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Buenos ministros de Jesucristo. Contenido completo del curso.
PRÓXIMO: El pobre tesoro que trae el mediocre ministro
Buenos ministros de Jesucristo
Curso de capacitación espiritual
para distintos ministerios
TEMA
Escudriñando el tesoro que trae
cada ministro de Jesucristo
“Si clamaras a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata
la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás
el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios.”
Proverbios 2:3-5
Parte 1 (de 3)
El mal tesoro que trae el mal ministro
“El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas;
y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.”
Mateo 12:35
I. Introducción.
A. Salutación.
B. El tema general de esta conferencia es como sigue: "El tesoro que trae el buen ministro de Jesucristo".
1. Todo evangelista, predicador, maestro, maestra, obispo o diácono trae algún tesoro. Identificamos tres tipos de tesoro: bueno, pobre o malo. ¿Cuál trae usted en actualidad? ¿Cuál aspira poseer y compartir?
2. El buen ministro trae buenos tesoros. "Bueno", conforme al contexto de 1 Timoteo 4:6. "Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido."
C. ¿Quién es "ministro"? Todo aquél, bien sea varón, dama o joven que administra de alguna forma “la multiforme gracia de Dios"(1 Pedro 4:10,11).
II. El deber de todo ministro de Jesucristo es traer y compartir con la iglesia, y con la humanidad, tesoros espirituales para el enriquecimiento espiritual de todos y cada uno.
A. Desde luego, no es posible traerlos y compartirlos sin antes haberlos encontrado y atesorado en su propio corazón. El adagio que dice "No podemos dar lo que no tenemos" tiene una lógica irrefutable.
B. Por lo tanto, el que desea ser "buen ministro" primero tiene que trabajar arduamente para hallar y amontonar los tesoros espirituales que deleitan y llenan a quienes los reciben, haciéndolos ricos en las gracias divinas.
1. Los trabajadores que minan diamantes, rubíes, esmeraldas, topacios, oro o plata no escatiman esfuerzos en su empeño de encontrarlos.
2. Asimismo los "buenos ministros" buscan afanosamente los tesoros espirituales, los que, en contraste con aquellos terrenales, permanecen eternamente.
3. Hallándolos, los traen con gran alegría. Se los ofrecen a las personas no convertidas al Señor, quienes pueden obtenerlos a condición de obedecer el evangelio, y además los comparten con la iglesia.
C. Cristo enseñó: "El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mateo 12:35).
1. En este estudio, aplicamos la afirmación de Cristo, tan impregnada de significado y edificación, específicamente a los ministros de la iglesia, sustituyendo “ministro” por “hombre”, haciendo que lea el texto como sigue: "El ministro bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas, y el ministro malo, del mal tesoro saca malas cosas."
2. Usted, amado hermano, que se presenta como ministro, amada hermana que quiere servir en la obra de Cristo, ¿qué tesoro trae para la humanidad o para la iglesia?
3. Todos ustedes, queridos hermanos y hermanas que desean ministrar en el Reino de Dios, ¿están acumulando tesoros buenos y abundantes?
4. Proverbios 2:3-5 dice que debemos escudriñar la sabiduría "como a tesoros", dándonos a entender que los tesoros se escudriñan. “Si clamaras a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová, y hallaras el conocimiento de Dios.”
a) Haciendo uso de una lupa potente, el joyero escudriña los diamantes, rubíes, perlas o la piedra preciosa que sea.
b) Poniendo aún muchísimo más empeño y atención, nosotros los siervos de Cristo debemos escudriñar con la lupa poderosa de la Verdad divina todo tesoro espiritual.
c) Pues, iniciemos nuestra labor de “escudriñar tesoros”, examinando con el debido rigor el "mal tesoro" del mal ministro.
III. El mal tesoro del ministro malo, y las "malas cosas" que él saca. Tenga presente que, según Cristo, "el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mateo 12:35).
A. El sabio rey Salomón escribió: "Los tesoros de maldad no serán de provecho" (Proverbios 10:2), proverbio de indisputable veracidad.
1. Parece incongruente, es decir, cosa extraña o contradictoria, que la "maldad" se tenga como "tesoro". Pero, al reflexionar, encontramos la representación muy acertada, ya que para la persona corrupta, efectivamente, ¡su tesoro más apreciado quizás sea el de la "maldad": las cosas malas que trama, hace, posee, recuerda o ama!
2. El proverbio advierte que “los tesoros de maldad no serán de provecho”. Tal vez a corto plazo sean de algún provecho material pasajero para unos pocos, pero muy cierto es que a la larga los malos tesoros no aprovechan a nadie. Al contrario, corrompen al que los acumula, llevándole eventualmente a la perdición eterna. Aun en esta vida terrenal, suelen ser la causa de envidias, violencia, abusos destructores, vicios, trastornos emocionales y muerte. Además, de atrofia y muerte para el alma. En verdad, se trata de tesoros hechizados y malditos, como el tesoro del pirata escondido en la cueva de alguna isla caribeña. Quien se atreve a echarle mano, ¡sufrirá las maldiciones de lo robado manchado de sangre!
B. He aquí en este baúl el mal tesoro del ministro "Hermano Dídimo Sustraedor". Desde luego, él jamás se considera malo. De hecho, a menudo se viste como ministro de luz, bondad, amor y abnegación personal, portándose como todo un caballero cristiano. Sin embargo, trae cosas malas, y por lo que trae lo conocemos, pues "por el fruto se conoce el árbol" (Mateo 12:33). ¿Qué "cosas malas", dañinas o peligrosas encontraremos en este mal tesoro? ¿Nos atrevemos a abrir su baúl? ¡Hagámoslo! Es necesario escudriñar el tesoro de todo ministro, no exceptuándose a Dídimo Sustraedor.
1. Curiosamente, lo primero que estamos viendo es un jarrón de "té amargo".
a) ¿Por qué anda el ministro Dídimo con un envase grande de "te amargo"? ¿Será esto algún "remedio casero" confeccionado por el propio Dídimo con la idea de curar las enfermedades que piensa haber diagnosticado en la congregación?
b) "¡Té amargo!" Hecho, sin duda, con raíces "de amargura" (Hebreos 12:15). Leamos la etiqueta. Dice: “Este te es una mixtura compuesta de extractos de varias especies de experiencias vinagrosas y frustraciones acidas, con un poco de envidia picante, el que le da un sabor único, todo disuelto en una solución espesita de sentimientos amargos”. ¡Bueno, bueno! ¿Quién de los presentes apetece tomar una taza de este te? A mí me está que le caiga bien el sabor solo al hermano Dídimo y a quienes compartan sus gustos o mentalidad. De mi parte, ¡no quisiera ni probarlo! Me luce más bien como un purgante.
c) "¡Té amargo!" Como que me recuerda del "vinagre mezclado con hiel" que los burladores ofrecieron al Cristo clavado en la cruz. Pero el Señor, “después de haberlo probado, no quiso beberlo” (Mateo 27:34). El buen ministro de Jesucristo tampoco desea tragar los teses amargos, es decir, las desabridas quejas, censuras o diatribas (discursos violentos e injuriosos) que brinda el ministro negativo, pesimista o colérico, pues lejos de resultar en bienestar y salud, más bien lo que hacen es envenenar al alma. Amado hermano, las enfermedades espirituales no se curan con "remedios caseros" de humana confección sino con las medicinas para el alma que receta el Médico por excelencia, Cristo Jesús.
d) También traigo a memoria el caso de un tal Simón, mago de Samaria. Simón creyó y se bautizó, pero luego pretendió comprar el poder de impartir los dones sobrenaturales. El apóstol Pedro le reprendió fuertemente, diciéndole: "Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás... Arrepiéntete" (Hechos 8:22-23). ¿No es este estado el mismo en el que se encuentra todo siervo amargado? Precisamente, "en hiel de amargura y en prisión de maldad" está.
e) ¿Qué hacer con este "te amargo"? ¿Quién quiere beberlo? ¡Yo no! ¡No sirve sino para ser botado!
2. Sacamos del "mal tesoro" del hermano Dídimo una cosa poco apetitosa: ¡un pan viejo, duro y seco! ¿Por qué guardaría Dídimo un pan viejo en su baúl? ¡Ah!, ya comprendo la razón. Esta bolla de pan duro simboliza…
a) Los mensajes excesivamente duros, estudios bastante secos y comentarios a menudo descabellados que Dídimo acostumbra traer. Temas viejos, anticuados e inconexos, los que no son aplicables al ámbito actual. Además, simboliza el corazón un tanto endurecido de Dídimo y su espíritu frecuentemente teso, rígido, inflexible e intransigente.
b) En definitiva, ¡este tipo de pan no alimenta! Hasta daña la dentadura. Si logra usted tragar un bocado, ¡cuidado que no se ahogue! El que come solo de este pan viejo morirá de malnutrición espiritual, volviéndose acaso tan duro y seco como este mismo pan.
c) ¿Para qué sirve? ¡Para el zafacón!
3. Posiblemente haya cosas peligrosas en este mal tesoro de Dídimo. De hecho, he aquí ¡un ramillete de espinas! Pero, ¡qué cosa más insólita! La simbología de estos ganchos espinosos no es difícil descifrarla. Representan:
a) Las contiendas "sobre palabras" que Dídimo tiene fama de provocar de cuando en cuando. Parece que aún no aprende este varón que este tipo de contienda lo censura el Espíritu Santo, advirtiendo que "para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes" (2 Timoteo 2:14).
b) Representan además las contiendas personales sobre asuntos de poca o ninguna importancia en las que se enfrasca acaloradamente este varón, hincando y rayando a quienquiera discrepe con él.
c) También las insinuaciones, indirectas y vanas jactancias con las que este señor lastima a los miembros de la congregación, causándoles dolor agudo de alma y espíritu.
d) Desechamos este ramillete espinoso para que sea quemado como basura.
4. ¿Qué tenemos aquí? Pues, una caja identificada como "Regalos". ¡Qué bueno! El hermano Dídimo tiene regalos para nosotros. Pero, alto. ¿No es “malo” este tesoro? Más nos vale ser precavidos que confiados, ¿no le parece? Difícilmente trae el mal ministro regalos buenos. ¿Habrá sorpresas desagradables en estos lindos paquetes?
a) Abrimos el primer regalo. ¡Cuidado! ¡Ay! ¡Ay! ¡Una asquerosa culebra! ¡Se lo advertí! ¡Nada bueno trae el mal ministro!
(1) Pero, este Dídimo, sí, que está lleno de intenciones dañinas. Sus tesoros son malos de verdad. Es evidente que su propósito encubierto, tal cual el de la antigua serpiente en el Edén, es engañar mediante mentiras. Ya estamos convencidos: este varón simplemente no hay rectitud en él. No es sincero. Busca lo suyo propio. En cierta ocasión, Cristo preguntó:"¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una SERPIENTE?" (Mateo 7:9,10). Los cristianos hambrientos de la Verdad eterna pedimos y necesitamos alimentos sanos que nutran al espíritu. Pero, este Señor Dídimo no trae buen pan o pescado espiritual sino mentiras, engaños, malos consejos, opiniones fatuas, filosofías huecas, vanas sutilezas y conocimiento mundano.
(2) ¿Verdad que las culebras asustan mucho? Con rarísimas excepciones el “susto” no mata, pero el veneno puede resultar tan mortífero que la víctima fallece pronto de no recibir oportunamente un antídoto. Asimismo pueden resultar mortíferos para el alma los engaños, las mentiras y la mala conducta del ministro malo.
b) Abrimos el segundo regalo. ¡Qué cosa más curiosa y graciosa! (Una lengua laaaaarrrgaaa! Pero, ¿qué significa esto?
(1) (Ah!, seguro, que la lengua de Don Dídimo es descomunalmente larga. Se deduce que él se extiende demasiado, tanto en sus mensajes como quizá en conversaciones personales, costumbre que evidencia bien sea complejo de inferioridad o ego inflado.
(2) "Pronto para oír, tardo para hablar" (Santiago 1:19) es el sabio consejo del Espíritu Santo, y el buen ministro de Jesucristo lo sigue religiosamente.
c) Abrimos el tercer regalo y nos sorprende Don Dídimo con ¡un látigo fino! Pero, ¿qué piensa este varón? ¿Acaso se compone su audiencia de caballos o mulas?
(1) Este es el “látigo” de sus acusaciones y censuras durísimas, las que este varón es capaz de tirar hasta con malicia, sin consideración o compasión. Al sentirse molesto, tira indiscriminadamente a derecha y a siniestra, azotando a neófitos, maduros y ancianos, culpables y no culpables, varones, damas y jóvenes, todos por igual. Flagelados verbalmente y profundamente heridos, los feligreses salen llorando y lamentando, pues el estilo de este “ministro” no incentiva al arrepentimiento. Todo lo contrario: despierta resentimiento y hasta coraje.
(2) "¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño! dice Jehová" (Jeremías 23:1). ¡Ay de usted, Don Dídimo, y de todos los demás “ministros” que andan con látigos, maltratando a las ovejas del rebaño del Señor! Sepan que Jehová les llamará a cuentas.
d) Abrimos el cuarto regalo. Pues, esto, de veras, es curioso y algo macabro. ¡Una cadena con esposas! ¿Qué pretende este varón? ¿Acaso amarrarnos y esposarnos?
(1) Efectivamente, desea encadenarnos con sus propias opiniones y esclavizarnos con sus interpretaciones privadas. Por ejemplo: enseña que la cena del Señor ha de celebrarse solo de noche. O apunta como ley divina que a la iglesia no se le permite disponer de sus ofrendas para socorrer a quien no sea miembro de la iglesia. Enseñorearse de los demás cristianos, sojuzgándolos a sus caprichos o voluntad pervertida, es rasgo común de los malos ministros.
(2) Tal cual los fariseos y saduceos del tiempo de Cristo, el ministro malo tiende a atar "cargas pesadas y difíciles de llevar" (Mateo 23:4).
e) Hermano Dídimo Sustraedor, ¡no queremos sus regalos!, gracias. ¡Lléveselos!, por favor. Si los deja aquí, seguramente los echaremos en la basura, pues eso es lo que son.
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