La iglesia ideal, según Dios.

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Mensajes cortos sobre temas vitales para salvación. Lista de los disponibles en esta Web.

 

-Tiempo requerido para leer este tratado: aproximadamente diez minutos.

-Tiempo promedio que vive el ser humano en la tierra: 39,945,600 minutos (76 años).

-Tiempo que pasará toda alma o en el Cielo o en el Infierno: ¡una eternidad!

 

¿Está usted siempre dispuesto a enfrentarse a la Verdad sobre todo aspecto vital de su vida en la tierra?


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-“Siempre” quiere decir “en todo momento, y no tan solo cuando convenga”.

-“Enfrentarse” significa “reconocer la Verdad, admitirla y no esquivarla”.

-“La Verdad” es “lo que es cierto, real e incontrovertible”.

-“Todo aspecto vital de la vida” abarca: “carácter, personalidad, conciencia, voluntad, conducta moral, creencias y prácticas espirituales, hogar, trabajo”, etcétera.

 

Estimado lector, ¿cómo responde usted a la pregunta que, respetuosamente, le planteamos en el título de este mensaje? ¿Desea usted, de todo corazón, conocer y poseer, en todo momento, la Verdad sobre todo aspecto vital de su vida? ¿Quiere tenerla incondicionalmente, abrazarla y aplicarla a su vida cotidiana? Se lo preguntamos de esta manera porque hay distintas categorías de verdades vinculadas inseparablemente, lo reconozcamos o no, con nuestra existencia en este planeta Tierra, entre ellas, algunas que alegran y confortan, mientras otras tienden a incomodarnos, aun a herir al corazón y al espíritu, causando no poca angustia. Amorosamente, le invitamos a analizar varios ejemplos.

Algunas verdades que “alegran y confortan”

Encontramos verdades que son como aquel ungüento medicinal de la antigüedad llamado “bálsamo” (Jeremías 8:22), pues aplicadas generosamente al corazón y al espíritu, suelen impartir sanidad, bienestar, bondad, amor y esperanza. Por ejemplo, la verdad encerrada en las tiernas palabras de Cristo: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

Otras verdades son como una “almohada” abultada y blanda. Verdades en las que recostar la cabeza y soñar de esferas mejores y más hermosas que las que nos ofrece el actual planeta Tierra, con sus interminables conflictos, problemas, pruebas y tragedias. Por ejemplo, la confortante verdad enunciada por Jesucristo: “En la casa de mi Padre, muchas moradas hay… Voy, pues, a preparar lugar para vosotros… para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2-3).

Y se hallan verdades semejantes a “joyas valiosísimas” dadas como prendas preciosas en garantía del cumplimiento de un contracto de gran importancia. Entre ellas, la que dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28), promesa dada por Dios a todo aquel que, amando la Verdad, la obedece.

Ejemplos de verdades “duras”

Pero, también se encuentran, en el renglón moral-espiritual, verdades que son como el “fuego ardiente”. Ejemplo de ellas es la que dice: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras… ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo(Romanos 2:5-9).

Existen verdades que son como una “espada” o “bisturí”. Penetran, cortan, parten, abren,  descubriendo el mal escondido: defectos, lesiones, maltrato, vicios, obsesiones, enfermedades de mente, corazón o espíritu. La siguiente verdad es de esta índole: “No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10). También la siguiente verdad dirigida específicamente a cristianos: Si “no permaneces en esa bondad… tú también serás cortado(Romanos 11:22). De hecho, esta calidad de “dura, cortante o fulminante” de verdades enunciadas para impenitentes, al igual que para cristianos reincidentes, se pone de relieve en Hebreos 4:12. “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”

Algunas verdades son como un “martillo”. Por ejemplo, las verdades fuertes y duras, repetidas a través de la Biblia, como martillazos sonantes, sobre “arrepentirse”, y las consecuencias de no hacerlo. “Si no os arrepentís, todos pereceréis” (Lucas 13:5). “Arrepentíos y convertíos” (Hechos 3:19). Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38). “Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia…” (Hechos 17:30-31).

 “¡Explosivas!” es el adjetivo más apropiado para identificar un grupo de verdades que son como la “dinamita”, pues hacen volar en pedazos a la “Montaña de filosofías huecas”, como también a su gemela la “Montaña de vanas tradiciones humanas”. Este género de verdades es capaz de derrumbar a las “Fortalezas religiosas” construidas de creencias, argumentos, teorías, porfías, visiones o interpretaciones de origen puramente humano. Como una vara de dinamita es la grandiosa verdad que dice: “El Dios que hizo el mundo y todas cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres” (Hechos 17:24-25). Esta compacta y sólida verdad, fundamentada tanto en el sentido común como en una lógica irrebatible, explota en medio de los templos del paganismo, incluso los del paganismo “cristiano”, con impacto estremecedor. El apóstol Pablo exclama: “Yo no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Nuestro vocablo “dinamita” se deriva de la palabra griega traducida “poder” en este texto.

El mismo Jehová Dios resalta los atributos fuerte de su Verdad. “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” (Jeremías 23:29). “Palabra” divina, fuerte y recia, que quebranta las duras piedras de incredulidad, obstinación e inmoralidad endurecidas. Escuchando las verdades que Cristo proclamaba, “muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?” Mas Pedro dijo: “Tú tienes palabras de vida” (Juan 6:60-68). Curiosamente, las palabras que algunas personas encuentran “demasiado duras”, alejándose de ellas y perdiéndose, ¡otras reciben las mismas para “vida eterna”!

 

¡Un “poder engañoso” para quienes no aman la Verdad!

Lamentablemente, muchísimas personas no quieren tener en su mente ninguna de estas verdades, siendo la razón principal la de no amar la verdad. Consecuentemente, reciben un “poder engañoso, para que crean la mentira” (2 Tesalonicenses 2:10-12), entregándoles Dios mismo “a la inmundicia… a pasiones vergonzosas… a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:24-32). Típicamente, los humanos no amantes de la verdad practican, en escala mayor, la mentira, la decepción, el engaño, el chisme y la difamación. Aun se recrean en medio de sus embustes y trampas, hasta jactándose de sus destrezas y hazañas en la manipulación de personas y cosas mediante el uso astuto y malicioso de sus maquinaciones diabólicas. Viven “engañando y siendo engañados” (2 Timoteo 3:13). Triste y fatal condición la suya. “Todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8).

¿Escoge usted entre las verdades las que quisiera hacer suyas?

Respetado lector, habiendo usted prestado atención a este mensaje hasta este punto, ¿aún afirma desear, de todo corazón, conocer, poseer y vivir toda la verdad sobre todo aspecto de su vida? ¿Acaso quisiera hacer suyas solo las verdades que son como el bálsamo, una almohada mullida o joyas preciosas, pero no las que son como fuego, espada, bisturí, martillo o dinamita?

Permítanos observar que de escoger usted solo las verdades de la primera categoría, cometería un error gravísimo, el mismo, por cierto, en el que se incurre toda persona que profese amar toda la verdad, mas sin embargo, ama, en realidad, solo las verdades suaves, dulces, benignas o alentadoras. ¿Por qué calificar de “gravísimo” semejante error? Porque la Verdad de Dios es un todo perfecto e indivisible. Así que, cualquiera que no la acepte en su totalidad se hace culpable de rechazar la porción de la Verdad divina, acción que implica, necesariamente, “egoísmo, soberbia, rebeldía”, atributos que acarrean una sentencia de condenación en el tribunal celestial.

Por otro lado, al seguir usted firme en su deseo de “querer tener todas las verdades, no importando su naturaleza”, estaría procediendo con sabiduría, determinación y valentía admirables. Implementada plenamente esta decisión a lo largo de su vida, alcanzaría usted, sin duda, la salvación de su alma, llegando a ser glorificado eternamente. Pero, ¿comprende usted cabalmente que su decisión de “abrazar todas las verdades” le traerá no solo contentamiento y gozo sino también dolor y trabajo?

-“Dolor”, porque el “fuego” de algunas verdades divinas quema la hojarasca y la leña de la vida, es decir, consume en sus llamas cosas superficiales y pecaminosas: complejos dañinos, fantasías infantiles, malos modales, excentricidades ofensivas, ilusiones carnales, obsesiones materiales, pasiones sensuales desordenadas, orgullo, envidia y la vanagloria de la vida, todo lo cual batalla contra el espíritu y carcome al alma.

-“Dolor”, pues el Cirujano celestial, utilizando diestramente sus verdades divinas como instrumentos quirúrgicos, extirpa de la mente y el alma los cánceres de vicios y malas costumbres.

-“Dolor”, ya que el Creador de vidas nuevas emplea la “dinamita” de su Palabra para eliminar de la mente las estructuras religiosas de origen humano, limpiando y preparando el “suelo del intelecto” para allí edificar su propio “Templo santo en el Señor” (Efesios 2:19-22).

-“Trabajo”, sí, porque es necesario echar mano al “martillo” de la Verdad, dedicándose afanosa e incansablemente a la construcción de una “nueva casa espiritual”, haciéndola según el plano trazado por Dios mismo. Se trata de una “vida nueva” llena de sabiduría, gracia y gloria celestial.

-“Trabajo”, pues todo aquel que logra obtener el gran tesoro de la Verdad de Dios debería compartirla con otras personas, comenzando, lógicamente, con sus seres queridos, amigos y vecinos.

Así  que, toda persona que ama incondicionalmente toda la Verdad de Dios, pasa tiempo, obligatoriamente, en “Lugares de Dolor y Trabajo”. Sometiéndose a las fuerzas operantes en aquellos “Lugares”, sale como “Gigante espiritual” –fuerte como el acero, refulgente como el bronce bruñido, ejercitado para el bien y capaz de derrotar al “padre de mentira” (Juan 8:44).

Amigo lector, usted mismo puede transformarse en “Gigante espiritual”, con tal de estar dispuesto a soportar el dolor y trabajo que imponen no pocas verdades divinas. Puede alcanzar el galardón de la inmortalidad si hace suyas todas las verdades de Dios, y no tan solo una parte de ellas.

En el plano de las enseñanzas espirituales, algunas de las verdades más duras e hirientes para no pocas personas de nuestra época son las siguientes.

Las verdades que encierran los vocablos “solo” o “único”

Por ejemplo, la verdad según la cual Jesucristo fundó una sola iglesia, sobre un solo fundamento, con una sola cabeza y con una sola sana doctrina. Si usted ama, real y sinceramente, toda la Verdad de Dios, pensamos que tome el tiempo necesario para buscar y leer los textos bíblicos donde se hallan esta verdad, entre ellos: Mateo 16:16-18; Efesios 1:22-23; 2:20-22; 4:1-6; 5:23-24; 1 Corintios 3:10-11 y Tito 2:1. Citamos como ejemplo de estos textos el  de Efesios 4:4-6. “Un cuerpo (la iglesia) y un Espíritu… una misma esperanza… un Señor, una fe, un bautismo, un Dios”.

-Según todos estos textos inspirados, el Dios verdadero es el Dios del “uno”, del “único”, del “solo”, y no de los “muchos diferentes”. Sin embargo, en nuestras sociedades cosmopolitas, donde el exclusivismo es anatema y la tolerancia, aun de lo más absurdo y vulgo, está en boga, “solo” y “único” lastiman los oídos y corazones de infinidad de personas, incluso, de una mayoría de religiosos. Jehová, “el único Dios verdadero”, dice Cristo, en Juan 17:3. “¡Inadmisible!”, exclaman multitudes de seres humanos, añadiendo: “Deberíamos respetar los dioses de todos los pueblos, jamás identificando a ninguno como el ‘único’”. Reconciliar tanto a gentiles como a judíos “en un solo cuerpo”, el cual es “la iglesia” es el concepto asentado por el Espíritu Santo en Efesios 1:22-23 y 2:16. “¡Puro fanatismo! ¡Falta de amor”, gritan muchedumbres. “Una misma regla” para todos los creyentes establece Dios, según Filipenses 3:16. “¡Inconcebible, imposible, absurdo!”, responden los partidarios del pluralismo, de la “verdad relativa”, del denominacionalismo “cristiano”.

Estimado lector, ¿qué siente usted al leer o escuchar estas dos palabras “solo” y “único”? ¿Acaso incomodidad, repudio, coraje, indignación? De ser así su reacción, ¿se ha detenido para examinar el por qué? ¿Sería, quizás, porque las verdades divinas formuladas en torno a estas dos pequeñas palabras sean como “paquetes de dinamita” colocados al pie de los fundamentos de las “Comunidades variadas del sectarismo cristiano pluralista”? Bien que mucha gente del presente encuentre muy atractivas estas “Comunidades religiosas”, o sea, las muchas iglesias o sectas del cristianismo, con sus doctrinas y prácticas distintas, el peligro para los constructores y sostenedores de ellas es el siguiente: ¡Dios aborrece las divisiones! “Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma”, entre ellas, “el que siembra discordia entre hermanos” (Proverbios 6:16-19). Pese a la pretensión de “unidad” que albergan los defensores del sectarismo cristianismo, no existe verdadera unidad bíblica entre las sectas. No hablan lo mismo, ni sienten lo mismo ni andan conforme a “una misma regla”, como enseñan textos tales como 1 Corintios 1:10-13; 3:1-4; Filipenses 2:1-3; 3:16; Tito 3:10-11 y otros pasajes relevantes. No hay “concordia” sino “discordia”.

Aunque estas verdades le llenen de angustia, aun de resentimiento o coraje, haciéndole sufrir en su mente y alma, lo más sabio será, obviamente, aceptarlas, buscar la única iglesia fundada por Cristo, hacerse miembro y practicar la única fe divinamente autorizada. Una vez cesado el dolor que le cause el impacto inicial de estas verdades, ¡sentirá luego gran alivio y profundo gozo! Este es el feliz desenlace del proceso, conforme a nuestras experiencias y observaciones, porque estas verdades que giran sobre el concepto de “solo”, y “único” libran al alma sincera de creencias o doctrinas inherentemente conflictivas, contradictorias, contrarias al sentido común, y que, para colmo, hacen violencia a la Palabra inspirada de Dios. Libran de los enredos de teologías complicadas carentes de sólido respaldo bíblico, como también de los bejucos sofocantes de tradiciones humanas hábilmente entretejidas alrededor de interpretaciones erróneas o asunciones especulativas. Libran de iglesias establecidas por hombres, de fundamentos religiosos hechos sobre la arena, de credos religiosos confeccionados por hombres falibles, de organizaciones y cultos ajenos al Nuevo Testamento de Cristo.

“Un solo mediador”

Otro ejemplo de este tipo de verdad donde ocurre la palabra “solo” lo encontramos en 1 Timoteo 2:5. “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.”

La lógica pura e imparcial nos obliga a concluir que si Jesucristo es el “solo mediador”, o sea, el único mediador, singular y no plural, entonces ¡no es posible que Dios acepte a María, los “santos” fallecidos o los sacerdotes vivos como mediadores! Pero, la mera mención del nombre de “María” en este contexto resulta sumamente ofensivo y doloroso para toda persona que la ama, la venera como la “madre de Dios” y la invoca como “mediadora”, teniéndola como la “Reina del cielo”. ¡Qué María no esté a la diestra de Dios en el cielo, que no sea mediadora, que no deberíamos invocarla! Decírselo así tan claramente a sus seguidores es como efectuar en ellos una cirugía sin anestesiarlos. ¡Duele muchísimo! Duele hasta los tuétanos de su espíritu, hasta lo más profundo de su alma. Sin embargo, esta “operación espiritual dolorosa” es precisamente la que les hace falta a todos y cada uno de ellos, desde el Papa, en el Vaticano, hasta el más humilde adepto. Lo maravilloso es que cada “paciente” afligido de este “mal espiritual”, una vez intervenido exitosamente, se levanta con una mente sanada y un corazón nuevo, curado de las enfermedades peligrosas que producen las tradiciones, supersticiones e idolatrías nocivas y contagiosas, traídas a través de tiempos pasados al presente. Entonces, el sanado clama al Padre, al “único Dios verdadero”, mediante “un solo mediador… Jesucristo hombre”, invocando solo el nombre de Cristo, el único “nombre bajo el cielo… en que podamos ser salvos”. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). Es evidente, pues, que el “único Dios verdadero” es Dios del “solo”, del “único”, del “ningún otro”, y no del “pluralismo”.

Las verdades bíblicas sobre el bautismo también escandalizan y alejan a muchas personas.

Estas verdades sencillísimas son:

-Que deberíamos ser bautizados, y bautizar, “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”  (Mateo 28:19).

-Que bautizarse significa sumergirse o zambullirse en agua, y no rociar con gotas de agua. “Somos sepultados” (sumergidos) juntamente con él (con Cristo) por el bautismo(Romanos 6:3-8). Jesucristo fue sumergido en las aguas del río Jordán (Mateo 3:13-17). Juan el Bautista bautizó a Jesucristo, y aquel profeta, el mayor de todos, bautizaba “en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas, y venían, y eran bautizados” (Juan 3:23). Claramente, se necesitan “muchas aguas” para un bautismo bíblico.

-Que el bautismo es “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38; 22:16) y que “salva” (1 Pedro 3:21), siendo una condición indispensable para salvación, conforme a la Gran Comisión (Marcos 16:15-16), y no meramente un “símbolo” de salvación.

-Que el bautismo no es para infantes o niños, ya que estos no tienen pecado (Ezequiel 18:20), sino que es para jóvenes y adultos capaces de entenderlo, y pedirlo o rechazarlo. En Samaria, “se bautizaban hombres y mujeres(Hechos 8:12), y no infantes o niñitos.

Extrañamente, estas verdades divinas sobre el bautismo, cristalinamente claras, y sostenidas por numerosos textos y ejemplos bíblicos, lastiman a muchos líderes y seguidores religiosos, provocando contrarréplicas encolerizadas tales como: “¡El bautismo no salva! ¡El bautismo es una obra de la carne! Somos salvos por fe sola. ¡El bautismo es solo un símbolo! El creyente es salvo antes de bautizarse y sin bautizarse. Nuestra iglesia establece el modo y el propósito del bautismo, determinando a quién bautizar, cómo y cuándo”. ¿Por qué surgen estas contradicciones y se inventan estos argumentos o porfías en torno al bautismo? Pautamos que el fenómeno se debe principalmente a la falta de amor por la pura Verdad de Dios. Tantísimos predicadores, evangelistas, pastores y maestros del presente dan prioridad a “teologías” traídas del pasado, por ejemplo, la que postula que la salvación es por “fe sola”, por “solo hacer profesión de fe”, por “solo orar la oración del pecador para perdón”, o algo al estilo. O a la teología conforme a la que el niño nace pecador, que hereda los pecados de sus antepasados, que es culpable del “pecado original”, y que, por consiguiente, argumentan, hay que bautizarlo.

Amado lector, si usted ama toda la Verdad de todo corazón, aceptará prontamente las enseñanzas divinas sobre el bautismo, tal cual expresadas en el Nuevo Testamento, bautizándose bíblicamente, sin postergar el acto. Purificada así su alma “por la obediencia a la verdad” (1 Pedro 1:22), y en virtud de “la sangre preciosa de Cristo” (1 Pedro 1:17-20), será añadido a la iglesia que Cristo fundó (Hechos 2:47). Desde ese maravilloso evento en adelante, podrá seguir “gozoso” el Camino de Cristo, el cual conduce a las mansiones celestiales (Hechos 8:26-40).

Nuestra plegaria es que Dios le ilumine y fortaleza para que esté “siempre dispuesto a enfrentarse a la verdad sobre todo aspecto vital de su vida”, aceptándola y poniéndola por obra diariamente. Pues solo así, podrá usted alcanzar la inmortalidad y morar con Dios por las edades de las edades en el glorioso “mundo venidero” (Hebreos 2:5) que él está preparando para toda alma que acate su voluntad “buena… agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Respetuosamente, preguntamos: ¿Se atreve a presentarse ante el tribunal de Cristo sin haber aprendido y practicado toda la Verdad de Dios esencial para el cabal cumplimiento de su “buena voluntad”? ¿A morir y confrontar el juicio divino, habiendo repudiado arbitraria y egoístamente las verdades que usted mismo hubiese calificado de “demasiado duras”, “injustas” o “imposibles de cumplir”? Volvemos sobre la enseñanza del apóstol Pedro en su primera epístola, donde se afirma que los cristianos del Siglo I habían “purificado” sus “almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu…” (1 Pedro 1:22). ¿Cómo purificar al alma? ¿A la suya y a la mía? “…por la obediencia a la verdad…” ¿Cuál verdad? “…toda la verdad…” (Juan 16:13) revelada por Cristo “mediante el Espíritu”. Qué conste: no por “sentimientos o emociones religiosos”, ni por “sueños u oraciones de fe”, sino, recalcamos, “…por la OBEDIENCIA a la VERDAD”. Creer en Dios, confesar el nombre de Jesucristo delante de los hombres, arrepentirse de todo pecado, sumergirse en agua “para perdón de los pecados” y perseverar en santidad hasta el fin de sus días. Estos mandamientos descansan en la pura Verdad vertida por el Espíritu Santo solo y exclusivamente en el Nuevo Testamento. Nosotros, los que amamos, proclamamos y seguimos la Verdad completa de Dios, estamos en las mejores disposiciones de brindarle nuestro apoyo espiritual y asistirle en su “obediencia a la verdad”. Le animamos a contactarnos sin demora.

 

 

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