Tremenda defensa de la Iglesia Católica Romana
hace el argentino Carlos A.


¿Nos convertimos a “católico”? 

 

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Carlos escribe…

“Estimado Homero

Sin duda usted y yo distamos mucho de estar de acuerdo. Créame que no podrá ser. La religión es un aspecto espiritual personal que se moldea no solamente por un rito inicial como el bautismo, sino por la vida misma de cada uno, de su entorno, de sus vivencias y dolores cotidianos.”

Homero responde. Estimado Carlos, me siento dichoso y privilegiado al tener el honor de intercambiar argumentos y percepciones con usted, pues usted defiende a su Iglesia Católica Romana como todo un soldado bien adiestrado y entregado. Desde su definición de “la religión” al principio hasta el diálogo entre Napoleón y unos sacerdotes al final, nos place examinar sus explicaciones.

¿Cuenta con respaldo divino la definición de “religión” que usted dicta como si Dios se la hubiese revelado? “La religión es…”, enseguida añadiendo usted su definición particular. Pero, la “religión”, ¿quién cuenta con la autoridad indiscutible para fijar su significado? ¿Usted, este servidor, la raza humana colectiva, alguna jerarquía religiosa, algún destacado líder carismático, el Papa sobre su trono en el Vaticano, teólogos, o el Creador? ¿No es Dios mismo el único que nos imparte nuestra naturaleza espiritual, llamándonos a ser “religiosos”, y, a la vez estableciendo él mismo, y solo él, las condiciones necesarias para lograrlo? Él es quien diseñó el molde en el que el ser humano ha de vaciarse si quiere obtener los rasgos de verdadero “religioso”. Que muchos seres humanos ideen y confeccionen su propio molde de ritos, vida misma, entornos, “vivencias y dolores cotidianos”, ¿no significa su proceder que ignoran el molde de Dios, o que lo rechazan, prefiriendo el suyo?

¿Dónde hallamos el molde de Dios para “religioso” verdadero? Solo en la Biblia, su único libro dado a los hombres. Leyendo objetivamente la Biblia, no buscando apoyo para alguna definición preconcebida de “religión”, vemos cómo Dios mismo fija, primero para la Era Patriarcal, luego para la Mosaica, y últimamente para la cristiana, los parámetros para la “religión” que han de seguir, obligatoriamente y sin desviaciones, sus súbditos fieles. Al ser moldeado el hombre de nuestra Era Cristiana conforme a los parámetros establecidos en el Nuevo Testamento, del que Cristo es testador (Hebreos 9:15), adquiere la espiritualidad que lo hace acepto a Dios. Incuestionablemente, la religión de tal hombre es más que mero “aspecto espiritual personal”. Es “personal”, en definitivo, por haber sido aceptado y obedecido “personalmente”, pero no es de origen personal, como tampoco de origen tradicional o cultural, pues es de Dios. El Nuevo Testamento, y solo el Nuevo Testamento, define la “pura religión y sin mácula” (Santiago 1:27) para toda la raza humana durante toda la Era Cristiana, conteniendo “toda la verdad” que trajo el Espíritu Santo (Juan 16:13), y siendo, además, “la perfecta ley, la de la libertad” (Santiago 1:25).

De mi parte, quisiera que usted y yo tuviéramos “una misma mente y… un mismo parecer” (1 Corintios 1:10), pero, lamentablemente, tal preciosa unidad jamás estará a nuestro alcance si usted insiste en definir “religión” a su manera. 

Carlos: “Usted de alguna forma intenta indicar que la Iglesia Católica está y estuvo siempre errada, y que es de alguna forma un gran engaño que dura milenios, que solamente existe el ‘cristianismo’, y usted y una relación personal con Cristo.”

Homero responde. El cristianismo original existía antes, mucho antes, de la Iglesia Católica. Su historia se relata en el libro inspirado Hechos de Apóstoles. Sus rasgos y obras se definen en el Nuevo Testamento. ¿Aparece la Iglesia Católica Romana nombrada en estos documentos? Negativo. ¿Se encuentran el dogma, las tradiciones y las prácticas de la Iglesia Católica Romana en estos documentos inspirados? Negativo. Antes del catolicismo, muchos antes del protestantismo, más aún del pentecostalismo, existía el cristianismo del Sigo I, revelado por el Espíritu Santo a través de los apóstoles y profetas de la iglesia por Cristo establecida. Este hecho, fácilmente comprobado por cualquier investigador diligente e imparcial, está plena y absolutamente establecido por evidencias inexpugnables, tanto inspiradas como seculares. Su veracidad no depende de este servidor, o de “una relación personal con Cristo” de nadie. Don Carlos, con todo el respeto, ¿por qué le da tanto trabajo aceptar este sencillo y hermoso hecho? Lastimosamente, las espesas nubes de la gran apostasía predicha por el Espíritu de Dios (1 Timoteo 4:1-5; 2 Tesalonicenses 2), de la religiosidad humana y del sentimentalismo religioso obscurecen aquel cristianismo puro, mas, sin embargo, existió, restaurándose en cualquier lugar o tiempo donde se predica de nuevo el mismo evangelio no adulterado del principio. Más penoso aún, muchos religiosos prefieren un “cristianismo evolucionado a través de los siglos”, ni siquiera llamándole la atención aquel cristianismo original. ¿Acaso simpatiza usted con estos? 

Carlos. “Nosotros los católicos creemos ciertamente que la Iglesia Católica es la única Iglesia Verdadera. Si usted me pregunta "mire, demuéstremelo", le digo que es virtualmente imposible. Como tampoco a un musulmán se le haría posible indicar que la suya es la única religión verdadera con pruebas positivas y tangibles. A Dios no se le puede poner a prueba, ni se manifiesta bajo nuestra intención humana de querer demostrarlo por medio de pruebas positivas o repetibles. Lo relacionado con Dios es siempre sobrenatural. Como lo es en todas las grandes religiones del mundo (Budismo, Taoísmo, Islamismo), el componente sobrenatural es indispensable. Tenga esto en la memoria mientras sigue leyendo.”

Homero responde. Pues bien, lo voy a tener presente. Pero, honestamente, ¿de qué me vale? Valiéndose de esta línea de argumentación, ¡cualquier religioso declara su fe “la única verdadera”, sin verse obligado a probarlo!

¿No es cierto que el Budismo, Taoísmo, Islamismo, Budismo, Shintoismo, Hinduismo, más las grandes religiones de África, el hemisferio occidental, el Pacífico y Europa, todas incorporan algún “componente sobrenatural” ? Por ello, ¿es imposible probar, definitivamente, que Jehová Dios, “el único Dios verdadero”, según Cristo (Juan 17:3), no es el Autor de todas y cada una? Pero, su Iglesia Católica Romana las condena rotundamente como “falsas” y peor, ¿no? ¿Siguiendo qué criterio?, si se puede saber.

Al leer una y otra vez sus afirmaciones, tengo la fuerte impresión de que usted está intentando salir de un trance durísimo por medio de simplemente denegar responsabilidad. Usted sabe, como lo sabe todo lector inteligente, que su responsabilidad es PROBAR absolutamente que la Iglesia Católica Romana es “la única Iglesia Verdadera”. El trance que le aprieta duramente es que ¡no puede hacerlo! “Es virtualmente imposible”, admite usted. ¿Posible, virtualmente imposible o totalmente imposible? Su salida es llevar el asunto al plano de lo “sobrenatural”. Pero, esta maniobra es transparente para la mente que conoce las Sagradas Escrituras y estudia estratagemas “de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:14). Le ruego no se ofenda. Si usted está en lo correcto, estas palabras duras del apóstol Pablo no le son aplicables. Sin embargo, “espiritualizar” cuestiones difíciles o colocarlas en la esfera de lo “sobrenatural” es una artimaña común entre quienes no pueden sostener con evidencias bíblicas, hechos o argumentos irrefutables sus creencias o sus instituciones. ¿Por qué cree usted “ciertamente que la Iglesia Católica es la única Iglesia Verdadera”? Y no tan solo la única iglesia verdadera sino la única religión verdadera sobre la faz de la tierra, ¿no es así? Y que todas las demás iglesias y religiones son falsas, malas y condenadas, ¿correcto? ¿Demás es pedir que lo pruebe con evidencias indubitables?

A propósito, de pedirme cualquier persona interesada probar bíblicas las doctrinas y prácticas de la iglesia a la cual pertenece este servidor, gustoso y prontamente le presento los textos inspirados que sostienen cada una.

“A Dios no se le puede poner a prueba” , asegura usted. Tampoco a la Iglesia Católica Romana por el “componente sobrenatural… indispensable” que hay en ella. ¿Así es su argumento? De ser así, hay que catalogarlo como defectuoso porque su premisa fundamental es incorrecta, como también la segunda. Fíjese: Dios mismo prueba su propia existencia. “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa ” (Romanos 1:20). “Si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones” (Hechos 14:17). El Creador no exige que crea yo en él ciega o supersticiosamente. Me presenta evidencias tangibles y verificables de su existencia, poder, bondad y amor, pronunciándose “el único Dios verdadero”, e informándome que no debo dar credibilidad a ningún “otro dios o diosa”. De ahí que no creo en los dioses del Budismo, Hinduismo, etcétera, pese al elemento “sobrenatural” que reclaman sus proponentes y seguidores. En cierta etapa de mi desarrollo espiritual e intelectual, me atreví a “poner a prueba” a Dios y la Biblia, cuestionando seriamente su credibilidad. Convencido de ella por abundantes evidencias positivas, desde aquel tiempo mi fe ha sido por persuasión y convicción personal, y no por herencia religiosa o cultural. ¿Cómo describe usted su propia fe, Don Carlos?

Carlos. “Nosotros creemos que el pasaje de Mateo indica la voluntad de dejar apóstoles y muertos éstos, la sucesión de estos apóstoles en otros que los sobrevivan en el párrafo "lo que ustedes aten en la tierra será desatado en el cielo". Asimismo, dejó claramente establecido que "aquellos a los que ustedes retengan sus pecados, se le retendrán en el cielo". ¿Piensa que se refería al periodo temporal de 60 o 70 años de la vida remanente de los apóstoles? Esto no resiste el menor análisis. ¿Qué pasa para dos o tres generaciones más tarde? ¿Quién entonces nos perdonaría los pecados, sin lo cual no podremos entrar al Cielo? Más claro, échele agua.

Sin embargo, adivino que usted intentará arrojar una interpretación personal sobre esto, como lo ha venido haciendo. Ese es el punto por el cual ningún católico podrá jamás ponerse de acuerdo con usted, no busque más en libros viejos, ni en documentos antiguos en arameo o en griego, ni en cuestiones lingüísticas. Dios no permitiría tener tanta carga de intelectualidad para descubrirle. Dios no lo quiere erudito ni estudioso arqueólogo para llegar a la verdad. El tema, mi querido amigo, es mucho más sencillo.”

Homero responde. De acuerdo, respetado Carlos, el tema del perdón de pecados es sumamente sencillo. ¡Solo Dios puede perdonarlos! Esto lo hace día tras día, año tras año, siglo tras siglo, reconciliando consigo a toda alma que llena las condiciones para perdón, las que establecieron los apóstoles por el Espíritu Santo en el siglo I. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19).

¿Qué función asignó Dios a los apóstoles del siglo I? “Nos dio el ministerio de la reconciliación… y nos encargó la palabra de reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:18-21). Así pues, los apóstoles eran portavoces de la “palabra de reconciliación”. Quienes obedecían esta “palabra” transmitida a los apóstoles por inspiración divina Dios los reconcilió consigo, perdonándolos sus pecados. Esta misma “palabra de reconciliación”, sinónima de “palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación” (Efesios 1:13), o “fe”, “ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). “Una vez”, y no repetidas veces. Mediante esta “palabra… una vez dada”, los apóstoles del siglo I ataban y desataban, de una vez para todas, no haciendo falta quienes repitieran su obra ya realizada a perfección por el Espíritu de Dios que los guiaba infaliblemente. Lógicamente, esta “palabra de reconciliación” no evoluciona a través de los siglos, conforme a interpretaciones particulares de teólogos o concilios, siendo siempre la misma en todo lugar durante toda la Era Cristiana para toda persona, sin excepción.

“Llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:1-4), comenzando en Pentecostés, los apóstoles ataban condiciones “para perdón de los pecados” (Hechos 2:38. “Arrepentíos… y bautícese para perdón.”), como, además, “la doctrina” en la que los cristianos debían perseverar (Hechos 2:42). Mediante la misma palabra del Espíritu, desataban las cargas pesadas de la Antigua Ley de Moisés (Gálatas 5:1-12), el tradicionalismo religioso y las filosofías huecas (Colosenses 2:8), haciendo “libres” (Gálatas 5:1) a todos los que obedecían “a la verdad” (Gálatas 3:1), y declarando: “Hermanos, a libertad fuisteis llamados” (Gálatas 5:13).

Que conste: los apóstoles ataban y desataban solo conforme a las indicaciones específicas del Espíritu Santo, quien los guió “a toda la verdad” (Juan 16:13). No efectuaban esta magna obra tan crítica para la salvación y la iglesia, guiados por su propio entendimiento o intuición, consultándose entre sí, convocando concilios ecuménicos o apelando solo al apóstol Pedro.

Fíjese bien, por favor, Sr. Carlos: de la misma manera remitían y retenían pecados. ¡Solo por la “palabra de reconciliación” revelada por el Espíritu Santo que recibieron! Prestemos mucha atención a todo lo que pasó, y se dijo. “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitieres los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:21-23).

Cristo envía personalmente a sus apóstoles.

Él mismo sopla hacia ellos, o sobre ellos, acción quizá simbólica o bien sea el medio utilizado para impartir el Espíritu.

Entonces, les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.

Luego, les confiere la autoridad de remitir o retener pecados en virtud de recibir el Espíritu Santo. ¿Cómo remitir o retener ellos los pecados? ¡Solo y únicamente por el Espíritu Santo! ¿Cómo por el Espíritu? ¡Solo y únicamente por la “la palabra de reconciliación”! La autoridad de remitir o retener pecados no atañía a los apóstoles per se sino al Espíritu Santo que actuaba en ellos. No recibiendo el poder sobrenatural del Espíritu Santo, ninguna potestad de remitir o retener pecados hubiesen tenido. Estas afirmaciones, ¿son correctas?

Las pautas para remitir o retener pecados establecidas por el Espíritu Santo mediante sus instrumentos en la tierra, a saber, los apóstoles del Siglo I, Dios las hace vigentes y autoritativas para toda la Era Cristiana. Se definen en muchos textos del Nuevo Testamento, también relatándose numerosos ejemplos de su aplicación. A lo largo de la Era Cristiana, se le remiten sus pecados a toda persona que obedece las pautas para perdón fijadas por los apóstoles mediante el Espíritu en el Siglo I. He aquí la respuesta a su pregunta “¿Qué pasa para dos o tres generaciones más tarde? ¿Quién entonces nos perdonaría los pecados, sin lo cual no podremos entrar al Cielo?” ¿Quién perdona? Dios, que vive para siempre. ¿Cómo y cuándo? De acuerdo con las directrices asentadas por los apóstoles mediante el Espíritu en el siglo I.

En cuanto al ritual seguido por los sacerdotes católicos romanos en el confesionario, no existe evidencia alguna de que los apóstoles del Señor lo practicaran. De hecho, la historia confirma que surgió muchos después del tiempo apostólico.

Usted cree, como todo buen católico, en “la sucesión de apóstoles”, pero tampoco puede probar bíblicamente este dogma, pues, innegablemente, el Espíritu Santo no hace provisión alguna para la continuación del oficio de “apóstol” en la iglesia. De la manera que el evangelio fue dado una sola vez a los santos, igualmente fue puesto una sola vez para siempre el fundamento de la iglesia, siendo edificada ella “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20). Este fundamento permanente fue puesto por Dios. Por consiguiente, no hace falta otros apóstoles o profetas.

Todo esto, ¿es meramente mi “interpretación personal” o una “carga de intelectualidad” humana? Me sorprende usted, Don Carlos. Habla de parte de Dios como si él hubiese puesto palabras en su mente. “Dios no permitiría tener tanta carga de intelectualidad para descubrirle. Dios no lo quiere erudito ni estudioso arqueólogo para llegar a la verdad.” Y eso, que el clérigo católico romano suele apelar a su “intelectualidad” y “erudición”, proyectándose como muy superior. Bueno, sinceramente, no pretendo ser “intelectual” o “erudito”. Solo quisiera entender y enseñar con fidelidad la bella “palabra de reconciliación”. ¿No encuentra usted razonable y bíblica la explicación nuestra de “atar y desatar, remitir o retener pecados”? ¿Sopla Cristo sobre todo sacerdote católico romano, impartiéndole la potestad sobrenatural del Espíritu Santo de remitir o retener pecados? He ahí, el meollo del asunto. No encuentro razón bíblica o evidencia alguna convincente para creer que todo sacerdote católico romano esté lleno del Espíritu Santo como lo eran los apóstoles de Cristo.

Carlos. “El error que usted comete es intentar interpretar la Biblia por si mismo, y tener razonamientos (muy loables por cierto) desde un punto de vista humano y positivo. Esta es una visión que comparten los hermanos evangelistas, protestantes, etc. Haga una prueba: intente encontrar usted un sólo párrafo acerca de la "Santísima Trinidad". O del Purgatorio. O incluso del Papa. No lo encontrará porque no existe. Ahora bien, intente encontrar un sólo párrafo que indique que la Biblia es la autoridad máxima, que sólo sus palabras valen para revelar la verdad. No existe ni un solo párrafo que diga eso. No existe ningún párrafo que diga "por la sola fé te salvarás" ni tampoco "por este libro te salvarás".”

Homero responde. Aclaraciones:

No me considero “evangélico” ni “protestante”, sino “cristiano”, sin otros nombres o apodos.

No enseño “la salvación por fe sola”, pues la fe sola es muerta (Santiago 2:17-22).

Sí, encuentro no pocos textos en la Biblia donde se me enseña que el evangelio revelado a los apóstoles del siglo I es “el poder de Dios para salvación” (Romanos 1:16), “la verdad, mediante el Espíritu” que hace factible la purificación de mi alma (1 Pedro 1:22), la “simiente… incorruptible… la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” , indispensable para el nuevo nacimiento (1 Pedro 1:23-25; Santiago 1:18), “el testimonio de Dios” dado “con demostración del Espíritu y de poder” (1 Corintios 2:1-5), etcétera, etcétera, etcétera, juntamente con un número asombroso de textos que advierten el pecado de predicar “otro evangelio diferente” (Gálatas 1:6-12), medrar “falsificando la palabra de Dios” (2 Corintios 2:17), añadir o quitar de las palabras inspiradas (Apocalipsis 22:18-19), etcétera, etcétera, etcétera. Todos estos textos establecen “toda la verdad” dada a los apóstoles en el Siglo I como la “máxima y única autoridad” para la iglesia. Por lo tanto, debemos aprender “a no pensar más de lo que está escrito” por aquellos apóstoles (1 Corintios 4:6).

Carlos. “Nosotros los católicos creemos que es indispensable una autoridad superior para entender, a la luz de una iluminación que no es humana, lo que realmente significa cada párrafo de la Biblia. Creemos que Cristo dejó justamente encargada a la Iglesia esta misión, la iglesia nuestra está formada por: Cristo como cabeza, luego los vivos, luego las almas de los difuntos. En el componente de los vivos, a lo largo de los siglos, creemos que la inspiración divina o supernatural ha guiado todos los pasos de los que somos Iglesia, para mantener la esencia de sus enseñanzas. La interpretación solamente es válida si es colectiva y si emana de la Iglesia misma, nosotros creemos que no podemos interpretarla a voluntad. Se necesita de la Tradición apostólica, y de un esfuerzo colectivo iluminado sobrenaturalmente por Dios para lograr ver y mantener la verdad detrás de las frases crípticas de las escrituras.”

Homero responde. Obran en contra de estas “creencias” o “posiciones doctrinales” de la Iglesia Católica Romana los textos que acabamos de citar, más gran cantidad de la misma índole. La “inspiración divina o sobrenatural” la recibieron solo los apóstoles, profetas y maestros capacitados para la plena revelación del evangelio eterno mediante los dones sobrenaturales que el Espíritu Santo dio a ellos en particular (Efesios 4:11-16). Esta inspiración no la recibió la iglesia en su totalidad.

Señor Carlos, respetuosamente, le indicamos que lenguaje semejante al suyo no se encuentra en ninguna parte de la Biblia. “Esencia de sus enseñanzas”, “la interpretación solamente es válida si es colectiva y si emana de la iglesia misma”, “tradición apostólica”, “esfuerzo colectivo iluminado sobrenaturalmente por Dios”, “la verdad detrás de las frases crípticas de las escrituras”. Curiosa fraseología de origen humano. Conceptos carentes de respaldo bíblico. Razonamientos encaminados a justificar una manada grande de dogma y prácticas desarrollada a través de los siglos, para los que se le busca desesperadamente alguna apariencia de autoridad bíblica. Erudición que obscura la realidad sencilla.

¿“Interpretación… colectiva” que “emana de la iglesia”? ¿La iglesia encargada con la “misión” de explicar “lo que realmente significa cada párrafo de la Biblia”? A que la jerarquía de la Iglesia Católica Romana no apruebe, incondicionalmente, estos parámetros de “interpretación”. ¿Quién legisla doctrina para la Iglesia Católica? ¿Toda la iglesia como colectividad, o la jerarquía, particularmente el Papa, desde su trono en el Vaticano, con el Colegio de Cardenales? Seguro lo sabe usted, como lo sabe cualquier persona informada. Las “interpretaciones” conflictivas que ha emitido esta jerarquía evolutiva están bien documentadas. ¿Cómo, pues, creer que Dios se manifieste de forma supernatural en los hombres falibles que la componen y mantienen?

En todo lo básico para la salvación eterna, la Biblia se interpreta a sí misma. Es decir, define los mandamientos y deberes esenciales mediante palabras fáciles de entender, cuyo significado lo capta sin mayor dificultad aun la persona analfabeta. La función principal del ministro competente del Nuevo Testamento (2 Corintios 3:6) es pronunciar, sin añadir opiniones o doctrinas humanas, estas palabras inspiradas, las cuales transmiten, con admirable y asombrosa concisión, las verdades sublimes del evangelio puro. Esta “concisión” usted la identifica como “frases crípticas”, pretendiendo, o quizá ansiando fervientemente, que estas “frases” encierren “verdades” para la Iglesia Católica no discernibles hasta no buscarlas “detrás” de referidas “frases”. ¿Ama usted la verdad llana y pura de Dios? Pues, la encuentra “en” las palabras sencillas seleccionadas por el Espíritu Santo para hacer llegar el evangelio “a toda criatura”, y no “detrás” de ellas. “Detrás” es donde cada falso líder religioso encuentra, aunque sea el más pequeño pretexto para su interpretación privada.

Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Estimado Sr. Carlos, ¿no cuenta usted con la capacidad intelectual personal para conocer y entender esta “verdad”? Sin duda, la tiene, y de sobra. Entonces, ¿con qué razón exponerse a ser engañado por “interpretaciones colectivas” o las de jerarquías empeñadas en su propia preservación? Si bien es cierto que el grueso de la humanidad anda errado, no es menos cierto que al grueso de cada entidad religiosa le falta conocimiento e inteligencia espiritual. Personalmente, jamás confiaría en la “interpretación colectiva” de semejante grupo, por grande que fuese.

 


 

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