenido ustedes en un veredicto?

Escribe Brad Harrub .

Traducción por Homero Shappley de Álamo.

 

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