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Homero D Shappley

Enseñanzas de Jesucristo en Juan 14
sobre la Deidad y temas relacionados

Estudio 2

Juan 14:7-10

Reflecciones de montañas en aguas tranquilas ilustran, aunque imperfectamente, cómo Cristo es la imagen de Dios.

Las aguas cristalinas en esta escena captan la imagen de montañas y cielos.

La imagen es un elemento distinto a lo que refleja. Asimismo, en escala perfecta,
son el Padre Dios Jehová y su Hijo Jesucristo. Este es "la imagen misma"
del "Dios invisible" (Hebreos 1:3; Colosenses 1:15). Él es "la imagen" perfecta,
y no el propio Dios y Padre
. Esta enseñanza figura entre
los puntos principales del presente estudio.

"El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre..."

 

Querido lector, en este Estudio 2 seguimos enfocando las treinta expresiones de Jesucristo encontradas en Juan 14 que resaltan los nexos entre él, Dios el Padre y el Espíritu Santo. Cómo interactúan y se complementan los tres en su amoroso, sacrificado y magnífico esfuerzo de rescatar a la raza humana de eterna perdición y “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10) es tema que impacta grandemente al alma sensible que anhela acercarse a la Deidad y ser recibida para salvación eterna en la “familia” espiritual, de la cual una parte se halla “…en los cielos” y otra parte “en la tierra” (Efesios 3:14-15). Su empeño unido, constante, concentrado y desinteresado la iglesia fiel en la tierra ha de imitarlo, adicionando sus propios trabajos a los de la Deidad. De hecho, mirando atentamente el plano concebido por Dios para el rescate de los humanos vemos que a “la iglesia” le corresponde dar “a conocer” “la multiforme sabiduría de Dios… a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús…” (Efesios 3:10-11). Menospreciar, pues, a la iglesia lo haría solo aquel que desconozca o no aprecie esta sublime realidad. Prosigamos la tarea que nos hemos asignado.

7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

-Comentarios. Esto se lo dice el Señor particularmente a Tomás allá en el aposento alto en Jerusalén donde Jesús y los apóstoles se congregaron para celebrar la Pascua judía, aprovechando Cristo la oportunidad para instituir la Santa Cena. Pone en tela de juicio el que Tomás y los demás apóstoles realmente le conocieran, pese a los tres años y medio de andanzas compartidas y comunión espiritual íntima. “Si me conocieseis…” El cristiano maduro y sabio no se precipita a censurar a Tomás, pues comprende cuán común es la tendencia de andar con el Señor Jesús, aun por años, sin llegar a conocerle profundamente o apreciar adecuadamente sus atributos estelares y tremendos poderes para vencer al mal y al maligno. ¿Hasta qué medida conoce usted, respetado lector, a Jesucristo? Haciéndose el que escribe esta misma pregunta.

-“Si me conocieseis, también a mi Padre conocerías…” Pues, claro. No porque Jesús sea el propio Padre Jehová Dios sino porque el Hijo es “la imagen misma” del Padre, aun de “su sustancia” (Hebreos 1:3). Jesús no dice “Yo soy el Padre mismo” sino que señala hacia “mi Padre”. “…me… mi Padre…” Dos pronombres que identifican a dos Seres distintos no fundidos en uno. De nuevo, aparece el adverbio “también”. Efectivamente, su significado es “conocer a mí, Cristo, y además, a mi Padre”.

-Al expresarse el Señor de esta manera acerca de sí mismo y su Padre, cosa que hizo infinidad de veces durante su ministerio, no estaba jugando con palabras o términos. No estaba empleando una retórica que habría de calificarse de engañosa. No estaba proyectando ficticiamente otro ser que llamara “Padre”, siendo, según se postula, él mismo el propio Padre Dios. ¡Negativo, en absoluto! No tenía por qué hacerlo planteamos con convicción, y afirmamos categóricamente que no lo hacía. Cuando dice “…también a mi Padre”, el sentido natural de su expresión es que él no era el propio Padre sino que real e incontrovertiblemente su “Padre” era otro Ser independiente del Hijo mismo en términos de existencia espiritual.

-“…y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.” En aquella “hora”, de aquella noche portentosa que precedía la mañana de la crucifixión, mediante las acciones, respuestas y discursos de Jesús, los apóstoles estaban conociendo cada vez mejor al Hijo de Dios, y por ende, a su Padre. También estaban viendo al Padre. “…ahora le conocéis, y le habéis visto.” Le conocen y le ven en la persona de Cristo no porque este sea el propio Padre Jehová Dios sino porque, volvemos a recalcar y subrayar, el Hijo Cristo es “la imagen misma” del Padre. “Él es la IMAGEN del DIOS invisible…” (Colosenses 1:15). “Porque en él habita toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). Pues bien, la imagen y el original no son una misma cosa sino dos cosas distintas, y esto es así aunque la imagen sea una reproducción, una copia, perfecta del original. Una imagen fiel en todos los detalles, incluso sustancia y rasgos hasta el más mínimo, de una estatua maravillosa en mármol ya existente no es, huelga decir, la misma estatua original. Y así el Padre Dios Jehová y su Hijo Unigénito Jesucristo. Este es “la imagen misma” del Padre, no siendo esta representación de Cristo fabricación de este servidor ni de cualquier otro ser humano no inspirado sino la realidad declarada por el Espíritu Santo. ¿Cómo pretender, pues, que Jesucristo sea el propio Jehová Dios Padre? Estamos viendo que tal posición doctrinal carece de sentido común, de lógica y, más importante que cualquier otra consideración, de respaldo bíblico. Al continuar estos estudios, tengamos presente en todo momento esta gran verdad sublime y trascendental: El Hijo Jesucristo es “la imagen misma” (Hebreos 1:3) “…del DIOS invisible…” (Colosenses 2:9). 

8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

-Comentarios. El nuevo interlocutor en la reunión en el aposento alto en Jerusalén es Felipe. Este no entiende lo que está afirmando y explicando Jesucristo sobre conocer y ver al Padre Dios. Especulamos que su pesadez intelectual y espiritual sea sintomática de la condición mental y espiritual de los demás apóstoles presentes. Hasta dice “…muéstranos el Padre…”, como hablando de parte de sus correligionarios. ¿Cómo ver el humano en la tierra al “Dios invisible”? ¿Al “…bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver…? (1 Timoteo 6:15-16). Sencillo, Felipe. Se acaba de decírselo a Tomás: ya “le habéis visto” . ¿Cómo y cuándo? Pues, en Cristo, porque él es “la imagen misma… del Dios invisible”. De manera que lo “invisible” se hace perfectamente visible a través de Jesucristo. Los atributos, “virtudes” (2 Pedro 1:9), actitudes, designios, metas y poderes del “solo Soberano” se dan a conocer mediante el Hijo. ¿Aún no entiende, Felipe? “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre…. Sí, positivo, porque el Hijo es “la imagen misma” del Padre. Él no es el Padre. Él no es el “solo Soberano”. Él es “la imagen misma” del “…solo Soberano… a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver…”. Ningún ser humano puede ver literalmente al “solo Soberano” sobre su trono en el cielo porque el “Dios invisible” no mora en un cuerpo de carne y sangre, o de cualquier otra sustancia material. Más sin embargo, todo ser humano puede ver a él en la persona de su Hijo Jesucristo. Ver en él todo lo que es importante: sus valores, prioridades, propósitos y poderes, especialmente en lo concerniente a su creación hecha a “semejanza” de él, tratándose de nosotros los humanos.

-Volviendo sobre lo enseñado en 1 Timoteo 6:15-16, si leemos desde el versículo 13, enseguida discernimos que el apóstol Pablo, guiado por el Espíritu Santo, distingue claramente entre Dios y Jesucristo, la misma diferenciación evidente en todo el Nuevo Testamento.

-“Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato…” “…delante de Dios… y de Jesucristo…” “…delante de” dos Seres distintos. Jesucristo es quien dio “testimonio… delante de Poncio Pilato”, mientras seguía el “Dios invisible”, Dios Padre Jehová, sobre su trono en el cielo.

-Luego, refiriéndose el apóstol a “la aparición de nuestro Señor Jesucristo”, es decir, a la Segunda Venida de Cristo, dice: “…la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano…”. Así que, este “solo Soberano”, este “Dios invisible”, el Padre Jehová, es quien mostrará en el tiempo determinado por él, y no por el Hijo, la segunda aparición de Cristo, quien “aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:28). Esta enseñanza armoniza perfectamente con el hecho de no saber el Hijo la fecha de su aparición “por segunda vez”. “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre (Marcos 13:32). Sabiendo, pues, el Padre tan importante dato que el Hijo desconoce, ¿con qué lógica insistir tercamente que Cristo sea el propio Dios Jehová? Absolutamente insostenible semejante doctrina. El uno sabe más que el otro. El Padre sabe más que el Hijo. Sus mentes no son una sola mente. Una mente es la del Hijo; otra, la del Padre. Los cristianos maduros son de “una misma mente y… un mismo parecer” (1 Corintios 1:10). Más sin embargo, cada uno posee su propio intelecto independiente de todos los demás. También es cierto que algunos saben más que otros. Estos hechos ilustran, aunque imperfectamente, cómo el Padre y el Hijo están unidos intelectualmente en grado sumo. Más sin embargo, no son proyecciones de una sola mente sino que cada uno tiene su propia mente, su propio intelecto.

10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.

11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

-Comentarios. Felipe, “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” Diríase que, obviamente, Felipe no lo creyera, o al menos, no entendiera como fuera posible tal relación tan íntima entre el Dios Padre Jehová de Israel y este varón Jesús que tenía de frente. Tomemos nota: Cristo no responde “Yo soy el Padre”. Qué momento más oportuno para afirmarlo, pero lo que dice es “…yo soy EN el Padre…” Ni dice “y el Padre soy yo mismo” sino “…y el Padre EN mí. Entonces, presenta a Felipe una evidencia de cómo el Padre moraba en el Hijo del Hombre. Considere Felipe: “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”. ¿Qué quiere decir “en mí”? Significa “…que el Padre… mora en mí. ¿Y cómo se sabe que el Padre mora en Jesucristo? Una evidencia importantísima es esta: que las palabras que habla Jesucristo –grandes sermones, como el “del monte” (Mateo 5, 6 y 7), muchas parábolas sumamente instructivas, profecías, como las de Mateo 24, ardientes denuncias de males, particularmente la hipocresía religiosa (Mateo 23), elegantes promesas, como la de llevar a sus discípulos fieles a ocupar las “muchas moradas” en “la casa” de su Padre, revelaciones gloriosas sobre la Deidad, por ejemplo, las que estamos estudiando en Juan 14, y muchísimo más- todas estas palabras, todo este mensaje del evangelio, vienen de su Padre Dios. Esto lo declara Jesucristo una y otra vez (Juan 12:49; 14:24; 15:15; 17:8). Diciéndolo, de nuevo distingue entre su propio Ser y el de su Padre. Este es el Autor original del evangelio; Cristo es el Mediador que lo transmite por el Espíritu Santo a los apóstoles (Juan 16:13-15), quienes son los instrumentos para divulgárselo a la humanidad.

-Al explicar Cristo que no hablaba por su “propia cuenta” se infiere necesariamente que hablaba por la cuenta de otro. ¿Quién sería ese “otro”? “…el Padre”, anota el Señor. “…sino que” por la cuenta del “…Padre” habla el Hijo. Dos Seres, con dos funciones distintas. El Padre, Autor original del evangelio; el Hijo, Medio divino para introducir al mundo el incomparable mensaje del Padre para la humanidad. El Padre “mora” en el Hijo a través de “las palabras” que este oyó de su Padre (Juan 15:15), que recibió de su Padre (Juan 17:8), “palabras” poderosas de “verdad” que el Hijo no solo transmite fielmente sino que también acata él mismo al pie de la letra. “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor(Juan 15:10).

-Amado lector, ¿está guardando usted los “mandamientos” de Cristo? Entre ellos se encuentran los de creer y bautizarse “para perdón de los pecados”. Justamente antes de ascender a los cielos y tomar su lugar a la diestra de su Padre, el Señor dijo: “El que creyere y fuera bautizado, será salvo…” (Marcos 16:16). Al cumplir con estas condiciones para salvación y guardar los demás mandamientos de Cristo, tanto Cristo como su Padre y el Espíritu Santo vienen a morar en nosotros, increíble bendición que recibimos cuando nos sometemos a la “voluntad… agradable y perfecta” de la Deidad (Romanos 12:2). “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, haremos morada con él(Juan 14:23).

-Si quiere guardar la palabra de Dios y desea que algún cristiano leal y competente le ayude a bautizarse bíblicamente, gustosamente responderemos a su petición por más información al respecto. Le animamos a contactarnos con toda confianza.

[Con el favor de Dios, seguiremos estos estudios de Juan 14.]

 


 

Estudio 1 de esta serie sobre Juan 14

Deidad Trinidad o Jesús solo. Lista de estudios e intercambios en esta Web sobre los Seres divinos dados a conocer en la Biblia

 

  

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