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Salid de ella, pueblo mío, exhorta Dios. Salid de Babilonia la Grande

 

El siguiente artículo es de la publicación de Internet…

Panorama Católico Internacional

El arzobispo William Levada nombrado Prefecto de la Doctrina de la Fe de la Iglesia Católica Romana.

El nuevo Papa Benedicto XVI nombra al Arzobispo de San Francisco, California, Estados Unidos de América, 
William Levada, para el cargo de Prefecto para la Doctrina de la Fe.

http://www.panodigital.com/

La parte Enfrentando al escándalo  es de particular interés.

 

La figura del Arzobispo de San Francisco, William Levada, para el cargo de Prefecto para la Doctrina de la Fe ha sorprendido en los círculos católicos norteamericanos, tanto conservadores como tradicionalistas. En efecto, el así tildado "conservador" arzobispo de origen portugués ha tenido una controvertida actuación en temas cruciales: su actitud frente a los políticos que propician el aborto, los "matrimonios" homosexuales y los curas pedófilos. Reproducimos el análisis del periodista Phil Lawler, editor del portal de internet Catholic World News .

Por Phil Lawler, de CWNews

 

La usina de rumores había comenzado anticipando la designación diez días antes. Sin embargo, la noticia de ayer (14 de mayo) desde Roma de que el Arzobispo William Levada sería el nuevo Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, fue impactante. Es una designación extremadamente importante y merece un análisis cuidadoso.

Dos días después de su elección, el Papa Benedicto XVI confirmó todas las designaciones de los miembros del más alto rango de la Curia Romana. Con esa única y simple decisión el Santo Padre se aseguraba una transición suave y se daba a sí mismo el tiempo como para ensamblar gradualmente su propio equipo de conducción. Pero así como podía haber redesignado a cualquier otro miembro clave de la curia, el Papa Benedicto quedaba atado a una crítica decisión personal: encontrar su propio reemplazo como jefe del Dicasterio de la Fe.

Esta sería, sin duda, la primera de las designaciones mayores; de hecho, podría ser la más importante de su pontificado. Después del Papa mismo, ningún otro miembro de la Curia de la Iglesia Católica tiene más influencia que el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. (CDF). Junto con el Secretario de Estado (actualmente el Card. Angelo Sodano), tiene acceso ilimitado al Pontífice; su firma aparece en alguno de los más importantes documentos de la Santa Sede, en los que se explica la doctrina católica y se definen los límites de la Fe ortodoxa. Duranto el largo desempeño del Card. Ratzinger al frente de la CDF, él ascendió al puesto de hombre de confianza, mano derecha del Papa Juan Pablo II, y se convirtió en su más probable sucesor, llegando a ser el actual Benedicto XVI.

En una palabra, es difícil exagerar la importancia de un puesto como este. Y ahora, en su primera decisión crucial, el Papa Benedicto ha elegido a un prelado Norteamericano relativamente oscuro –un arzobispo metropolitano, por cierto, pero de ningún modo un nombre familiar, ni siquiera entre los católicos norteamericanos reconocidos- y lo ha convertido en la segunda autoridad más influyente de la Iglesia Universal.

Contexto biográfico.

William Levada nació el 15 de junio de 1936 en Long Beach, California, en el seno de una familia con ancestros portugueses e irlandeses. Entró al seminario en la Diócesis de Los Ángeles, fue enviado a estudiar al Colegio Norteamericano de Roma en 1958. Se ordenó sacerdote en diciembre de 1961, en la Basílica de San Pedro y obtuvo su doctorado en teología en la Universidad Gregoriana de Roma.

Después de trabajar en la Arquidiócesis de Los Ángeles como cura párroco, profesor del seminario y director de educación permanente del clero, el Padre Levada regresó a Roma para continuar su trabajo en la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1976. Fue elevado al rango de miembro permanente de la CDF en 1981 cuando el nuevo prefecto, el Card. Joseph Ratzinger se hizo cargo; se dice que han tenido una cordial relación de trabajo.

En 1982, el ahora Mons. Levada regresó a Los Ángeles, donde fue director de la Conferencia Episcopal del California. Y en 1983 se convirtió en obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Los Ángeles. En 1986 se lo designó Arzobispo de Portland, Oregon. Y en 1995 en su actual puesto de Arzobispo de San Francisco.

Desde 1986 hasta 1993, el Arzobispo Levada fue el único miembro Norteamericano que participó en el comité editorial preparatorio del Catecismo de la Iglesia Católica, trabajando nuevamente en estrecha relación con el entonces Card. Ratzinger. Fue asignado por el Papa Juan Pablo II como uno de los obispos miembros plenos de la Congregación de la Fe, hecho que nuevamente lo puso en contacto regular con el actual Pontífice. Participó en el Sínodo de Obispos de las Américas en 1997, y fue designado miembro del consejo post-sinodal. Desde 2003 ha sido presidente del comité doctrinal de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos. Y en 2002 miembro de la comisión Americano-Vaticana que presionó para lograr cambios en la "política de Dallas" (*) de la Conferencia Episcopal, sobre el asunto de los abusos sexuales, ganando la aprobación vaticana por llevar esta política a un alineamiento con el Código de Derecho Canónico.

El Rol de la CDF

La Congregación para la Doctrina de la Fe es, sin duda, el Dicasterio más importante en la Curia Romana. El prefecto se reúne con el Papa al menos una vez por semana a discutir asuntos de la mayor importancia relacionados con las enseñanzas doctrinales y morales. Hasta la propias oficinas del Dicasterio atestiguan su importancia; la CDF está ubicada en el edificio inmediato a la izquierda de la Basílica, detrás de la Columnata de Bernini que rodea la plaza de San Pedro. La CDF es también la más antigua de las congregaciones vaticanas; solo la Secretaría de Estado –formada en 1487- tiene una prosapia más antigua. La CDF tiene sus raíces en el Santo Oficio de la Inquisición establecido por Pablo II en 1542, por medio de la Constitución Apostólica Licet ab Initio. Originalmente esta oficina estaba constituida por un conjunto de seis cardenales, que se constituían en tribunal y entendían en casos de herejía y cisma. Más tarde la oficina recibió la autoridad de actuar sobre temas de moral, y cargó con el oficio de compilar el famoso Index de libros prohibidos.

En 1908, cuando se reorganizó la Curia Romana, San Pío X, por medio de su constitución Sapienti Consilio le asignó un nuevo nombre, el del Santo Oficio. Su denominación actual proviene de Paulo VI, mediante una nueva reforma curial posterior al Concilio Vaticano II. También fueron reformadas sus áreas de competencia; la CDF no es ya vista como un tribunal que juzga cargos sino como un cuerpo correctivo, que da a conocer documentos cuando así se le requiere, para asegurar la enseñanza adecuada de la Doctrina Católica. En abril de 2001, el Papa Juan Pablo II le dio a la CDF un nueva e importante responsabilidad: la de escuchar los casos de los sacerdotes acusados de conductas morales graves, incluyendo la pedofilia.

La CDF está conformada actualmente por un conjunto de 20 cardenales y 5 obispos (donde revistaba, hasta ahora, al Arzobispo Levada) que periódicamente se reúnen. Los miembros permanentes en Roma son conducidos por el Prefecto, un Secretario –actualmente el Arzobispo salesiano Angelo Amato- y un Subsecretario, hoy el dominco norteamericano Augustine DiNoia. Hay 30 miembros de planta, de distintas nacionalidades. De modo que la designación del Arzobispo Levada como prefecto deja a la CDF con dos norteamericanos entre sus tres cargos de mayor jerarquía.

La CDF tiene a su cargo ayudar a los obispos a preservar la integridad de una sana doctrina católica. Los funcionarios de planta examinan los escritos y las afirmaciones de los teólogos cuyos puntos de vista son cuestionados en su ortodoxia, y les hacen llegar correcciones cuando es necesario. Cualquiera de las decisiones tomadas por la CDF se hace por voto de los cardenales miembros de la Congregación y se sujetan a la aprobación papal.

El Papa Benedicto XVI, antes de su elección como Romano Pontífice había revistado en el cargo de prefecto de la CDF desde 1981. Sucedió al Cardenal Franjo Seper, que mantuvo este puesto desde 1968.

Una concesión al compromiso.

¿De que manera se distinguió el arzobispo Levada en sus casi 19 años como metropolitano? En la Conferencia Episcopal de los EE.UU. se lo considera un conservador moderado: un prelado que sostendrá la doctrina de la Iglesia, pero sin condenar a los que se oponen a sus enseñanzas.

Escribiendo sobre la recepción del Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, el Arzobispo Levada rechazó la idea de que los católicos tengan la libertad de entresacar y elegir entre las enseñanzas de la Iglesia. Escribió:

Un enfoque del estilo "autoservicio de cafetería" respecto a la fe no tiene fundamentos en las Sagradas Escrituras o en la Tradición de la Iglesia. Realmente, siempre ha sido así, que el rechazo de una de las doctrinas de nuestra fe implica la ruptura de la comunión con la única fe y la única Iglesia.

Tan frontal postulación de la integridad de la enseñanza parecería presagiar conflictos entre el arzobispo y los dirigentes políticos de San Francisco, una ciudad donde los liberales (incluso muchos que se identifican a sí mismos como católicos) y los activistas homosexuales, habitualmente tienen bajo su control la agenda pública. Pero como Arzobispo de San Francisco, Levada no ha sido nunca el centro de controversias públicas.

Por el contrario, en 1996 el arzobispo encontró una ingeniosa manera de evitar la confrontación con los legisladores de San Francisco respecto a las nuevas ordenanzas promulgadas para favorecer a los homosexuales. Cuando los funcionarios de la ciudad pusieron en hechos la nueva política, requiriéndole a todas las firmas comerciales que hacen negocios con la ciudad proveer beneficios conyugales a los "acompañantes domésticos" de sus empleados, la organizaciones de caridad católicas se enfrentaron con la perspectiva de perder un financiamiento gubernamental crucial si no adoptaban esta política de reconocimiento en los hechos de las parejas del mismo sexo como equivalentes a matrimonios. Pero el Arzobispo Levada negoció un compromiso, permitiendo a los empleados de los grupos relacionados con la Iglesia designar a cualquier individuo, padre, pariente lejano, amigo o –en efecto- amante homosexual, como beneficiario de los priviliegios que estaban reservados a los esposos.

El arzobispo defendió esta maniobra como un modo de extender el beneficio laboral sin reconocer las uniones del mismo sexo. Pero otros prelados norteamericanos rechazaron el compromiso considerándolo una concesión innecesaria al lobby de los derechos de los gays, y una oportunidad perdida de dar un paso en defensa de un principio moral fundamental, aunque potencialmente impopular. Más aún, aceptando este arreglo de compromiso en 1996, -relativamente temprano en la estrategia que los activistas homosexuales desarrollaban a fin de asegurarse los beneficios conyugales, y que luego se iba a extender a nivel nacional- la Arquidiócesis de San Francisco presionó a otras iglesias locales e instituciones católicas, forzándolas a aceptar compromisos similares.

El pasado año, cuando se levantó otra controversia pública en la Iglesia norteamericana sobre el status de los políticos católicos que apoyan el aborto irrestricto, el Arzobispo Levada buscó, nuevamente mantener los principios doctrinales sin incurrir en la ira oficial. En una declaración del junio de 2004 sobre la recepción de la Sagrada Comunión por parte de dirigentes políticos que defienden el aborto, el arzobispo escribió:

¿Puede un político ser culpable de cooperación formal con el mal? Si la persona tiene la intención de promover la matanza de vidas inocentes, sería culpable de una tan pecaminosa cooperación… ¿Deberían ser juzgados cada uno de los políticos que ha votado por una ley injusta, favoreciendo el aborto, como si hubiesen tenido tal intención? Espero que no. [subrayado en el original].

Con el grueso énfasis puesto en la intención del político que apoya el aborto irrestricto, el arzobispo deja espacio para que se posicionen los argumentos de muchos católicos prominentes que dicen estar personalmente en contra del aborto, pero obligados a votar en favor la legalización de la matanza por razones constitucionales. Y en la aún más filosa cuestión sobre si le debería ser denegada la comunión a un político abortista, el Arzobispo Levada nuevamente tomo posición de soslayo. Dejó bien en claro que tales individuos no deberían recibir la comunión. Pero si violando el precepto se acercaran al altar, sugirió que en tal caso…

En lo que respecta a los políticos católicos, la práctica prudente de los ministros de la Sagrada Eucaristía sería elevar la cuestión sobre la aptitud de recibir el sacramento al obispo de la diócesis.

En ese artículo de junio de 2004 el arzobispo no contestó explícitamente a la pregunta sobre cómo respondería el obispo a tal cuestión de los ministros de la eucaristía. Pero luego, en una entrevista concedida al Honolulu Star Bulletin, lo hizo diciendo "Muchos de nosotros, como obispos, estamos empeñados en buscar un camino de diálogo en estos temas". Rechazando implícitamente un abordamiento más directo de tema, como el que habían realizado otros prelados norteamericanos, continuó: "No se comienza un camino de diálogo diciéndole al otro que se le va a negar la comunión".

Durante la década pasada, entonces, el Arzobispo Levada ha tomado claramente posición pública en los dos temas que más han presionado a la jerarquía católica; la campaña por los derechos de los homosexuales y la disputa por la administración de la comunión a los políticos abortistas. En cada uno de los casos, huyó del calor de la discusión, para lo cual pagó un precio: su toma de posición minó la de otros prelados norteamericanos que habían elegido una postura clara y con riesgo directo de colisión con una ideosincracia social más popular.

Enfrentando el escándalo

Ninguna disputa pública ha causado, por supuesto, más investigación por parte de la jerarquía norteamericana que el escándalo por los abusos sexuales. Y puesto que la CDF tiene a su cargo la responsabilidad de disponer las cuestiones disciplinarias referidas a los curas pedófilos, resulta importante examinar la actuación del Arzobispo Levada en ese frente.

En el encuentro de obispos norteamericanos de junio de 2002 en Dallas, donde el tema dominante de la agenda era el de los abusos sexuales, el Arzobispo Levada se levantó para enfatizar que la responsabilidad de esta crisis caía sobre los obispos diocesanos negligentes y sobre los curas pedófilos. Observó: "Estamos padeciendo por los errores de los obispos y los administradores que no pusieron por encima de todo la protección de los niños, sino la protección de la reputación y los cargos de sacerdotes que han sido infieles a sus deberes."

Pero ¿cómo ha manejado el propio arzobispo el escándalo de los abusos sexuales? La arquidiócesis de Portland, que estuvo bajo su conducción entre 1986 y 1996 está actualmente financieramente quebrada a causa de los pagos de indemnizaciones que las víctimas obtuvieron por de los fallos de la justicia. Varias de las devastadoras sentencias contra la arquidiócesis involucraban a sacerdotes que fueron repuestos en sus cargos como párrocos por el Arzobispo Levada después de haber sido acusados de delitos contra la honestidad teniendo como víctima a niños. Otros sospechados, cuando sus fechorías fueron conocidas por el arzobispo, fueron protegidos a fin de evitar los procesos criminales.

En San Francisco, además, el arzobispo ha sido estentóreamente denunciado por la víctimas de abusos sexuales de actuar de una manera que ellos consideran "poco cooperativa" en los esfuerzos de identificar y castigar a los abusadores. Es verdad que todos los obispos de Norteamérica han oído quejas de este tipo por parte de los abogados de la víctimas de abusos sexuales, cuyos esfuerzos para tener acceso la documentación de las cancillerías diocesanas conflictúan inevitablemente con la confidencialidad que la Iglesia debe mantener sobre esta información. Pero algunas de estas críticas contra el Arzobispo Levada han venido también personas neutrales, insospechables de parcialidad en este conflicto. Por ejemplo, de James Jenkins, un laico elegido por el Arzobispo como presidente de una comisión independiente de revisión de los casos de supuestos abusos contra niños. Jenkins renunció a su cargo en protesta, acusando a Levada de haber obstaculizado el trabajo de la comisión por medio de "engaños, manipulación y control" .

En su más notorio esfuerzo por silenciar las quejas sobre mala conducta clerical, el Arzobispo Levada ordenó al Padre John Conley cesar en sus acusasiones públicas contra el Padre James Aylward. A pesar de las admoniciones arzobispales el P. Conley persistió en sus denuncias. Por lo cual el P. Aylward, el acusado de abusador, fue tranquilamente transferido a otra parroquia, en tanto que el P. Conley, el acusador, suspendido en sus funciones ministeriales. (La Arquidiócesis afirmó en todo momento que la suspensión del P. Conley no tenía nada que ver con sus denuncias).

El incidente terminó en un desastre mayor para la arquidiócesis de San Francisco. Tuvo que pagar 750.000 dólares para frenar un juicio promovido por un jovencito contra el P. Aylward. El P. Conley querelló también a su arzobispo por haberlo suspendido de sus funciones ministeriales sin causa. Con lo cual obtuvo un resarcimiento financiero así como un reconocimiento oficial de la arquidiócesis que sostenía que "el P. Conley estaba en lo correcto al hacer lo que hizo" cuando denunció a la policía haber sido testigo de un intento del P. Aylward de forzar a un niño. Esta admisión fue realmente notable, puesto que en una declaración, el Arzobispo Levada había testificado que él nunca habría denunciado el incidente a la policía.

Una última y particularmente elocuente indicación de la actitud del Arzobispo de San Francisco respecto de la crisis de los abusos sexuales puede verse en su respuesta a un escándalo en el que se vio envuelta la diócesis vecina de Santa Rosa. En 1999, el obispo de Santa Rosa, Patrick Ziemann fue obligado a renunciar cuando se supo que había coercionado con amenazas a un sacerdote para forzarlo a ser su pareja homosexual. El Arzobispo Levada se involucró en el asunto al haber sido designado administrador apostólico temporal de Santa Rosa. Allí se vio enfrentado no solo al sórdido caso de inconducta sexual del obispo anterior, sino también a las consecuencias de un dispendio de dinero que dejó a la diócesis con una deuda de 30 millones de dólares.

Mientras el Obispo Ziemann dejaba Santa Rosa en desgracia, el Arzobispo Levada ostensiblemente se abstuvo de condenar su conducta; por el contrario, pidió a los fieles que se unieran a él "en el debido agradecimiento [a Ziemann] por la energía y los dones que ha compartido amplia y generosamente". Resistió todos los embates para que se hicieran públicos los archivos diocesanos y anunció que la deuda era el resultado de "inversiones desafortunadas". En un foro público en la diócesis de Santa Rosa en febrero de 2000, el arzobispo refutó a los laicos que clamaban por hacer juicio penal al Obispo Zienmann. "Es muy impropio mandar a un obispo a la cárcel", afirmó.

Un norteamericano en la CDF

En respuesta a la crisis de los abusos sexuales, el Arzobispo Levada ha demostrado una clara inclinación a proteger a los clérigos –especialmente a sus hermanos obispos- antes que a satisfacer los reclamos de las víctimas y confortar a la feligresía. En respuesta a los debates públicos sobre las enseñanzas de la Iglesia, ha demostrado un instinto refinado para la diplomacia táctica antes que espíritu de confrontación. Presumiblemente el Papa Benedicto XVI presintió que su habilidad para realizar acuerdos era una cualidad importante a la hora de calificar al nuevo prefecto de la CDF.

Al elegir a su propio sucesor, el Santo Padre pudo haber señalado a cualquier prelado del mundo católico. Las especulaciones tempranas sobre los candidatos probables para dicho puesto se habían centrado en el Cardenal de Viena, Christoph Schönborn, el principal editor del Catecismo, que es ya uno de los miembros más prominentes del Colegio Cardenalicio. El Papa podría haber considerado también a Card. Tarcisio Bertone de Génova, que estuvo bajo sus órdenes como Secretario de la CDF o al Arzobispo Ángelo Amato, que se desempeña actualmente en este cargo.

Pero por el contrario, el Pontífice eligió a un arzobispo que, si bien es respetado en la Conferencia Episcopal de los EE.UU no es demasiado conocido fuera de allí. ¿Acaso estaba el Papa Benedicto buscando deliberadamente a un norteamericano para titular de la CDF? Ciertas versiones de que se consideró la posibilidad de elegir a Cardenal de Chicago, Francis George, dan algún aval a esta conjetura.

Pero, ¿por qué querría el Papa un Prefecto norteamericano? La pregunta es puramente especulativa, de modo que la respuesta solo puede ser también especulación. Parece plausible que Benedicto XVI –quizás acicateado por otros cardenales, quizás incluso respondiendo a discusiones entre cardenales antes y durante el cónclave- haya reconocido que su figura era percibida como la de un duro pilar de la doctrina, y fuese mejor buscar un tipo de personalidad diferente para trabajar con él en la CDF. Un prelado norteamericano, formado en una sociedad pluralista, y experimentado en el manejo de situaciones de disidencia podría ser capaz de quitar relevancia a las quejas sobre la intransigencia Vaticana.

Cualesquiera sean las razones que subyacen bajo esta sorprendente elección, el Arzobispo Levada es bien capaz de imponer un estilo conductivo muy diferente a la CDF. En el proceso bien puede también dar tinte inesperado y marcadamente diferente al Pontificado de Benedicto XVI.

(*) La "Dallas policy" fue el conjunto de medidas adoptada por el plenario de obispos norteamericanos en una reunión que se llevó a cabo en esa ciudad. Era una especie de remedo de la "tolerancia cero" en materia de transgresiones en materia sexual. El Vaticano consideró esta decisión excesiva y apresurada, puesto que no se garantizaba el debido proceso a los sacerdotes acusados, presionados como estaban los obispos para dar satisfacción a los acusadores. (N. de la R.).

 

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