Hechos de Apóstoles

Por Lucas, el médico amado

 

El apóstol Pablo contiende con los eruditos y filósofos en Atenas.


Comentario por J. W. McGarvey, M. A.

Predicador y escritor de la Iglesia de Cristo

Adaptación del Prof. E. J. Westrup 

Parte I 

Origen, progreso y dispersión de la Iglesia en Jerusalén

Hechos 1:1 — 8:4

Sección I 

Observaciones preliminares

Hechos 1:1-26

Contenido

1.   Punto de partida del relato.

2.   Promesa final del Espíritu Santo. Hechos 1:6-8.

3.  La ascensión del Señor. Hechos 1: 9-11.

4.   La espera en Jerusalén. Hechos 1:12-14.

5.  Llenar el lugar de Judas Hechos 1:15-26.

1. Punto de partida del relato

     Versículos 1 y 2. Lucas fija el punto de partida de su narración en el día en que terminó lo que refiere del Señor Jesús: (1) “En el primer tratado, oh Teófilo, he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, (2) hasta el día en que, habiendo dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que El escogió, fue recibido arriba.” Este punto es el propio de partida cronológicamente, pues el tratado actual es la continuación de la historia que se comenzó en el primero; y las órdenes que se dieron "el día en que fue recibido arriba", que no pueden ser otras que la Comisión Apostólica, son lógicamente el punto de partida, porque de ahí derivaron los apóstoles autoridad para los hechos que van a registrarse. Durante el ministerio personal del Señor, a nadie autorizó para que lo predicara como el Cristo: al contrario, prohibió a los apóstoles que tal hicieran (Mateo 16:20; 17:9). No hay duda de que a ello lo movió la consideración de los conceptos inadecuados que ellos tenían referentes al mesiasgo, su comprensión defectuosa de la índole de Su reino, y lo imperfecto que ellos habían captado mucho de Su doctrina. Hasta ese momento eran incapaces de plantear correctamente lo que él exigía. La noche de la traición les informó que en poco tiempo se les daría el Espíritu Santo para guiarlos a toda verdad, y luego se quitaría aquella restricción. Finalmente, "el día que fue recibido arriba", dijo lo que Lucas ha escrito: "Así está escrito y fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en Su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén" (Lucas 24:46, 17); o como Marcos lo anotó: "Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere será condenado" (16:15,16). Hallamos que esta comisión es la clave de todo el relato que tenemos delante y los hechos que de los apóstoles aquí se anotan son la contraparte de sus términos, la mejor exposición de su significado.

     Versículo 3. Como pronto han de aparecer los apóstoles en la narración dando testimonio de la resurrección del Señor, el autor nos da un compendio de sus requisitos para este testimonio: (3) “a los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas in dubitables, apareciéndoles por cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.” En el capítulo final del primer relato ya se dieron algunas de estas pruebas, y no se repiten aquí. Sin embargo, se nos informa de un hecho no referido allí, que el lapso entre la resurrección y la ascensión fue de cuarenta días. Los críticos enemigos han tratado esta declaración de Lucas como idea tardía suya, pues se aferran a que en el primer tratado se representa a Jesús ascendiendo al cielo en el mismo día que resucitó. Lo cierto es que allá describe una entrevista que ocurrió el día de la resurrección, y otra del día de la ascensión, sin anotar el hecho del intervalo de tiempo que medió (Lucas 24:43-51); pero aquí especifica de modo definido que el lapso fue de cuarenta días. Esto otro sirve de explicación sin ser contradicción.

     Versículos 4 y 5. Para dar cuenta de la demora de los apóstoles en Jerusalén después de recibir su comisión, y también para fijar definidamente el tiempo en que habrían de empezar su obra, cita el historiador enseguida parte de la conversación que tuvo lugar el día de la ascensión: (4) “Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, que oísteis, dijo, de mi. (5) Porque Juan a la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo no muchos días después de estos.” Este mandato se ha tomado por muchos comentadores por la orden que se dio arriba (Versículo 2): pero ya hemos visto que aquella orden fue la comisión, y esto no es más que limitación de la comisión en cuanto al tiempo y lugar de inicio. "La promesa del Padre" que de é l oyeron es la del Espíritu Santo, que les hizo la noche de la traición (Juan 14:26; 15:26,27; 16:12,13). Por el significado de la expresión "bautizados en el Espíritu Santo", véase adelante en Capítulo 2:4. La alusión al bautismo de Juan la sugirió quizás lo que éste había dicho; "Yo, a la verdad, os bautizo en agua mas viene quien es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos; El os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Lucas3:16).

 

Los ciento veinte discípulos esperan el Jerusalén el cumplimiento de la promesa del Espíritu Santo.

2. Promesa final del Espíritu Santo
Hechos 1:6-8.

     Versículo 6. Muerto Jesús, toda esperanza de que estableciera el tan deseado reino se desvaneció por lo pronto; pero ya resucitado, mucho habló con los discípulos respecto al reino (Versículo 3), y les dijo según Mateo: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" (Mateo 28:18); y por dichos tales los apóstoles habían comenzado a creer que el reino que no había fincado antes de Su muerte lo construiría después de su resurrección. Revela Lucas este avivamiento en lo que dice enseguida: (6) "Entonces los que se hablan juntado le preguntaron Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?” La forma de la pregunta, "¿restituirás el reino a Israel"? , muestra que aún retenían sus antiguos errores de que el reino del Cristo habría de ser la restauración del viejo reino de David, y no una institución nueva y diferente. La pregunta muestra inerrable que no se habíainaugurado aún este reino; pues si lo hubiera sido, no es concebible que estos hombres, sus ejecutores principales en la tierra nada supieran de ese hecho; y tampoco es concebible que al serlo, Jesús no hubiera luego corregido disparate tan egregio de parte de sus discípulos. Cierto, nada sino un mal concepto casi tan craso como el de los apóstoles ha podido originar entre algunos de los tiempos modernos la idea de que para ese tiempo ya el reino de Cristo se había establecido. Todos los argumentos para sostener tal idea, y todas interpretaciones de pasajes especiales para favorecerla, por muy plausibles que sean, que dan orillados ante una consideración; a saber, que no era posible inaugurar ese reino mientras el Rey no hubiera sido coronado en el cielo. Esto tuvo lugar tras la ascensión (Filipenses 2:8-11Hebreos 2:9), y s u primer acto de administración sobre la tierra fue enviar el Espíritu Santo sobre los apóstoles al llegar el Pentecostés (Hechos 2:32-33).

     Versículos 7 y 8. Ahora tomamos la contestación a la pregunta que se acaba de considerar: (7) “Y les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en Su sola potestad; (8) mas recibiréis la virtud (poder) del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra". Sugiere la contestación que los tiempos y sazones de los propósitos de Dios se guardan en mayor reserva que los propósitos mismos; y esto armoniza más con el conocido rasgo de la profecía, que trata más de hechos y sucesión de eventos que de fechas y de periodos definidos. No les importaba saber el tiempo en que el reino se estableciera; pero de suma importancia era que recibieran el poder necesario para la parte que habían de tomar en su comienzo y su progreso; así se contesta principalmente esto último. El poder prometido y la obra de ellos como testigos, tienen conexión tan estrecha que indica que se había de poder para dar testimonio efectivo. Como lo vemos en el testimonio que después dieron, no fue esto solo decir lo que habían visto y oído, que bien podían haberlo hecho por su propio poder sin ayuda; sino que comprendía la habilidad de recordar todo cuanto les había hablado en los años de Su ministerio; y la de testificar de Su exaltación en el cielo, de su voluntad en todo asunto espiritual en la tierra, y sustratos futuros con hombres y con ángeles. Este poder había de conferirles, como ya lo había prometido (Lucas 24:48), y como una vez más se lo asegura, por el Espíritu Santo que habrían de recibir "no muchos días después de éstos". El orden de las regiones en que les dice den testimonio no fue fruto de parcialidad alguna en favor de judíos y samaritanos sobre los gentiles, ni tampoco por cumplir la predicción que así habla de ser, pues se habla predicho porque habla buenas razones de que así fuera. Una razón que en general sugieran los comentadores es que así se vindicar í a en la ciudad misma en que fue condenado; pero la razón dominante fue esta sin duda: que la porción más ferviente del pueblo judío, la que más favorablemente quedó impresionada por la predicación preparatoria de Juan y del Señor, se reunía siempre en Jerusalén a las grandes festividades anuales, y por lo mismo allí se podía dar principio con mayor éxito que en ninguna otra parte. Enseguida los habitantes de las regiones rurales de Judea estaban mejor preparados por la predicación previa; luego los samaritanos que habían visto los milagros del Cristoy los últimos eran los gentiles. El resultado justificó la regla que los guió de un lugar a otro, pues el triunfo más brillante que el evangelio obtuvo fue en Jerusalén, y el más productivo acceso a los gentiles en todo país fue siempre mediante la sinagoga judaica.

3.  La ascensión del Señor
Hechos 1:9-11

     Versículo 9. Terminado ya su breve relato de la última entrevista entre Jesús y sus discípulos, Lucas dice: (9) “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube le recibió y le quitó de sus ojos.” Por el relato anterior de Lucas acerca de la ascensión, del que éste es complemento, sabemos que el Señor estaba en el acto de bendecirlos con las manos levantadas cuando se separó de ellos y fue llevado arriba (Lucas 24:50 51). La nube era un fondo que daba a la figura de su persona completa distinción mientras estuvo a la vista, pero repentinamente lo ocultó como si en ella hubiera entrado. Así todas las circunstancias de partida tan apropiada fueron con objeto de que no fuera posible la sospecha de engaño o ilusión óptica.

     Algunos escritores escépticos han hecho base del silencio en la que se refiere a la ascensión, que guardan Mateo y Juan, testigos oculares de ella, si realmente ocurrió, mientras que solo Lucas y Marcos, sin estar presentes la mencionan, para asegurar que hay razón en sospechar que éstos recibieron su información de fuentes impuras. Sin embargo, que es creíble el testimonio de Marcos y de Lucas se muestra a todos los que creen en la resurrección del Señor si solo se plantea la pregunta: ¿qué pues pasó con el cuerpo después que resucitó? Aunque ninguno de los historiadores hubiera descrito la ascensión, siempre llegáramos a la conclusión de que en algún tiempo y de alguna manera ocurrió. Debiera observarse también que, si Juan no la menciona, cita la conversación entre Jesús y María Magdalena que la denota. Decía a ella: "No me toques, porque aún no he subido a m i Padre" (Juan 20:17). Tal vez Mateo y Juan la omiten por terminar sus narraciones con escenas en Galilea, bien lejos de Jerusalén; mientras Marcos y Lucas concluyen la parte de las suyas en Jerusalén el día que la ascensión tuvo lugar. Así, la asociación del pensamiento, que con tanta frecuencia rige inserciones y omisiones, pueda haber influido en ellos naturalmente. Finalmente, hay razón especial para que Lucas la mencione, fundado en el hecho de que las alocuciones y discusiones que va a anotar hacen referencia constante al Cristo ascendido y glorificado y fue sumamente adecuado que en su introducción mencionara el hecho de la ascensión.

     Versículos 10 y 11. Iban a ser tópico prominente en el relato que presenta, no solo la ascensión del Señor al cielo, sino también su venida futura a juzgar, por lo que Lucas introduce aquí otro hecho que omitió en el anterior: (10) “Y estando con los ojos puestos en el cielo, entretanto que El iba, he aquí dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos; (11) los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.” La venida repentina, la aparición y las palabras "dos varones en vestidos blancos", concurren a mostrar que eran ángeles, lo que el autor quiere que creamos. No solo expresan que el Señor vendrá de nuevo, sino que vendrá como los apóstoles habían visto ir; es decir, visible y en cuerpo.

4. La espera en Jerusalén
Hechos 1:12-14

     Los discípulos, al reproche de los ángeles, retiraron la vista de la nube y se alejaron: (12) “Entonces se volvieron a Jerusalén del monte que se llama el Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado.” Ocurrió la ascensión cerca de Betania (Lucas 24:50), que estaba como a tres kilómetros de Jerusalén (Juan 11:18), y por la ladera oriental del cerro. El lado más cercano, que es la cumbre, es el que está distante "camino de un sábado", o sea a un kilómetro de la ciudad. Por la primera narración de Lucas sabemos que " se volvieron a Jerusalén con gran gozo" (Lucas 24:52); la tristeza por haber perdido a su Señor se trocó en gozo al pensar que se le reunían de nuevo.

     Versículos 13. “Y entrados, subieron al aposento alto donde moraba Pedro y Jacobo, y Juan y Andrés, y Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo y Simón Celotes, y Judas hermano de Jacobo.” La enumeración de nuevo de los once con propiedad halla lugar aquí; porque muestra que cuantos recibieron la comisión estaban en su puesto, listos para comenzar su trabajo señalado y esperando de lo alto el poder prometido.

     Versículo 14. El modo en que estos hombres emplearon el tiempo de su espera, intervalo de 10 días fue de esperarse. (14) “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos.” El lugar para esta oración y súplica no era principalmente el "aposento alto donde moraban", sino el templo, pues sabemos por el primer relato de Lucas que "estaban siempre en el templo alabando y bendiciendo a Dios" (Lucas 24:53). Esta es la última vez que aparece en la historia del Nuevo Testamento la madre de Jesús. El hecho de que haya vuelto con los discípulos a Jerusalén y se haya quedado allí en vez de volver a su residencia en Nazaret indica que Juan cumplió con el encargo que el Maestro le hizo desde la cruz, y la cuidaba como a su propia madre, aunque ésta vivió todavía (Mateo 27:56). Aunque la prominencia que aquí se da a su nombre es prueba de consideración y respeto por parte de los apóstoles, la manera en que Lucas habla de ella es evidencia de que no pensó él en homenaje que más tarde comenzó a tributarle una iglesia idólatra. Las que aquí se denominan "las mujeres", también en este grupo de adoradores, eran las que habían acompañado al Señor desde Galilea (Lucas 23:49); las menciona de este modo informal, pues Teófilo que había leído el primer tratado, las habría de recordar. También ellas habían regresado de sus hogares en Galilea para esperar con los doce a que "la promesa del Padre" viniese. El hecho de que los hermanos de Jesús fueran de esta compañía es prueba del gran cambio que en ellos se operara desde que su divino Hermano clausuró sus labores en Galilea; pues allá no creían en él (Juan 7:1-5); pero ahora los vemos íntimamente identificados con los apóstoles. Cuál evidencia especial operó tal cambio, o en qué momento ocurrió, no tenemos medio de indagarlo. De la mañana después del sábado de la semana de pascua hasta el Pentecostés eran 50 días (Lucas 23:15,16), y ya había 40 cuando la ascensión tuvo lugar.

 

Matías es seleccionado para tomar el lugar del traidor Judas Iscariote.

5. Llenar el lugar de Judas
Hechos 1:15-26

     Versículos 15 - 19. El incidente que sigue se introduce con estas palabras: (15) “Y en aquellos días Pedro, levantándose en medio de sus hermanos, dijo (y era la compañía junta como ciento y veinte en número): (16) Varones hermanos, convino que se cumpliese la Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de Judas que fue el guía de los que prendieron a Jesús; (17) el cual era contado con nosotros y tenia suerte en este ministerio. (18) (Este, pues, adquirió un campo del salario de su iniquidad, y colgándose (cayendo de cabeza), reventó por medio y todas sus entrañas se derramaron, (19) y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén; de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua Akéldama, que es Campo de Sangre).” La observación entre paréntesis de que la compañía junta era como de ciento veinte, no se ha de entender que esos fueran todos los discípulos que el Señor tuviera, sino que esos eran los que allí se reunían; Pablo dice que El fue visto una vez después de su resurrección por más de quinientos hermanos (1 Corintios 15:6). Probable es que los ciento veinte fueran todos los que entonces residían en Jerusalén.

     El segundo paréntesis (Versículos 18 y 19) que describe la suerte de Judas, es sin duda algo de Lucas, aunque lleva conexión tan estrecha con lo anterior que parece que todo lo dice la misma persona. La seguridad de que Lucas lo interpone están en la expresión "en su propia lengua", pues Pedro habría dicho "en nuestra lengua"; y además la traducción de la palabra "Akéldama" del hebreo al griego, que Pedro no hubiera hecho, pues hablaba con hebreos. Fue un paréntesis para que los que leyeran lo de Lucas entendiesen bien las alusiones que Pedro hace de Judas, las que, si eran perfectamente inteligibles para quienes oían a Pedro, no lo eran para los lectores del libro.

     Pero si este paréntesis sirve muy bien a su objeto obvio, presenta tres puntos de conflicto aparente con lo que Mateo refiere de la suerte de Judas. Primero: dice que cayó de cabeza y reventó por medio, y Mateo dice que se ahorcó. Segundo: lo representa consiguiendo una propiedad con el pago de su iniquidad, pero Mateo dice que los príncipes de los sacerdotes compraron el campo con ese dinero. Tercero: deriva el nombre de Akéldama de la circunstancia de que Judas cayó ahí y se reventó, mas Mateo lo saca de que el campo se compró con dinero de sangre (Mateo 27:3-8). En cuanto al primer punto los dos relatos van de acuerdo perfecto, porque si se colgó, o lo bajaron o se cayóy Lucas dice que se cayó. Si cayó y reventó, debe haber caído de altura considerableo también el abdomen se hallaba ya en descomposición, pudiendo haber ocurrido ambas cosas. Ahorcarse, quedando en suspenso hasta caer, llena toda condición de ambos relatos y explica bien que se reventara el cuerpo. Pero si tentamos de explicar todo esto con otra hipótesis, veremos que es muy difícil imaginar una adecuada. Asíno solo van en armonía los dos relatos, sino que el de Lucas sirve de sostén al de Mateo. En cuanto al segundo punto, si Judas devolvió el dinero según describe Mateo, y los sacerdotes compraron con él un campo del alfarero, ese campo era propiedad de Judas realmente, y sus herederos podían reclamarlopues se había adquirido con dinero que le pertenecía, y Lucas con toda propiedad pudo decir que Judas adquirió el campo. En tercer lugar: si el campo se compró con dinero de sangre y Judas cayó allí y se reventó, pudo el campo derivar su nombre de una y otra circunstancia, y con mayor propiedad de las dos. La probabilidad es que el terreno se haya vuelto comparativamente sin valor por las muchas excavaciones hechas allí por el alfarero en busca de su barro; y si en añadidura se halló salpicado del contenido de los intestinos putrefactos de un traidor que se ahorcó allí; ya era lugar tan horrible que el dueño con gusto lo vendió por una bagatela, lo que dio ocasión a los sacerdotes de comprarlo por treinta piezas de plata que probablemente equivalían a dieciséis dólares. Un pedazo de terreno de buenas dimensiones para hacer un cementerio pequeño no era posible comprarlo cerca del muro de Jerusalén por tan pequeña suma. Era para sepultar extranjeros demasiado pobres para darse el lujo de un sepulcro cavado en la roca. Los pobres, judíos o gentiles, allí se sepultaban, pues.

     Versículo 20. El historiador ahora vuelve a informar del discurso de Pedro, que interrumpió con el paréntesis. En lo que ya se citó, Pedro basa la acción que va a proponer en cierta predicción que David externó, lo que declaró el apóstol como base de la ponencia que iba a presentar fue que Judas habla sido contado con ellos y que "tenia suerte en este ministerio". Ahora cita la predicción a que alude: (0) “Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y Tome otro su obispado (oficio).” Son dos pasajes, aquél del Salmo 69:25, y éste del Salmo 109:8, y en su contexto original no tienen referencia específica a Judas. Ocurren entre maldiciones, no por parte de David, sino como Pedro dice explícitamente, por el Espíritu Santo por boca de David (Versículo 16), referentes a los inicuos en general que persiguen a los siervos de Dios. Pero si propio es que la morada de tales hombres en general se torne en desierto, y que el oficio que tienen se dé a otros, tal fue el caso de Judas de un modo preeminente; y propio fue decir que tal se escribió con referencia a él entre otros. Sin duda fue lo que Pedro quería decir, porque pudo ver tan claro como nosotros la mira general de tal acusación.

      La palabra traducida aquí "obispado" en griego se dice “episcopen”, y es cita textual de la Septuaginta en la que se usa en el sentido del puesto de un sobreveedor. A qué clase de sobreveeduríse refiere el salmo no lo indica el contexto. Pero el hecho es evidente que en tiempos del salmista no había obispados ni obispos de los de hoy. Careciendo de conocimiento de la clase de sobreveedor a que se refería el salmista, nos parece que el vocablo está mejor traducido del hebreo con “oficio"como lo vemos en el salmo de referencia en nuestra versión común de la Palabra. Más adelante, al tratar del Capítulo 20:28, veremos algo más sobre el uso de este vocablo.

     Versículos 21 y 22. Es de algún valor observar aquí que lo que Pedro discutía no fue el nombramiento original de un apóstol, sino la elección del que había de suceder a uno que fue apóstol. Así, las cualidades que se dicen necesarias para cubrir tal elección son las que debe poseer el que aspire a sucesor de un apóstol. En la siguiente oración dice: (21) “Conviene, pues, que de éstos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros, (22) comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día que fue recibido arriba de entre nosotros, uno que sea hecho testigo con nosotros de su resurrección.” No habiendo en el Nuevo Testamento otra instancia de elección de sucesor para un apóstol, ésta es la única guía bíblica en el asunto; y hay que concluir que todos los que después han pretendido ser sucesores de los apóstoles, pero no anduvieron con el Señor en Su ministerio personal, carecen de la cualidad esencial para ocupar ese puesto. La razón obvia para limitar la elección a los que habían andado con los apóstoles desde el principio es que solo éstos serían testigos completamente competentes de la identidad de Jesucristo al verlo después de su resurrección. Así Pedro, al igual que Pablo (1 Corintios 9:1), hace característica esencial de un apóstol el ser testigo de la resurrección del Señor Jesús.

     Versículos 23 - 26. (23) “Y señalaron a dos: José llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. (24) Y orando dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál escoges de éstos dos, (25) para que tome el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por trasgresión, para irse a su lugar. (26) Y cayó la suerte sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.”

     Debe observarse que los discípulos mismos no eligieron a Matías, sino que, habiendo presentado a los dos entre quienes la elección se haría, rogaron al Señor que mostrara el que é l escogía, y luego echaron suertes, entendiendo que aquél sobre quien la suerte cayera era el escogido del Señor. Esto muestra que creían en una providencia de Dios tan especial que abarca, en todo lo que determina, hasta el echar suertes —de todo, lo más accidental, en apariencia. Si se inquiere por qué limitaron a dos personas la selección del Señor, es obvio contestar que éstos eran los que poseían las cualidades especificadas por Pedro.

     La plegaria que en esta ocasión se ofreció es modelo de su clase. Los peticionarios tenían un solo objeto por el que vinieron inclinándose al Señor, y limitan sus palabras a presentarlo propia mente. No repiten un pensamiento ni elaboran uno más allá que la claridad. Su petición se refería a las cualidades espiritualeslo mismo que las intelectuales de dos personas, y por esto se dirigían al Señor como el "kardiognoosta", el que conoce los corazones. No le piden: "Muéstranos a quién vas a escoger", como si en el Señor hubiera necesidad de reflexión, sino "muestra cuál escoges de estos dos". Describen el puesto que desean que el Señor llene como "el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas para irse a su lugar". Había ocupado un lugar del que resultó indigno, y no vacilaron en decir que se había ido a su lugar, al que los hipócritas van después de la muerte. Así, tan breve oración en ocasión tan importante no hubiera sido tenida por plegaria en esta edad voluble; y como expresaba tan llanamente la suerte de un difunto, se hubiera considerado como no caritativa; pues ¿quién se atreve en estos días a indicar que un pecador que murió se ha ido a su propio lugar?

     Como esta gestión tuvo lugar antes que los apóstoles recibieran inspiración, y como Pedro no basa su autorización en precepto alguno del Señor, sino en lo que los críticos llaman citas impertinentes de los Salmos, se ha tenido por algunos por totalmente desautorizada, y a Matías como si realmente no fuera apóstol. Pero lo que Lucas dice, "fue contado con los once apóstoles", se escribió mucho tiempo después de venir la inspiración de los doce, y expresa el juicio definitivo de ellos sobre el caso. Además, de aquí en adelante no se habla ya de la compañía de los apóstoles como "los once", sino "los doce", lo que indica que el nombramiento de Matías lo había constituido en uno de ellos. Obsérvese luego que el que Pedro haya omitido citar la autoridad del Señor no es en ningún modo prueba de no tenerla. Puede haber sido este asunto una de las cosas que é l les habló del reino en los cuarenta días que se les apareció (Versículo 3), y Pedro quizá haya omitido mencionarlo por ser ya cosa bien sabida de los discípulos, como tampoco se habían fijado en las predicciones que lo hacían propio. Finalmente la promesa hecha a los apóstoles de que se sentarían sobre doce tronos a juzgar las doce tribus de Israel (Mateo 19:28), cualquiera que fuese el sentido de esto, pedía que se llenara el lugar vacantesy aun de esto puede haberse hablado en ocasión previa, por lo que se omite aquí: el apostolado de Pablo fue especial para los gentiles.

Ya completó el autor sus declaraciones de introducción. Ha mostrado que su narración comienza al dar el Señor u comisión el día de la ascensión; que a los apóstoles ese día se les dio seguridad del muy próximo bautismo en el Espíritu Santo, lo que les daría poder pleno para testificar de su Maestro; que presenciaron Su ascensión al cielo de donde había de enviar el Espíritu prometido; que los once originales estaban en sus puestos tras la ascensión, esperando la promesa; y que hablan llenado con sucesor adecuado el lugar que el traidor dejara vacante. Todo detalle listo ya, en la sección siguiente se abrirá la historia con el advenimiento del esperado Espíritu.

 

Proceder al Comentario sobre el Capítulo Dos de Hechos de Apóstoles

 


 

Hechos de Apóstoles. Por Lucas, médico amado. PDFs del Comentario completo por J. W. McGarvey. 290 páginas de texto y gráficas, tamaño carta.

 

Comentario sobre Hechos por J. W. McGarvey. Boceto del Contenido completo.

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Historia de la Era Cristiana. Muchos documentos en esta Web.

 

 

  

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