Comentario sobre Apocalipsis: análisis de las profecías y visiones. Por Homero S. de Álamo

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Historia de la Era Cristiana. Muchos documentos en esta Web.

Comentario sobre Hechos por J. W. McGarvey. Boceto del Contenido completo.

 

Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

Hechos de Apóstoles

Por Lucas, el médico amado 

 

"Y despertado el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que se habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz diciendo: No te hagas ningún mal; que todos estamos aquí", ilustración para el comentario de McGarvey sobre Hechos 16:16-40, en editoriallapaz.org.

“Y despertado el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar,
pensando que se habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz diciendo: No te hagas ningún mal;
que todos estamos aquí. El entonces pidiendo luz, entró, y temblando, derribóse a los pies
de Pablo y de Silas; y sacándoles fuera, les dice: Señores, ¿qué es menester
que yo haga para ser salvo?” 

 

Comentario por J. W. McGarvey, M. A.

Predicador y escritor de la Iglesia de Cristo

Adaptación del Prof. E. J. Westrup 

Parte Tercera

Giras de Pablo entre los gentiles

Hechos, capítulos del 13 al 21.

Sección III

Segunda gira de Pablo. Hechos 15:36 – 18:22.

PDF de este estudio

 

5.  Pablo y Silas azotados y presos

Hechos 16:16-24

      Versículos 16 – 18. Se nos lleva luego a un incidente que produjo la persecución sufrida por los apóstoles a instigación de gentiles. (16) “Y aconteció que, yendo nosotros a la oración, una muchacha que tenía espíritu pitónico nos salió al encuentro, la cual daba grandes ganancias a sus amos adivinando. (17) Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de salud. (18) Y esto hacía por muchos días; más desagradando a Pablo, se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella. Y salió en la misma hora.” Se traduce literalmente que la muchacha estaba poseída de un "espíritu pitónico", con lo que se identifican sus manifestaciones con las de las mujeres que daban los oráculos de Delfos en Grecia, y que los paganos suponían inspirados por la serpiente llamada Pitón, a cuya sabiduría acreditaban esos oráculos. No se ha de tomar el lenguaje de Lucas como que sancionaba esta inspiración supuesta, aunque distintamente reconoce que un espíritu estaba en la muchacha y por la razón dada lo llama "espíritu pitónico". Sin duda era uno de los casos de posesión demoníaca que con tanta frecuencia se mencionan en los relatos evangélicos, y de los que presumía sus lectores estaban informados por su primer relato. Digno de observarse también es el título de "Dios Alto" que este espíritu usaba, igual al que le oímos a Legión el de Gadara (Marcos 5:7). ¿Cómo es que, proclamando la muchacha a gentes que tenían fe en sus dichos la misma verdad que Pablo tan solícito estaba que aceptaran, desechó él su cooperación y calló la boca a la que parecía amiga? La única respuesta es que si aceptaba a los demonios como testigos del evangelio la gente se habría convencido de que había un pacto entre ellos y los apóstoles, y esto habría reflejado el buen nombre de los apóstoles en los demonios, y la mala fama de éstos sobre aquéllos. El Señor Jesús, lo mismo que los apóstoles, invariablemente lanzaba todos los demonios que llegaban a hablar a su favor, precisamente para precaver este doble prejuicio. A Pablo "desagradó" esto aquí, pero demoró por varios días la acción que al fin fue inevitable, porque sabía que el valor monetario de la esclava se reduciría mucho con la expulsión del demonio, y temía las consecuencias de parecer que en esta ciudad pagana se metía con derechos de propiedad ajena. La muchacha siguió por muchos días a los predicadores hasta el lugar de la oración antes de ser expulsado el espíritu; esto nos indica que ese lugar se había escogido para predicar diariamente. Muy improbable era que hubiesen podido hallar lugar tan apropiado dentro de la ciudad. No se nos informa qué pasó con la joven tan milagrosamente libertada de la posesión demoníaca, pero la gratitud por tan grande liberación debió traerla bajo la influencia de Pablo y de las buenas mujeres que ahora eran sus colaboradoras acti­vas y naturalmente se interesarían en ella.

     Versículos 19 – 21. Las consecuencias que Pablo temía pronto se cumplieron (Versículo 18). (19) “Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro al magistrado; (20) y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, (21) y predican ritos los cuales no nos es licito recibir ni hacer, pues somos romanos.” Los oficiales que aquí se llaman magistrados en latín se llamaban "ducumbir", y eran dos en quienes residía el poder supremo en una colonia romana. Parece que primero los apóstoles fueron llevados con oficiales de rango inferior en la agora, plaza abierta que aquí se llama "foro" y que éstos los remitieron a autoridades más arriba. Suprimieron la verdadera razón de su queja, y pre­firieron dar una falsa, en primer lugar porque, haber dicho lo que pasó, reflejaría crédito sobre Pablo a ojos de los magistrados, y en segundo lugar en una ciudad pagana como esta era fácil levantar quejas con cualquier pretexto contra los judíos. Cuando Pablo llegó a Corinto en este viaje, por orden del emperador hacía poco fueron expulsados de Roma todos los judíos (Hechos 18:2), y quizá para esta fecha ya había ocurrido esto. Al ser así, el caso no podía menos de intensificar el odio común de esta raza perseguida en la mente de todo romano leal.

     Versículos 22 – 24. Esta queja hipócrita de los dueños de la esclava tuvo el efecto que buscaban sobre los magistrados y el populacho gentil. (22) “Y agolpóse el pueblo contra ellos; y los magistrados rompiéndoles sus ropas, les mandaron azotar con varas. (23) Y después que los hubieron herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con diligencia; (24) el cual, recibido este mandato, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó los pies en el cepo.” Tenemos aquí un ejemplo del mismo servilismo al clamor de la chusma que hizo infame el nombre de Pilato, pues no dieron los magistrados a los presos oportunidad de defenderse, y así se descuidaron hasta las meras formas de justicia. Las varas con que azotaron a los apóstoles eran las que de costumbre llevaban los lictores que siempre acompañaban a los pretores romanos, y para que se aplicara el castigo con efecto, las víctimas sin duda se ataban al poste de costumbre. El carcelero entró de lleno en el espíritu de la chusma y cumplió con sumo rigor la orden de que "los guardase con diligencia". Encerrándoles en la prisión de más adentro, les tenía seguros, pero a esto añadió la tortura con el cepo. Cogidas sus piernas bajo llave en esta prensa, con los pies saliendo al otro lado, no les era posible acostarse ni enderezarse sin dolor, ni podían hallar alivio cambiando de posición. El dolor se hacía más intenso continuamente, y nadie que no haya experimentado puede imaginarse cuán intenso era. 

6.  El carcelero y su familia se bautizan.

Hechos 16:25-34

     Versículos 25 y 26. Al acercarse la noche, la condición de ambos presos era de extremo deplorable. Además del dolor físico, sentados en oscuro calabozo, con las espaldas sangrando por la azotaina y las piernas oprimidas en el cepo, llevaban el tormento mental de la sensación de grave injusticia que habían sufrido a manos de aquéllos que habían venido a bendecir, y su fe debe haber sido heroica, de no verse agobiada por la pregunta de por qué Dios había permitido que recibieran tal galardón por su servicio fiel. Respecto a la primera parte de la noche, el historiador deja todo esto a nuestra imaginación. (25) “Más a media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los que estaban presos los oían(26) Entonces fue hecho de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían; y luego todas las puertas se abrieron, y las prisiones de todos se soltaron.” Los hombres no oran cuando están llenos de ira, ni cantan cuando se hallan en honda angustia. Cuando a media noche éstos oraban, era prueba de que la tormenta que sentían cuando los ataron al poste, los arrojaron al calabozo y fijaron en el cepo, casi enloqueciéndolos, había amainado. La jovialidad necesaria para cantar debe haber sido fruto de su plegaria, y así de la experiencia Pablo iba aprendiendo la lección que más tarde enseñó a los discípulos en esta misma ciudad diciéndoles: "Por nada estéis afanosos; sino notorias sean vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6-7). Para los criminales en la prisión, aquel canto era sonido extraño, y al sentir repentinamente, mientras escuchaban con atención, el mecerse del terremoto, oír el golpe de las puertas, y sentir que de sus miembros se deslizaban sus propios grillos, instintivamente conectaron estos fenómenos espantosos con los cantores y con el Dios cuyas alabanzas cantaban. El efecto fue paralizador.

     Versículos 27 y 28. El carcelero no parece que oyera el canto. Se des­pertó al movimiento del terremoto, y sin duda oyó los golpes de las puertas y el ruido de las cadenas al caer al suelo de piedra. (27) “Y despertado el carcelero, como vio abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que se habían huido. (28) Mas Pablo clamó a gran voz diciendo: No te hagas ningún mal; que todos estamos aquí.” Sabía que la pena de muerte era por dejar escapar presos, e iba a obrar según el código de honor romano, que exigía uno se diera muerte con propia mano si era necesario, para escapar de un enemigo o del verdugo. No es fácil que se precipitara a tan temerario recurso sin exclamaciones que indicaban su propósito, las que recogió el oído de Pablo, y su voz fuerte lo volvió del borde de la eternidad muy a tiempo.

     Versículos 29 y 30. Tan pronto como el carcelero entró en razón se acordó de que el que lo llamaba iba predicando salvación en nombre del Dios de Israel, e instantáneamente percibió que el terremoto, el abrirse las puertas y soltarse las cadenas tenía conexión con él y era obra de Dios. Asiéndose a esta idea y dando una mirada a la negra eternidad de la que acababa de ser librado, lo que desde luego absorbió su pensar fue su propia salvación, antes que la seguridad de los presos. (29) “El entonces pidiendo luz, entró, y temblando, derribóse a los pies de Pablo y de Silas; (30) y sacándoles fuera, les dice: Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo?” A la puesta del sol, al echar fríamente dentro del calabozo a los apóstoles, poco le importaban, ni la salvación qua sabia andaban proclamando, porque entonces se hallaba en medio de luz y salud y todo le iba bien, pero a media noche que había estado a medio palmo de la muerte, le sobrevino un cambio tan repentino como el terremoto, y cayó temblando a los pies de sus presos. Hemos olvidado a los otros presos; hasta Lucas tan absorto en la excitación del carcelero, no nos dice lo que pasó con ellos. Podemos colegir que se quedaron paralizados de temor al estarse quietos en sus lugares hasta que Pablo y Silas fueron sacados y la puerta exterior se afianzó.

Una fotografía del río Ganjites, cerca de Filipos, colonia romana, en la antigua Macedonia, lugar donde se bautizaron Lidia y su familia, como también el carcelero de Filipos y su familia.

El carcelero de Filipos “y todos los suyos” fueron bautizados “en aquella misma hora
de la noche”
tan pronto escucharan “la palabra del Señor” predicada por Pablo y Silas.
Posiblemente se bautizaran en este río Ganjites, cerca de Filipos, probablemente
bautizándose también en este mismo río Lidia y su familia.

 

     Versículos 31 – 34. Llevando a los apóstoles al apartamento de su familia, recibió luego el carcelero respuesta satisfactoria y plena a sus preguntas. (31) “Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa. (32) Y les hablaron la palabra del Señor y a todos los que estaban en su casa. (33) Y tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes; y se bautizo luego él y todos los suyos. (34) Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se gozó de que con toda su casa había creído a Dios.” El carcelero quizá no hubiera escuchado con atención a Pablo antes, o si acaso lo hiciera, se habría dado cuenta de lo que hay que hacer, para salvarse; pues distinto de muchos predicadores modernos, los apóstoles nunca dejaban en duda a sus oyentes respecto a esa cuestión suprema. La primera parte de la contestación de Pablo hubiera sido cosa vana sin el resto. Al haberse detenido con las palabras, "Cree en el Señor Jesucristo", el carcelero habría contestado como lo hizo el que nació ciego (Juan 9:36): "¿Quién es, Señor, para que crea en él?” "El titulo mismo de Cristo", según dice Plumtree felizmente, "los hechos y palabras que mostraban que Jesucristo era el Cristo; su vida, su muerte y resurrección; las verdades referentes al perdón y a la comunión con él, y las señales que él había elegido como testimonio de estas verdades; todo esto debe incluirse en la palabra del Señor que se predicó a aquella congregación reunida de modo tan extraño entre la media noche y el alba". Todo esto se comprendía en la pregunta, "¿Qué es menester que yo haga para ser salvo?” y las palabras, "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa"son únicamente el principio de ello. Luego los que se aferran a estas palabras de Pablo y sacan conclusiones de salvación por la fe sola salen de la cárcel antes de tiempo. Debieran quedarse ahí para oírlo todo hasta ver que Pablo dice al hombre que se arrepienta y se bautice, hasta que se le explique el designio del bautismo, hasta que esté bautizado, hasta que tras el bautismo halle gran gozo. No se habría menester gran demora, pues todo se hizo "en aquella misma hora de la noche". Si comparamos la respuesta de Pablo con las que dieron Pedro y Ananías a la misma pregunta que se les hizo, hallamos que Ananías dijo: "Levántate y bautízate, y lava tus pecados"; porque el que preguntaba ya había creído y estaba arrepentido; y Pedro dijo: "Arrepentíos y bautícese cada uno", porque los que indagaban ya creían; mientras Pablo dijo a su interrogador, "Cree en el Señor Jesús", y luego añadió los otros dos preceptos. Así concuerdan a perfección los tres oráculos inspirados. Consecuencia de la fe, "serás salvo tú y tu casa", se expresa en conexión con el precepto de creer, no porque la salvación siga a la fe sin que la acompañen arrepentimiento y bautismo, sino porque el grado correcto de fe siempre obró arrepentimiento, y en la práctica apostólica, siempre siguió puntualmente el bautismo. En otras palabras, en tales conexiones, la fe se ponía por el proceso entero que constan­temente producía.

     Si bien ciertos escritores paidobautistas tienen la candidez de admitir que el bautismo del carcelero y su familia no da evidencia de bautismo infantil, otros empero han tratado de mostrar que favorece tanto esta práctica como la de afusión. Sosteniendo esto, asumen que el bautismo se efectuara en la cárcel, y alegan que apenas podrían hallarse allí facilidades para la inmersión. Más se dice terminantemente que el carcelero los sacó de la cárcel (Versículo 20) antes que les predicaran a "él y a todos los que estaban en su casa" . Igualmente claro es que "tomándolos", los llevó a lavarles los azotes y a ser bautizado (Versículo 33); y luego dice el Versículo 34 que los llevó a su casa. Se sigue que el bautismo no se verificó ni en la cárcel ni en la casa, sino en el lugar donde "les lavó los azotes". Si tal sitio fue el patio de la cárcel si lo había, o el río en que Lidia fue bautizada, no tenemos modo de resolverlo, pero en uno y otro caso nada hay desfavorable a la práctica de la inmersión. Es digno de observar aquí la idea que presenta el traductor al inglés de Hechos, llamado Lechler, porque expone la cuestión desde el punto de vista de argumentadores extremados. Este escritor pregunta: "Si Pablo subrepticiamente se salió de noche para ir a sumergir al carcelero en algún río cercano, ¿cómo pudo honradamente declarar al día siguiente que, después de haber sido llevado ignominiosamente a encerrarlo en la cárcel, no saldría de allí hasta que los magistrados no vinieron personalmente a sacarlo?” Contestamos a esto que es absurdo representar a Pablo saliendo "subrepticiamente", si a lo que iba era a suministrar una solemne ordenanza del Señor que tenía razón en creer no le permitirían administrar al día siguiente; y esto también cuando Dios mismo había abierto las puertas de la cárcel y preparado vía para este bautismo. Sería igualmente absurdo suponer, como otros han supuesto, que el carcelero tuviese escrúpulos para salir con sus prisioneros en esta forma pues todo esto hizo en observancia a las manifestaciones del poder y autoridad divinos. En cuanto a la honradez de Pablo en esto, y luego negarse a salir de la cárcel la mañana siguiente mientras los magistrados no lo acompañaran, no hay lugar en este asunto para dudar de su honradez, pues las demandas del deber para con Dios en la salvación de sus convertidos exigía aquello, pero la protección de su propia reputación exigía esto último, como ya lo veremos. La suposición de que haya aquí evidencia de bautismo infantil no solo es infundada, sino que los hechos la niegan, ya que Pablo habló la palabra del Señor a toda la casa, y a una con el jefe de la familia, todos se regocijaron, y todos creyeron en Dios. Seguro es que no había parvulitos en esa familia.

7.  Los prisioneros son sueltos.

Hechos 16:35-40

     Versículos 35 y 36. Al remitir los magistrados a Pablo y Silas a la prisión, habría que suponerse que tenían la intención de indagar más estrechamente en los cargos que contra ellos se hacían. (35) “Y como fue de día, los magistrados enviaron los alguaciles diciendo: Deja ir a aquellos hombres. (36) Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado a decir que seáis sueltos: así que ahora salid e id en paz.” Tal orden se dio sin conocimiento de lo que había ocurrido por la noche, según los informes que hasta aquí nos llegan. En lo que toca al terremoto, que algunos sabios suponen alarmó a los magistrados, pues sin duda fue milagroso y no cosa natural, no hay razón para suponer que se extendió fuera de la prisión. La orden de soltarlos se explica a lo más natural por el hecho de que, como se les había infligido la azotaina y la prisión solo por acallar el clamoreo del populacho, ya no había necesidad de prolongar más el encierro. Pensaron que ya sueltos los presos tan temprano por la mañana, se alegrarían de escaparse de la ciudad, con lo que no ocurriría más agitación de la gleba. Poco comprendían los magistrados con qué clase de hombres trataban.

     Versículos 37 – 39. Ser sueltos así de la prisión, como si simplemente recibieran castigo merecido, habría sido perjudicial para los apóstoles, si informes de ello les siguieran a otras ciudades; afortunadamente había a la mano medios de evitarlo. (37) “Entonces Pablo les dijo: Azotados públicamente sin ser condenados siendo hombres romanos, nos echaron a la cárcel; y ¿ahora nos echan encubiertamente? No, de cierto, sino vengan ellos y sáquennos, (38) Y los alguaciles volvieron a decir a los magistrados estas palabras; y tuvieron miedo, oído que eran romanos. (39) Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que se saliesen de la ciudad.” La palabra "alguaciles" es moderna y su uso en nuestra versión es impropio, pues el verdadero título de estos empleados era lictores. De costumbre acompañaban a los pretores romanos con haces de varas en la mano, y fueron los que el día anterior "hubieron herido de muchos azotes" a Pablo y a Silas. Es obvio lo que Pablo se proponía con su demanda; si les siguiera a otras ciudades el informe de haber sido azotados y luego sueltos, también seguiría el de que los oficiales por cuya orden se hizo tal ya habían dado satisfacción, mientras las víctimas habían ahorrado a sus verdugos el justo castigo que merecían.

     Ante la ley romana era crimen azotar a un ciudadano romano. Cicerón había dicho en caso como este: "Es delito atar a ciudadano romano; azotarlo es un crimen; darle muerte es casi parricidio". Así los apóstoles podían haberse vengado del ultraje perpetrado en ellos, pero Pablo enseñaba a sus hermanos a no vengarse (Romanos 12:19), y obraba de acuerdo con sus propios preceptos. Ese incidente justifica que los cristianos apelen a la ley civil para protegerse, pero no para castigar a sus enemigos.

     Arguyendo que si los apóstoles realmente hubieran hecho valer su ciudadanía, habría sido antes de ser azotados, como Pablo lo hizo en otra ocasión (Hechos 22:25), Baur trata de desacreditar toda esta historia; también dice que, si se dejaron azotar cuando podían haberlo evitado tan fácilmente, solo ellos tenían la culpa. Pero, ¿cómo sabe Baur que no lo procuraron antes de la azotaina? De veras que el historiador con su silencio no nos da tal información, y en sí es bien improbable. Mucho más probabilidad hay en que, siendo acusados de ser judíos y turbar la ciudad con exceso introduciendo costumbres ilícitas, su protección de ser romanos, aunque la proclamaran, no tuvo crédito y sí burla en la excitación del momento; pero al repetirse esto a la mañana siguiente, junto con su negativa para salirse de la cárcel sin la disculpa de parte de los magistrados, sí se creyó luego y se reportó.

     Versículo 40. Cuando los presos tuvieron su libertad, se tomaron su tiempo para cumplir la súplica de los magistrados, y lo hicieron con dignidad decorosa. (40) “Entonces salidos de la cárcel, entraron en casa de Lidia: y habiendo visto a los hermanos, los consolaron.” Los hermanos que aquí se mencionan sin duda fueron los bautizados durante los "muchos días" (Versículo 18) que pasaron los apóstoles en la ciudad antes de ser encarcelados. Lucas y Timoteo, como más adelante veremos (Hechos 17:1), se contaban entre ellos. Estos, junto con la familia del carcelero, constituían la iglesia ya fundada en Filipos, y Pablo había conocido más plenamente el propósito divino de traerlo aquí en lugar de permitirle que fuese a Asia ó a Bitinia.

Proceder al comentario sobre Hechos 17:1-21.

 


 

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