“Venga tu reino”, por Vicente Mercado Santamaría
Un campo de trigo
Inequívocamente, las parábolas de Cristo en Mateo 13 sobre “el reino de los cielos” prueban que el “reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5) existe en la tierra durante la Era Cristiana, siendo su función principal la de efectuar la evangelización del mundo entero. Esta obra grandiosa se realiza a través de los ciudadanos fieles y competentes del “reino”. Consideremos la siguiente parábola.
“El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.” (Mateo 13:24-30)
Solo hay dos reinos espirituales, a saber: el de Dios, que es eterno, y el de Satanás, la bestia y el falso profeta. Sufrirá pronto la ira de Dios el reino de Satanás, quedándose eliminado por siempre. Querido lector, ¿en cuál de los dos reinos se encuentra usted?
El verdadero y único Reino de Dios no apareció en el año 1914, ni tampoco en el año 1918. No será fundado después de la Segunda Venida de Cristo, pues ya fue establecido en Jerusalén, en el día de Pentecostés del año 30 de esta Era Cristiana, existiendo en la tierra hasta el presente día. Considere, por favor, algunas evidencias contundentes.
¡Los apóstoles vieron el establecimiento del Reino!
Los apóstoles debían presenciar antes de morir el establecimiento del Reino divino de Dios en la tierra. Dirigiéndose Cristo a ellos durante su ministerio terrenal, les prometió: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí (con Cristo durante su ministerio terrenal) que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el Reino de Dios venido con poder” (Marcos 9:1). El “poder” del Espíritu Santo (Hechos 1:4-8), señal inconfundible de la venida del Reino, fue derramado en el día de Pentecostés del año 30 (Hechos 2). Por lo tanto, el Reino de Dios quedó establecido en la tierra en referida fecha. En aquel día los apóstoles, utilizando “las llaves del Reino” (Mateo 16:19) (Mateo 18:18), es decir, predicando las condiciones “para perdón de pecados”, abrieron de par en par sus puertas y “como tres mil personas”, recibiendo la palabra y bautizándose (Hechos 2:41), fueron constituidos los primeros ciudadanos del Reino. De esta manera se cumplió la profecía de Daniel 2:44, según la cual el Reino de Dios sería establecido en la tierra durante el tiempo del cuarto imperio, a saber, el Imperio Roma, el cual, de hecho, estaba en pleno poder durante el primer siglo de la Era Cristiana.
¡Trasladados YA al Reino de Dios!
Desde aquella insigne inauguración hasta el día de hoy el Reino de Dios existe en la tierra. Los apóstoles lo predicaron (Hechos 20:25), no como perteneciente a una supuesta época futura milenaria, sino como una realidad actual. El apóstol Pablo, por el Espíritu, afirmó categóricamente en Colosenses 1:13 que Dios “nos ha librado (tiempo pasado) de la potestad de las tinieblas y trasladado (hecho consumado) al Reino de su amado Hijo”. Por cierto, tal es el estado dichoso de todos cuantos obedecen el evangelio puro: ¡Han sido trasladados YA al Reino de Cristo! No están esperando el Reino. ¡YA están en él! Todo “ministro competente del Nuevo Pacto” (2 Corintios 3:6) predica el Reino espiritual de Dios como ya establecido. No como para el futuro sino para el tiempo presente. Como actual, real y visible en la tierra. No como limitado al Milenio sino existente desde Pentecostés hasta el fin del mundo. Estimado lector, ¿ha sido traslado usted al Reino de Cristo, o permanece aún bajo "la potestad de las tinieblas" (el dominio del diablo)?
¡Cristo no regresa a la tierra para establecer un reino milenario!
El texto en 1 Corintios 15:24-25 es clave. Dice: “Luego el fin, cuando entregue (¿Quién entrega? Cristo.) el reino... al Padre (¿Qué cosa entrega Cristo al Padre? La respuesta inspirada: el Reino). Porque preciso es que él (Cristo) reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies”. Así que, ¡Cristo es Rey sobre el Reino AHORA! Se lo entregará al Padre cuando llegue el fin. “...el fin” es la destrucción de la tierra (2 Corintios 4:18), evento siempre vinculado con la Segunda Venida de Cristo (2 Pedro 3:9-12), y nunca con una supuesta “tercera venida” jamás enseñada en las Escrituras. Sabiendo Pablo que Cristo se había sentado “en su trono” (Hechos 2:30) cuando ascendió, escribió a los Corintios, diciendo: “Preciso es que él reine”, claramente dando a entender que el Señor YA reinaba en el Siglo I. Reinaba sobre el Reino espiritual que fue establecido en la tierra en el día de Pentecostés. Ha seguido reinando hasta el día de hoy. Su Reino ha permanecido en la tierra. Reinará hasta su retorno en las nubes para poner fin a todo lo material. Entonces, ¡entregará el Reino al Padre! Más claro no canta un gallo. Cristo no regresa para establecer un susodicho reino milenario sino para purificar su propio Reino espiritual (Mateo 13:41-43), su posesión desde Pentecostés, entregando el Reino purificado al Padre.
Este Reino purificado es el que heredarán los justos (Mateo 25:34) (2 Pedro 1:11). ¿Qué reino heredará usted, amado lector? ¿El de eterno gozo y paz o el de eterno dolor y vergüenza?
Pentecostés: Miles de personas, arrepentidas y bautizadas, fueron admitidas al Reino.
Según Juan 3:5-7, Cristo dice: “El que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios”. Se deduce que los que nacen del agua (se bautizan; se sumergen en las aguas) y nacen del Espíritu (reciben el don del Espíritu; se sumergen en las enseñanzas y la vida del Espíritu), sí, definitivamente, con toda seguridad, pueden “entrar en el Reino”. Ahora bien, el bautismo fue ordenado en el día de Pentecostés y el don del Espíritu ofrecido a todo aquel que se bautizara. “Arrepentíos… y bautícese para perdón... y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Enseguida, miles se bautizaron, recibiendo el don prometido. Por lo tanto, habiendo cumplido los requisitos, ¡fueron admitidos al Reino! Entonces, he aquí un hecho indisputable: ¡El Reino existe desde Pentecostés! ¿Se encuentra usted en él?
La iglesia de Cristo es el Reino de Dios en la tierra.
Las condiciones para entrar en el Reino y las condiciones para pertenecer a la única iglesia fundada por Cristo son idénticas. Deducción lógica e irrebatible: la iglesia de Cristo es el Reino de Dios en la tierra. Los pasos que conducen al Reino de Dios son los mismos que conducen a la verdadera Iglesia de Dios. Al tomarlos, el alma sumisa a la voluntad divina se hace ciudadano del Reino espiritual y es añadida a la iglesia por Cristo (Filipenses 3:20-21) (Hechos 2:37). Desde Pentecostés hasta el presente, todo aquel que anhela la salvación eterna se apresura a entrar en el Reino. Amado lector, ¡apresúrese usted también! Crea en Dios y sus promesa, en Cristo y su hermosísima obra redentora, arrepiéntase y bautícese cuanto antes. Así, porque estos mandamientos son las condiciones fijadas por el Espíritu Santo, y no por hombre alguno, (Juan 3:5-7) (Hechos 2:36-47) para ser trasladado al Reino del Señor.
Un Reino puramente espiritual
Este “…reino inconmovible” (Hebreos 12:28-29) que recibimos los que nacemos de nuevo del agua y del Espíritu es de naturaleza puramente espiritual (Juan 18:36). Está en este mundo, pero no es de este mundo (Juan 17:14-16). Su Rey es santo; también los súbditos. Su Rey no es mercader religioso; tampoco los súbditos (Juan 2:13-17). Por consiguiente, nuestro solemne deber es señalar –lo hacemos con amor y respeto, no con el ánimo de lastimar, sino de orientar e informar bíblicamente- que: (A) No se trata del reino eclesiástico-político-comercial-cultural-tradicional con sede en el Vaticano, el cual se ha convertido en un gran consorcio global de empresas esencialmente materialistas, cumpliéndose, lamentablemente, las profecías de Apocalipsis 18. (B) Ni tampoco se trata de los imperios religiosos levantados por protestantes, evangélicos, pentecostales y pastores independientes (concilios, movimientos, corporaciones religiosas), pues la gran mayoría de estos líderes hierran en tres asuntos fundamentales, a saber: (1) Suelen mercadear (2 Pedro 2:1-3) con lo espiritual para levantar y sostener sus reinos. (2) Predican el Reino de Dios como futuro. (3) Falsifican las condiciones para obtener la ciudadanía espiritual, denegando obstinadamente que el bautismo es “para perdón de pecados”, abierta y osadamente contradiciendo a Cristo y los apóstoles (Marcos 16:16) (Hechos 2:38). La mayoría de estos guías religiosos aguardan vanamente el establecimiento de un reino milenario, con Cristo sentado sobre un trono literal en Jerusalén. Alimentan a millones de almas ingenuas con estas huecas esperanzas y profecías equivocadas (Ezequiel 13) (Jeremías 23). Es del todo Imposible que tengan al verdadero Espíritu Santo, pues no hablan la verdad sobre el Reino espiritual de Cristo. De cierto, aun las “lenguas angelicales” que algunos de ellos pretenden hablar, son meras jerigonzas y los “prodigios” que algunos aseguran realizar pertenecen a la categoría de "mentirosos" (2 Tesalonicenses 2:8-12) (Mateo 7:21-23) identificados por el Espíritu de Dios.
Solo hay dos reinos espirituales. ¡Usted puede ser trasladado enseguida al de Cristo!
Apreciado lector, reiteramos, en las esferas espirituales existen solo dos reinos. (1) Por un lado, el de las tinieblas de Satanás. Este se distingue no solo por alcohol, drogas, adulterio, homosexualismo, prostitución, mentiras, hechicería, violencia, crímenes y guerras sino también por engañosas profecías, falsas doctrinas y vanas tradiciones religiosas. Se trata de un reino diabólico; reino de muerte, destrucción y castigo eterno. (2) Por el lado contrario, el glorioso reino de luz espiritual, pura y brillante, que emana de Jesucristo y su gran mensaje de amor, reconciliación y paz. Este “reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5) es fundado sobre la verdad eterna, distinguiéndose por los atributos nobles que posee y promueve, tales como amor sincero, sabiduría celestial, dignidad divina, honradez, paz, gozo espiritual, compasión, paciencia y buenas obras, como además por fidelidad a “toda la verdad” dada por el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento (Juan 16:13). ¡Reino de inmortalidad y de felicidad completa! ¿En cuál de los dos se encuentra usted en este preciso momento? Si en el de la inmoralidad y el error religioso, sepa que Dios está dispuesto a trasladarle al de su amado Hijo, y lo hará tan pronto se arrepienta y se bautice usted bíblicamente. ¡Hágalo, pues, hoy mismo! Gustosamente le asistiremos, si así lo desea usted. Llámenos o escríbanos con confianza. Qué encuentre usted la justicia, paz, gozo y esperanza de vida eterna que Dios le ofrece solo en su Reino espiritual.
“Venga tu reino”, por Vicente Mercado Santamaría
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