“Señor Homero Shappley:
Buscando material sobre el pentecostalismo encontré su página de internet que comencé a recorrer con interés. Pero tropecé con ciertos conceptos que no comparto, por ejemplo el concepto de que el bautismo es necesario para la salvación. Considero que el bautismo es un acto de obediencia a la ordenanza dada por el mismo Señor Jesucristo, pero el bautismo NO SALVA.”
Comentario. Pues, mi amado Sr. Héctor Daniel Martínez Balestra, sorprendentemente, ¡lo primero que usted hace es contradecir abiertamente al apóstol Pedro, varón escogido por Jesucristo y lleno del Espíritu Santo. Preste atención, se lo ruego, a lo que escribe Pedro en 1 Pedro 3:21. “El bautismo que corresponde a esto ahora NOS SALVA…” Usted dice: “…el bautismo NO SALVA”. Pedro afirma: “El bautismo… NOS SALVA”. ¿A quién creer? ¿A usted o al apóstol Pedro? Yo voy con Pedro, y así predico y enseño: que “el bautismo… nos salva”, que el bautismo ordenado por Cristo y predicado por todos los apóstoles es “…para perdón de los pecados” (Hechos 2:38).
“El caso más evidente lo tenemos en Hechos 8:9-24. Simón el mago creyó (Hechos 8:13). ‘También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.’¿Quién puede afirmar que Simón fuera salvo?”
Respuesta. De mi parte, puedo afirmar que Simón sí fue salvo, mas, sin embargo, mi decisión al respecto no es la definitiva. Usted dice que Simón no fue salvo, pero sus razones veremos que no sostienen su deducción. Al fin y al cabo, el único que sabe con certeza si fuera salvo, o no, aquel Simón de Samaria es el propio Dios, el que escudriña los corazones y discierne, sin fallar, motivaciones.
Con todo, el doctor Lucas, historiador de la obra evangelística entre los samaritanos, no señala que Simón no fuera salvo. Al contrario, lo incluye entre los demás samaritanos que obedecieron al “evangelio del reino” predicado por Felipe. “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe…” Hechos 8:12-13
En este relato, no aparece ni la más mínima intimación al efecto de que Simón aparentara creer o disimulara motivaciones egoístas al bautizarse. No solo creyó y se bautizó sino también “estaba siempre con Felipe”. Suponiendo que Simón fuera malamente motivado desde el momento de escuchar a Felipe, que su pretendida fe fuera pura hipocresía y que se bautizara solo para encubrir su hipocresía e intenciones pervertidas, cabría preguntar por qué Felipe, varón lleno del Espíritu Santo, no se diera cuenta enseguida de la alegada perversidad del hombre. Simón “estaba siempre” con él. Difícil sería, aun para un mago, continuamente hacer hipócritamente el papel de cristiano en presencia de un obrero espiritual de la altura de Felipe sin dar muestras de insinceridad y agendas diabólicas, ¿no le parece?
Al iniciar Lucas su relato sobre Simón el mago, de Samaria, dice: “Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande”. Hechos 8:9. La expresión “antes ejercía la magia en aquella ciudad” ciertamente implica que llegó la hora cuando ya no lo hacía. ¿Cuándo? Sin duda, cuando creyó en Cristo y fue bautizado. La misma expresión también puede interpretarse como evidencia, aunque circunstancial y no contundente, para intuir que cuando Lucas escribió Hechos de Apóstoles, probablemente temprano en la década de los 60 del siglo I, Simón aún siguiera sin ejercer “la magia en aquella ciudad”. De haber Simón apostatado de la fe y comenzado de nuevo la práctica de la magia en Samaria especulamos que Lucas hubiese escuchado tal noticia, reflejándola de alguna forma en su narración.
A propósito, ¿por qué se bautizarían enseguida los hombres y mujeres que creyeron el mensaje de Felipe? Obviamente, no tomaron clases de candidato. Felipe no les postergó el bautismo. Ellos no se bautizaron meses o años más tarde sino, conforme al contexto, tan pronto creyeran “el evangelio del reino”. ¿Por qué? Claro que la razón no se dice explícitamente en el relato, mas, sin embargo, cualquier conocedor imparcial del Nuevo Testamento no tendría dificultad alguna en dar con la razón, porque sabría lo que dice la Gran Comisión de Cristo. “El que creyere y fuera bautizado, será salvo; mas el que no creyera, será condenado.” Marcos 16:16. De manera que el propio Jesucristo ordenó que se predicara el bautismo para ser “salvo”. Y el evangelista Felipe era fiel predicador de la Gran Comisión. ¿Por qué no sigue usted el ejemplo de Felipe?
“A pesar de haber creído, su fe no era genuina, no era la Fe regeneradora, la Fe del nuevo nacimiento. Simón no se había arrepentido de sus pecados; el bautismo no podía limpiar su alma.”
Comentario. Estas son apreciaciones netamente suyas, Sr. Héctor, y ya hemos identificado circunstancias y razones que las ponen en tela de juicio. Es más, las rinden erradas. Referente a limpiar el bautismo al alma, como lo expresa usted, tal expresión la encuentro defectuosa, pues lo que limpia al alma es la sangre del Cordero vertida en la cruz, con la siguiente salvedad: que limpia al alma solo de la persona que obedece la verdad de Dios, la cual incluye el mandamiento de bautizarse “para perdón de los pecados”. El apóstol Pedro enseña esto mismo al escribir: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad…” Continuemos.
“Por eso, Pedro le dice en Hechos 8:21-23: ‘No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete (metanoéo) pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás’. Simón demuestra que era un inconverso, (a pesar de haber creído y haberse bautizado) al haber pensado que el don de Dios se podría comprar con dinero.”
Comentarios. Estimado Sr. Martínez Balestra, al intentar Simón comprar el poder de impartir dones sobrenaturales, no demuestra que fuera inconverso sin jamás haber sido salvo, pese a creer y bautizarse, sino que demuestra debilidad después de haber creído y bautizarse.
Indeterminado tiempo pasó –cuántos días o semanas no podemos fijar precisamente- entre obedecer los samaritanos al evangelio y la llegada de los apóstoles Pedro y Juan a Samaria. “Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan.” Hechos 8:14.
¿Dónde estaban los apóstoles? “…en Jerusalén…” Felipe evangeliza en Samaria. Hombres y mujeres samaritanos, entre ellos Simón el mago, creen y se bautizan. La noticia llega, no por Internet, radio o televisión sino por algún mensajero que caminara a pie o montara algún animal, a los apóstoles en Jerusalén, a unos setenta kilómetros de Jerusalén. Estos determinan enviar a Pedro y Juan a Samaria, distante aproximadamente setenta kilómetros. No van en taxi, autobús o tren, sino caminando. ¿Cuántos días o semanas pasan? Y todo el tiempo, cual fuera, Simón “estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito” (Hechos 8:13), pero no hay evidencia alguna de que tratara de imitar aquellas señales sobrenaturales o sobornar a Felipe.
Solo después de llegar los apóstoles Pedro y Juan a Samaria e impartir ellos dones sobrenaturales a los samaritanos convertidos cae Simón en pecado al proponer obtener “el don de Dios… con dinero”. Hechos 8:18-20. Si, amado, porque Simón vio y comprendió lo que los buscadores de dones del presente no ven ni comprenden, a saber: “…que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo” (Hechos 8:18), es decir, se impartían dones sobrenaturales. Felipe podía hacer “señales y grandes milagros”, pero no tenía “el don de Dios” de impartir por la imposición de manos los dones sobrenaturales, poder reservado solo para los apóstoles, figurando este poder entre “las señales de apóstol” (2 Corintios 12:12), las que certificaban su selección por Cristo para el ministerio especial y único de “apóstol”.
Entonces, Pedro reprende duramente a Simón por su “pensamiento” malo. Le dice: “No tienes tú parte ni suerte en este asunto…” (Hechos 8:21). ¿Qué “asunto”? No en el de ser cristiano sino en el de impartir dones sobrenaturales por la imposición de manos, “asunto” que atañía solo a los apóstoles. Luego añade Pedro: “…porque tu corazón no es recto delante de Dios”. ¿Desde cuándo? Pedro no le dice algo como “tu corazón nunca ha sido recto delante de Dios, hipócrita, inconverso, engañador”. Se pervirtió el corazón de Simón semanas después de haber creído y haberse bautizado, específicamente en relación a la cuestión de pensar que pudiera comprar el don de impartir poderes sobrenaturales. Ahora bien,
Sr. Héctor Daniel, el apóstol Pedro no exhorta a Simón como si fuera una persona jamás convertida sino como a un cristiano caído de gracia. No le dice que creyera de verdad y se bautizara sino que exhorta: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón…” (Hechos 8:23). Ni tampoco es la reacción de Simón la de un pecador endurecido e incorregible, ya que responde: “Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí” (Hechos 8:24). ¿Se da cuenta usted de cómo Simón invoca “al Señor”, dando a entender que aún creía en él, aun temiéndole?
Así pues, queda comprobado que usted no ha analizado correctamente el caso de Simón el samaritano. Y si este es “el caso más evidente”, como dice usted, para probar que el bautismo no sea necesario para recibir el perdón de pecados, ¿qué caso mejor podemos esperar que presente?
“Antes de seguir adelante en mi comentario le debo aclarar que no soy calvinista; muy por el contrario, considero que Calvino fue el ‘padre’ de muchas herejías. Pero comparto con millones de verdaderos creyentes en Cristo, los cuales (Juan 3:7) han experimentado el nuevo nacimiento, con ellos comparto la enseñanza bíblica que nos da la seguridad de la salvación. Juan 10:27-29; Efesios 1:13; Efesios 4:30. Por si queda alguna duda le transcribo el siguiente comentario bíblico: Efesios 1.13-14. El Espíritu Santo es el sello de Dios de que le pertenecemos y su depósito o arras nos garantiza de que El hará lo prometido. El Espíritu Santo es un anticipo, un depósito, una firma válida en un contrato. Su presencia en nuestras vidas ratifica que tenemos una fe genuina y prueba que somos hijos de Dios. Ahora su poder obra en nosotros la transformación de nuestras vidas y es un adelanto del cambio total que experimentaremos en la eternidad.
Estimado Homero Shappley, le invito a visitar mi blog www.elcontendor.blogspot.com o www.elcontendor.obolog.com. Allí, en particular, en la publicación del 16 de noviembre de 2010, bajo el título “LA SALVACIÓN (PARA UN VERDADERO CREYENTE ) SE PUEDE PERDER”, ataco y destruyo uno por uno los argumentos del señor DAN CORNER que apoyan esta tesis.
Usted está tan equivocado como Dan Corner. La gran diferencia es que Ud. Es más respetuoso en sus controversias cuando defiende sus puntos de vista y opino que su actitud es bien intencionada, pero no olvidemos que ‘el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones’.
Para no extenderme demasiado, le voy a dar un solo ejemplo de cómo usted, estimado Homero, interpreta prejuiciosamente el pasaje de 1 Corintios 9:27 “Golpeo me cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” y en contraposición a su especulación de que Pablo “temía perder su salvación” le transcribo un comentario bíblico (La Biblia del Diario Vivir):
1 Corintios 9.24-27. Para ganar una carrera se necesita propósito y disciplina. Pablo usó esta ilustración para explicar que la vida cristiana demanda arduo trabajo, auto negación y preparación seria. Como cristianos, corremos a fin de obtener nuestra recompensa celestial. La disciplina esencial de la oración, el estudio bíblico y la adoración nos equipa para correr con vigor. No observe simplemente desde las graderías, ni tampoco trote un breve trecho cada mañana. Entrénese con diligencia, su progreso espiritual depende de usted. Hay oportunidades en las que debemos abstenernos de hacer algo que deseamos para hacer lo que Dios desea. La meta individual determina la disciplina y la negación que debemos aceptar. Sin una meta, la disciplina no es nada más que un auto castigo. Con la meta de agradar a Dios, nuestra negación no es nada comparada con la recompensa eterna que será nuestra.
Cuando Pablo dice que puede ser eliminado, no quiere decir que puede perder su salvación sino que puede perder su privilegio de anunciar a otros el mensaje de Cristo. Es fácil decir a otros cómo vivir y no respaldar con nuestra vida lo que decimos. Debemos practicar lo que predicamos.”
Comentarios. Don Héctor Martínez, opto por responder a solo unos puntos del trozo arriba, hallándose en nuestro sitio de Internet www.editoriallapaz.org/espiritu_santo_lista_recursos.htm y www.editoriallapaz.org/bautismo_compilacion.htm muchos estudios, artículos e intercambios, tales como este, sobre el don del Espíritu Santo, los dones sobrenaturales, nuevo nacimiento, nacer del Espíritu, bautismo en el Espíritu, sellado con el Espíritu, “la unción del Santo”, etcétera.
Por ejemplo, usted afirma haber experimentado el nuevo nacimiento, citando Juan 3:7. Francamente, se me hace difícil comprender cómo pudiera experimentarlo a plenitud sin nacer del agua, es decir, bautizarse (zambullirse) en agua, “para perdón de los pecados”. Según el diálogo de Cristo con Nicodemo, ni siquiera se puede ver el reino de Dios sin nacer tanto del agua como del Espíritu. De manera que el que no naciere del agua conforme a las directrices y el designio de Dios no es admitido al Reino espiritual, es decir, a la iglesia del Señor. En cambio, el que nace bíblicamente tanto del agua como del Espíritu es “librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13), ocurriendo en esta vida tan transcendental cambio. Ahora, he sido “librado de la potestad de las tinieblas”. Ahora, en esta vida, he sido “trasladado al Reino” de Cristo. En virtud de haber nacido del agua, al igual que del Espíritu.
En lo concerniente a 1 Corintios 9:24-27, la cita del comentario de La Biblia del Diario Vivir no sostiene de modo alguno la tesis de no poder perder su salvación el cristiano genuino. Interpretar la expresión de Pablo “…no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” como queriendo decir “perder su privilegio de anunciar a otros el mensaje de Cristo”, bien que sea algo ingenioso, no armoniza con la enseñanza céntrica del pasaje, la cual es, efectivamente, correr, luchar, “…para recibir una corona… incorruptible”. No se trata, pues, de perder privilegios de ministerios sino de perder la corona incorruptible, ser perdedor espiritualmente, quedarse eliminado espiritualmente, y por ende, no tener derecho al “premio” de la vida eterna.
¿No ha leído usted Gálatas 5:4? “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.” ¿Cómo puede uno desligarse de Cristo sin primero estar en él, y como puede uno caer de la gracia sin primero tenerla? Y si le parece bien tomar el tiempo para leer 2 Pedro 2:20-22, verá que los que han “escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor” pueden enredarse “otra vez en ellas”, siendo “su postrer estado… peor que el primero”. Y también podrá ver que los que han “conocido el camino de la justica… después de haberlo conocido” pueden “volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado”. En tal caso, “…les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”. O sea, ¡pierden la salvación que una vez habían tenido! Quien porfíe que estos dos textos no enseñen el peligro de perder la salvación después de haberla recibido, ¿qué pensar de él sino que sus ideas preconcebidas o posiciones doctrinales intransigentes le impidan entender palabas sencillas y enseñanzas cuyo sentido es tan obvio que ninguno de mente espiritual pudiera no captarlo.
“No he recorrido todos sus ‘salones de investigaciones espirituales’ pero en mi escaso recorrido pude encontrar material muy valioso y edificante para el cristiano.
Pero sabemos bien que ‘un poco de levadura leuda toda la masa’ y un error doctrinal mixturado entre una gran masa de verdades echa a perder toda la enseñanza. De estos ardides se vale el diablo para hacernos malograr el trabajo que intentamos hacer para el Señor. Y si la persona que lee dicho trabajo no tiene el discernimiento que da el Espíritu Santo, ¡más le valiera no haberlo leído nunca!”
1 Ts 5:21 Examinadlo todo; retened lo bueno. Usted mismo empleó la cita bíblica que yo voy a poner en práctica. Si me concede su permiso me serán muy útiles, para apoyar mi posición anti-pentecostal, los testimonios de los varios ex pentecostales que Ud. presenta.
Por lo demás, lamento en mi corazón sr. Homero no poderle llamar hermano, porque tanto usted como yo tenemos la convicción de servir a Dios pero alguno de los dos está equivocado.
Yo, por mi parte, practico la sana costumbre de examinarme a mí mismo (2 corintios 13:5).
Confío en la guía del E. S.
Rom 8:14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Rom 8:15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
Rom 8:16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Mi Fe no es un castillo de naipes, por el contrario esta hecho de piedras fuertes extraídas de la Sana Doctrina y asentadas sobre un cimiento mucho más fuerte aún: Cristo mismo.
Elevo mis oraciones al Altísimo para que, un día no muy lejano, pueda llamarlo “mi hermano en Cristo”.
Que el Señor lo bendiga. H.D.M.B.”
Comentarios. Agradezco sus buenos deseos para este servidor, los cuales reciproco con creces. Las advertencias y los consejos que me brinda usted, los recibo con beneplácito, pensando que serían igualmente aplicables a usted. A la verdad, cualquiera que tome la responsabilidad de enseñar “la doctrina de Cristo” (2 Juan 9-11), ha de tener presente en todo momento la admonición de Santiago 3:1. “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.” Le ruego perdonar cualquier expresión de mi parte que le haya ofendido. Y al paciente lector le suplico no tropezar a causa de intercambios de esta categoría sino que los tenga como medio bastante efectivo para resaltar y comparar distintas interpretaciones de temas bíblicos. Para servirle en el amor del Señor, Homero Shappley de Álamo
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Ricardo expresa dudas acerca de Simón el mago y la frase de Hebreos 6:4-6 que dice: “…es imposible… que sean otra vez renovados para arrepentimiento”. Aportación 9, en el Archivo de intercambios sobre doctrinas y prácticas de la Iglesia Bautista.
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