“Vida en el cuerpo de Cristo”

Por Jerry Humphries, evangelista

Lección 13

“Restaurando a miembros infieles”

Introducción

Según sondeos realizados, al menos el 50% de los que se bautizan en muchas iglesias de Cristo no se encuentra participando en congregación alguna cinco años después de su conversión. En algunos lugares, es más grande el número de miembros que nunca asisten a los servicios de la iglesia que el de los que sí asisten. Si todos los reincidentes volvieran, la asistencia sería dos veces mayores que en la actualidad.

I.  Un problema serio.

Tratándose de la obra de Cristo y su iglesia, el cristiano infiel constituye una influencia negativa. Lamentablemente, los que no son miembros tienden a juzgar a la iglesia por los miembros peores en lugar de por los mejores. Se aplica en estas circunstancias el dicho popular “Un cliente satisfecho es la mejor propaganda”. Mediante sus acciones, el miembro infiel proclama, a todo pulmón y reciamente: “En cuanto a mi afiliación con la iglesia, estoy insatisfecho. No le recomiendo hacerse miembro”.

Por importante que sea la imagen de la iglesia, una consideración aún más importante es el hecho de que los cristianos infieles están en pecado. A no ser que retornen a Cristo y a la comunión con la iglesia, ¡estarán separados eternamente de Dios! (Santiago 5:19-20). Su estatus espiritual es peor que el de los pecadores que nunca hayan alcanzado la salvación (2 Pedro 2:20-22).

II.  Respondiendo nosotros al problema.

“Indiferencia” es el vocablo que resume la actitud hacia miembros infieles que tiene un número demasiado alto de los que se consideran a sí mismos cristianos fieles. Pese a que lo nieguen de la boca para afuera, su comportamiento proclama fuertemente lo siguiente: “El que estén en peligro espiritual muchos de mis hermanos y hermanas en Cristo realmente no me inquieta”. Tal cual Caín, preguntan: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9). Demuestran indiferencia hacia cristianos que están enfermos o lastimados espiritualmente aun no pocos ancianos (obispos), predicadores y maestros. Tal cual el sacerdote y el levita en la parábola del Buen Samaritano, no hacen nada para socorrerlos (Lucas 10:29-37). En un número demasiado alto de los casos, no se hace nada para ayudar a los que son deshonestos, sexualmente inmorales, buscapleitos, etcétera. A menudo, se escucha expresar el deseo al efecto de que desistan de congregarse los tales o que se hagan miembros de otra congregación. Al dejar algún miembro de asistir a los servicios por un período extendido de tiempo, la práctica común es eliminar su nombre del listado de feligreses, sin hacer esfuerzo alguno de verificar por qué haya dejado de asistir y sin cualquier esfuerzo para rescatarlo.

Frecuentemente, es más fácil ganar a personas nuevas que lograr que regresen los que se han apartado. No faltan quienes aseveran: “Siempre y cuando hubiera suficientes conversiones, no tendríamos por qué preocuparnos por los miembros que se aparten”. Pues bien, tal actitud quizás la puedan tener, sin perjudicarse demasiado, agrupaciones que no sean la iglesia, pero la iglesia es diferente. Somos el cuerpo de Cristo. Todo miembro es valioso y necesario. Consiguientemente, deberíamos preocuparnos profundamente los unos por el bienestar espiritual de los otros (1 Corintios 12:21-26; Hebreos 3:12-13).

A los miembros fieles de la iglesia se les instruye a restaurar a los que hayan incurrido en faltas (Gálatas 6:1). El vocablo traducido “restaurar” significa “remendar”, o “devolver a la condición original”. Tratándose de miembros infieles, a los ancianos les atañe una responsabilidad especial. Ellos son obispos y pastores quienes han de dar cuenta a Dios por todo miembro de la congregación a la cual sirven (Hechos 20:28; Hebreos 13:17; 1 Pedro 5:1-4). Experimentarán mucha angustia en el juicio los ancianos que hayan descuidado a las almas que tenían a su cuidado. Los pastores (líderes) de Israel fueron condenados por no haber cuidado satisfactoriamente del pueblo de Dios (Ezequiel 34:1-10).

III.  Cómo ser efectivo en la restauración de cristianos infieles.

Al enterarse de que alguien está teniendo un problema espiritual, no demorar en brindarle ayuda. Más fácil es prevenir apostasía que restaurar al infiel. En un alto porcentaje de los casos, un solo diálogo es suficiente para rescatar a un reincidente, con tal de efectuarse apropiadamente y dentro de seis a ocho semanas después de haberse marchado el infiel. Pasado referido espacio de tiempo, se hace cada vez más difícil alcanzar a las personas que se apartan de la comunión de la iglesia.

Saber cuánto sea posible acerca de la persona que usted está tratando de restaurar tiene ventajas. Informarse de los factores que llevaran a la persona a fallar tiene especial importancia. En algunos casos, esto puede lograrse solo por medio de conversaciones a fondo.

Asegurarse de que su acercamiento sea matizado por amor, humildad y ternura (1 Pedro 4:8; Éfeso 4:32; Gálatas 6:1). Los seres humanos tienden a tornarse defensivos y resentidos al percibir que estén siendo atacados.

El don de escuchar es muy importante en el ministerio de restauración. Prestar atención a las personas indica solicitud y respeto genuinos por ellas. Solo haciéndolo, puede uno saber lo que estén pensando y, de ahí, decir lo apropiado. Ser pronto para escuchar, pronto para hablar, tardo para airarse (Santiago 1:19).

Durante el transcurso del diálogo, esforzarse para descubrir la razón tras la infidelidad de la persona. En su mayoría, los reincidentes conciben justificadas sus acciones, y no regresan hasta no ser convencidos de lo contrario. Mucho mejor es intentar verificar la razón que especular al respecto. Tomar en cuenta el que, inicialmente, los infieles, al menos el grueso de ellos, no declaran la razón principal por la cual dejan de perseverar. Usualmente, es necesario pesquisar, con delicadez y tacto, información que arroje luz. Una vez revelada la razón, tratarla discretamente y conforme a directrices bíblicas. Por ejemplo, quizás alguien de la congregación haya ofendido al miembro decaído. En tal caso, tratar de persuadir al autor de la ofensa a dirigirse al ofendido con el fin de que se reconcilien los dos. Tal vez la razón de no asistir algunos a los servicios sea la falta de transportación, o que se sientan avergonzados a causa de la condición de su ropa. Algunos problemas son de tal naturaleza que la intervención de los ancianos (obispos) u otros líderes es aconsejable.

Al entablar usted una conversación con algún hermano o hermana que no tenga una relación buena con el Señor, intentar imaginarse a sí mismo en su situación. Tratarle como usted quisiera ser tratado, suponiéndose en la misma situación. Comunicarle su amor, que usted está consciente de sus propias debilidades y que su deseo es que tenga la confianza de acercarse a usted al pensar detectar en usted cualquier problema espiritual.

A los cristianos infieles les hace falta algo más que una vista meramente social. Su fe necesita ser fortalecida. Es preciso convencerlos de haber pecado. También es imprescindible recordarles las consecuencias del pecado, y además, las buenas noticias sobre el remedio de Dios para el pecado. Únicamente por recurrir los cristianos a la Palabra de Dios pueden satisfacerse tales necesidades. ¡Hay poder en leer y discutir textos bíblicos aplicables a cualquier situación particular! Después de la sección de preguntas para esta lección se encuentra información sobre recursos para la restauración de miembros infieles.

Al visitar a un miembro infiel, ¿cómo se hace la transición de “conversación” a “estudio bíblico”? Un proceder efectivo comprobado es sencillamente preguntar: “¿Podemos estudiar juntos la Biblia?” La mayoría suele decir que sí.

De ser posible, sentarse al lado de la persona con quien estudia. Buscar los textos en la Biblia y pedir a la persona que los lea en voz alta, si le parece bien. Discutir juntos las Escrituras; no sermonear. Ayudar a la persona a aplicar la Palabra de Dios a su situación particular. Una vez reconozca la persona que haya pecado, e indicando además el deseo de retornar al Señor y la comunión de la iglesia, felicitarle y orar por ella (Santiago 5:16). Anunciar su restauración en la próxima reunión de la iglesia.

De no responder positivamente el miembro infiel, no desanimarse usted, pensando haber fracasado. Esforzarse para mantener abiertas las líneas de comunicación. Continuar orando por la persona.

IV.  Cuando regresan a casa los pródigos.

Con el propósito de enfatizar el amor de Dios por los pecadores y su gran deseo de que estén en comunión con él, Jesús relató tres parábolas, hallándose estas en Lucas 15. La más conmovedora de ellas es la sobre el hijo pródigo, quien, habiéndose rebajado a penuria y vergüenza a resultado de un estilo de vida depravado, volvió a la casa de su padre. Este, al verle acercarse, corrió al encuentro con él, le abrazó y le dio una calurosa bienvenida al hogar. Se celebró una gran fiesta en honor a su regreso. Jesús dijo que hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente (Lucas 15:7). Al restaurarse el cristiano infiel a comunión con el Señor y la iglesia, deberíamos recibirle con calor, regocijándonos mucho por su reconciliación.

Dar seguimiento a los restaurados es de suma importancia. Es necesario tomar los pasos apropiados para reincorporarlos a la congregación, particularmente en el caso de los que hayan estado fuera de ella por un período largo de tiempo. Además, deberían ser ofrecidas a tales miembros oportunidades para envolverse en actividades edificantes y útiles, conforme a sus intereses, habilidades y experiencia.

Conclusión

Los miembros infieles no son meros números o estadísticas. Son miembros, juntamente con nosotros, del cuerpo de Cristo; nuestros hermanos y hermanas en la familia de Dios. Cada uno es importante y valioso. Cada uno es un alma preciosa por la cual Jesús sufrió y murió con el propósito de redimirla. ¿Cómo atrevernos nosotros a permitir que se pierdan eternamente, sin hacer todo cuanto nos sea posible para restaurarlos? Tratándose de esto mismo, muchos de nosotros que nos consideramos cristianos fieles necesitamos arrepentirnos de nuestro pecado de indiferencia, confesarlo, procurar el perdón de Dios y pedir su ayuda respecto a amar a otros cristianos de la manera que debiéramos.

 

Preguntas para reflexionar y discutir

1.  En cuanto a miembros infieles, ¿qué hecho debería preocuparnos aún más que la imagen de la iglesia?

2.  ¿Cuál de las siguientes afirmaciones describe más acertadamente la actitud de usted hacia miembros infieles de su congregación, y a qué obedece su actitud?

a)  “Nuestra congregación es mejor sin ellos.”

b)  “Yo quisiera que se restauren, pero actualmente no trato de influenciarlos.”

c)  “A mí realmente no me importa lo que hagan; es asunto suyo.”

d)  “Los amo profundamente, deseando fervientemente que se salven, y oro por su restauración. Hago todo a mi alcance para lograr su restauración.”

3.  Preguntas sobre Gálatas 6:1.

a)  ¿Quiénes son los “espirituales”?

b)  ¿Qué significa el vocablo “restaurar”?

c)  ¿Quiénes necesitan ser restaurados?

d)  ¿A quién le corresponde la responsabilidad de restaurar a un hermano o hermana que esté viviendo en pecado?

4.  ¿Quiénes tienen una responsabilidad especial hacia miembros infieles? ¿Por qué?

5.  ¿Cuán pronto debemos comenzar a tratar de ayudar a un cristiano que tiene problemas espirituales?

6.  ¿Qué es lo que debería caracterizar nuestro acercamiento a la persona cuya restauración quisiéramos lograr?

7.  ¿Por qué es tan importante escuchar a la persona a quien estamos tratando de influenciar?

8.  ¿Qué deberíamos hacer una vez se descubra el problema principal del miembro infiel?

9.  ¿Qué necesitan los cristianos infieles para revitalizar su fe y ser motivados al arrepentimiento?

10.  ¿Cómo deberíamos todos los cristianos responder cuando es restaurado el cristiano infiel?

11.  ¿Qué deben hacer los líderes de la iglesia para fortalecer a los que son restaurados?

 

 

 

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