“¡Mil felicidades para el Nuevo Año 2010!”

 


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Sermón de texto completo,
también adaptable para clases bíblicas.

I.  Introducción.

A.  Salutación.

B.  Tema: “¡Mil felicidades durante el Nuevo Año 2010 para todos y cada uno!”

1.  Muchas personas me han deseado “Felicidades” en estos días, y este servidor, a muchas personas.

2.  “Felicidades”, plural de “Felicidad”. Me intriga esta palabra. En realidad, ¿qué queremos decir, o qué estamos diciendo, a la persona a quien deseamos “¡Felicidades!”?

3.  Recurriendo al Diccionario del uso del español, por María Moliner, Tomo I, Página 1,291, encontramos que “Felicidad” significa: “Situación del ser para quien las circunstancias de su vida son tales como las desea. Estado de ánimo circunstancial del que consigue algo que contribuye a esa situación”.

4. Sucede, pues, que al desear este servidor “Mil felicidades” para cada uno de los presentes, estoy deseándole, efectivamente, “mil situaciones en su vida donde las circunstancias sean tales como las desee usted”.

a)  Pero, las “circunstancias o situaciones de la vida” que hacen a muchas personas “felices”, definitivamente, no son, necesariamente, buenas o saludables.

(1)  El mismo diccionario citado me sorprendió con el siguiente ejemplo: “Es feliz cuando puede molestar a alguien”. Ciertamente, este es el caso de muchos niños, y aun de algunos adultos, a quienes les encanta molestar, provocar, contradecir, pelear, lastimar o aún peor. Son felices haciéndolo.

(2)  Cerca de donde resido, una taberna puso, desde el inicio del nuevo año, un letrero que dice: “¡Qué se te cumplan todos tus deseos!” “¿Todos?” ¿Me pregunto "qué clase de deseos" tendría el dueño de una taberna para el público? Seguramente, ¡qué siguieran tomando mucho de sus licores! "Amigos, encontrarán la felicidad durante este año, bebiendo en mi taberna."

(3)  Algunas personas son felices no haciendo absolutamente nada. No trabajando en nada, pese a que deberían trabajar para su propio sustento. Felices, no teniendo responsabilidad alguna. ¿Acaso conoce usted a tales personas?

(4)  Así que, existe una clase de “felicidad” que bien podíamos identificarla como egoísta, perversa, mala, impura, contaminada”. El vocablo “felicidad” suena tan bonito, y su belleza aflora naturalmente en muchos contextos de la vida, pero vemos que también puede revestirse de harapos que lo afean.

b)  Entonces, cambio mi deseo para todos y cada uno de ustedes: “¡Mil felicidades PURAS y BELLAS durante el Nuevo Año 2010!”

II.  Tres preguntas acerca de la tan codiciada “felicidad”.

A.  Primera pregunta. ¿Es usted completamente “feliz” en este día, en este lugar, en esta hora, en este ámbito? ¿Se siente a gusto, despreocupado, plácido, ecuánime, alegre, dichoso, en paz? ¿Soy yo feliz en este día?

1.  Bienaventurado usted si puede responder que sí, sin reservas, a esta pregunta. “Soy perfectamente feliz, disfrutando plenamente de una felicidad pura, profunda, deliciosa, gloriosa.” Sin duda, el cristiano bien maduro, consagrado y altamente espiritual puede conocer tal “felicidad” en ciertas etapas de su travesía por este mundo, mas sin embargo, la “felicidad absolutamente perfecta” no podremos gozarla hasta no ser glorificados en el cielo. Uno de nuestros cánticos espirituales incluye la expresión “Paso todo el tiempo bien feliz”. ¿Podemos entonar estas palabras de todo corazón? He de confesar que no paso “todo el tiempo bien feliz”. Ojala pudiera, y cada uno de ustedes también, pero me está que tendremos que esperar nuestra glorificación al lado de Cristo para allá en el cielo tener la incomparable bendición de pasar “todo el tiempo bien feliz”.

2.  “Soy feliz en el Señor.” Pienso que no puede pronunciar honestamente estas cinco palabras el que esté enojado, peleado, frustrado, resentido, desesperado, triste, deprimido, en conflicto consigo mismo o con los que le rodean.

B.  Segunda pregunta. ¿Tiene usted derecho de ser “feliz todo el tiempo”? ¿De la manera que tiene “derecho” al aire que respira, a la libertad, al libre albedrío, a la libertad de expresión?

1.  Hay quienes dicen que sí, apelando al supuesto “derecho a la felicidad” para justificar conductas o acciones censuradas por Dios, y en algunos casos, aun por cortes humanas. Dos ejemplos.

a)  Un varón dice: “Yo tengo derecho de ser feliz yo mismo, y por lo tanto, me voy a divorciar de mi mujer, pese a que me haya sido muy fiel y cumplidora, porque ella ya no me hace feliz.”

b)  Una mujer casada y con hijos dice: “Mi esposo e hijos me tienen fastidiada; harta de tanto cocinar, lavar ropa, planchar, limpiar la casa; de escuchar sus quejas y alborotos. ¡Tengo derecho a la felicidad!” Y se marcha del hogar, abandonando a su familia.

2.  Tanto el sentido común de lo correcto, como directrices divinas, nos enseñan que tales personas no proceden bien. Sobreponen el supuesto “derecho a la continua felicidad personal” al compromiso, al deber, a la responsabilidad. En esta vida, estos elementos de “compromiso, deber y responsabilidad” han de tomar prioridad sobre la felicidad personal. Requieren, a veces, que la “felicidad personal” sea sacrificada por un tiempo en determinadas circunstancias de la vida. Con todo, el hombre sabio, la mujer sabia, procura modificar esas circunstancias, haciendo que “Felicidad” resucite y llene de nuevo vacíos de corazón, mente y alma. La “continua felicidad personal por encima de cualquier otra consideración” no es nada menos que otra manifestación del “individualismo radical”, una verdadera plaga social moderna que causa incalculables trastornos y sufrimientos a través de nuestro globo terráqueo.

C.  Tercera pregunta. ¿Podemos echar mano forzosamente a la “Felicidad”, agarrándola a la brava y haciéndola nuestra? Quizás no tan fácilmente, pero ¡vale la pena intentarlo!

1.  “No me siento feliz en este momento, pero ¡voy a ser feliz! Sí, ¡voy a ser feliz! ¡Me voy a hacer feliz a mí mismo!¿Da resultados positivos este tipo de terapia psicológica? ¡Claro que sí!, hasta cierta medida, pues una mentalidad positiva cuenta para muchísimo. Incuestionablemente, mejor es repetir todos los días “¡Voy a ser feliz! ¡Seré feliz!”, que decir “No soy feliz. No soy feliz”. Mientras la primera expresión infunde ánimo y esperanza, la segunda, en cambio, aumenta el desaliento, la frustración y la tristeza.

2.  Más inteligente, sabio y práctico es el que pone “cara feliz” a la vida que “cara fea”. A nuestra queridísima nieta Kiara Karina, de tres años y medio, le encanta jugar “cara fea – cara bonita”. Ciñe las cejas, mira con ojos entornados, arruga la nariz y hace muecas, exclamando “¡Cara fea! ¡Cara fea!”. Cuando la abuela le dice: “¡Ay no! Tú no eres mi Kiara. Mi Kiara tiene una cara linda”, entonces ella se ríe con gusto, poniendo su “cara bonita”. Tristemente, “cara fea, cara dura” es la “cara” que muchos adolescentes y adultos determinan poner a la vida. ¿Qué esperanza pueden tener de ser felices, habiendo decidido a no serlo? Sí, amados oyentes, por increíble que sea, ¡hay personas que deciden no ser felices en esta vida!

 

III. Un ejercicio. [El orador viene preparado con hojas de papel y lápices, o bolígrafos, suficientes para los asistentes. De ante mano, encarga a personas escogidas la repartición de estos recursos al llegar a este punto del mensaje.] En este momento, cada uno va a recibir una hoja en blanco y un bolígrafo. ¡Voy a dar un EXAMEN! ¡Me gusta dar exámenes! ¡Ah! Pero, se me olvidó por un momento que no estoy en Park Gardens, impartiendo alguna clase en la Escuela de Estudios Bíblicos Avanzados. Más bien, lo que vamos a hacer es un tipo de “Ejercicio”.

A.  [Instrucciones preliminares. Incluso, enseñar el orador una “Hoja modelo”.]

1.  Al recibir su hoja y bolígrafo, favor de escribir su nombre y la fecha de hoy en el margen superior, izquierda.

2.  Luego, en el centro, superior, las palabras “Mil felicidades puras y bellas”.

3.  Entonces, debajo, en el margen derecho, la cifra “1,000”. Este número representa todas las “felicidades puras y bellas” que usted potencialmente pudiera alcanzar y disfrutar, no solo durante este Nuevo Año 2010 sino durante el resto de su vida sobre la tierra.

4.  Desde este instante en adelante, procurar que sus vecinos, cónyuge, novio o novia, NO vean la computación que usted vaya a hacer en la “Hoja de ejercicio”, pues incluiremos algunos asuntos muy personales.

5.  ¿Preparados para el ejercicio? ¿Mente rigorosamente objetiva y honesta para evitar el auto engaño? Cada uno dispone, teóricamente, de “Mil felicidades”. ¿Cuántas tendrá usted al completar la computación que hemos programado?

B.  Voy a mencionar, brevemente, algunos “componentes de la vida que bien contribuyan o resten a la felicidad”. Favor de anotar cada uno en el lado izquierdo de su “Hoja de ejercicio”.

1.  “Compartir.” Escribir el verbo “Compartir” en su “Hoja”. Abundaré sobre este “componente”, y usted puede tomar notas a su discreción. “Compartir” libre, generosa y gustosamente, sus bienes para socorrer a los necesitados del mundo –huérfanos, viudas, hambrientos, sedientos, desnudos, desempleados. Por ejemplo, a los de Haití, donde el desastroso terremoto del 12 de enero (2010) dejó un saldo grandísimo no solo de muertos sino de heridos y desamparados, sin techo, agua o alimento. “Compartir”, sí, también para alimentar a los que tienen hambre y sed de Dios, de la Verdad, de la salvación de su alma.

a)  El apóstol Pablo dijo a los obispos de la iglesia en Éfeso: “En todo os he enseñado que, trabajando así [como él había trabajado con sus propias manos], se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir (Hechos 20:35).

b)  Dar, compartir, servir a otros, no esperando nada a cambio, contribuye notablemente a la felicidad. Esto está ampliamente comprobado, aun entre personas no allegadas a Dios. Traer ofrendas abundantes a la iglesia, haciendo posible que su congregación realice grandiosas obras. Aportar generosas ofrendas, y no como una egoísta “inversión” materialista con miras a recibir de Dios “diez veces más de lo ofrendado”, motivación mundana tras el pernicioso “evangelio de la prosperidad”. Feliz es el que comparte alegre y desinteresadamente. Felices los “buenos samaritanos” del mundo.

c)  Considere el caso de “dos primitos”, hijos chiquitos de miembros de la iglesia en Bayamón. La primita siempre está diciendo a su primo: “Compartir. Compartir”, y viceversa. Pero, lo que cada uno quiere realmente es “recibir, tener, poseer, sin compartir nada”. Lejos de ser felices, en esos momentos lloran, se quejan o pelean. Asimismo son no pocos adolescentes y adultos: que otros compartan con ellos, que reciban, que acaparan para sí mismos, sin deseo o intención alguna de reciprocar la bondad o generosidad ajenas. ¿Cómo pueden ser felices los tales? Cualquier “felicidad” que sintieran sería egoísta.

d)  Iniciemos la computación en la “Hoja de ejercicio”. Si usted suele compartir, dar generosamente, tener compasión de los menesterosos, NO restar nada de las “1,000 felicidades potencialmente suyas”. Empero, si usted es mezquino, tacaño, egoísta, restar 100 puntos de las “1,000 felicidades potencialmente suyas”.

2.  “Mi físico, mi cuerpo.” Segundo “componente de la vida que contribuye o resta de nuestra felicidad. Favor de anotarlo en el lado izquierdo de su “Hoja de ejercicio”. “Mi físico, mi cuerpo.”

a)  Si usted está exageradamente ocupado, o preocupado, con su apariencia física, o si está seriamente acomplejado a causa de ella; si le desagradan fuertemente las facciones de su cara, el tipo de su pelo, o acaso la carencia de pelo; si detesta la forma de su cuerpo, restar 100 puntos de las “1,000 felicidades potencialmente suyas”.

b)  Entiendo que este renglón es aplicable especialmente a los adolescentes y las damas, cuestión controvertida y espinosa en la que este servidor opta por no introducirse en esta ocasión.

c)  Feliz es aquel, o aquella, que no percibe a su propio cuerpo físico como lo más importante de esta vida. Feliz aquel, o aquella, cuya personalidad es grata, cuyas actitudes son positivas, cuyos valores morales son saludables, cuyo carácter es sólido, cuya alma es hermosa, que conduce su vida según la norma “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7). El tal, que no reste nada de las “1,000 felicidades”.

3.  “Mi cónyuge.” Casados, anotarlo en el lado izquierdo de su “Hoja”. Novios, anotar “Mi novio”, o “Mi novia”, según el caso, aplicando a su relación los cómputos que voy a indicar.

a)  Este servidor ha tenido el privilegio de celebrar muchas bodas en este país. Al final de cada ceremonia nupcial, pronuncio las siguientes palabras: “Y cordialmente deseo que sean felices”. De cierto, Dios mismo instituyó el matrimonio para que el hombre y la mujer, uniéndose en “santo matrimonio”, fueran felices. Casado, casada, si usted tiene la dicha de gozar de un matrimonio muy feliz, restar cinco puntos de las “1,000 felicidades”. Por lo menos cinco, pues pienso que no haya ningún “matrimonio absolutamente perfecto” sobre la faz de la tierra, pese a que unos pocos profesen tenerlo.

b)  Si moderadamente feliz, restar 25 puntos.

c)  Si feliz a medias, restar 50 puntos.

d)  Si bastante infeliz, restar 90 puntos.

4.  “Condición material.” Anotarlo en su “Hoja de ejercicio”.

a)   “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto (1 Timoteo 6:8). Si usted está, de veras, contento con tener lo necesario para la vida material, NO restar nada de las “1,000 felicidades”. En definitiva, el “contentamiento” tiene que ver con la “felicidad”, ya que difícilmente puede ser feliz el que rara vez, o nunca, está conforme, contento, satisfecho.

b)  “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11). Si esto lo ha aprendido también usted, al igual que el apóstol Pablo, NO restar nada de las “1,000 felicidades”. Ciertas evidencias encontradas en el Nuevo Testamento indican que Pablo procediera de una familia judía bien acaudalada. Al convertirse él a Cristo, llegó a tener “por basura” su posición privilegiada material, “para ganar a Cristo” y ser partícipe en “la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:7-11). Aprendió a contentarse, cualquiera que fuera su situación. “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado…” (Filipenses 4:11-12). Feliz es aquel que aprenda tan importante lección.

c)  Ahora bien, si usted se afana BASTANTE por las cosas materiales corruptibles y pasajeras de esta vida, restar 50 puntos.

d)  Y si usted está OBSESIONADO con ellas, afanándose por acumular cada vez más de ellas, deseando enriquecerse, entonces, ¡restar 100 puntos! “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6:9-10), palabras dirigidas expresamente a cristianos.

5.  “Trabajo.” Anotarlo en su “Hoja de ejercicio”.

a)  Según un sondeo realizado en 2009, a más del 50% de las personas empleadas no les gusta su trabajo, quejándose ellas de largas horas, exigencias excesivas, remuneración inadecuada, aburridas tareas repetitivas, etcétera. Si usted no está a gusto en su trabajo, restar 60 puntos. Desde luego, estas cifras son algo arbitrarias de mi parte. Usted está en la libertad de cambiarlas, según su caso y apreciación personal.

b)  Si odia su trabajo, restar 100. Para algunos, lo que hacen para ganarse el pan de cada día lo encuentran verdaderamente odioso.

c)  Si está desempleado, y realmente necesita trabajar, restar 80. Porque esta situación suele causar mucho estrés, ansiedad, aun desesperación, y por ende, mucha infelicidad.

d)  Si está contento con su trabajo, NO restar nada de las “1,000 felicidades”. Restar poco, o nada, si trabaja “no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios… como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:22-24). Y si trabaja “sosegadamente”, comiendo “su propio pan” (2 Tesalonicenses 3:12).

6.  “Convicciones formadas inteligentemente.” Anotar esta expresión en su “Hoja de ejercicio”.

a)  Si usted tiene “convicciones morales, doctrinales y espirituales, sanas y fuertes”, conforme a la “buena voluntad” de Dios, y además, vive y adora felizmente de acuerdo a ellas, NO restar nada de las “1,000 felicidades”. El que tiene tales convicciones hace la función de una verdadera columna, grande, sólida y hermosa, en el matrimonio, el hogar, la iglesia, la sociedad. El que las tiene es un ejemplo a imitar; una fuente de fuerza moral y espiritual, trayendo felicidad a las personas en derredor suyo.

b)  De no haber usted formado estas “convicciones”, restar 100 puntos. Esto es porque la persona sin convicciones, ambivalente, claudicante, de doble ánimo, voluble, “es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. …es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:6-8). Tal persona indefinida, víctima de su propia indecisión, marioneta de terceras, confusa, ¿cómo puede ser feliz? “Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (Romanos 14:5), exhorta el Espíritu Santo a través del apóstol Pablo. “Plenamente convencido” implica “convicciones fuertes”. Al “tibio”, al que no es ni “frío ni caliente”, Dios le vomita “de su boca” (Apocalipsis 3:15-16).

C.  Bien pudiéramos seguir añadiendo “componentes de la vida que contribuyan o resten de la felicidad”, pero para esta ocasión el tiempo no da para más.

D.  ¿Cuál ha sido el resultado de su cómputo hasta el momento? ¿Cuántas de las “1,000 felicidades” le quedan?

E.  Si el resultado de su computación le preocupa, inquieta grandemente o hasta le tiene alarmado, respetuosamente quisiera indicarle que usted puede comenzar hoy mismo a tomar medidas encaminadas a cambiarlo. ¿Cómo? Analizando objetivamente los factores claves y haciendo los ajustes necesarios en cuanto a “actitudes, conducta, percepciones, prioridades, trato de otras personas en su vida”, etcétera. Se observa comúnmente en el ser humano adoleciente de un alto índice de infelicidad, la fuerte tendencia de culpar a otros. “Yo no soy feliz porque mis padres, mi cónyuge, mis hijos, mis familiares, mi jefe, no me comprenden, me tratan mal”, ad infinito. Mas sin embargo, las principales causas del mal suelen latir en nuestro propio corazón o yacer en áreas entenebrecidas de nuestra propia mente o espíritu. Así que, si quiero ser más feliz, que tenga yo la sensatez de comenzar conmigo mismo el proceso que aumente mi índice de felicidad.

IV.  Invitación.

A.  No dudo de que muchos jóvenes, mujeres y hombres sean felices sin la influencia o presencia de Dios en sus corazones, en su vida cotidiana. Su “felicidad” la percibo como “mundana y pasajera”, “fundada en ignorancia moral y espiritual”. Al morir los tales sin haber obedecido al evangelio de Cristo, ¡desaparecerá en un instante cualquier “felicidad” que hayan experimentado!

B.  La felicidad que perdura eternamente comienza cuando el ser humano escucha con entendimiento y agrado las buenas noticias de salvación (Romanos 10:17), confiesa con sus labios creer en Cristo (Romanos 10:8-10; Hechos 8:30-40), se arrepienta de sus pecados (Hechos 17:30) y su bautiza, es decir, se sumerge en agua, “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38; 22:16; Marcos 16:15-16), perseverando luego en la santidad de Dios (Hebreos 12:14) hasta la feliz conclusión de su jornada terrenal (Apocalipsis 2:10).

 

 

 

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