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Lenguas y profecías. Estudio 3. 1 Corintios 14:2. Habla a Dios. Habla misterios.

Lenguas y profecías

Procurando entender correctamente

las afirmaciones y directrices de 1 Corintios 14 

Esta pintura nos ayuda a visualizar una parte de Corinto y el área portuaria, del siglo I de la Era Cristiana. En aquella ciudad de tal vez hasta medio millón de habitantes, el apóstol Pablo evangelizó durante año y medio, estableciendo una iglesia de Cristo con una feligresía que creciera 

hasta tener quizás más o menos quinientos miembros.

Esta pintura nos ayuda a visualizar una parte de Corinto y el área portuaria,
del siglo I de la Era Cristiana. En aquella ciudad de cerca de medio
millón de habitantes, el apóstol Pablo evangelizó durante año y medio,
estableciendo una iglesia de Cristo con una feligresía que creciera
hasta tener quizás más o menos quinientos miembros.

 

Estudio 3

1 Corintios 14:2

 

 “Porque el que habla en lenguas no habla

a los hombres sino a Dios; pues nadie le entiende,

aunque por el Espíritu habla misterios.”

 

A.  Para perspectivas orientadoras, repetimos una observación hecha al principio del Estudio 2.

Las primeras expresiones de Pablo, al abordar él problemas en la iglesia de Corinto que giraban en torno al uso de los dones espirituales de hablar lenguas y profetizar, NO interpretadas a la luz de las explicaciones que siguen, bien pudieran dar lugar a conclusiones erróneas aún peores que las consecuencias negativas del uso incorrecto del don en Corinto.

La primera de estas expresiones es: “…no habla a los hombres”.

La segunda es: “…habla… a Dios”.

Y la tercera es “…aunque por el Espíritu habla misterios”.

Cubrimos la primera en el Estudio 2.

Analizamos la segunda y la tercera en este Estudio 3.

B. Ya hemos probado, de forma conclusiva e irrebatible, que el don espiritual de “lenguas” que algunos miembros de la iglesia en Corinto habían recibido, era el don sobrenatural de hablar otros idiomas humanos sin haberlos aprendido anteriormente. Hablarlos con perfecta gramática y pronunciación.

Plavio, el personaje hipotético que introdujimos en el Estudio 2, tenía tal don. Era, hipotéticamente, miembro de la iglesia en Corinto.

En su caso particular, Dios le impartió, “por el Espíritu” (1 Corintios 12:4-11), mediante la imposición de manos por el apóstol Pablo (Hechos 8:14-18),  el don de hablar el género de lenguas egipcias, o sea, el idioma oficial de Egipto, o los idiomas principales, más los dialectos hablados por segmentos de la población de aquel tiempo del siglo I. Lenguas o dialectos de los esclavos; de gentes conquistadas y llevadas a Egipto.

1. De pronto, este maravilloso poder espiritual divino fluye de Dios, por el Espíritu, al espíritu de Plavio. “…acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:13), este don espiritual (1 Corintios 12:1), se transmite al espíritu de Plavio; no a su cerebro físico sino a su espíritu. Así lo entendemos.

Se transmite completito. Para el lector, o la lectora, que sabe usar dispositivos digitales, podríamos comparar el proceso -hasta dónde alcance nuestro humilde entendimiento- a bajar del Internet algún programa sofisticado.

El “paquete” que compone el don espiritual de hablar el género de idiomas y dialectos egipcios incluye:

Vocabularios adecuados para los usos determinados para el don por su Programador Divino.

Todos los elementos de gramáticas correctas para cada idioma o dialecto.

Módulos que capacitan al recipiente para la pronunciación correcta de todas las palabras de los idiomas y dialectos del género egipcio.

Y el contenido del mensaje a transmitirse.

El “contenido” se compone del evangelio puro de Jesucristo, la información necesaria para defenderlo y todo lo relacionado con el establecimiento, la organización y la edificación de congregaciones de la iglesia de Cristo.

Este contenido espiritual sano transmitido por Dios al recipiente del don de lenguas no podría usarse para usos malos, por ejemplo, maldecir, blasfemar, difamar, ni conversar sobre temas netamente mundanos, carnales, diabólicos, etcétera.

El apóstol Pablo, en su preámbulo al tema de los dones espirituales, escribe:

“Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:3).

Las dos cláusulas “…hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús” y “llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” se refieren a los dones espirituales que Pablo identifica enseguida y trata extensamente en los capítulos 12, 13 y 14 de 1 Corintios. Limitados, por su procedencia celestial y propósitos espirituales sanos, a los asuntos del Reino de Dios, era imposible utilizar los dones sobrenaturales para fines satánicos.

De manera que, cuando se instala el “paquete” en el espíritu de Plavio, este varón cuenta, al instante, con el uso de estos idiomas y dialectos, en adición a cualquier idioma o dialecto que haya adquirido por medio del estudio y uso. Supongamos que Plavio hablara el griego y el latín antes de recibir el don espiritual de lenguas egipcias. Recibiéndolo, ¡ya puede hablar perfectamente idiomas y dialectos del Imperio Egipcio, además del griego y el latín que sabía hablar!

¡Extraordinario! ¡Sobremanera asombroso! Un verdadero milagro estupendo. Una señal divina tan impactante que cualquier ser humano maduro y serio se quedaría estupefacto.

Ahora bien, a Plavio se le concede la potestad de controlar estos nuevos idiomas y dialectos de la misma manera que controla el uso del griego o del latín.

Si Plavio quiere hablar el griego, arranca hablándolo.

Entre paréntesis, este poder sobre el habla que posee, innatamente, todo ser humano hay que calificarlo como maravilloso, de verdad. Hablar, o no hablar. Hablar todo el tiempo, o callarse todo el tiempo. Ser “tardo para hablar” (Santiago 1:13), o pronto para hablar. Hablar palabras soeces, o que “sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal” (Colosenses 4:6).

Si Plavio no quiere hablar el griego, sencillamente, ¡no lo habla! Se calle.

Igualmente, si él quiere hablar egipcio por el don que le ha sido entregado, ¡arranca hablándolo!

Si no quiere hablar egipcio, ¡no lo habla! No hace uso de su don espiritual. El Espíritu no le fuerza a usarlo.

Se sabe a ciencia cierta que eso es así, que puede callarse y no hacer uso de su don, por lo que el propio Espíritu Santo ordena en el versículo 28, diciendo: Y si no hay intérprete, CALLE en la iglesia”.

Paralelamente, el miembro de la iglesia en Corinto que tenía el don espiritual de profecía ¡podía y debía CALLARSE en algunas circunstancias!

“Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, CALLE el primero” (los versículos 29 y 30).

Por cierto, “los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas” (versículo 32).

Supongamos que Plavio, en su nueva vida como cristiano, confrontara en las calles o muelles de Corinto amenazas severas contra su vida por algunos marineros de Egipto enfadados por las denuncias de los cristianos contra ídolos de las religiones egipcias. Su fe comienza a desvanecerse; sus rodillas, a temblar. Decide no usar su don espiritual de hablar egipcio. Se calla. Indiscutiblemente, tiene potestad de hacerlo. Ningún ser celestial se lo impide. Él es quien controla el don.

El apóstol Pablo escribe al evangelista Timoteo: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos(2 Timoteo 1:6). Avivarlo significa, certeramente, que Timoteo no estaba usando su don espiritual como debía. Obviamente, tenía potestad sobre el don: de usarlo debidamente, usarlo poco o no usarlo nunca.

Este ejemplo de Timoteo sostiene lo que estamos afirmando, a saber: a los recipientes de los dones espirituales se les confirió potestad sobre ellos: sobre cuándo y dónde usarlos.

Y esta verdad armoniza con una realidad evidente a través del Nuevo Testamento, a saber: Dios no fuerza a nadie a servirle en contra de su propia voluntad. Ni a orar, ni a rendirle alabanzas, ni a predicar el evangelio.

Esta realidad echa para el suelo la tesis de “el Espíritu me mueve a alabar a Dios en lenguas angelicales, a bailar en el Espíritu, a gritar Glorias a él a todo pulmón, y yo no puede resistir sus impulsos, su fuerza, sus empujones, las alabanzas que él me da”.

¡GRAN MENTIRA! ¡GRAN ENGAÑO!

2. Así que, querido hermano Plavio, tú has recibido un don espiritual realmente espectacular. El poder sobrenatural de hablar perfectamente todo el género egipcio de idiomas y dialectos, ¡sin haberlos estudiado jamás! Y juntamente con el don se te confirió potestad sobre dónde y cuándo usarlo.

También, el Espíritu Santo te instruye que “las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos” (1 Corintios 14:22).

Pues bien, en esta gran metrópoli de Corinto, con medio millón de habitantes y dos importantísimos puertos donde, a menudo, llegan y salen barcos de Egipto, con tripulaciones y cargamentos no solo de Egipto sino de Etiopía y otros países, aun de la lejana India, ¡debes salir a las calles, los mercados, las plazas y los muelles, proclamando en tus idiomas y dialectos del género egipcio las buenas nuevas del Reino de Dios.

De haber gentes -seguramente, las habrá- que te entienden, quizás suceda -ojalá acontezca- lo mismo que en Pentecostés, a saber: que entendiéndote, te pregunten, en su propia lengua: ¿qué debemos hacer para ser salvos? Entonces, creyendo en Jesucristo y arrepintiéndose, se bauticen muchos “para perdón de los pecados” (Hechos 2:36-47).

¿Qué respondes? ¿Que preferirías hablar tus lenguas en la iglesia aquí en Corinto? Pero, acuérdate, amado, que tus lenguas son “señal a los INCRÉDULOS”; “no a los creyentes”. La abrumadora mayoría de INCRÉDULOS aquí en Corinto están allá afuera, en toda la ciudad, con sus ídolos y templos dedicados a dioses y diosas falsos. Se juntan masas de idólatras allá dentro y en los anchos recintos del gran templo de Apolo. Se te dio el don con el fin de capacitarte para predicar en sus propias lenguas el evangelio de salvación a las masas descarriadas, de la manera que los apóstoles predicaron a la gran multitud en Jerusalén, en el día de Pentecostés, en sus propias lenguas natales.

¿Qué dices? ¿Que también llegan a nuestra iglesia indoctos e incrédulos? (versículo 23) Cierto es. Pero, ¿cuántos, comparados con las enormes masas allá afuera que nunca se congregan con nosotros?

¿Y cuántos de los que nos visitan hablan algún idioma o dialecto del género egipcio?

Déjame decirte que si tú te atreves a arrancar en plena reunión de la iglesia, cuando estamos todos reunidos en un solo lugar, hablando ese género, y nadie te entiende, dirán que estás loco, y también todos nosotros por permitírtelo (versículo 23). Muchísimo más todavía si otros muchos en la congregación que han recibido el don de idiomas o dialectos, cualesquiera que sean, hacen lo mismo que tú. ¡Qué locura!

Plavio, ¡qué no se te cruce por la mente cometer semejante insensatez!

Tenlo por mandamiento del Espíritu Santo: tú puedes hablar tus lenguas en la congregación solo si hay intérprete. De otro modo, ¡controlarte! ¡Controlar tu don! Pues, el Espíritu Santo ordena: “Y si no hay intérprete, CALLE en la iglesia (versículo 28).

Tú ves que ya somos muchos los que componemos la congregación de los santos aquí en Corinto. La asistencia sobrepasa los quinientos (Hechos 18:10-11. Dios dijo a Pablo que tenía “mucho pueblo” en Corinto, evangelizando el apóstol a la ciudad por un año y medio.) Bien que entren unos pocos incrédulos que solo entienden el género egipcio de lenguas, no te convendría dirigirte públicamente solo a ellos en presencia de tan numerosa congregación, entendiéndote solo tales visitas. Haría falta quién interprete para todos los demás, cientos de personas, y de no encontrarse “intérprete”, deberías CALLARTE “en la iglesia”. ¿Entiendes?

3. “…habla… a Dios…” (versículo 2). “…habla… para Dios” (versículo 28).

Ahora bien, mi querido Plavio, suponiendo que te pusieras obstinado, y, pece a todas estas orientaciones y mandamientos del Espíritu Santo, te levantas, osadamente, en alguna reunión nuestra, hablando tus lenguas del género egipcio porque hacerlo te haga sentirte útil, o cualquiera sea tu motivación. Piénsalo. Dado que “nadie” te entendiera (versículo 2), es decir, ningún ser humano presente te entendería, entonces, ¿qué? ¡Solo hablarías a Dios! ¿Correcto? Por qué solo él te entendería.

Visualízalo. Ahí estás, levantado frente a quinientos miembros de la iglesia, ¡hablando solo a Dios! Recalco: ¡no hablando a tan nutrida feligresía! ¡A ninguno de ellos! ¡Sino SOLO a Dios!

Plavio, ¿te das cuenta? Hombre, yo no he dicho: “Gimiendo alabanzas extáticas a Dios”, sino “hablando a Dios”, pues, así se expresa el apóstol Pablo, por el Espíritu. “…el que HABLA en lenguas no HABLA a los hombres, sino a Dios…” Y ten siempre presente que lo hace en plena asamblea de los cristianos reunidos en un solo lugar. Este es el contexto.

Entonces, hablando “a Dios”, o “para Dios”, ¿qué le dices que no sepa él ya desde antes de la fundación de la Tierra?

Te lo pregunto porque el Espíritu Santo enseña tan claramente que el propósito del don espiritual de lenguas, al igual que el propósito para el don de profetizar, es, precisa y justamente: hablar “revelación… ciencia (sinónima de conocimiento espiritual)…profecía… doctrina” (versículo 6).

Pero, el propio Dios el Padre es quien da a la humanidad, particularmente, a la iglesia, “revelación, ciencia, profecía y doctrina”.

Viene bien la pregunta que formuló Pablo: “¿Quién instruirá” al Señor? (1 Corintios 2:16). Plavio, ¿qué dirías “a Dios” en tus lenguas egipcias que sea nuevo para él? ¿Alguna instrucción para él? ¿Algún mandamiento?

¡Ah! Claro que sé que algunos ignorantes y faltos de reverencia y respeto, aun para la Deidad, se atreven a mandar a Dios. “¡Sana, sana, sana, Dios! ¡En este momento, Señor! Tú lo has prometido. ¡Te mando a hacerlo!” Se me tiembla el alma ante tan enorme temeridad.

Plavio, suponiendo que nadie en nuestra gran congregación te entendiera al hablar tú en egipcio, ¿te escucharía con agrado Dios solo? ¿El mismo Dios que te manda, por el Espíritu, ¡a callarte si tus oyentes en la Tierra no te entienden!

Fíjate bien que Pablo no añade ni una palabra después de la frase “sino a Dios” al efecto de que Dios escuche. Menos todavía que se sienta él contento, gozoso y honrado por tal comportamiento. Tú hablas “a Dios” en tus lenguas, pero ¿te escucha? Muchísimas personas hablan “a Dios” de muchas maneras. ¿A cuántas escucha él con agrado? ¿A las que hacen caso omiso a sus instrucciones claras? Como en el caso del uso del don de lenguas.  

Pienso que quizás se detecte un elemento de ironía en la forma de Pablo expresarse por el Espíritu. Algo como decir: “¿Hablar en lenguas egipcias solo a Dios frente a una congregación de quinientos cristianos, ninguno de los cuales entiende lo hablado? A la verdad, raya en lo ridículo”. En realidad, todas las enseñanzas y mandamientos que siguen el versículo 2 realzan lo incongruente, aun lo absurdo e irracional, de semejante proceder. “…¿no dirán que estáis locos?” (versículo 23).

Seas racional, querido Plavio, y no irracional. Dios espera de ti que le tributes “culto racional” (Romanos 12:1). Que estés en tus cabales cuando te diriges a él. Plenamente consciente de lo que le dices. Cuerdo; en tu sano juicio.

Ni él, ni Jesucristo, ni el Espíritu Santo, ni los santos ángeles hablan a los humanos en idiomas, dialectos o lenguas inentendibles.

En cambio, paradójicamente, los humanos dominados por sus propias creencias, suposiciones, supersticiones y excesos de emocionalismo se dirigen a ellos en lenguas no entendibles, las que algunos llaman, equivocadamente, “lenguas angelicales”, y otros, acertadamente, “lenguas extáticas”.

Buen Plavio, un pequeño reto para ti: que te vayas allá a las áreas de Corinto donde pululan los marineros y pasajeros de los barcos que atracan en nuestros muelles, que es donde se supone que des el máximo uso a tu don de lenguas. Que te acerques a grupos de lejanas tierras, por ejemplo, de Etiopía, Parta, Arabia o Mesopotamia, que no hablan ni el griego, ni el latín, ni cualquier idioma o dialecto del género egipcio. Que comiences a hablarles, haciendo uso de tu don de lenguas. Te miran extrañamente, dando a entender que no entienden nada de lo que estás diciendo. Pero, tú sigues hablando animadamente, con cada vez más vigor e insistencia. No te callas. Hablas y hablas. Pero, nadie te entiende, y tú no puedes traducir tu mensaje. Comienzan a reírse y mofarse de ti. Al tú no callarte y marcharte, empiezan a molestarse de manera amenazante y peligrosa. A gritarte: “¡LOCO! ¡NECIO!”, y a maldecirte.

¿Es razonable su reacción, o no?

Sin embargo, increíble y asombrosamente, ¡pretendes hacer exactamente lo mismo en nuestra congregación! Y que te lo toleremos, aun respaldándote, diciendo “¡AMÉN!” a tu proceder desquiciado, de loco, de desatinado.

¿Ya ves lo absurdo de lo que pretendes?

 

DIAPOSITIVAS para 1 Corintios 14

 

Incuestionablemente, la frase “habla… a Dios” en el versículo 2, o la variación “hable… para Dios” en el versículo 28, nada tienen que ver con “alabar a Dios mediante lenguas extáticas o angelicales”, pero ya que muchos argumentan obstinadamente en pro de lo contrario, nos detenemos para indagar un poco más.

Con raras excepciones, los carismáticos (pentecostales, avivados) confiesan que no saben lo que dicen al “alabar con lenguas”. Siendo así, que no entienden lo que dicen, naturalmente surge la pregunta: ¿entonces, qué valor tendría su acción ante Dios?

Sonidos extraños, que llaman “lenguas de alabanza”, salen de la boca, a menudo en medio de gemidos, llantos y griterías estridentes. Sin embargo, suponiendo que transmitan alguna “alabanza” o “mensaje para Dios”, ni el intelecto ni el espíritu del adorador comprenden la comunicación.

Asimismo, llegan, según se asegura, a los oídos de Dios. Sonidos misteriosos e incomprensibles, humanamente, que el Espíritu Santo diera al adorador, conforme a la doctrina pentecostal.

O sea, provienen del Espíritu Santo…

pasan a través del adorador carismático como medio…

…revolcando sus emociones…

…pero oculto su significado a su intelecto…

…y llegan a los oídos de Dios, quien descifra su mensaje, agradándole inmensamente tales “alabanzas”.

¡Curioso en extremo!

¿Hemos de creer que a Dios le agraden las alabanzas de adoradores que no entiendan lo que dicen? Lo cierto es que no se halla precedente o mandamiento en todo el Nuevo Testamento para tal clase de alabanza.

El Dios que es la máxima expresión de inteligencia, que nos creó a su imagen, que ensalza infinidad de veces en las Sagradas Escrituras el conocimiento, el entendimiento y la sabiduría, lo cuerdo y lo racional, ¿se gozaría con las alabanzas de quienes ignoren lo que dicen? Realmente, ¡inconcebible!

Afirmamos confiadamente que el Todopoderoso Dios no pide tales alabanzas, ni las facilita mediante su Santo Espíritu.

Estas “alabanzas mediante lenguas jerigonzas o extáticas”, erróneamente llamadas “angelicales”, son la creación de William J. Seymour y la nueva iglesia “pentecostal” que él formó en Azusa Street, Los Ángeles, California, en 1906. En su empeño desesperado de “hablar lenguas”, Seymour y sus simpatizantes recibieron el falso “don” de “lenguas extáticas”. Ya que estas no comunicaban ningún mensaje entendible, concibieron, para justificarlas, la idea de representarlas como “lenguas misteriosas de alabanza”. Doctrina carismática que satisface solo a los ingenuos que desconozcan o malinterpreten la verdadera “sana doctrina”, “la doctrina de Cristo” (1 Timoteo 4:16; Hebreos 6:1), sobre el don de lenguas.

C. “…aunque por el Espíritu habla misterios.”

Observamos que esta cláusula no dice “habla lenguas misteriosas sino “habla misterios”.

Tampoco dice “alaba mediante lenguas misteriosas” sino “habla misterios”. Los elementos de “lenguas misteriosas” y “alabar” son introducidos en el texto por personas que intentan ajustar las Escrituras a creencias y prácticas de origen humano.

En el Nuevo Testamento, el vocablo “misterios” identifica los designios y las acciones de Dios encaminados para salvar a la humanidad a través del sacrificio de su Hijo.

Concebidos “antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:3-14), y realizados por medio de Cristo, el evangelio y la iglesia, resultan ser verdaderos “misterios” para el incrédulo, el hombre natural y “los príncipes de este mundo” (1 Corintios 2:7-16), pero no para el hombre espiritual y entendido.

1. “Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció (1 Corintios 2:7-8).

2. “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios(1 Corintios 4:1).

3. “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (Efesios 1:9-10).

Lo que se da a conocer y se entiende ya NO sería misterio en el sentido de ser oculto o incomprensible. Esto es axiomático.

4. “Que por revelación me fue dado el misterio… leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo(Efesios 3:3-4).

Enfoquemos estas palabras con una lupa potente. Lo que el apóstol Pablo llama “misterio”, fue revelado, se puede leer y es entendible. Así que, ya no es “misterio” en el sentido de ser algo oculto, indescifrable, ininteligible o no entendible.

Entonces, al hablar nuestro hermano Plavio en lenguas, habla “por el Espíritu… misterios”. Es decir, por el poder del Espíritu Santo que le fue otorgado -poder que le capacita para hablar otros idiomas sin aprenderlos- Plavio habla sí “sabiduría de Dios”, la que estaba una vez “oculta”, pero que ahora es revelada.

Si sus oyentes pudieran entenderle, podrían alcanzar conocimiento en el misterio de Cristo, pero no reciben luz divina alguna porque ¡ninguno entiende las lenguas que Plavio habla!

Tengamos muy presente: según esta cláusula…

El hermano Plavio no habla “por el Espíritu” alabanzas.

Él no “alaba por el Espíritu”.

No “alaba en lenguas angelicales por el Espíritu”.

Más bien, “por el Espíritu habla misterios.

Reiteramos: esto significa que expone verdades divinas, revelando la “voluntad” de Dios.

Sin embargo, si abre su boca y habla “los misterios de Dios” en presencia de personas que no entendieran sus lenguas, se haría “mal administrador” de “los misterios de Dios”.

D. Conclusión.

Las tres expresiones de 1 Corintios 14:2, citadas tanto por pentecostales como por carismáticos evangélicos, protestantes y católicos en apoyo de sus lenguas extáticas-jerigonzas y alabanzas alborotosas, interpretadas a la luz de las explicaciones que siguen en el resto del capítulo, ¡no respaldan, de modo alguno, semejantes creencias y prácticas!

 

DIAPOSITIVAS para 1 Corintios 14

 


 

Estudio 1 sobre Lenguas y Profecías. 1 Corintios 14:1. “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis.”

Estudio 2 sobre Lenguas y Profecías. 1 Corintios 14:2. “…no habla a los hombres… pues nadie le entiende.”

Estudio 4 sobre Lenguas y Profecías. 1 Corintios 14:3. “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.”

Lenguas y Profecías. Análisis de 1 Corintios 14. CONTENIDO. Incluye siete diapositivas.

 


 

Dones sobrenaturales. Estudios y visuales en esta Web.

El Espíritu Santo. Recursos en esta Web sobre su identidad, misiones y obras.

 

¿Le intriga el tema de los dones espirituales?

¿De profecías, lenguas extrañas, sanidades, etcétera?

Los dones sobrenaturales dados

por el Espíritu Santo

Su naturaleza, propósito y duración

Seis diapositivas para clases, conferencias o el auto didactismo

 

Esta fotografía de la Biblia abierta al comienzo de la epístola de 1 Corintios ilustra el tema Los dones sobrenaturales dados por el Espíritu Santo: su naturaleza, propósito y duración, tratándose de seis imágenes-diapositivas que lo ilustran.

 

Los dones sobrenaturales (espirituales) dados por el Espíritu Santo: su naturaleza, propósito y duración.

Los dones espirituales dados por el Espíritu Santo. Eventos del día de Pentecostés. Los dones sobrenaturales auténticos del siglo I difieren notablemente de las señales y los prodigios mentirosos del presente tiempo. Los dones sobrenaturales utilizados solo durante el siglo I para revelar “toda la verdad” del Nuevo Pacto. Los dones sobrenaturales cesan conforme a las profecías y explicaciones del Espíritu Santo. Análisis de la cesación de los dones espirituales a la luz de 1 Corintios 13:8-13.