Un grupo de pastores bautistas.
Estos varones predican que el bautismo en agua no es “para perdón de los pecados”, que la salvación es por “solo creer” o “hacer profesión de fe”, y “una vez salvo, siempre salvo”. Una generación de predicadores bautistas inculca estas doctrinas a la próxima, y así sucesivamente. Pero, ¿respalda la “doctrina de Cristo” estas enseñanzas típicamente bautistas? El general sirio Naamán resistió las instrucciones de bautizarse para ser curado de su lepra. ¿Acaso resistan estos pastores aceptar el propósito divino para el bautismo mandado en el Nuevo Testamento?
Edgar escribe…
"Queridos hermanos, quisiera comentar sobre el artículo del pastor Francis Chan. No creo que para el perdón de pecados sea necesario el bautismo en agua, sin negar que sea necesario hacerlo por obediencia. Creo que el agua (literalmente) no puede estar a la altura del sacrificio de Cristo (su sangre) por nosotros. El único requisito para la salvación es CREER. En Marcos 16:16 el Señor nos dice que el que no creyere será condenado- que bueno que creyendo me bautizo, ok, pero si no creo no me salvo. En la cita de Hechos 8:36-37, el eunuco pregunta: ‘¿Qué impide que yo sea bautizado?’ Y se le contesta: ‘Si CREES bien puedes’. No se le dice que si no se bautiza no será perdonado. Y para terminar, en Romanos 10:8-11, nos enseña que prediquemos la sana doctrina, que si creyeres en tu corazón y confesares con tu boca, serás salvo. Aquí no dice nada sobre el bautizarse. Creo firmemente en el bautismo como requisito indispensable de testimonio, ante el mundo y los presentes, de mi conversión de viejo a nuevo hombre, pero jamás apostataré al decir que el bautismo en agua es requisito fundamental para que Dios me perdone. Eso no es bíblico." Referer: "http://www.editoriallapaz.org/Chan_Francis_oracion_del_pecador.htm"
“Iglesias del presente llenas, llenas de Naamanes”, responde el Sr. Homero, refiriéndose a personas que resisten altaneramente el mandato de bautizarse “para perdón de los pecados”. Define enfermedades exegéticas que las afligen.
Estimado Sr. Edgar, sea la paz de Dios con usted.
Amado, estoy sorprendido sobremanera con la tanta resistencia al bautismo “para perdón de los pecados”(Hechos 2:38), mandamiento que pronunció el apóstol Pedro, por el Espíritu, en el día de Pentecostés. “…bautízate, y lava tus pecados”, dice Ananías a Saulo de Tarso, ya creyente en Cristo y arrepentido de sus persecuciones contra la iglesia, pero todavía con sus pecados encima (Hechos 22:16). Enseñando el Espíritu Santo tan claramente en estos y otros pasajes que el bautismo es “para perdón”, usted se atreve a decir que enseñarlo así sería apostatar. Sostengo todo lo contrario: que no enseñar el bautismo “para perdón” es apostatar.
Precisamente, en estos días vengo meditando sobre este tema, y pensando: Verdaderamente, las iglesias del presente están llenas, llenas de Naamanes. Naamán, el general sirio leproso que se negaba a bautizarse siete veces en el río Jordán para que fuese curada su lepra (2 Reyes 5). Desde luego, las aguas turbias del Jordán no tenían poder alguno para curarlo. No se trataba de curación por aguas, por meramente zambullirse en aguas. La curación vendría, milagrosamente, de parte de Jehová Dios. Más sin embargo, la curación de su lepra estaba condicionada en su obediencia a instrucciones específicas dadas por el profeta Eliseo. www.editoriallapaz.org/simbolismo_Naaman_Eliseo.htm Asimismo, el bautismo ordenado por Cristo. El “perdón de los pecados” concedido por Dios en virtud de la sangre del Cordero vertida en la cruz es condicionado por el mismo Dios en la obediencia a este mandato. El que usted, juntamente con millones de la misma mentalidad, “crean” lo contrario, no cambia en absolutamente nada una verdad declarada y sostenida repetidamente a través del Nuevo Testamento.
Recalcamos: se trata de un perdón condicionado por Dios en el acatamiento de un simple mandamiento: “…bautícese, cada uno de vosotros…PARA PERDÓN DE LOS PECADOS”. Hechos 2:38. Pero, el Naamán moderno dice: “No, Señor. No lo voy a hacer. Porque el bautismo en agua no puede estar a la altura de la sangre de Cristo… porque el bautismo es una obra, y la salvación no es por obras… porque el ladrón crucificado con Cristo, al arrepentirse, fue salvo sin bautizarse… porque los moribundos no pueden bautizarse… por la fe sola salva… porque la sangre de Cristo es lo que salva…”, ad infinito. Últimamente, algunos están enseñando que desde Pentecostés en adelante, o desde Apolos en adelante, el único bautismo es espiritual, que el bautismo en agua pertenecía a la antigua ley, que Juan el Bautista no quería bautizar a Jesús porque el bautismo atañía a la antigua ley. Argumentos y porfías a granel en contra de un mandamiento tan sencillo de la Deidad. A propósito, el bautismo administrado por Juan el Bautista también era “para perdón” (Lucas 3:3), hecho que muchísimos desconocen, pasan por alta o quisieran obviar.
Amado, ¿quién ha dicho jamás algo como “el bautismo está al nivel de la sangre de Cristo”? Se trata más bien de una simple prueba para determinar la sinceridad de la fe profesada. ¿Dices que tienes fe en Cristo y su sacrificio como medio para ser perdonado? Veamos. Bautízate para perdón. ¿No quieres bautizarte para perdón? Entonces, tu fe no es la que salva, pues la fe que salva es la “que obra por el amor” (Gálatas 5:6); es la que obedece. Pero, tu fe es fe en la fe sola, que la fe sola salva, que, como dices: “…el único requisito para la salvación es CREER”. Más sin embargo, la fe sola es muerta (Santiago 2:14-26). Aun los demonios creen y tiemblan, pero siguen siendo demonios.
Respetado Sr. Edgar, sus interpretaciones tanto de Marcos 16:16, como del caso del eunuco de Etiopia y de Romanos 10, en lo referente a creer en el corazón y confesar con la boca, adolecen de las mismas enfermedades exegéticas que acabamos de diagnosticar. Me refiero a la fiebre de sustituir pareceres personales por mandatos claros de Dios y la miopía de no mirar más allá de la palabra “creer”.
Tratándose de Marcos 16:16, fijando Jesucristo dos condiciones para ser “salvo”, a saber, creer y bautizarse, ¿con qué sentido o lógica le obligaríamos a añadir “el que no se bautizara será condenado” a “el que no creyere será condenado”? Veo a Jesús mirando al autor de tal exigencia como falto de raciocino normal. Hombre, el que no cree ¡ya está condenado! ¿Con qué sentido, pues, decir al descreído: “Si usted no se bautiza será condenado”?¿Cómo respondería el descreído? “Pero, varón, he dicho que no creo. ¿Por qué mencionarme el bautismo, si he dicho que ni creo? Si no creo, obviamente, no me voy a bautizar. Demás es decirme que si no me bautizo seré condenado. Un poco de sentido común, por favor.” La miopía de ver “solo creer” o “fe sola” en todo texto bíblico relacionado con la salvación no permite al afligido ver la pequeña conjunción “y” en Marcos 16:16. Pequeña, pero de inmensa importancia, pues une dos mandamientos inseparables en el plan de Dios para salvación. “El que creyere Y fuere bautizado, será salvo…” Pero, usted, estimado Sr. Edgar, se atreve no solo a obviar la conjunción “y” sino también a cambiar la secuencia de términos en una oración pronunciada por el propio Jesucristo. Según usted, la oración debería leer: “El que creyere, será salvo, y debiera bautizarse posteriormente como testimonio al mundo de la salvación recibida por fe sola”. ¡Ay de usted! Jesucristo establece dos condiciones para ser “salvo”. Usted tacha una de ellas. Dos condiciones para ser “salvo”, pero una sola para ser condenado, a saber, no creer. Un solo acto de desobediencia es suficiente para ser condenado. El culpable de no creer, ¿con qué razón o lógica decirle: Si no confiesas el nombre de Cristo, si no te bautizas, si no comes la cena del Señor, si no te congregas, si no das tu ofrenda… serás condenado? No creyendo, ¡ya está condenado!
Pasamos a su comentario sobre la conversión del eunuco de Etiopía. Usted escribe: “…el eunuco pregunta: ‘¿Qué impide que yo sea bautizado?’ Y se le contesta: ‘Si CREES bien puedes’. No se le dice que si no se bautiza no será perdonado”. ¿Cómo sabe usted, Don Edgar, que Felipe no le dijera al etíope, eunuco, que si no se bautizara, no sería perdonado? Precisamente aquí, se manifiesta otra enfermedad exegética que aflige a multitudes en el presente, a saber, la presunción. Usted presume que Felipe no se lo dijera, quizás no tomando en cuenta el que no se registra en Hechos 8 toda la enseñanza impartida por Felipe al eunuco en aquella ocasión. “Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús” (Hechos 8:35). Querido amigo, estudiante de la Palabra divina, al igual que este servidor, “el evangelio de Jesús” incluye no solo “El que creyere…” sino también “…y se bautizara, será salvo…”. ¿Por qué menciona el etíope el bautismo? ¿Cómo sabía que debía bautizarse? ¿Por qué se preocupa por bautizarse? Cierto es que las respuestas a estas preguntas no aparecen en el breve relato de Hechos 8, pero son tan obvias que cualquier estudioso las discierne sin dificultad alguna. ¿Por qué? Porque en el transcurso de anunciarle Felipe “el evangelio de Jesús”, se le instruyó sobre el bautismo, justamente en cumplimiento de la Gran Comisión. Se le dijo que Cristo ordenó el bautismo, fijando “para perdón” como el propósito. De ahí, la preocupación del etíope. “He aquí, hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?” Muy lógico. Del todo bíblico. Armonioso con los demás textos del Nuevo Testamento sobre el bautismo.
-Ahora bien, Sr. Edgar, estando usted en el lugar de Felipe, ¿cómo hubiera respondido a aquella pregunta? Sus “ojos de entendimiento” se llenan del verbo “CREES”, tanto que lo escribe con letra mayúscula. “Solo CREER, don eunuco. El único requisito para salvación es CREER. No tienes que bautizarte para recibir perdón. Tan solo CREER. La salvación es por FE SOLA. Yo te bautizo aquí, si me lo pides, pero no porque sea necesario para perdón. Sería, más bien, para dar testimonio a mí, y a tu siervo que conduce el carro, de tu conversión por FE SOLA.”
Otro argumento presenta usted contra bautizar “para perdón” diciendo que “en Romanos 10:8-11, nos enseña que prediquemos la sana doctrina, que si creyeres en tu corazón y confesares con tu boca, serás salvo. Aquí no dice nada sobre el bautizarse”. Tampoco dice nada en estos versículos sobre oír para creer. Pero, más adelante, en el versículo 17, Pablo explica que “la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios”. De manera que uno no puede ni siquiera CREER sin primero OÍR. Tampoco se dice nada en los versículos 8-11 de ARREPENTIRSE. Veo que su miopía espiritual –ojala esta forma de expresarme no le sea de tropiezo; solo intento llamar atención a una falla exegética común y peligrosa- reduce el radio de su visión al verbo “CREYERES”. Pero no es solo “si CREYERES” sino también “si CONFESARES con tu boca”. Ahí, de nuevo, se utiliza la pequeña conjunción “Y”, la cual une dos condiciones necesarias para ser “salvo”, al igual que en Marcos 16:16. Siendo CONFESAR CON LA BOCA una condición necesaria para ser “salvo”, predicar SOLO CREER como “único requisito” no es ninguna sana doctrina.
-El gran mal exegético de apoyarse en un solo texto bíblico, o en un grupo de textos similares, para enseñar el plan divino de salvación bien se puede ilustrar, citando 1 Pedro 3:21. “…el bautismo que corresponde a esto AHORA NOS SALVA…” Don Edgar, ¿aún insiste usted en decir que el bautismo no sea para perdón? El apóstol Pedro afirma, llana y categóricamente, que “el BAUTISMO… NOS SALVA…” Aquí, no se habla de oír la Palabra para tener fe, creer en el corazón, arrepentirse o confesar con la boca el nombre de Cristo. Se enfoca solo el BAUTISMO, y se dice que “NOS SALVA”. Pero, muy mal maestro o predicador sería aquel que enseñara solo el bautismo para perdón, obviando los demás pasos necesarios presentados en otros pasajes bíblicos.
Añade usted: “Creo firmemente en el bautismo como requisito indispensable de testimonio, ante el mundo y los presentes, de mi conversión de viejo a nuevo hombre…” Curiosamente, la Deidad enseña, unánimemente, que el bautismo es indispensable “para perdón de los pecados”, pero usted, secundado por millones, cambia el propósito, diciendo que es “requisito indispensable de testimonio”. Pregunto: ¿Puede usted ser salvo eternamente sin cumplir jamás “el requisito indispensable de testimonio”? “Salvo, siempre salvo, por fe sola”, si no cumple jamás tal requisito, ¡será salvo eternamente pese al incumplimiento! Los embrollos que producen doctrinas calvinistas no tienen fin. Otra pregunta: ¿Será salva eternamente la persona que cree, pero nunca se bautiza, aun sabiendo que el bautismo es mandato de la Deidad?
Muchísimos Naamanes que prefieren seguir con su lepra de pecado a bautizarse como Dios, Cristo y el Espíritu Santo ordenan, los tres en perfecto acuerdo. ¡Qué cosa tan curiosa! Resisten, tal cual aquel Naamán, acatar un mandamiento específico y fácil de entender. Se indignan, tal cual aquel Naamán, cuando se les cita lo que dice el Espíritu Santo: “…bautízate… para perdón de los pecados”. El mismo espíritu altanero. El mismo de sustituir pareceres personales por instrucciones divinas diáfanamente claras. Mejor recapacitar, como lo hizo Naamán, y someterse con verdadera fe al mandato de Dios, respetando y aceptando el designio asignado por él para el bautismo, a saber, que el bautismo es “para perdón”. Esto sí es bíblico. Le ruego encarecidamente retractar aquella aseveración osada de “jamás apostataré al decir que el bautismo en agua es requisito fundamental para que Dios me perdone”. ¿Persistirá en ser como Naamán cuando este primero escuchó la instrucción de Eliseo? ¿O doblegará su voluntad a la de Dios como lo hizo Naamán al prestar atención al consejo de sus criados? Le recuerdo que Naamán no fue curado de su lepra hasta no bautizarse siete veces en el Jordán. No dos veces, ni seis, sino siete. Ni tampoco se bautizó siete veces como testimonio de haber sido curado anteriormente al bautismo, cosa que no había ocurrido, sino para recibir sanidad.
Su servidor en el Señor, Homero Shappley de Álamo
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“Salvo, siempre salvo” –Una casa fabricada de naipes
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